El remolino historia fantastica: CAPITULO XXXIX, LA CRUZ DE PLATOS

domingo, 5 de junio de 2016

CAPITULO XXXIX, LA CRUZ DE PLATOS

Una fiesta con más cohetes que en el Remolino, era la que se celebraba el cinco de mayo, en lo que fue conocida como LA CRUZ DE PLATOS, en la mesa de las mulas. Y precisamente ahí fue donde se vivió una historia de amor desesperado.
La Cruz de platos, fue una de tantas que instalara en sus tiempos el fraile Bernabé.  Pero lo interesante de su historia, no eran sus cohetes, sus danzas ni siquiera su fiesta, sino como fue y porque se adornó aquella cruz,  con un templete de cal y canto con platos de talavera incrustados en la mezcla.
En aquel tiempo, don Gonzalo Gutiérrez era dueño de muchas de las tierras bajas en el valle al sur de Juchipila. Un verdadero cacique, enriquecido por el sudor y trabajo de los muchos peones que tenía a su servicio, amigo personal de presidentes y generales, no le temblaba la voz para dar órdenes si tenía que mandar matar a algún enemigo.
 Hombre de negocios, tuvo la visión de plantar caña, en las tierras que rodeaban El Remolino. Pero no era posible subir el agua desde el rio así que se le ocurrió hacer una presa para capturar el agua del arroyo de Amoxóchitl.
Encontró el lugar exacto, con un buen vaso para llenar la presa, precisamente cerca de donde estaba una de las cruces de Bernabé en lo alto de la mesa de las mulas, porque en aquellos tiempos nacía ahí, a un lado del cauce del arroyo, un caudaloso manantial.
Contrato a mucha gente y se puso en accion, incluso para estar al pendiente de la obra, mando hacer una pequeña hacienda a un lado de la presa y no estar alejado  de la construcción.
Estaba casado con Soledad Carrillo, una mujer muy hermosa, cuarenta años más joven que él. De andar garboso y figura elegante. Su pelo rubio adornaba aquella tez  fina de ojos verdes y labios carnosos, siempre sonrientes. Algunos hombres que tuvieron la suerte de mirarla alguna vez bañarse desnuda en el arroyo, decían que jamás habían visto algo tan perfecto.
 Don Gonzalo y Soledad, no  tenían hijos, incluso se rumoraba que la mujer aun después de tres años de matrimonio seguía siendo virgen, pues el hombre por su edad, jamás había cumplido con su deber marital.
Se escavaron los enormes cimientos, la construcción debería de ser muy fuerte, quince metros seria la altura de la cortina y por lo menos, tres de ancho en el centro de la presa.
Precisamente para trabajar en la construcción de la presa, fue que llegó a la pequeña hacienda Luciano Haro.
Luciano  era un vecino de El Remolino. “El prieto” le apodaban porque era muy moreno, de altura  fuera de lo común y una fuerza enorme. Cuentan que en una ocasión, sembrando en El Moral, una de las mulas no se dejaba uncir para empezar a arar y esta le dio una patada, Luciano de coraje le dio un puñetazo en la cabeza y la mató, luego se la echo a los hombros y bajo con ella hasta Atemajac para destazarla y repartir la carne. Así de fuerte era. Pero lo que más lo distinguía, era una verruga que tenía a un lado de la nariz, por lo que el mismo se mofaba diciendo que era el hombre más feo del mundo.
 Fue contratado como uno de los peones de albañil  de la presa y ahí aprendió a  esculpir las piedras de cantera para hacer las compuertas y donde se requería.
 Luciano fue uno de los afortunados que mirara en una ocasión bañarse desnuda a la esposa del patrón.
Era el mes de abril. Uno de esos años que curiosamente entra el calor temprano.
 Ya casi para anochecer era la hora que se dejaba de trabajar en la presa. Inmediatamente la mayoría de los trabajadores regresaban a sus hogares, ya fuera en Juchipila, Amoxóchitl, El Zapote o El Remolino.
Luciano era uno de los más preocupados por regresar pronto, pues ya se acercaba el tres de mayo y él era uno de los participantes en la danza de El Remolino. Volvía  diariamente corriendo y por esa razón  sufría de sed en su regreso, así que aquella tarde decidió llenar su guaje de agua en el venero antes de irse.
Al dar vuelta al recodo en donde estaba aquel surtidor, se quedó pasmado.  Soledad sin un solo trapo que cubriera su cuerpo, de pie y a espaldas de él  se echaba una jícara de agua. El agua empapó su largo pelo y se pegó a su espalda pero no logro cubrir todas sus redondeces. Luciano sintió un escalofrió y su instinto de hombre hizo que reaccionara su cuerpo inmediatamente. Se quedó estático, una voz interna le decía que tenía que irse, era la mujer del patrón y sabía que estaba en peligro por estar ahí, pero por otra parte, no podía dejar de ver aquella belleza. Dio unos pasos para mirarla mejor, entonces ella lo escuchó y se dio la vuelta. Quiso gritar asustada, pero su garganta se negó a emitir sonido alguno y lo único  que hizo fue sentarse en cuclillas tapando con sus manos lo más que podía de su anatomía desnuda.
__ ¡Vallase! __ Ordenó asustada
__ Yo…yo… __Dijo Luciano muy nervioso __ Yo solo venía a llenar mi guaje de agua.

Ella con una seña le indico que se podía acercar y llenar su guaje. El llego hasta donde salía el chorro del paredón y puso su guaje para que se llenara del chorro, pero sin dejar de ver a la mujer, esta, por más que intentara taparse con sus manos y rodillas, no podía evitar que se mirara mucho de sus enormes y blancos pechos. Luciano sentía que ardía su cuerpo. Temblaba por el deseo. Antes de incorporarse tomo la jícara con la que ella se banaba y la lleno de agua, se puso de pie y la vacío en su cabeza. El agua fría recorrió su caliente cuerpo y mojo sus ropas. El calzón de manta que usaba, por la humedad se volvió transparente y Soledad pudo contemplar frente a sus ojos, aquella monstruosidad que por la erección que sufría, casi rompía la tela del calzón. Por primera vez en su vida miraba algo así. Sintió unas ganas enormes de levantar sus manos y tocarlo, sentirlo, gozarlo… una vez al menos en su vida, sentirse mujer.
La visión duró algunos segundos. Luciano hizo un esfuerzo supremo, soltó la jícara, se dio media vuelta y corrió con todas sus fuerzas arroyo abajo hasta llegar a El Remolino. Esa noche danzó en el ensayo con tantos ímpetus, que nadie imaginaria que había trabajado catorce horas acarreando piedras para la construcción de la presa.
Otro día al llegar Luciano a la presa se llevó una sorpresa, don Gonzalo lo mandaba llamar, que fuera a la casa grande. La incertidumbre lo acosó. ¿Acaso la mujer lo habría acusado? Con miedo acudió inmediatamente.
En el patio de la casona estaba Soledad tirándole maíz molido a los pollos. Ella lo miro en la puerta y sintió un rubor y un escalofrió en todo su cuerpo. No había podido conciliar el sueño en toda la noche, el recuerdo de lo que había bajo aquel calzón húmedo y el calor no la habían dejado dormir. El sintió el mismo escalofrió y rubor. Ella no pudo evitar sonreírle y Luciano se tranquilizó…no, ella no lo había acusado. Ella le sonreía y eso hizo que le aumentara el rubor, pero al mismo tiempo sintió una extraña emoción. Se quitó su sombrero y tomándolo con ambas manos pregunto por el patrón.
__ ¡Gonzalo! __ Grito ella __ ¡Aquí te buscan!
El viejo patrón salió del cuarterón que usaba de oficina y le dijo en tono imperativo.
__ Mira muchacho, como tú eres el canterero, quiero que traigas unos pedazos de cantera y me hagas unas tinajas para darle sal a mis vacas. Si no quieres trabajar allá entre el gentío de la presa, tráete las piedras y tus fierros y ponte a trabajar ahí, debajo de esos mezquites. Las quiero pronto. Unas cuatro o  cinco tinajas. Así que ándale, que esperas, ve por tus piedras. A mí no me gusta ver la gente de huevona.
__ Como usted mande patrón.
Pronto regresó con una enorme piedra en su espalda, y sin más, empezó su tarea de hacer las tinajas. Sintiendo una felicidad enorme, pues eso le daba oportunidad de estar viendo a aquella mujer. Curiosamente desde ese momento, a ella, también se le ofrecía mucho estar en el patio, o en la puerta de la cocina, desde donde contemplaba todo el panorama donde Luciano estaba trabajando.
Y se inició aquel proceso de miradas furtivas. Ella con aquella mirar de ojos verdes que el comparaba con la profundidad de uno de los charcos del rio. Luciano con aquellos ojos negros, en un rostro feo, pero lleno de ternura. De esa manera, sin que ni uno ni el otro pudiera evitarlo, les fue naciendo un amor enorme e imposible. No existían las palabras, pero cada vez que se miraban, se decían mucho, mucho.
En el mes de mayo se celebraban  en muchas de las rancherías de  la comarca Juchipilense, las festividades a la Santa Cruz. La primera de aquellas fiestas era el tres de mayo, y se llevaba a cabo en El Remolino, luego se iban turnando los ranchos aledaños y así, durante todo el mes se escuchaban cuetes y se le rendía pleitesía al instrumento de tormento donde fuera muerto Cristo nuestro señor.

 Aquel año, desde el día dos de mayo  se suspendieron los trabajos en la presa, pues muchos de los trabajadores avecinados en El Remolino  eran danzantes y los demás trabajadores eran devotos de la Cruz y no se perdían la fiesta.
Dos de mayo víspera, víspera de la celebración,  la primera peregrinación, llevaban la crucita desde el barrio abajo hasta la iglesia y otro día por la madrugada, desde el barrio arriba a la  iglesia. Se escuchaban cohetes, música de viento, la chirimía...se avanzaba lento, pues muchas personas hacían el recorrido de rodillas, supuestamente para pagar el favor de algún milagro, aunque después tuvieran que hacer otra promesa para que se les curaran las llagas que se les hacían por caminar hincados.
Era una fiesta muy alegre. Bajaba mucha gente de las rancherías, había vendimia de comida, artesanías, golosinas, etc., etc.

Gonzalo Gutiérrez y su esposa Soledad, llegaron a la plaza de El Remolino. Mucha gente los saludaba, eran personas de respeto. Pronto les acercaron sendas sillas para que disfrutaran de la danza. El hombre iba con la intensión de mirar cómo se estaban dando las cosas en aquella primera celebración de las muchas que habría, la siguiente,  el día cinco de mayo  seria en los llanos de su rancho. Iba como espía, pues aquel año tena planeado que su fiesta fuera la más sonada de la comarca. De repente escuchó a alguien que le hablaba.
__ ¿Cómo la ves Gonzalo? Tenemos la banda de Juchipila. Este año ni cuando vayas a ganarnos a los de El Remolino con tu fiestilla pasado mañana.
Gonzalo volteó, era Reginaldo Horta, uno de sus mejores amigos, aunque siempre que se encontraban había buenas alegatos.
__ No Reginaldo, nomás vengo a ver lo triste de su fiesta, pues la mera buena va a ser la que voy a celebrar en mi rancho.
__ Eso lo vamos a ver.
__ Si no me crees, acompáñame, quiero hablar con el cuetero nomas para comprarle el doble de cuetes de los que ha tirado aquí. Vente, acompáñame… Ahorita vengo __Le dijo a su esposa.
Ella asintió emocionada, pues en ese momento se preparaban los danzantes a ejecutar un son, y con júbilo  miro que quien encabezaba la danza, era ni más ni menos que el causante de sus amores.
Ahí si se pudieron mirar a gusto y sin temores, el, cada vez que daba una vuelta, ella en todo momento.
Por cuestión de la secuencia de la danza, en un momento dado Luciano quedo precisamente frente a ella ejecutando sus pasos. No dejaba de verla. Estaban a escaso medio metro de distancia y Soledad de manera coqueta cerro y abrió los ojos. En aquella seña el entendió perfectamente las palabras que estaban en la mente de ella…Te amo Luciano, te amo profundamente.
Ahí, entre el gentío  que estaba de pie mirando la danza, hubo alguien que descubrió aquellas miradas y dedujo aquel código de amor. Desde ese momento se dedicó a observarlos, si, no cabía duda, Luciano y la patrona tenían un secreto.
Mientras tanto, en la plaza de El Remolino, Gonzalo ese día acompañado de Reginaldo Horta y haciendo un gran derroche de dinero, contrato bandas, chirimía, coheteros, birrieros, tortilleras, invito a los comerciantes a que fueran a su fiesta a vender,  finalmente y para alegría de su esposa, contrato a la danza para que le bailaran a su cruz, todo el día cinco descansando lo menos posible.  Luego a voces invito a toda la gente para que no se perdieran la gran fiesta en honor a la cruz que estaba en la Meza de las Mulas, a un lado del camino que va para Amoxóchitl.

Se llegó el día cinco. Muy en la madrugada se escuchó la primera ristra de cuetes. El violín indicó que se iniciaba la danza y alumbrada por grandes teas de ocote, empezó la fiesta a la Santa Cruz en la Meza de las Mulas.
Amanecido se le dio desayuno a toda la gente, incluyendo los danzantes. La dueña de la casa era quien organizaba la repartición ordenándoles a las sirvientas. Luciano estaba muy bien atendido.
De repente Matiana Haro, hermana del padre de Luciano,  se acerco a su sobrino y le dijo.
__ Ten cuidado hijo, una sola mirada que no le guste al patrón, y te manda matar. Yo lo conozco.
__ No sé de qué habla tía.
__ Bien que lo sabes bribón, no dejas de mirar a la patrona y ni ella tampoco a ti. Esas miradas las note desde la fiesta de El Remolino. Ni modo que me lo niegues. Dime hijo ¿Te gusta?
Luciano se sintió descubierto, se puso rojo de vergüenza. Por un momento pensó en negarlo por su timidez, y al mismo tiempo miedo.  Pero  quien lo cuestionaba era su tía, alguien que no le haría daño ni descubriría su secreto. Eso  le dio la suficiente confianza para que el se confesara.
Volteo para todos lados y se cercioró que nadie lo escuchara. De reojo miro a Soledad que no paraba atendiendo a la gente. Sus miradas coincidieron una vez mas y Luciano le respondió a su tía en voz baja.
__ La quiero tía, la quiero con toda mi alma, pero yo sé que es un imposible para mí__ Se agacho y lanzo un triste suspiro.
__ No mijo __ le dijo ella consoladora tomándolo del mentón, obligándolo a levantar la cara __En el amor no hay imposibles. Por amor, la más decente se vuelve una puta o una puta  se vuelve la más decente. ¿Te gustaría tenerla entres tus brazos?
__Ay tía. No pienso en otra cosa. La sueño todas las noches, la traigo en mi pensamiento todo el día, hasta creo que me estoy volviendo loco. Me duele saber que eso que usted me dice nunca va a pasar.
Matiana soltó una carcajada por el dramatismo de su sobrino. Luego le dijo consoladora.
 __Hoy en la noche esa mujer va a ser tuya, de eso yo me encargo.
Su sobrino la miro intrigado, ella continuo.
__ Lo único que te voy a pedir, es que ya no tomes trago. Ya vi que te empinaste la botella de mezcal, que sea tu último trago, ahora toma agua, solo agua.
__ Pero tía… ¿Cómo le vas a hacer?
__ Tu no preguntes nada… ya ves que la gente dice que soy bruja. Sabes una cosa sobrino…si soy bruja y hoy quedará demostrado el gran poder de la bruja Matiana.
Se alejo dejando escuchar su carcajada…Luciano se quedo meditando emocionado. Si, se decía que su tía era una bruja ¿pero, seria verdad lo que le había prometido? Aquella noche Soledad en sus brazos. Un compañero danzante lo saco de sus pensamiento al acercarse y ofrecerle una botella de mezcal, su amigo se sorprendió porque Luciano rechazo su invitación.

La fiesta en verdad era una total algarabía. No paraban los cuetes. Aquel llano donde estaba la cruz se vio colmado de gente durante todo el día.
Ya pardeaba la tarde cuando matiana, con un burro cargado con dos cantaros en unas árgenas, empezó a repartir a todos los adultos agüita de limón o de Jamaica, según fuera su preferencia, pero advirtiéndoles que tenia “Piquetito” así llegó hasta donde estaba el patrón platicando con Reginaldo Horta.
__ Andeles patrones__ Les dijo __ Prueben esto que es bebida de la que toman los mismitos angelitos.
__ No Matiana __ Le respondió Reginaldo desconfiado, conociendo las dotes de bruja que se le conocían__ yo no bebo.
__ Usted patrón Gonzalo, vea lo que es bueno. Usted que si es hombre, no como este zacatón. Esta es bebida  para hombres de verdad.
Gonzalo tampoco bebía, pero con tal de humillar a Reginaldo acepto el jarrito que Matiana le ofrecía.
__ A ver Matiana, a ver, dame un poco para probarlo.
En verdad aquel elixir estaba delicioso. El patrón del lugar sintió como traspasaba su paladar y casi de inmediato se sintió eufórico.
__ ¡A chinga! Croque si esta bueno, a ver, dame tantito mas.
En esa ocasión le lleno el jarro, espero a que se lo terminara para volvérselo a llenar, luego siguió con sus cantaros repartiéndole a toda la concurrencia.
Una hora más tarde era una euforia total. Todo los adultos bailaban y gritaban, los músicos tocaban sin ton ni son y los danzantes no paraban de saltar frente a la cruz. Los niños lloraban asustados mirando la locura de sus padres. Matiana sonreía satisfecha. Pronto hubo oscuridad total porque era una noche sin luna, entonces busco a su sobrino que ya no danzaba porque ninguno de sus compañeros le hacía caso ni seguían el ritmo.
Matiana también le dio un jarrito
__ Toma hijo, bébete esto.
__ No tía, yo no voy a beber de eso, ¿Qué fue   lo que le dio a la gente? Mire cómo andan. Hombres y mujeres  están locos. Se van a morir.
__ No hijo, no te preocupes, no les pasa nada. En un rato mas se van a dormir y mañana no van a recordar nada. Y esto que te estoy dando a ti, es algo que te va a servir para que no le falles a la patrona. Vente, vamos a buscarla. También le tengo que dar unas instrucciones.
Llegaron hasta donde estaba Soledad, asustada porque su esposo a pesar de estar tan viejo no paraba de bailar.
Matiana la tomo de una mano y ante mucha resistencia hizo que tomara la de su sobrino, como se atrevía Matiana a aquello, ahí estaba su marido.
__ Patrona __ Le dijo __  No tenga miedo. El patrón ahorita no mira ni sabe nada. El está en otro mundo y la demás gente también. Los tengo embrujados.
Aun con recelo Soledad tomó la mano de Luciano, por primera vez pudo tocar su piel y sintió una emoción indescriptible. Matiana siguió hablando.
__ Mire patrona, yo se que ustedes se quieren mucho. Que se desean. Esta es una oportunidad única para que se quieran como Dios manda. Métanse a su cuarto y hagan lo que tienen que hacer. No se preocupen, nadie los mira, nadie los nota. Tienen toda la noche para hacer lo que quieran. Ya en la madrugada yo los voy a interrumpir porque habrá que meter al patrón a su cama, entonces le voy a dar instrucciones a usted patrona, para que no pase nada.
Los enamorados se miraron emocionados. Soledad no dijo nada. Tomo una decisión al instante confiando en las palabras de Matiana. Si era verdad que su esposo no se daba cuenta de nada, era una oportunidad única, así que  apretó con mucha fuerza la  mano de Luciano y lo llevo corriendo al cuarto, tal y como se los indicaba Matiana. Ella se sentó en una de las piletas que esculpía su sobrino para estarlos cuidando cuando escuchó una voz a sus espaldas.
__ ¿Qué diablura hiciste bruja Matiana?
Asustada se incorporo  y se encontró en la oscuridad con el rostro de Reginaldo Horta que a pesar de lo negro de la noche, notaba su mirada acusadora.
__ Nada…nada…el patrón se emborracho y yo lo estoy cuidando.
__No seas mentirosa Matiana. Apoco crees que soy tarugo. Te he estado espiando. Ya vi como metiste a Luciano junto con Soledad al cuarto. Quiero ver que están haciendo.
__Ni se te ocurra asomarte Reginaldo. Para eso estoy yo aquí, para cuidarlos.
Reginaldo sonrió. Saco sus enseres  para liar un cigarro de hoja. Luego volteo a ver fijamente a Matiana y dijo.
__Yo también quiero estar con Soledad, Matiana. A ver cómo le haces, pero o me la consigues también a mí, o mañana truena el cuete.
Matiana se quedo pensando unos segundos. Aquella era una amenaza muy directa. Sabía que si Reginaldo hablaba, no solo su sobrino estaría en peligro, sino también ella. Luego de aquellos instantes respondió.
__ Esta bueno Reginaldo Horta, pero tendrás que esperar a que se sirva mi sobrino, luego seguirás tu.  Va a tardar eso si te lo advierto. Es que le di un remedio para que no tenga llenadera en toda la noche.
__Esta bueno Matiana. Total, el sol sale hasta que se va la noche, y por lo que veo __Señaló a Gonzalo __este va pa largo.
Pasada la media noche llego la quietud al llano. Todos los hombres que bebieron del elixir de Matiana dormían profundamente. Solamente en el cuarto donde estaban Luciano y soledad se escuchaban los amorosos sonidos tan conocidos. Matiana no le hubiera gustado molestarlos, sin embargo por insistencia de Reginaldo se tuvo que acercar al cuarto y abriendo levemente la puerta llamo a su sobrino.
__ Ya Luciano __ Le dijo __ Te tienes que ir inmediatamente para El Remolino, no tarda en despertar el patrón.
Luciano se incorporo de la cama y se vistió apresuradamente. Salió.
__ Vete hijo __ Le ordenó Matiana __ Ya mañana vente como si no hubiera pasado nada. Pero ahora apúrate, vete corriendo para tu casa.
El muchacho obedeció, Matiana se alegró de que así fuera. Lo que seguía era una aberración y sabia que si su sobrino se enteraba que otro hombre iba a estar con Soledad, iba a sufrir mucho. Luciano no estaba para desobedecerá su tía y tal como se lo ordeno ella se fue a toda prisa. Una vez que se perdió en la oscuridad, Matiana entro al cuarto seguida de Reginaldo y le dijo a Soledad.
__Me da mucha pena patrona. Pero aquí este hombre sabe el secreto y también le va a hacer el favor, o si no, mañana estamos todos muertos.
Por un momento se negó, como después de haber gozado del amor de su vida, ahora seria de otro hombre que ni siquiera conocía bien. Pero Matiana siguió argumentando que si aquel hombre hablaba, estarían  muertos, ellas dos y Luciano. Imaginar al hombre que la hizo feliz tantas veces aquella noche no lo pudo soportar y no le quedo mas remedio a Soledad que aceptar a aquel hombre también, pero ya lo hizo sin amor, sino con una repulsión tremenda, para poderlo soportar, tuvo que imaginar que era Luciano quien seguía con ella. Para su fortuna Reginaldo por ser ya un hombre viejo, solo pudo servirse una vez.
Salió muy sonriente, triunfante. Luego por orden de Matiana,  llevaron  el cuerpo inerte de Gonzalo hasta su cama, entre los tres lo desnudaron. Luego la bruja le dio varios consejos a Soledad.
__ Mira mujer, levántalo tantito para darle de esta agüita, con esto le va a amanecer el pirrin bien templado, es necesario que crea que le volvió su hombría, no te apures, no le va a durar mucho. Trépate y así amanece abrazada de él. Embárralo de todo.  Cuando despierte que piense que él fue el que estuvo contigo. Hazle creer que cumplió  como hombre. Esto nomas por aquello de que después de lo que hiciste esta noche. No vaya a ser que haya consecuencias.
Clareaba el día cuando todos los hombres empezaron a despertar. Se sentían muy descansados, sin resaca, como si no hubieran bebido  nada.
Así despertó Gonzalo, se extraño al sentir el cuerpo desnudo de su esposa junto al de él. La movió para despertarla y le preguntó:
__ ¿Qué pasó?
Ella sonriente lo miró  y respondió.
__Ay, como si no supiera. Hasta me da vergüenza de tantas cosas que me hizo. Yo no sé que tenía anoche que parecía un burro enojado. Me hizo usted tan feliz. Déjeme levantarme para ordenar que le  hagan de almorzar, bien merecido se lo tiene.
Gonzalo estaba sorprendido ¿Qué habría pasado? Lo que fuera debió haber sido bueno. Su mujer estaba feliz. Lamentablemente no recordaba nada, absolutamente nada.

Muy temprano volvió Luciano. Su amor se había incrementado. Tenía una necesidad enorme de mirar a su amada. Se sentía desesperado. Llegó a la hacienda y tomando sus herramientas empezó a trabajar en las tinajas. Casi al instante salió Soledad de la cocina y se miraron mutuamente. Entonces Matiana se interpuso entre ellos y camino lentamente hasta con su sobrino y le dijo.
__ Vale más que te aplaques Luciano. Ya lograste tu capricho. Aunque no lo parezca el patrón va a estar muy desconfiado. Cualquier mirada que les descubra y Dios nos ampare.
__ Tía, estoy bien amolado. Después de haberla sentido en mis brazos, no la puedo quitar de mi cabeza. Es lo más bonito que pueda haber en el mundo. La quiero con toda mi alma. Nomás voy a vivir, para volverla a tener, para contemplarla, para amarla.
__ Pos no mijo, estas bien jodido. Eso ya no va a poder ser. Confórmate con lo afortunado que fuiste una vez…ámala, pero en total silencio. Date prisa de terminar las tinajas y vuelve a la presa. Pero ya no voltees a verla. Es muy peligroso, lo mismo le voy a decir a la patrona, así tiene que ser. Amor ajeno, es amor sufrido.
Luciano entendió perfectamente el consejo de Matiana. Miró de reojo que el patrón entraba al patio. Ya no se atrevió a ver a Soledad. Se agacho para seguir golpeando con el cincel la piedra, la cual fue humedecida por una lagrima de resignación, dolor y amor.

Como si Matiana hubiera sido adivina, los encuentros amorosos que tuvo Soledad aquella noche del cinco de mayo, si hubo consecuencia.
Gonzalo estaba feliz. Un hijo, por fin un hijo, su primer hijo. Aunque en su mente rondaba la duda. Por más que intentaba recordar no había una sola imagen en su memoria de lo que paso aquella noche. Seguía sin funcionar su hombría y por eso la duda.
Reginaldo también supo la noticia y busco a Matiana ya cuando el estomago de Soledad empezaba a abultarse.
__ ¿Oye Matiana? Dame razón ¿Tú crees que eso que trae Soledad en la panza sea de Gonzalo?
__ Claro que no Reginaldo, eso que trae la patrona, es tuyo o de Luciano.
__ ¿A qué caray…crees que vaya a haber pedo?
__ Todo depende. Si la cría sale güerita como la patrona. Ni en cuenta el patrón. Uno más como ha de haber tanto en el mundo, si sale con tus ojos azules, ten cuidado Reginaldo Horta, el patrón anda desconfiado y puede sospechar, pero como tú eres blanco igual que ellos, a la nada se la traga, o igual te manda matar. Pero, si sale prieto, entonces sí, va a caer tizne de la chimenea, se van a poner los huaraches a dos reales. No sé que vaya a pasar, pero algo va a pasar y será cosa fea. Por lo pronto Reginaldo Horta, pídele a Dios que no salga con los ojos azules, o arrepiéntete por andar de calenturiento.
__ A que la caraja, a que la caraja __ Y se alejó aquel hombre muy pensativo.

Al igual que el estomago de Soledad, la presa seguía creciendo rápidamente. Por el mes de enero ya casi estaba terminada. Fue una tarde de ese mes que precisamente el jefe de albañiles habló muy seriamente con el patrón.
__ Oiga patrón. A ver cómo le hacemos o a ver como la ve, pero ya casi vamos a terminar la presa y falta algo muy importante.
__ A ver…dime
__ Pos usted sabe que esta no es la primer presa que hago. Ya hice otra en Valparaíso y  trabajé en otras dos en Jalisco, y pos, en aquellas hicimos algo que a mucha gente no le gusta.
__  ¿Que es pues? dime de una vez
__ Pos que tenemos que emparedar uno o dos niños vivos en la presa. Así se usa, así tiene que ser.
__  ¡Ah chinga! ¿Y eso?
__ Pos se ocupa…son muy importantes. Si no hay niños para emparedar yo no le sigo.
__Y cuál es la preocupación. Aquí está lleno de crías. Agarra dos y san se acabó.
__ Que no lo ha notado patrón. Ya no hay ni un niño  siquiera. la gente ya supo que eso vamos a hacer y se los llevaron de aquí, los tienen escondidos. En las rancherías están bien alertas. Va a estar peliagudo patrón.  A nadie le gusta que le empareden a un hijo en una presa.
__ Pos no le pongas nada y san se acabo.
__ Uh no patrón, eso sí que no,  que no le digo que es muy importante.
__ ¿Importante pa que?
__ Es que si algún día la presa se va a reventar. Los muertitos empiezan a llorar y así se previene la gente, que no lo agarre la inundación pues, o para reparar la presa si es posible. Es muy importante ponerle aunque sea uno patrón, muy importante, aunque sea uno.
__ A que caray, y ¿Qué hacemos pues?
__ Pos habrá que irnos a Yahualica o a Nochistlán a ver si nos podemos robar algunos, entre más chicos mejor.
__ A que caray, a que caray… pos a ver qué hacemos.

Una tarde, bajaban unos arrieros que venían de Nochistlán. Era muy común que se detuvieran en el llano para pasar la noche. Bajaban sus burros a beber agua del manantial y a ofrecer de la mercancía que traían cambiándola por huevos y gallinas.
En aquella ocasión una sirvienta busco afanosamente a Soledad para platicarle.
__ Ay patrona, viera que chula talavera traen los arrieros ahora. Venga para que la vea, le va a gustar.
La sirvienta tuvo razón. Soledad se obsesiono con aquella cerámica y fue a rogarle a su marido para que le comprara dos rejas de aquellos platos tan hermosamente decorados.
__ Tas loca Soledad, ¿Pa que quieres platos finos en este rancho? Espérate a que volvamos a Juchipila. Allá te compro toda la loza que quieras.
Pero ella caprichosa como era, le ordenó a los sirvientes que juntaran todos los huevos que pudieran, agarraran todos los gallos y guajolotes machos y se los llevaran a los arrieros para hacer trato por talavera. Alcanzo a comprar tres rejas de aquella fina loza.
Gonzalo hizo una rabieta tremenda por el capricho de su esposa y no dejó que sacaran los platos de sus cajas, eso, anunció, se usaría hasta que estuvieran en Juchipila. Soledad estaba feliz, sabía que ya que se le pasara el coraje a su marido la dejaría usar esa loza donde fuera.

Llego el momento del parto. Matiana estaba al pendiente. Era la partera y por tanto muy indispensable. Bajo hasta donde se ultimaban los detalles de la presa y llamo a su sobrino aparte.
__ Hijo, hoy se descubre todo el misterio __Le dijo en voz baja __ Hoy truena el cuete.
__ ¿Cómo esta Soledad tía?
__ Ya trae los dolores. Todavía va a tardar unas horas para que nazca el crio. Debes estar atento a mi señal. Ponte listo y entiéndeme… en cuanto nazca voy a salir. Voy a llevar una olla con agua, si miras que el agua la tiro en el patio, no hay pedo, la cría salió güerita, pero si miras que tiro la olla a las piedras, entonces corre hijo, corre lo mas que puedas, vete a Nochistlán y de ahí pa donde quieras, pero vete lejos, muy lejos y no regreses nunca.
__ ¿Por qué tía?
__ A que pregunta tan mensa. Corre porque esa cría es tuya y el patrón lo va a notar, entonces tu vida no va a valer lo que vale un grano de maíz. Ya te digo, vete al patio y ponte listo. Si salgo con la olla y la quebró en las piedras, huye, huye.
__ ¿Y qué va a pasar con Soledad?
__ No te preocupes por ella, preocúpate por ti.
Las horas pasaron lentamente. Al anochecer se dejo de trabajar. Luciano no regreso a su casa, se quedo escondido entre los mezquites. Adentro de la casa grande se escuchaban los gritos de Soledad, el se sentía desesperado.
El patrón en el patio no paraba de fumar. A la media noche se escuchó el llanto del recién nacido. Gonzalo se precipito al cuarto. Luciano a lo lejos solo observaba. De pronto miro salir a su tía con una olla en la mano. Hasta donde él estaba llegó el estruendo cuando con violencia Matiana estrelló la olla en las piedras.  Huye, huye, había sido la orden, pero Luciano no la obedeció. Protegido por las sombras corrió al cuarto donde habían nacido su hijo y llego a la parte trasera. Se paro junto a la ventana y por un hoyo en la madera pudo ver la escena. El patrón sin consideración tenia al niño tomado de un bracito y lo observaba a la luz de diez lámparas de petróleo que alumbraban la estancia. Matiana estaba a su lado muy asustada. No podía ver  a Soledad y eso lo desesperaba.
__ ¡Al tinajero! ¡Este maldito crio es del tinajero!
Entonces Luciano se fijo en el recién nacido y comprendió porque lo decía el patrón. Era prieto como él, grandote, peso más de cinco kilos al nacer, pero la prueba principal de la sospecha de su paternidad, era aquella verruga a un lado de su nariz, exactamente como él la tenía. Sin consideración alguna arrojó al niño a la cama donde estaba Soledad y luego gritó ordenando.
__ ¡Román! ¡Román! ¡Llamen a Román!
Pronto entro al cuarto aquel fiel pistolero y recibió sus órdenes.
__ ¡Vete al Remolino y búscame al tinajero! No sé cómo se llama, pero le dice tía a ésta __ Señaló a Matiana __ Me lo traes bien amarrado y a punta de latigazos. También manda a alguien a Juchipila por Santiago el albañil. También me lo traen, le dicen que es urgente que se venga, que ya le tengo su encargo y tiene que ser antes de que amanezca. Pero antes de que te vayas, agarra a esta vieja bruja y amárrala de un mezquite, amárrala fuerte, que no se vaya a escapar. ¡Pero ya! Y cuidado que se les escape el tinajero, con tu vida me respondes. Lo quiero vivo, a ese lo voy a capar yo mismo.
Luciano se estremeció ante la amenaza. Lo iban a ir a buscar al Remolino. Tenía tiempo para escaparse. ¿Pero y su tía? ¿Y su hijo? ¿ Y Soledad? Se retiró de la ventana y escudado por las sombras miró los preparativos de los pistoleros. El llamado Román tenía el temido látigo en sus manos. Luciano sintió miedo. Si lo atrapaban aquel instrumento iba a destrozar sus carnes. Román no tenia consideración alguna, ya antes lo había visto usarlo y las victimas quedaban tendidas en su propia sangre.
“Ya volveré por Soledad y por mi hijo” pensó y poco a poco, con un gran dolor en su alma y entendiendo que si se quedaba las llevaba de perder, se fue alejando protegido por las sombras de la noche llevándose el consuelo de su propia promesa, algún día regresar por ellos. Sin nadie a quien castigar al patrón pronto se le pasaría el enfado y no iba a pasar nada.
Si se hubiera quedado sabría que estaba muy equivocado. Matiana sin consideración alguna fue atada fuertemente al tronco de un mezquite. El patrón impaciente espero a que llegara el maestro albañil. Adentro del cuarto se escuchaba llorar a Soledad que amorosa amamantaba a su pequeño.
Aun estaba oscuro cuando llegaron con el albañil.
__ ¿Qué paso patrón? ¿Cuál es la urgencia?
__ Que ya te tengo tu encargo, pero tienes que trabajar antes que amanezca.  Ahorita te traigo lo que necesitas.
Entró a la estancia donde estaban madre e hijo y sin consideración tomo al niño de un piecito y lo levantó en vilo. Soledad alcanzo a abrazarlo del pechito y gritó asustada.
__ ¡No Gonzalo! ¡Deja a mi hijo!
Gonzalo aunque era un hombre viejo era muy fuerte y sin consideración alguna, con la mano libre le dio un puñetazo en la boca, que para fortuna de la mujer la dejo desmayada y así, con el crio tomado por el pie salió con él a lo frio de la noche y se lo entregó al albañil.
__ Toma, ahí está tu encargo. Pero hazlo antes que amanezca.
__ Pero…pero… es su hijo.
__ ¡Bueno, querías una cría! ¿Qué no? ¡Ya la tienes! Pronto, a trabajar. Es más, mételo en una de esas tinajas pa que duerma en una cuna hecha por su padre.  Luego que termines te vienes de inmediato. Hay otra cosa que quiero que hagas.
Cuando dijo eso el albañil levanto al niño y lo observo. Noto la verruga a un lado de su nariz y comprendió todo. Sonrió para sus adentros y se burló del patrón. Ordenó que le llevaran la tinaja a lo alto de la presa y se fue a preparar el mismo una buena pila de mezcla de cal y arena.
Para cuando amaneció ya la tinaja estaba colocada en lo alto de la presa, tapada por una gruesa piedra y asegurada con mortero. Ese mismo día se iba a terminar la obra. Dejó a su gente trabajando y volvió con el patrón, que furioso seguía en el patio.
Ya con la luz del día pudo ver su rostro. Pálido, los ojos enrojecidos, una mueca terrorífica y cruel adornaba su rostro. La orden que recibió fue imperiosa.
__ Mira Santiago, quiero que ahorita mismo te lleves a tu gente y háganme un templete de piedra ahí donde está la cruz. Lo quiero de este ancho y esta altura __Señaló con sus brazos__ le pones alrededor un escaloncito. Pero no lo vayas a tapar en lo alto, nomás haz las paredes. En la noche lo vamos a acabar tu y yo solos.
__ Si patrón, como usted mande. Pero así como usted me está ordenando que lo haga y con la cruz al pie, más que un templete va a parecer una tumba.
__ Ándale, más o menos… más o menos __de repente miro las cajas con los platos de talavera y le vino una idea __ Es más, para que quede más bonita, llévate esos platos de talavera y los vas  metiendo en la mezcla para que quede bien adornada. Dejas algunos para ponerle a la loza de arriba y para adornar la cruz. Soledad va a estar feliz de darle uso a sus platitos ¡Pero ya Santiago! No te me quedes viendo, a trabajar que el día no rinde. Hoy mismo quiero ese trabajo.
Apenas se iba retirando Santiago, cuando a lo lejos se divisó la polvareda del tropel de varios caballos. Pronto llegaron al patio del lugar y Román desmontó y avergonzado le comentó al patrón.
__ Don Gonzalo, con la novedad que no encontramos por ningún lugar al mentado Luciano. Le pusimos una cueriza a su padre y no le pudimos sacar nada. Dice que anoche no llegó a dormir. Lo dejamos desmayado a latigazos y yo creo que nos decía la verdad.
__ Me lo tienen que traer.
__ Usted dirá en donde lo buscamos. Se hacer raro que no esté. Todos los días venia a trabajar ¿Pues qué delito cometió patrón para que haya huido?
__ ¡Que te importa! Tu obligación es traérmelo sin preguntar nada. Es importante saber en donde está.
__ Pos, Matiana es su tía. Usted nos ordenó que la amarráramos. A la nada ella sabe.
Sí, eso, él la había mandado amarrar y no se acordaba de ella.
__ Oye, tienes razón. Vente, tráete tu látigo…se me hace que lo vas a necesitar
Era la media mañana y aunque era un día frio, Matiana sudaba, tenía hambre y sed. Le dolían los brazos por la posición en que estaba, le calaban las cascaras del mezquite en la espalda, las manos ya no las sentía, le dolía todo el cuerpo, sin embargo al mirar que se acercaban Gonzalo y sus pistoleros sonrió burlesca. Sabia a lo que iban, mentalmente se preparo para sufrir más dolor, pero ella era una mujer de orgullo, y estaba consciente  que iba a ser castigada con aquel látigo que llevaba en la mano Román, pero tenía la manera de vengarse, sus palabras resultarían más hirientes que los golpes de aquel flagelo.
__ ¿De qué te ríes maldita bruja?
__ De que traes los bueyes barbechando el buey mayor no se ha movido del patio en toda la mañana__ Y luego vino aquella carcajada que hizo que se incrementara la rabia de Gonzalo__ Estas mas cornudo que el mas cornudo de tus bueyes Gonzalo Gutiérrez…
Los pistoleros se hicieron como que no escucharon y se voltearon como mirando el horizonte. El rostro de Gonzalo se puso rojo de rabia. Arrebato el látigo de las manos de Román y quiso usarlo contra Matiana, pero era tan poca su habilidad para usar aquel fuste que terminó golpeándose el mismo aumentando la burla de la bruja.
__ Ya no sirves ni para eso Gonzalo Gutiérrez, ya no sabes manejar  el chicote…por eso tu mujer anda buscando quien le quite la calentura.
Le regreso el fuste a su pistolero y le ordenó.
__ Tú…golpéala. Dale hasta que te confiese en donde está el tinajero y si fue él, el que hizo lo que hizo.
Los pistoleros se miraban entres sí. Hacían conjeturas. Mira que la tal Soledad se había metido con alguien y al parecer había sido con Luciano.
Román si sabía utilizar el látigo y se inició el tormento de Matiana. Pronto le destrozó el vestido, sus pechos se vieron adornados por verduguillos sanguinolentos, las puntas del látigo golpearon sus piernas, su abdomen, su rostro. Gritaba a cada golpe, pero luego volvía a sonreír y a mirar burlesca a Gonzalo. Los golpes no doblegaban su orgullo, en cambio Gonzalo cada vez se miraba mas humillado.
__ Tu mujer fue de mi sobrino Gonzalo, y a él no le vas a poder hacer nada porque desde anoche mismo se escapó…para estas horas ya ha de ir en el Teul o en Cuxpala, a la nada Nochistlán o cuando menos Villa Nueva…así que ni lo busques, el en tres meses va a estar con los americanos ganando dólares y tu aquí, con tus cuernotes de chivo viejo.
El dolor atormentaba a la mujer. Sabía que pronto no iba a soportar más e iba a pedir clemencia y prefería morir antes de dejarse humillar implorando por un perdón que sabia nunca iba a recibir.
Ramón era un hombre cruel, disfrutaba provocando el dolor ajeno, disfrutaba latiguear a Matiana. La mujer lo miraba con rencor y se preparaba para sentir aquel horrible dolor cada vez que levantaba su látigo. Como le gustaría matar a aquel hombre. Le nacieron deseos de venganza.
De repente apareció mucha gente alrededor. Gonzalo no se había dado cuenta, pero a sus espaldas estaban todas las sirvientes y subiendo el talud del arroyo, todos los trabajadores de la presa y los que estaban trabajando en templete de la Cruz. Los gritos de Matiana les había despertado la curiosidad y subieron a ver qué estaba pasando. Por esa razón la mujer empezó a gritar con mayor ímpetu.
__ Pobrecito de ti Gonzalo Gutiérrez, ya no sirves como hombre y tu mujer por su necesidad se mete con otros hombres, porque ella no solo ha estado con mi sobrino también ha estado con otros.
Aquella noticia exalto aun mas al hacendado, le inició un temblor de manos que ya no lo abandonaría por el resto de su vida.
__ ¿Con quienes maldita bruja? __ Preguntó imperioso Gonzalo.
__ No te voy a decir maldito, para que cada vez que pases se rían de ti maldito chivo viejo, y se digan para sí…yo he conocido las intimidades de la mujer de este cornudo…y se van a reír de ti en tu propia cara buey de yunta.
__ ¡Golpéala Ramón! ¡Hasta que te dé el nombre de todos los que estuvieron con Soledad!
__ Es bien macha __ Respondió Ramón __ Más macha que su hermano. Viera como lloraba el viejo en la mañana que le di de latigazos. Esta ni llora.
Matiana sintió más rabia. Su pobre hermano había sido flagelado también.  Con miedo miró como Ramón levantó el látigo, tronó una, dos, tres veces…brotó la carne de los pechos de Matiana. Ahora si no pudo evitarlo y  grito por el dolor.
__ ¡Ya! ¡Ya! Te lo voy a decir…Reginaldo Horta…Tu amigo Reginaldo Horta estuvo con ella. Fue la noche de la fiesta del cinco de mayo. Cuando te emborraché. Mi sobrino y Reginaldo, los dos.
Otro duro golpe al de por sí ya apesumbrado espíritu de Gonzalo. Su amigo, su mejor amigo lo había traicionado.
 De repente A Matiana  le vino una idea de vengativa. Se le ilumino el rostro y hasta medio sonrió en medio del dolor, se vengaría ella y vengaría a su hermano, por lo que  agregó triunfante...
 __ Y también con Ramón, tu disque pistolero y hombre de confianza. Ese maldito que tienes a tu lado también se echó a tu esposa, yo los vi tres veces.
Ramón palideció ¿De qué hablaba aquella mujer? esa era la peor de la mentiras. Él era un perro fiel, ni siquiera se le hubiera ocurrido insinuarle lo más mínimo  a la patrona. Estaba mintiendo. Volteó a ver a su patrón y se encontró con una fiera mirada.
__ ¡Eso no es cierto maldita! __ Gritó asustado __ Di que no es cierto.
__ Es tan cierto como que tienes una cicatriz como cien pies en la espalda, te la vi el día que encuerados tú y la patrona se revolcaban en el manantial.
Todo mundo sabía que Ramón tenia aquella cicatriz, constantemente andaba sin camisa. Pero Ramón no encontraba palabras para argumentar en su defensa. Miró el rostro de Matiana y encontró aquella mueca de burla. Supo en ese instante que aquello lo inventaba Matiana para vengarse de él. Cometió la mayor tontería de su vida. Como no encontró palabras para refutar la mentira de Matiana, instintivamente y con coraje saco su pistola y la disparo dejando un hoyo el pecho de la bruja. Matiana sintió que se le escapaba la vida, pero tuvo las fuerzas suficientes para seguir sonriendo y mirar la reacción del pobre pistolero.
Con la pistola en la mano volteó a ver a Gonzalo y  balbuceó una disculpa.
__ Ha de dispensar patrón, pero es una mentirosa…yo nunca, nunca…se lo juro…como va a creer que yo.
La mirada de odio de Gonzalo no se apagaba. Sin decir palabra le tendió su temblorosa mano exigiéndole que le entregara su pistola.
__ Aquí está mi pistola patrón, pa que vea que soy inocente.
__  ¿Entonces porque  le disparaste a Matiana?
__ Pos nomás, pa que se calle, por mentirosa.
Gonzalo levantó poco a poco la pistola que aunque se movía por la tembladera de la mano que la sostenía, se apoyó en la cabeza del pistolero. Este volteo a ver a Matiana quien le brindó su ultima sonrisa y le dijo.
__ Pa que se te quite lo culero Ramón, te vas conmigo. Te veo en el infierno
__ ¡No patrón! ¡Por favor!
Y sonó aquel disparo que le despedazó el cráneo. A  un mismo tiempo, las almas de Matiana y Ramón, abandonaron sus cuerpos terrenales.
Gonzalo miró a su rededor. Estaban los otros pistoleros, los albañiles. La duda lo empezó a atormentar ¿Con cuántos de aquellos hombres habría estado su mujer? Se había metido con un peón, con su pistolero, con su mejor amigo… ¿con cuántos más? Sentía ganas de matar a todos los hombres, pero de cualquier manera los seguiría necesitando, aunque el resto de su vida a cualquier hombre, de cualquier condición y lugar, lo miró con desconfianza y en todas partes, según él notaba miradas de burla.
 Le dio la pistola a uno de sus pistoleros y le dijo.
__ Ahora tu eres el jefe. Vete al Remolino y tráeme a Reginaldo Horta. Como puedas, llévate a todos los hombres, los Horta son bragados, se va a poner de la jodida…a ver cómo le haces, pero tráeme a Reginaldo, si no pueden vivo, tráiganlo muerto.
Lo que no sabía que en esos instantes, ya uno de los Horta que trabajaba en la presa, galopaba hostigando su caballo para llegar lo antes posible a El Remolino y prevenir a Reginaldo. Cuando éste supo la noticia del nacimiento de un niño prieto y con el lunar de Luciano, de cómo murió Matiana y su ultima confesión de que el también había estado con Soledad,  sin pensarlo dos veces, huyo inmediatamente, por eso cuando llegó la gente de Gonzalo no lo encontraron por ninguna parte. Reginaldo no paró hasta llegar a Estados Unidos y nunca regresó a su terruño, no como Luciano, que él si volvió precisamente el día que lloro el niño en la presa.

Con Matiana muerta, la única que sabía exactamente con cuantos hombres se había metido era Soledad. Hasta ella llegó su marido. La mujer no paraba de llorar, imploraba por su hijito, muy débil por el parto y por el golpe que le dio Gonzalo no se podía incorporar de la cama. Un par de sirvientas intentaban ayudarla y la tenían al tanto de lo que estaba pasando.
__ ¿Con cuántos hombres te metiste maldita pécora? __ Entró preguntando.
__ Con nadie Gonzalo, con nadie…solo contigo
Fue la única respuesta que el hacendado le pudo sacar a su mujer. Fue de estarla cuestionando todo el día y lo único que consiguió fueron negativas.
__ Te metiste con el tal Luciano.
__ No Gonzalo, nomas contigo. Tráeme a mi hijo por favor.
__ ¿Cuántas veces  te metiste con Reginaldo?
__ Nunca Gonzalo, nomas contigo, tráeme a mi hijo
__Te metiste con Ramón
__ No Gonzalo.
__ ¿Con cuántos más?
__ Nomás contigo Gonzalo.
__ Tonces porque el chamaco estaba prieto y con la verruga en la nariz.
__ Yo que sé Gonzalo. Dios pinta de muchos colores. De muchas maneras.
La golpeó hasta que se cansó, pero Soledad siguió guardando su secreto.
Gonzalo que la amaba con toda su alma, por ser tan hermosa y porque le había pagado a sus padres cien pesos por que lo dejaran casar con ella, ahora la odiaba, la odiaba con todas las fuerzas de su alma por haberse burlado de él de tan fea manera. Dejo de golpearla, ya tenía pensado otro castigo para ella, otro acorde al pecado que había cometido.
Los cuerpos de Matiana y Ramón fueron sepultados inmediatamente en algún lugar del llano. No le avisaron a los familiares. Si se enteraban las autoridades, Gonzalo tenia  las amistades y los recursos suficientes  como para salir de cualquier embrollo.
Ya anochecido fue a mirar cómo había quedado el templete que mando hacer en la cruz. Perfecto, tal y como él lo había pedido. Le ordenó a Santiago el albañil que despidiera a toda la gente, que solo se quedara él y un peón batiéndole mezcla porque iban a seguir trabajando toda la noche. En el rancho mandó a dormir temprano a toda la servidumbre y a la media noche, junto con el pistolero que había quedado como jefe, vaciaron un enorme baúl que había en la oficina de Gonzalo, con el vacio se fueron a el cuarto donde estaba Soledad y ahí, entre los cuatro la obligaron a que entrara en él. Sin consideración alguna hicieron que cupiera su cuerpo, le desencajaron los huesos de las caderas  y las rodillas para que cupiera completamente. La mujer no paraba de llorar por el dolor. Por fin pudieron cerrarlo y con ella dentro llevaron el baúl hasta la cruz en donde hacían el templete. En el hueco que había quedado lo metieron, luego los albañiles lo llenaron de tierra y con la mezcla previamente preparada hicieron un colado tapando completamente el baúl. Luego, aprovechando que el mortero estaba fresco, le incrustaron en él, todos aquellos platos de talavera que había comprado Soledad un día. Mientras lo hacían, aun se escuchaban los agónicos gritos de la mujer adentro del baúl.
Una vez terminado su macabra labor, Gonzalo saco tres taleguitas repletas de monedas de oro y se las arrojo a cada uno de los que le habían ayudado.
__ Hasta aquí se acabó tu trabajo Santiago, presa terminada, ya nada tienes que hacer aquí.  Muchas gracias, vete y no vuelvas. No es necesario que les diga que eso que les estoy dando es para guardar este secreto.
__ No tenga pendiente patrón…así será
__ Así será patrón…
__ Ni la paga era necesaria patrón, ni la paga.
Los albañiles se fueron, entonces Gonzalo le dio una orden a su pistolero.
__ Síguelos, llegando al camino real mátalos, que parezca un robo. Luego te regresas y me traes esas taleguitas con dinero. La tuya te la puedes quedar. Te vienes pronto, te tengo otra misión muy importante en donde te voy a pagar diez veces más de lo que ganaste hoy.
El pistolero sonrió emocionado y corrió tras los albañiles que se acababan de ir.
Volvió casi amaneciendo. Le entrego las taleguitas al patrón. Gonzalo sonrió cuando le dijo que se habían quedado bien quitecitos a medio camino real. De repente aquel hombre palideció porque frente a sus ojos miró el cañón de una pistola que temblorosa le apuntaba a la cabeza.
__ Patrón, patrón… ¿Yo porque?
__ Porque nadie debe saber este secreto __ Y disparo sin consideración. Inmediatamente se agachó y le encontró la taleguita que también le había dado a él.
Por el disparo pronto llegaron los otros pistoleros a  ver qué había pasado. Gonzalo a manera de explicación les dijo.
__ Descubrí que también él se había metido con Soledad. Si alguno de ustedes también se metió con ella, mejor díganmelo antes que yo lo descubra.
Los hombres solo se miraron unos a otros y nadie dijo nada. Entendiendo la razón del patrón, sin que se los ordenara tomaron aquel nuevo cadáver y también fueron a sepultarlo al llano. Se sorprendieron al pasar junto a la Cruz, lo hermosa que estaba adornada con aquellos platos de talavera. Desde ese día, por causa de aquellos adornos, se le empezó a llamara a aquel lugar, ni más ni menos, que LA CRUZ DE PLATOS.

Ese año en aquel llano el cinco de mayo se llevo a cabo la más concurrida fiesta de la región. Mucha gente iba para conocer la Cruz de platos. Le llevaron muchas flores, le imploraron por milagros, le bailaron todo el día y la noche, era la Cruz más hermosa de la región.
La gente supo sobre la infidelidad de Soledad y aceptaron la explicación que dio Gonzalo, que la había corrido a patadas de su casa y se había ido con rumbo a Nochistlán, que según había sabido después vivía en Guadalajara. Era muy obvia su explicación de haberla corrido y nadie pregunto más.
Ese año también fue bueno respecto al temporal. Los arroyos bajaban con buen caudal y en esa sola temporada de lluvias la presa se lleno completamente, entonces se iniciaron las plantaciones de caña, había agua suficiente para regar todas las tierras bajas. Por ese mismo tiempo se inició la construcción  de los trapiches en El Remolino.

Pasaron cinco años desde que se concluyó la presa. Aquel año no hubo permiso por parte del gobierno para que se celebraran las fiestas a la Santa Cruz. Todas las fiestas eclesiásticas estaban canceladas, no se podía dar misa ni siquiera rezar el rosario, se cerraron muchas iglesias y se fusilaba a los sacerdotes que desobedecían aquellas ordenes. Entonces en el cañón de Juchipila aparecieron aquellos guerrilleros defensores de la fe a los que denominaban cristeros.
Contaban de uno muy fiero, prieto, grandote, cuya mejor característica para reconocerlo, era que tenía una verruga a un lado de su nariz.
Don Anastasio Haro tomaba el sol matinal. Desde que cinco años antes un pistolero de don Gonzalo lo había latigueado hasta casi matarlo, había quedado baldado y casi no podía caminar. Con ayuda de su esposa salía diariamente a tomar el sol y ya cuando este calentaba, lo arrimaba a la sombra de un guamúchil que había en su patio.
Aquel día una sombra inmensa le tapo el sol. Levantó el rostro y pudo ver aquel hombre vestido de charro con dos cananas repletas de balas,  su sombrero galoneado y una gran verruga a un lado de la nariz mirarlo con mucho cariño.
__ ¿Luciano? ¿Eres tu Luciano?
__ Si padre, soy yo…General Luciano Haro, soldado de la fe de Cristo al mando de cuatrocientos hombres.
__ ¡Hijo! ¡Hijo! ¡Mujer! ¡Mujer! ¡Ven a ver quien está aquí!
La mujer salió de su cocinita y emocionada abrazo a su hijo. Con mucha facilidad Luciano levanto a su padre y lo condujo a la sombra del  guamúchil, ahí los tres lloraron llenos de júbilo.
__ Qué bueno que volviste hijo. Pero debes tener cuidado, Gonzalo no deja de preguntar por ti.
__ No le tengo miedo padre. Ya no es igual que antes. Y aunque no voy a estar mucho tiempo por acá. Solo venimos a defender a Moyahua para que se hagan las fiestas al santo patrón Santiaguito. Luego me voy, estamos luchando por Cristo Rey. Pero en cuanto ganemos voy a volver y le voy a pedir cuentas al viejo ese. Como les digo. Ya no le tengo miedo ¿Dónde está mi tía Matiana? Tengo muchas cosas que preguntarle.
__ La mato Gonzalo hijo.
Luciano palideció. No esperaba esa respuesta. No le quedaba más remedio que seguirle preguntando a sus padres.
__ ¿Y soledad?
__ Dicen que Gonzalo la corrió de su casa. Que a lo mejor vive en Guadalajara. Pero hay quien dice que a lo mejor la mato. Ya ni se sabe.
__ ¿Y mi hijo? Porque el hijo que tuvo Soledad era mío ¿Qué fue de él? ¿Vive o muere?
Los viejos se miraron uno al otro. La madre fue la que contestó.
__ Platicas hijo, cosas que dice la gente. Bueno, los albañiles que  trabajaron en la presa, dicen que lo metieron vivo en una piedra y que ahí está en el pretil…que disque para que avise si se va a reventar la presa.
Luciano se puso pálido al escuchar aquello. Cuando trabajó en la presa supo de que el mayordomo andaba buscando niños para enterrar vivos. No le cupo duda que así lo hicieron con su hijo. Sintió mucho coraje. Tendría que ir a verlo con sus propios ojos, o de plano preguntarle directamente al viejo Gonzalo, por el paradero de Soledad y donde estaba su hijo.
Se despidió de sus padres. Tenía que ir a defender la plaza de Moyahua y hacer la procesión de Santo Santiago. Al salir de su casa no faltó quien lo reconociera y pronto se soltó la plática. Luciano Haro había vuelto al Remolino, era un general cristero y venia buscando venganza contra Gonzalo.
El viejo hacendado sintió mucho temor cuando le dieron la noticia. Ya no tenía pistoleros. A todos los había matado o mandado matar porque se le figuraba que cada uno de ellos había tenido que ver con su mujer. Ya no vivía en el llano de la Cruz de Platos, ahora vivía en su casona de Juchipila rodeado de servidumbre. Al menos ahí se sentía seguro. La orden era no abrirle a ningún extraño.
Era julio, época de lluvias. En Juchipila y la Mezquitera se habían cancelado las celebraciones a Santo Santiago, un pelotón de soldados resguardaban el orden e impedían cualquier celebración religiosa.
Uno de los medieros que tenía el su hacienda llegó con la noticia.
__ Patrón, ha de dispensar, pero todos los que vivimos allá en el llano hemos estado oyendo como que un niño llora en la presa. Estamos bien asustados.
__ ¿Cómo? ¿Cómo? ¿Oyen que llora un niño? ¿En dónde?
__ Pues no se sabe ni donde patrón. Como en lo más alto, pero vamos a ver y ya no se oye nada, ni se ve nada.
__ ¿Se está reventando la presa? ¿Tiene fugas?
__ No patrón, aunque anoche llovió mucho y se llenó hasta arriba, pero está bien.
__ A caray, a caray…tengo que ir a revisar yo mismo. Mira, ve a avisarle a el capitán de los soldados para donde voy, que se vayan para allá, no vaya a ser que me salga algún cristerillo por ahí. Oye ¿no se ha visto de casualidad gente armada?
__ No patrón, todo está tranquilo.
A toda prisa cabalgó con rumbo a sus propiedades. Para ser un hombre tan viejo aun tenia la habilidad de montar muy bien.
La presa estaba sola. A lo lejos se miraban algunas yuntas de bueyes trabajando. Aparentemente todo estaba bien, la presa llena, las compuertas abiertas para que se desfogara lo suficiente, no había problema alguno.
De repente escucho un sonido que le erizo la piel. De la parte alta de la presa, a mitad de ella se escuchó el triste llanto de un recién nacido. Gonzalo se estremeció. Era verdad, un niño estaba llorando. Su terror se antepuso a la creencia, su presa estaba en peligro.
Desmontó y corrió por la parte alta de la presa para buscar alguna grieta. Nada, todo estaba bien. Llego a la mitad de la presa y volvió a sentir que el terror invadía su mente. Estaba parado precisamente sobre una laja, la cual estaba tapando la tinaja que un día esculpiera Luciano Haro. Bajo aquella piedra se escuchaba claramente el llanto de aquel niño, como si estuviera vivo.  Su pánico se incrementó cuando escuchó aquella voz a sus espaldas.
__ Ahí es donde sepultaste a mi hijo vivo ¿Verdad maldito?
Volteó y miró aquel mocetón con su par de cananas atravesadas, un máuser en una mano y en la otra una barreta de acero.
__ Vengo a sacarlo para darle cristiana sepultura. También quiero que me digas en donde esta Soledad.
El viejo no respondía, estaba súpito, asustado.
El llanto se volvió a escuchar bajo la piedra.
__ No llores hijo, vengo por ti.
Por fin Gonzalo reacciono y quiso huir. Apenas había avanzado unos pasos cuando sintió un golpe en la espalda y cayó al empedrado de la presa. Luciano le había arrojado su fusil y este lamentablemente reboto del cuerpo de Gonzalo hasta el agua de la presa, pero el cometido se logró, detener en su huida al cobarde hacendado.
Luciano llegó hasta con él y tomándolo del cuello lo levanto fácilmente con una sola mano. En la otra sostenía la barreta. Llegó hasta donde se escuchaba el llanto del niño y con una sola mano empezó a golpetear fuertemente. A cada golpe, Gonzalo con miedo vio que se empezó a formar una grieta en lo alto de la presa. Por estar tomado del cuello, con dificultado pudo hablar.
__ No, no sigas golpeando, la presa se está agrietando.
Luciano lo ignoró y siguió golpeando. En un barretazo que dio, broto la piedra que tapaba la tinaja y con miedo uno, con amor el otro, miraron que bajo aquella roca estaba un recién nacido llorando a todo pulmón, como si lo acabaran de poner ahí, lleno de vida. El cristero encajo la barreta en la grieta que se estaba formando y haciendo palanca en ella jalo fuerte para poder arrancar la tinaja del resto de la presa. La grieta creció y con miedo e impotencia, Gonzalo miró como su presa se empezaba a reventar.
__ ¡Soledad! __ Grito emocionado Luciano y forzó a que Gonzalo volteara hacia donde estaba la Cruz de Platos. Ahí, de pies sobre el templete, estaba la hermosa Soledad, con los brazos abiertos, como llamando a su amado.
__ Ya voy amor, ya voy y llevo a nuestro hijo.
Gonzalo con emoción escucho una orden que venía de la orilla de la presa.
__ ¡Date por preso Luciano Haro! ¡Estar rodeado!
Una veintena de soldados le apuntaban con sus fusiles.
__ Suéltame bandido __ Ordeno Gonzalo __ Suéltame si no quieres que te maten.
Luciano soltó una horrenda carcajada.
__ Ya que quieres que me maten,  ya me mataron ayer en Moyahua. Yo solo vine aquí por Soledad, por mi hijo y a reventar tu presa…ni siquiera te voy a matar a ti. Te prefiero vivo para que el resto del tiempo que queda, lo vivas sufriendo. Porque vas a volverte pobre, sin esta presa ya no vas a regar tus tierras. Pronto te las van a quitar para repartirlas entre los pobres. Te van a robar y vas a quedar en la miseria Gonzalo Gutiérrez, cuando mueras te van a sepultar de limosna. Vas a saber lo que es ser pobre, muy pobre.
Los soldados seguían ordenando que  soltara al hacendado. Obedeció. Lo puso sobre  el lomo de la presa y le dijo.
__Vale más que corras, en unos segundos más esta presa va a tronar, si no te das prisa te llevara el torrente. Gonzalo de reojo miro que Luciano se agacho y amoroso levanto el cuerpecito de el niño de la tinaja. Luego pateo la piedra donde estuviera su hijo y esta hizo que  la presa tronara producto de la  presión de tanta agua y se hizo tal grieta que arrancó de cuajo la mitad de la pared cayendo esta estrepitosamente seguida de un torrente incontenible.
Los soldados abrieron fuego sobre Luciano, pero este sonriendo con su hijo en brazos, brinco al agua y desapareció para siempre.

Gonzalo no paraba de llorar al mirar su magna obra destruida. Ya no tendría manera de  regar sus cañaverales.
Desde ese día su vida se volvió un infierno. Tal y como Luciano le dijo, un día llegaron los mentados agraristas y sin más empezaron a expropiar las tierras de los hacendados y a repartirlas en parcelas. Por temor a que también le robaran su dinero, venciendo su miedo Gonzalo volvió al llano de la Cruz de Platos y en diferentes partes enterró su fortuna. Junto a la cruz, a un costado de la presa, en el corral de la hacienda, en el cuarto donde lo engañara Soledad. El día que enterró su dinero no paso nada, pero ya no pudo regresar por él, pues cada vez que quería llegar al llano se le aparecía Soledad y le tenía mucho miedo.
Su casa en Juchipila se quemó y tuvo que vender el terreno  para sobrevivir. Empobreció hasta el grado de pedir limosna. Le pedía a la muerte que se lo llevara, pero hasta la muerte lo rechazaba. Murió de ciento diez años, causando lastimas, viviendo de caridad, acosado por los fantasmas y por los remordimientos.

Notas a manera de epilogo
Los llanos de la Cruz de Platos, fueron comprados por la familia Duran de Juchipila, y ellos se encargaron por muchos años de seguir haciendo al fiesta del cinco de mayo.
La presa nunca pudo ser reparada
Mucha gente cuando iba por el camino rumbo a Amoxóchitl, al pasar por el templete de la Cruz de Platos, llegaron a escuchar quejidos y llantos. Algunos aseguran que también llegaron a ver a una mujer vestida de blanco sentada en las gradas del templete, pero que de repente desaparecía.
En la actualidad el templete esta destruido, solo se notan algunas piedras pegadas con mezcla. No hay ni un solo plato de talavera, tan solo pedazos de mezcla con las marcas que un día ahí estuvieron los platos.
Quizás los buscadores de tesoros creyendo que bajo el templete estaba el dinero de Gonzalo, lo destruyeron, lo único que debieron de encontrar fue el baúl con los huesos de Soledad, tal vez los llevaron a un panteón.
En las ruinas de la hacienda también hay muchos hoyos, señal inequívoca que los buscadores de tesoros siguen buscando el dinero de Gonzalo.
Aun está el patio empedrado y un par de tinajas de las que hizo Luciano.
Lo que está intacto es el llano, aquella llanura, mudo testigo que en tiempos no muy remotos, se celebraba ahí una de las fiestas más bonitas de la comarca…la hermosa fiesta celebrada en honor de LA BELLA CRUZ DE PLATOS.
FRANCISCO RODRÍGUEZ LÓPEZ.



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