En 1926, Plutarco Elías Calles,
como presidente de México, mandó cerrar las iglesias, ordenó que todos los
sacerdotes se concentraran en las capitales de los estados para un registro,
prohibió la celebración de cultos religiosos y perdió contacto con el vaticano.
Esto molestó a una sociedad sumamente religiosa y trajo como consecuencia la
guerra cristera. Un movimiento armado más cruel que la revolución, pero con un
fin definido, destituir al gobierno para tener libertad de culto.
Por parte de los católicos, se
organizaron muchas personas en las capitales y formaron un grupo secreto que se
denominaba la liga defensora de la libertad religiosa “La
liga” esta agrupación se encargaba principalmente de proveer de pertrechos a
los soldados “cristeros” como se denominó a quienes luchaban en combates contra
el ejército por defender su causa.
La mayoría de estos soldados
cristeros, eran campesinos, personas de mucha fe que sentían rabia por no poder
ir a misa y salvar su alma, les había sido prohibida sus fiestas
religiosas en donde tan sabroso se emborrachaban y daban rienda suelta a sus
euforias.
Casi todos los sacerdotes
obedecieron la orden de recluirse en las capitales, registrarse y dejar de dar
misa, sin embargo hubo algunos rebeldes que se quedaron en el campo haciendo
sus cultos, incluso se armaron, aprendieron a disparar y se olvidaron del
sagrado mandamiento de no matarás.
Al principio de este movimiento,
se levantaron en armas muchos grupos sin ton ni son, atacando sin estrategia
alguna a federales, perdiendo la mayoría de combates, poniendo en peligro el
movimiento cristero.
En el cañón de Juchipila, apareció
un líder llamado José María Gutiérrez, que comandando un grupo llamado “Los
libres de Jalpa” atacaba a los contingentes federales, y al grito de ¡Viva
Cristo Rey! Atacaba y huía.
La liga comprendió que así nunca
podrían ganar su lucha y decidieron contratar a un general con experiencia en
la organización de los contingentes y se decidieron por un general porfirista,
que luchó defendiendo a Victoriano Huerta, al general Enrique Gorostieta.
Este general no era católico,
incluso hubo quien dijera que era masón grado 33, pero al entrar a la lucha
cristera, algo en el cambio y murió siendo un ferviente seguidor de la fe de
Cristo, mucho tuvo que ver la segunda vez que estuvo en El Remolino.
Cuando la liga contrató a
Gorostieta, este aceptó no por amor a la causa, sino simplemente porque
extrañaba la guerra, podía haberse enlistado en el ejército, pero no soportaba
a Calles ni a Joaquín Amaro, incluso les tenía rencor porque ellos habían sido
carrancistas y lo habían derrotado cuando él era parte del ejercito de Huerta,
así que miró la oportunidad de vengarse de ellos y acepto el contrato de la
liga.
La liga lo mando con un guía muy
cobarde, que si sospechaba que en algún lugar había federales, prefería rodear
para evitar enfrentarlos, así que la intención era mandarlo directamente a los
Altos de Jalisco, en donde estaba la mayor concentración de grupos cristeros,
pero por el temor del guía, o tal vez porque así se lo ordenaron lo llevó por
Zacatecas pasando así, por el cañón de Juchipila.
Gorostieta iba molesto, le urgía
empezar a dirigir los grupos cristeros. Caminaba tras su guía montado en aquel
caballo negro que le proporcionara La liga. Un caballo de guerra, pura sangre,
deseoso de correr por el campo eludiendo las balas, en cambio de eso iba por
aquel camino real, caminando con una lentitud que lo exasperaban. El camino
pasaba generalmente entre cerros muy verdes, sembrados algunas veces por
cuamiles. Se habían encontrado de repente con un rio de aguas sucias muy
crecido. El general pensó que si de repente aparecían los federales, iba a ser
difícil pasar aquel rio de aguas embravecidas.
__ ¿Cómo se llama ese pueblo?
__ Es Moyahua general.
__ Moyahua, el pueblo de Enrique
Estrada ¿Estará aquí? Tenemos algunas cuentas pendientes.
__ No creo general, según se no
hay federación aquí.
__ Veo una iglesia ¿Tendrán
sacerdote? Vamos llegando a preguntar, para ver si de una vez por todas me
dicen en dónde demonios andan los cristeros.
Llegaron a la iglesia y miraron a
algunos hombres disfrazados, con horribles máscaras y pelucas hechas con colas
de vaca. Brincaban como si estuvieran locos. Detuvieron sus saltos al mirar
aparecer al general, su sola presencia infundía respeto, muy alto, aquel
bigotazo, armado solamente de su pistola, pero una mirada llena de rabia por la
frustración de no encontrar las huestes cristeras.
__ ¿Hay sacerdote aquí? __
Pregunto con su voz ronca, nadie le respondió. Volvió a cuestionar con más
fuerza, entonces uno de aquellos enmascarados se quitó la máscara y le
respondió.
__ No señor, no tenemos padre. Se
fue cuando la orden de que se fueran. Así lo ordenó el gobierno, así lo
hacemos.
__ ¿Y ustedes porque andan
haciendo esto?
La gente se miraba unos a otros,
no sabían que contestar. Tenían mucho miedo.
__ Yo no soy del gobierno __ Les
dijo comprendiendo que ese era su temor __ Ando buscando a los cristeros para
unirme a ellos.
Con más confianza ante aquella
confesión el hombre que se quitó la máscara le respondió.
__ Usted ha de dispensar, pero es
que es el día de Santo Santiago y estamos haciéndole su fiestita, aunque no
tengamos misa. Por ahí en la sierra anda el padre Loreto, pero casi nunca baja.
Él es cristero, también en Juchipila hay cristeros, pero están remontados,
también en Jalpa y el Teul. Yo andaba de cristero con Chema, pero me vine a
sembrar, ya que coseche me vuelvo a ir.
¿Qué ejercito sería aquel? Se
preguntó Gorostieta, que desertan para irse a sembrar. Luego recordó a la gente
de Emiliano Zapata, que hacía lo mismo, garantizando así, que al menos la
comida no les faltara.
__ Ta bueno pues, vamos a seguir
más adelante a ver que encontramos. Si baja gente, díganle que los anda
buscando el general que manda la liga para unirnos todos.
Así Gorostieta siguió su camino.
Ya casi anochecía cuando llegaron a El Remolino. Le gustó el ranchito. Una sola
calle que era el camino real. Mujeres fuera de sus casas haciendo costura,
hombres que volvían de las yuntas precedidos por un par de bueyes que seguían
al labrador, una plaza en donde crecían dos hermosas higueras, al fondo una
capilla, tal vez ahí si viviera algún sacerdote.
Buscó con la mirada a alguien a
quien preguntarle, pero miro que algunos hombres que estaban en la plaza se
retiraron casi corriendo. Se extrañó. De repente escuchó que su caballo
relinchó y se movió nervioso, hasta entonces noto a aquel hombre, que montado
en otro caballo tan oscuro como el de él lo miraba inquisidora mente. El
caballo y el hombre parecían una sola pieza, el caballo resoplando, rabioso al
mirar otro animal de su misma especie y talladura, el hombre muy firme, con la
mano muy cerca de la pistola. Gorostieta hizo que avanzara su bestia y quedaron
solo un paso frente a frente.
__ Quiubo amigo ¿Se le perdió algo
por aquí en El Remolino?
El general contempló a quien tenía
enfrente. Se encontró con una mirada que asustaría a muchos hombres, pero no a
el que estaba acostumbrado a las batallas. La mano tan cercana a la pistola le
indicaba que el hombre estaba listo para la lucha. Muy fornido y tan alto como
él, rostro quemado por el sol, le daba el aspecto de rudeza, bajo su sombrero
sobre salía su melena pelirroja y sus bigotes tapaban sus labios en donde se
mostraba una mueca que simulaba una sonrisa burlesca.
Gorostieta respondió a su pregunta
con otra pregunta
__ ¿Eres cristero?
El hombre escupió, volvió a
sonreír con burla y también preguntó.
__ ¿Eres agrarista?
Se hizo un silencio. El guía que
llevaba al general reculó un poco y se guareció tras su cuerpo. Gorostieta
analizó la situación, cualquier respuesta era peligrosa, sabía, por su
experiencia, que hombres como el que tenía enfrente estaban acostumbrados a matar.
Respiró hondo, hizo un plan inmediato, respondería y si miraba que el hombre
hacia un movimiento intentando sacar su pistola le echaría su montura encima
para darse tiempo y también sacar la de él. Decidió responder con la verdad.
__ Soy el general Enrique
Gorostieta, ando buscando a los cristeros para unirme a ellos.
__ Entonces eres enemigo de los
federales.
__ Así es amigo, muy enemigo de
los federales.
El hombre se relajó, retiró la
mano de su pistola y volvió a escupir, luego dijo.
__ ¡Que bueno que no es agrarista!
No me gustan, andan diciendo que nos van a quitar las tierras a los que tenemos
alguna tierrita por ahí. Los cristeros si me caen bien. Yo no soy cristero ni
nada de eso, pero si conozco a algunos. En Jalpa anda Chema, a veces le vendo
los rifles que les quito a los federales.
Gorostieta también se relajó y ya
con tranquilidad pregunto.
__ ¿Queda muy lejos Jalpa?
__ Si, algo todavía, pero si le
arrea bonito en ese cuaco que trae, pronto llega. Pero mejor quédese a dormir
en Juchipila. No vaya a ser que me lo venadeen por ahí, sobre todo para
quitarle ese penco que monta general, ta chulo el animal.
Gorostieta se volvió a sentir en
peligro, aquellas palabras eran como una amenaza.
__ No amigo, chulo el que monta
usted, comparado con ese, el mío es un gargaliote.
__ ¿Será?
__ Con seguridad, y ahora si nos
lo permite amigo, vamos a seguir nuestro camino.
__ Bueno
El hombre se hizo a un lado y así
pasaron el general y su guía. Caminaron unos cincuenta metros cuando escucharon
un disparo. Gorostieta volteo de inmediato y echo mano a su pistola, pero miro
que aquel hombre disparaba al cielo.
__ ¡Corra general! ¡Le doy
ventaja! ¡A ver quien llega primero a Juchipila!
El general comprendió que era un
reto para comparar las monturas.
__ ¡No me gustan las ventajas!
¡Póngase al parejo!
El hombre espoleo su caballo y
pronto estuvieron a la par, entonces Gorostieta espoleo también el suyo y aquel
par de bestias levantaron polvo del camino. Eran dos saetas que estaban en su
medio, sus jinetes sentían el viento en la cara, no necesitaban de golpearlas
para que los caballos corrieran a todo lo que daban. El camino real era
transitado por muchos campesinos que se tenían que hacer a un lado cuando
escuchaban el galope. Algunas veces los caballos tuvieron que entrar a las
yuntas sembradas cuando encontraban algunos bueyes o carretas. Por fin
Gorostieta se sintió en su medio, gozando de aquel pura sangre que le diera la
Liga. Pasaron por el surco de nopales y las cabezas de los dos caballos iban
muy parejas. Al frente el general contemplo el pueblo de Juchipila. En el
tropel alcanzo a escuchar las palabras del otro jinete.
__ ¡Hasta la iglesia general!
Entraron a Juchipila aún muy
parejos por una calle empedrada. Había mucha gente, Gorostieta tuvo temor de
atropellar a alguien y redujo su velocidad, el hombre aquel sin importarle nada
siguió en su carrera y llego primero rayando su caballo frente a la iglesia.
Gorostieta sonriendo llego junto a
él y le tendió la mano.
__ Gano mi amigo, muy bueno su
caballo.
__ A mi satanás no ha habido quien
le gane, pero el suyo también es muy bueno ¿Cuánto quiere por él?
__ Un general primero se deja
morir, que vender su caballo amigo, no puede haber generales de a pie.
Al decir eso puso su mano sobre la
cacha de su pistola. El otro hombre no se inmuto. Solo afirmo con la cabeza un
si.
__ Bueno, yo nomas decía, y es
cierto, de macho a macho los dos merecemos una montura como la que traemos. Y
pues aquí es Juchipila. Si es cristero yo creo que lo pueden atender aquí en la
iglesia. Váyase de día para Jalpa y si mira a Chema, dígale que le manda decir
Trinidad Bañuelos que le tengo unos rifles y algo de municiones.
__ ¿Así te llamas?
__ Ey
__ Vente conmigo Trinidad, te
prometo pronto hacerte general.
__ No amigo, yo no nací para eso,
yo siempre ando en la guerra, pero la hago yo solo, y todo es para mí. Así que
ahí nos vemos.
En Jalpa no encontró a Chema
Gutiérrez y sus cristeros. Por causa de aquel mal guía, Gorsteita duro mucho
tiempo para encontrar a los primeros cristeros, no fue sino hasta Totatiche que
encontró al primer grupo, pero estos pronto lo conectaron con el resto de los
que había en Zacatecas, en Durango, en Jalisco en Guanajuato y así pudo
unificarlos. Era un verdadero estratega y las huestes del Calles comandadas por
el zacatecano Amaro pronto lo notaron. Gorsteita le enseno a aquellas partidas
de cristeros lo que era la guerra de guerrillas, lo que era la disciplina,
puntería para no desperdiciar parque, y con su ejemplo porque participo en
muchas batallas, elevaba el ánimo y pronto el ejército federal empezó a perder
casi todas las batallas.
Al principio aquel general masón
no comprendía la fe de aquellos hombres que luchaban y se dejaban matar por
defender su fe y la libertad a ejercerla. Poco a poco los fue admirando, ellos
tenían un ideal, no era como la revolución en la que había luchado. En aquella
época los ejércitos no sabían porque peleaban, tan solo que unos estaban al
lado de Huerta y los otros de Carranza, era una lucha de dos seres egoístas por
tener el poder. Ahora no, ahora aquellos soldados luchaban por obtener su
libertad de creencias. Estaban en ventaja, pues los soldados federales no
sabían porque luchaban, y les dolía matar a sus hermanos porque muchos soldados
eran cristianos también, incluso muchos federales se hicieron al cristianismo,
precisamente porque habían un porque luchar; por su LIBERTAD
Conforme se libraban batallas en
el campo, en el alma del general se libraba una batalla también, su ateísmo de
masón, contra aquella fe que empezaba a sentir.
Fue precisamente la segunda vez
que fue a Juchipila cuando se disipo aquella duda.
Gorosteita no se daba abasto
acompañando los regimientos cristeros dándoles instrucción y luchando con
ellos. Organizo los altos de Jalisco, luego paso a Zacatecas, hizo sus campos
de entrenamiento en Totatiche, Bolaños, Atolinga y muchos lugares más.
Chema Gutiérrez le hizo saber que
el cañón de Juchipila se le estaba llenando de federales.
Con un regimiento de cristeros se
dirigió a Jalpa y ahí Chema le indico que había tres lugares que le
preocupaban, El Teul, Moyahua y Juchipila.
Se dirigieron al Teul y estuvieron
luchando por un día completo. Por más que lo intentaron no pudieron tomar
el pueblo porque la torre de la iglesia estaba atiborrada de federales y sin
dinamita ni cañones no pudieron bajarlos, acercarse era exponerse a una muerte
segura. Con rabia Gorosteita ordenó la retirada y se dirigieron a Moyahua.
En esa población todo fue más
fácil. Los federales se atrincheraron en la azotea de la iglesia y en la plaza.
El general cristero mando que sus tropas también se subieran a las azoteas
aledañas a la iglesia y por estar enclavado ese pueblo en un terreno irregular,
los techos de algunas casas quedaban más altos que el techo de la iglesia y así
pudieron matar a todos los soldados, los de la plaza fue más fácil, porque
cuando vieron que no tenían gente en la iglesia decidieron rendirse.
El 28 de febrero de 1928 atacaron
Juchipila. Había soldados fortificados en la presidencia, en el mercado y lo
alto de la iglesia. Por la calle para llegar al mercado había una ametralladora
y otra en el camino real cuidando la presidencia.
Dos veces intento Gorosteita tomar
el poblado y tuvo que retirarse porque le mataron algunos hombres y ellos no
lograron ninguno. Eran un blanco fácil para los soldados que estaban en la
torre de la iglesia.
__ ¡No puede ser! ¡No puede ser!
¡No nos vamos a retirar igual que en el Teul!
__ ¿Y luego pues general? __Le
pregunto mortificado Chema Gutiérrez.
__ No se, tal vez acercarnos lo
más que podamos y tirarle a los de la torre. Pero es arriesgado, es más fácil
que nos peguen ellos. Si al menos tuviera aquí al “Catorce”
__ ¿A quién?
__ Al Catorce, es un charro de Los
Altos que es muy bueno para el tiro de larga distancia. Le dicen el Catorce
porque una vez él solito acabo con catorce soldados.
En eso escuchó una voz que le
dijo.
__ Ja, entonces a mí me dijeran el
cien.
Volteó y miró a aquel mismo hombre
que tiempo atrás conociera en el ranchito cercano llamado El Remolino,
Trinidad, le había dicho que se llamaba Trinidad Bañuelos.
Trinidad sin más paso junto a él,
caminó por media calle directo al mercado. Llego hasta donde estaba una
carreta, ahí apoyo su máuser, apunto a la torre de la iglesia y disparo. Gosrosteita
desde donde estaba miro que un cuerpo cayó al vacío, luego escuchó otro disparo
y miró que otro federal caía. A cada disparo era una víctima hasta que los que
quedaban se pusieron tras los muros de la torre. Los soldados encargados de la
ametralladora le empezaron a disparar, pero estaban muy lejos para atinar o
pegaban en la carreta. Trinidad bajó su rifle, apuntó, disparó y Gorostista
apoyado por su mira lejos vio como el que disparaba la ametralladora dejo de
disparar mientras caía sobre la máquina, el soldado que le ayudaba corrió
asustado, entonces Trinidad tranquilamente volvió a donde estaban Gorosteita y
Chema Gutiérrez.
__ Quiubo Trino __ Saludo Chema
__ ¿Trinidad? Me dijiste que te
llamabas Trinidad, verdad __ Espetó el general.
__ Ey, así mero ¿Usted es el
general del caballo bonito verdad?
Con la cabeza le afirmo Gorosteita
mientras emocionado le tendía la mano.
__ Ahí andaba en el Cerro de las
Ventanas __ Lo señaló, luego continuó __ Los oí que estaban con su borlote y me
dije, voy a ir a ver quién me está ayudando con los federales, a ver si no me
los han matado a todos, les quiero quitar las ametralladoras para írtelas a
vender Chema.
__ Muy bien venido Trinidad __ Le
dijo el general __y gracias por esos hombres que nos quitó de la torre, pero lo
malo es que hay más, muchos más ¿Cómo le hizo para pegarles, estamos muy lejos?
__ Pos me dió muina que
dijera que un tal Catorce era muy bueno pa el máuser. Yo me he echado a más de
cien y ni quien me diga nada.
__ Oye Trino__ Dijo Chema __ ¿Y
porque no te echas a todos los de la torre de una vez?
__ No Chema, no es mi fandango.
__ ¿Cuánto me cobra por tumbarlos?
__ Lo cuestionó Gorostieta
Trinidad volteo a verlo. Sonrió
__ Un peso oro por cabeza, luego
diez pesos oro por cada ametralladora, un peso oro por cada rifle que consiga.
Traía el dinero que había
conseguido en el asalto al tren que iba a Palmira en diciembre pasado. Podía
pagarle a aquel mercenario.
__ Bueno, pero ¿Cómo le vamos a
hacer si esos soldados no se asoman?
__ Si se asoman, aunque sea
tantito y es todo lo que ocupo. También voy a ocupar que su gente se venga
atrás de mí, pa que le tiren a los de la ametralladora. En un dos por tres los
acabamos.
__ ¿Así nomás? Ir por la calle
tirando, como si fuéramos por el pasillo de la casa.
__ Ey, así nomás. Pero si tienen
miedo pos váyanse mejor a sembrar sus cuamiles.
Gorostieita lo miró fijamente y
con mucha sinceridad le pregunto.
__ ¿No te da miedo Trinidad?
Trinidad sonrió, escupió y luego
le contestó con la misma sinceridad.
__ La verdad, no, ningún miedo. Mi
madrina me protege y sé que aún no es mi hora.
__ ¿Tu madrina?
__ Sí, mi madrina, la muerte. Yo
le tengo mucha fe y sé que el día que me toque ella me ha de avisar. Por eso
peleo sin miedo porque tengo mucha fe ¿Usted no tiene fe? ¿No cree en su Dios
que anda defendiendo acaso? Todos nos vamos a morir algún día, si mi madrina
quiere que sea hoy, pues hoy ha de ser, si tu Dios quiere que te mueras hoy,
hoy ha de ser, o si no, el mismo te va a cuidar.
Sin más Trinidad empezó a caminar
rumbo a la iglesia, mientras cargaba su carabina.
Gorosteita sintió un temblor en
todo su cuerpo. Se le enchino la piel. Sintió una especie de mareo y una
emoción muy grande invadió su alma. Levanto su rifle y de su pecho salió un
grito que jamás se hubiera imaginado que saldría, un grito que había escuchado
muchas veces entres sus huestes, un grito que lo sintió más que si una bala
hubiera roto su pecho, un grito que hizo temblar de miedo a los federales que
defendían el pueblo de Juchipila Zacatecas.
__ ¡Viva Cristo Rey y la Santísima
Virgen de Guadalupe!
Emocionados los cristeros que lo
acompañaban le contestaron el grito
__ ¡Viva! __ Y corrieron tras él
que en ese momento se ponía al parejo de Trinidad Bañuelos y así, mientras uno
tumbaba soldados de la torre de la iglesia, el otro disparaba sobre los
soldados que manejaban la ametralladora.
Menos de una hora duró la batalla
en la que murieron 159 soldados e hicieron prisioneros cuarenta más.
Gorosteita ordenaba como cargar
las ametralladoras en una mula, cuando se le acercó Trinidad.
__ Me debe un dinero amigo.
__ Si claro Trinidad, bien ganado
__ Le entregó una bolsa con monedas de oro __ Vente conmigo Trinidad, te
necesito en esta guerra. Pronto la vamos a ganar.
__ No general, yo debo quedarme
aquí. Aquí está mi tierra, mis dominios, mi vida, aquí pronto será mi muerte.
Y sin decir más se dio la media
vuelta. Lanzó un silbido y se escuchó el galope de su caballo negro. Lo montó y
sin despedirse se dirigió a El Remolino. Apenas hubo caminado unos metros
cuando Gorosteita lo llamó.
__ Trinidad ¡Viva Cristo Rey!
__ Bueno, pero mejor, ¡viva mi
madrina! __ Espoleó su caballo y desapareció en una nube de polvo.
Gorosteita luchó por la fe de
Cristo, porque la sintió y se hizo a ella inspirado precisamente por la fe de
sus soldados. El vaticano, La liga, el gobierno americano y Calles en conjunto
con el títere que puso como presidente Portes Gil, hicieron un tratado para
lograr la paz, prometiendo la amnistía para todos los cristeros. Gorosteita no
les creyó y siguió en su lucha, pero fue traicionado por un miembro de La Liga
y en Junio de 1929 fue entregado a los federales, en el poblado de Atotonilco,
Jalisco, que llegaron y lo acribillaron. Diecinueve días después fue firmado el
armisticio, pero Calles no respeto el tratado y mando fusilara a muchos
cristeros que entregaron las armas. Así ha sido siempre, el gobierno ha sido un
traidor.
Sin embargo luego de esa lucha, se
fortalecieron los agraristas y en Remolino consiguieron que se repartieran las
tierras y se volvió un ejido donde muchos remolínense consiguieron sus parcelas
y muchos sus cuamiles propios, pero esa…esa es otra historia.
©FRANCISCO RODRÍGUEZ LÓPEZ