El remolino historia fantastica: CAPITULO III, MATAN AL RECAUDADOR DE XOCHIPILLI

sábado, 14 de abril de 2012

CAPITULO III, MATAN AL RECAUDADOR DE XOCHIPILLI


La tarde que Tencuitlatl mató al recaudador de Xochilpilli, se reunieron con él, además de los otros caciques, una gran cantidad de indios caxcanes que huyeron de las haciendas donde trabajaban, para unirse a la rebelión. Se habían dado cuenta de que los blancos no eran invencibles.
Tenchitlatl le habló a la muchedumbre, contándoles que él hacía mucho tiempo había descubierto que los blancos morían fácil, y que su carne era desabrida. Entonces les narró la ocasión aquella, cuando mató a un fraile que traía con el, una mona muy bonita, blanca, rubia, de ojos azules a la que llamaba virgen y que era la madre de todos nosotros. Eso irritaba a Tencuitlatl. ¿Cómo una diosa blanca podía ser su madre? eso nunca. Él era moreno, como su verdadera madre, como su padre. Aquella diosa que llamaban virgen, seria madre de ellos, pero no de los tezoles.
También les contó que aquel fraile les hablaba de un Dios que murió crucificado, y él se reía, ¿cómo crucificar un Dios? y cuando todos los que lo escuchaban que él se reía, también los demás indios  se reían, entonces el fraile chiflaba y de alguna parte se aparecía aquella bestia de dos cabezas, eso que llamaban caballo y santo Santiago, el caballo blanco y el Santo Santiago con una máscara muy fea y corría llevando en una mano una vara de frijolillo y con ella golpeaba a los tezoles que se reían, o los que no se querían dejar que el fraile les echara agua en la cabeza y les pusiera otro nombre, después  volvía a correr y desaparecía, entonces el fraile les gritaba que si no se callaban volvería la bestia de dos cabezas y los volvería a golpear. Entonces se quedaban callados y se dejaban echar agua en la cabeza. Así que el Santo Santiago no apareció precisamente de las llamas cuando quemaban los pueblos
Un día  Tenchitlatl no estaba de humor, cuando le avisaron que por la ladera del cerro de las ventanas, iba el fraile, que cuatro indios cargaban su mona blanca y que en los terreros del arroyo estaba escondido la bestia de dos cabezas.. El cacique llamó a sus mejores  flecheros y les dio instrucciones, luego bajó la ladera para encontrar al fraile.
__ ¿Qué quieres? __ Le dijo molesto, un esclavo azteca le tradujo
__ Vengo para que te bautices animal,  a  enseñarte la fe en Cristo, a redimirte de tus pecados, a darte una oportunidad de que conozcas el cielo
__ Vete, no te necesito, ni a tu Diosa tampoco, yo tengo la mía.
__ No sabes lo que dices, híncate ante tu madre, porque ella es madre de todos nosotros. Híncate o ella, la virgen te castigará. Llamará a Santo Santiago y el de dará de azotes.
__ No tengo miedo, ni a tu diosa tampoco, y para que veas te lo demuestro.
Sin agregar más, con su macana, de un salto se puso junto a la esfinge de la virgen y de un certero golpe le arrancó la cabeza, luego de otro un brazo y finalmente de otro la derribó del pedestal en que la llevaban,
Aquello provocó un caos entre los indios que seguían al fraile y el fraile mismo, los indios convertidos lloraban asustados y mientras recogían los despojos de la esfinge no dejaban de besarla. El fraile con rabia empezó a gritar.
__ ¡Santo Santiago, Santo Santiago, ven, ven, auxilio!
De repente apareció la bestia de dos cabezas. Tencuitlatl sintió mucho miedo, a aquella bestia si le tenía miedo, pero ya había dado órdenes. El jinete dirigió el caballo a donde él estaba, iba con la vara de frijolillo en lo alto, pero los guerreros ya tenían sus órdenes. Decenas de flechas surgieron en el aire y varias de ellas se incrustaron en el cuerpo del hombre y del caballo, antes de llegar con el cacique cayeron en total agonía. Tencuitlatl sonrió triunfante, la bestia no era inmortal. El fraile gritó asustado y quiso huir, pero el cacique mucho más ágil, de un salto se puso junto a él y con un certero golpe de su macana desmayó al santo varón, luego la turba se abalanzó sobre los sirvientes que seguían al fraile y también los mataron. Tencuitlatl dio una orden.
__ A la bestia de dos cabezas, hay que enterrarlos, a los demás, a comérnoslos.
Cuando ni el fraile, ni el supuesto Santiago volvieron al campamento, el capitán de aquella región dio órdenes de buscarlos. Salieron diez soldados españoles. Al no encontrarlo, se llevaron a Tencuitlatl preso, como no tenían pruebas en su contra de nada decidieron llevarlo hasta la ciudad de México para que lo juzgara el propio fray Juan de Zumárraga.
Por muchos días caminaron para llegar a la gran Tenochtitlán. Tencuitlatl sintió tristeza, todo estaba destruido, ya no había palacios como cuando siendo niño había ido con su padre a conocer al gran Moctezuma y llevarle de regalo una quiligua de coztacuales.

 Miles de indios trabajaban haciendo casas como le gustaban a los blancos.
Lo llevaron directo a con el tal Fray Juan de Zumárraga. Era invierno, hacía frío, sin embargo llegaron hasta un jardín en donde hombres que vestían como el fraile que él había matado, cuidaban de unas plantas espinudas que estaban llenas de flores de muchos colores. También había indios como él, pero vestidos con calzoneras de una tela blanca, solo de  ropa de indio, traían sus ayates y calzaban huaraches.
__ Que pasa hijo __ Preguntó aquel que llamaban ilustrísimo padre fray Juan de Zumárraga, a el soldado que llevaba al cacique de Xochilpilla.
__ Padre, como ya le habrán llegado noticias, fray Martín ha muerto víctima de los naturales, y como vuestras órdenes han sido que traigamos ante su merced a todo sospechoso, desde la nueva Galicia hemos traído a este indio, que al parecer sabe que fue lo que ha pasado con nuestro hermano.
__ O Dios, que difícil es hacer entender a estos animalitos. Es con esa sangre de mártir con la que hemos de lavar todos sus pecados. Fray Martín era un santo, el mismo había formado la imagen de nuestra señora de la Nueva España y con ella evangelizaba a estas bestias. Se sentía tan orgulloso de su obra, que nosotros mismos mandamos hacer mas imágenes pero  la verdad es que estos animales no la respetan, prefieren sus demonios de  piedra, Dos nos perdone y los perdone también.-- Pasa a ese animal  a ver que nos cuenta.
Tencuitlatl fue pasado ante Fray Juan de Zumárraga y por medio del traductor hablaron así.
__¿ Tú sabes qué pasó con   Fray Martín?
__ Si, lo mataron por ahí, luego lo desnudaron y sobre una hoguera fue arrojado su cuerpo, se le puso sal  y después fue devorado.
__ ¡O Dios mío! Pero ¿Por qué?
__ porque él decía que una diosa que él traía era nuestra madre, y eso no era verdad
__ Claro que es verdad, es la madre de Cristo y de todos nosotros.
__ ¡No mía! Mi madre no es blanca y de pelos amarillos como de elote, mi madre es morena como yo, de pelo negro como la noche. Me ofende que me digas que ella es mi madre. Mi madre no usa vestidos como tu diosa, mi madre es humilde
__ Pero que ignorante, acaso no tienes temor de nada.
__ Tenía temor de Santo Santiago, pero porque él se aparecía, por eso, pero en mi cerro murió su poder, en el cerro no hace nada ni la diosa ni Santiago,,,, el Cerro de las Ventanas es más poderoso.
__ Pero que bruto eres  indio, no entiendes lo que es la virgen, ella aunque sea blanca es nuestra madre.
__ Mía no, ni de los tezoles,,,, mía no, mi madre es morena,
__ No seas necio, ella, ella…Oh Dios mío,,,, espera, espera un momento…mmmmm,,,, a ver, a ver, tu madre es morena, Santiago le temían porque se aparece, el cerro tiene poder,,,, vamos a ver, vamos a ver.
Fray Juan de Zumárraga se desentendió del cacique de Xochilpilli y caminó entre los rosales, el indio fue tras él.
__ Morena, apariciones, en un cerro, que sea humilde… eso, eso los convencería, no una virgen blanca,
Levantó la cabeza y miró al joven artista que blanqueaba una de las paredes del monasterio, en donde haría unos murales. Zumárraga lo llamó,
__ Marcos Aquino, ven acá.
El joven llegó
__ Necesito una obra de arte, algo parecido a la santa concepción, pero debe ser morena.
__ ¿En el mural o en oleo?
__ No, en una tela humilde, algo así como…como…¡si! ya se, un ayate, Juan Diego, ven acá.
__ Mande su merced,
__ Dame tu ayate.
__ Hace frío.
__ No importa, dámelo, y dime, ¿hay algún cerro que conozcas?
__ Como no su merced, el cerro del Tepeyac…
__ Bien, pues escúchame esto, vas a ir con todos tus conocidos, y les vas a contar que esta madrugada cuando tu venías para acá…
El reverendo guardó silencio al mirar a Tencuitlatl que lo miraba sin entender palabra.
__ Y tu que estás mirando, vete de aquí, regresa a tu bendito cerro de las ventanas, y agradece que gracias a ti se me ha ocurrido una buena idea, que si resulta tú y todos como tú van a conocer a Dios nuestro señor. Y a lo mejor un día hasta a este bruto lo convierten en santo….anda vete, largo de aquí.
Tencuitlatl les siguió contando a los suyos sobre aquella vez que se comieron al fraile y como hasta los Santiagos podían morir. Que no se creyeran de el agua que echaban en la cabeza.. Entonces un viejo brujo pidió permiso para hablar. Los caciques se lo permitieron. El viejo brujo dijo así.
__ Los hombres blancos dicen que es pecado poseer a una mujer que no sea tu mujer y que con eso moriremos. Yo les voy a demostrar que eso es mentira. A todo aquel que ya le hayan puesto agua en la cabeza, para que se borre eso y sea de nuevo un tezol, un chichimeca o un verdadero caxcán, yo le presto a mi mujer, para que así estén en pecado y volver a ser hombre libre.
Al decir esto, el viejo brujo palmó tres veces y de una cueva salió una mujer muy hermosa, sonriente, completamente desnuda y extendiendo los brazos invitó a todos aquellos bautizados que quisieran vivir en pecado gozando de su cuerpo…
El alboroto fue generalizado, hasta los indios no bautizados se prepararon para la orgía…de ahí apareció la costumbre de que el viejo brujo ofrecía a su vieja, para que sus hermanos olvidaran el bautismo…
Mientras ellos celebraban aquella fiesta de placer, por el rumbo de Ixtlahuacán, se acercaba aquella fiera que daría inicio con la guerra del Mixtón, el más cruel, el más carnicero, y lo malo es que nadie lo esperaba.

FRANCISCO RODRÍGUEZ LÓPÉZ

1 comentario:

  1. Aquí yo hago una pequeña pausa para aplaudir al jefe Pancho por tener los tamaños bien puestos y, sin temor a ser linchado, expone al lector a LA GRAN VERDAD mexicana y destapa LA GRAN MENTIRA a la que fueron expuestos nuestros antepasados con el indio Juan Diego y la virgen en aquel Cerro del Tepeyac. Que la luz de la verdad ilumine a nuestras nuevas generaciones de mexicanos y termine con la ceguera del fanatismo religioso. ---Silvino Ocampo

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