El remolino historia fantastica: diciembre 2014

miércoles, 3 de diciembre de 2014

CAPITULO XXXVIII, LOS CRISTEROS EN JUCHIPILA

imagen de moyahua.com

En 1926, Plutarco Elías Calles, como presidente de México, mandó cerrar las iglesias, ordenó que todos los sacerdotes se concentraran en las capitales de los estados para un registro, prohibió la celebración de cultos religiosos y perdió contacto con el vaticano. Esto molestó a una sociedad sumamente religiosa y trajo como consecuencia la guerra cristera. Un movimiento armado más cruel que la revolución, pero con un fin definido, destituir al gobierno para tener libertad de culto.

Por parte de los católicos, se organizaron muchas personas en las capitales y formaron un grupo secreto que se denominaba la liga defensora de la libertad religiosa  “La liga” esta agrupación se encargaba principalmente de proveer de pertrechos a los soldados “cristeros” como se denominó a quienes luchaban en combates contra el ejército por defender su causa.



La mayoría de estos soldados cristeros, eran campesinos, personas de mucha fe que sentían rabia por no poder ir a  misa y salvar su alma, les había sido prohibida sus fiestas religiosas en donde tan sabroso se emborrachaban y daban rienda suelta a sus euforias.

Casi todos los sacerdotes obedecieron la orden de recluirse en las capitales, registrarse y dejar de dar misa, sin embargo hubo algunos rebeldes que se quedaron en el campo haciendo sus cultos, incluso se armaron, aprendieron a disparar y se olvidaron del sagrado mandamiento de no matarás.

Al principio de este movimiento, se levantaron en armas muchos grupos sin ton ni son, atacando sin estrategia alguna a federales, perdiendo la mayoría de combates, poniendo en peligro el movimiento cristero.

En el cañón de Juchipila, apareció un líder llamado José María Gutiérrez, que comandando un grupo llamado “Los libres de Jalpa” atacaba a los contingentes federales, y al grito de ¡Viva Cristo Rey! Atacaba y huía.

La liga comprendió que así nunca podrían ganar su lucha y decidieron contratar a un general con experiencia en la organización de los contingentes y se decidieron por un general porfirista, que luchó defendiendo a Victoriano Huerta, al general Enrique Gorostieta.

Este general no era católico, incluso hubo quien dijera que era masón grado 33, pero al entrar a la lucha cristera, algo en el cambio y murió siendo un ferviente seguidor de la fe de Cristo, mucho tuvo que ver la segunda vez que estuvo en El Remolino.


Cuando la liga contrató a Gorostieta, este aceptó no por amor a la causa, sino simplemente porque extrañaba la guerra, podía haberse enlistado en el ejército, pero no soportaba a Calles ni a Joaquín Amaro, incluso les tenía rencor porque ellos habían sido carrancistas y lo habían derrotado cuando él era parte del ejercito de Huerta, así que miró la oportunidad de vengarse de ellos y acepto el contrato de la liga.

La liga lo mando con un guía muy cobarde, que si sospechaba que en algún lugar había federales, prefería rodear para evitar enfrentarlos, así que la intención era mandarlo directamente a los Altos de Jalisco, en donde estaba la mayor concentración de grupos cristeros, pero por el temor del guía, o tal vez porque así se lo ordenaron lo llevó por Zacatecas pasando así, por el cañón de Juchipila.

Gorostieta iba molesto, le urgía empezar a dirigir los grupos cristeros. Caminaba tras su guía montado en aquel caballo negro que le proporcionara La liga. Un caballo de guerra, pura sangre, deseoso de correr por el campo eludiendo las balas, en cambio de eso iba por aquel camino real, caminando con una lentitud que lo exasperaban. El camino pasaba generalmente entre cerros muy verdes, sembrados algunas veces por cuamiles. Se habían encontrado de repente con un rio de aguas sucias muy crecido. El general pensó que si de repente aparecían los federales, iba a ser difícil pasar aquel rio de aguas embravecidas.

__ ¿Cómo se llama ese pueblo?

__ Es  Moyahua general.

__ Moyahua, el pueblo de Enrique Estrada ¿Estará aquí? Tenemos algunas cuentas pendientes.

__ No creo general, según se no hay federación aquí.

__ Veo una iglesia ¿Tendrán sacerdote? Vamos llegando a preguntar, para ver si de una vez por todas me dicen en dónde demonios andan los cristeros.

Llegaron a la iglesia y miraron a algunos hombres disfrazados, con horribles máscaras y pelucas hechas con colas de vaca. Brincaban como si estuvieran locos. Detuvieron sus saltos al mirar aparecer al general, su sola presencia infundía respeto, muy alto, aquel bigotazo, armado solamente de su pistola, pero una mirada llena de rabia por la frustración de no encontrar las huestes cristeras.

__ ¿Hay sacerdote aquí? __ Pregunto con su voz ronca, nadie le respondió. Volvió a cuestionar con más fuerza, entonces uno de aquellos enmascarados se quitó la máscara y le respondió.

__ No señor, no tenemos padre. Se fue cuando la orden de que se fueran. Así lo ordenó el gobierno, así lo hacemos.

__ ¿Y ustedes porque andan haciendo esto?

La gente se miraba unos a otros, no sabían que contestar. Tenían mucho miedo.

__ Yo no soy del gobierno __ Les dijo comprendiendo que ese era su temor __ Ando buscando a los cristeros para unirme a ellos.

Con más confianza ante aquella confesión el hombre que se quitó la máscara le respondió.

__ Usted ha de dispensar, pero es que es el día de Santo Santiago y estamos haciéndole su fiestita, aunque no tengamos misa. Por ahí en la sierra anda el padre Loreto, pero casi nunca baja. Él es cristero, también en Juchipila hay cristeros, pero están remontados, también en Jalpa y el Teul. Yo andaba de cristero con Chema, pero me vine a sembrar, ya que coseche me vuelvo a ir.

¿Qué ejercito sería aquel? Se preguntó Gorostieta, que desertan para irse a sembrar. Luego recordó a la gente de Emiliano Zapata, que hacía lo mismo, garantizando así, que al menos la comida no les faltara.

__ Ta bueno pues, vamos a seguir más adelante a ver que encontramos. Si baja gente, díganle que los anda buscando el general que manda la liga para unirnos todos.

Así Gorostieta siguió su camino. Ya casi anochecía cuando llegaron a El Remolino. Le gustó el ranchito. Una sola calle que era el camino real. Mujeres fuera de sus casas haciendo costura, hombres que volvían de las yuntas precedidos por un par de bueyes que seguían al labrador, una plaza en donde crecían dos hermosas higueras, al fondo una capilla, tal vez ahí si viviera algún sacerdote.

Buscó con la mirada a alguien a quien preguntarle, pero miro que algunos hombres que estaban en la plaza se retiraron casi corriendo. Se extrañó. De repente escuchó que su caballo relinchó y se movió nervioso, hasta entonces noto a aquel hombre, que montado en otro caballo tan oscuro como el de él lo miraba inquisidora mente. El caballo y el hombre parecían una sola pieza, el caballo resoplando, rabioso al mirar otro animal de su misma especie y talladura, el hombre muy firme, con la mano muy cerca de la pistola. Gorostieta hizo que avanzara su bestia y quedaron solo un paso frente a frente.

__ Quiubo amigo ¿Se le perdió algo por aquí en El Remolino?

El general contempló a quien tenía enfrente. Se encontró con una mirada que asustaría a muchos hombres, pero no a el que estaba acostumbrado a las batallas. La mano tan cercana a la pistola le indicaba que el hombre estaba listo para la lucha. Muy fornido y tan alto como él, rostro quemado por el sol, le daba el aspecto de rudeza, bajo su sombrero sobre salía su melena pelirroja y sus bigotes tapaban sus labios en donde se mostraba una mueca que simulaba una sonrisa burlesca.

Gorostieta respondió a su pregunta con otra pregunta

__ ¿Eres cristero?

El hombre escupió, volvió a sonreír con burla y también preguntó.

__ ¿Eres agrarista?

Se hizo un silencio. El guía que llevaba al general reculó un poco y se guareció tras su cuerpo. Gorostieta analizó la situación, cualquier respuesta era peligrosa, sabía,  por su experiencia, que hombres como el que tenía enfrente estaban acostumbrados a matar. Respiró hondo, hizo un plan inmediato, respondería y si miraba que el hombre hacia un movimiento intentando sacar su pistola le echaría su montura encima para darse tiempo y también sacar la de él. Decidió responder con la verdad.

__ Soy el general Enrique Gorostieta, ando buscando a los cristeros para unirme a ellos.

__ Entonces eres enemigo de los federales.

__ Así es amigo, muy enemigo de los federales.

El hombre se relajó, retiró la mano de su pistola y volvió a escupir, luego dijo.

__ ¡Que bueno que no es agrarista! No me gustan, andan diciendo que nos van a quitar las tierras a los que tenemos alguna tierrita por ahí. Los cristeros si me caen bien. Yo no soy cristero ni nada de eso, pero si conozco a algunos. En Jalpa anda Chema, a veces le vendo los rifles que les quito a los federales.

Gorostieta también se relajó y ya con tranquilidad pregunto.

__ ¿Queda muy lejos Jalpa?

__ Si, algo todavía, pero si le arrea bonito en ese cuaco que trae, pronto llega. Pero mejor quédese a dormir en Juchipila. No vaya a ser que me lo venadeen por ahí, sobre todo para quitarle ese penco que monta general, ta chulo el animal.

Gorostieta se volvió a sentir en peligro, aquellas palabras eran como una amenaza.

__ No amigo, chulo el que monta usted, comparado con ese, el mío es un gargaliote.

__ ¿Será?

__ Con seguridad, y ahora si nos lo permite amigo, vamos a seguir nuestro camino.

__ Bueno

El hombre se hizo a un lado y así pasaron el general y su guía. Caminaron unos cincuenta metros cuando escucharon un disparo. Gorostieta volteo de inmediato y echo mano a su pistola, pero miro que aquel hombre disparaba al cielo.

__ ¡Corra general! ¡Le doy ventaja! ¡A ver quien llega primero a Juchipila!

El general comprendió que era un reto para comparar las monturas.

__ ¡No me gustan las ventajas! ¡Póngase al parejo!

El hombre espoleo su caballo y pronto estuvieron a la par, entonces Gorostieta espoleo también el suyo y aquel par de bestias levantaron polvo del camino. Eran dos saetas que estaban en su medio, sus jinetes sentían el viento en la cara, no necesitaban de golpearlas para que los caballos corrieran a todo lo que daban. El camino real era transitado por muchos campesinos que se tenían que hacer a un lado cuando escuchaban el galope. Algunas veces los caballos tuvieron que entrar a las yuntas sembradas cuando encontraban algunos bueyes o carretas. Por fin Gorostieta se sintió en su medio, gozando de aquel pura sangre que le diera la Liga. Pasaron por el surco de nopales y las cabezas de los dos caballos iban muy parejas. Al frente el general contemplo el pueblo de Juchipila. En el tropel alcanzo a escuchar las palabras del otro jinete.

__ ¡Hasta la iglesia general!

Entraron a Juchipila aún muy parejos por una calle empedrada. Había mucha gente, Gorostieta tuvo temor de atropellar a alguien y redujo su velocidad, el hombre aquel sin importarle nada siguió en su carrera y llego primero rayando su caballo frente a la iglesia.

Gorostieta sonriendo llego junto a él y le tendió la mano.

__ Gano mi amigo, muy bueno su caballo.

__ A mi satanás no ha habido quien le gane, pero el suyo también es muy bueno ¿Cuánto quiere por él?

__ Un general primero se deja morir, que vender su caballo amigo, no puede haber generales de a pie.

Al decir eso puso su mano sobre la cacha de su pistola. El otro hombre no se inmuto. Solo afirmo con la cabeza un si.

__ Bueno, yo nomas decía, y es cierto, de macho a macho los dos merecemos una montura como la que traemos. Y pues aquí es Juchipila. Si es cristero yo creo que lo pueden atender aquí en la iglesia. Váyase de día para Jalpa y si mira a Chema, dígale que le manda decir Trinidad Bañuelos que le tengo unos rifles y algo de municiones.

__ ¿Así te llamas?

__ Ey

__ Vente conmigo Trinidad, te prometo pronto hacerte general.

__ No amigo, yo no nací para eso, yo siempre ando en la guerra, pero la hago yo solo, y todo es para mí. Así que ahí nos vemos.

En Jalpa no encontró a Chema Gutiérrez y sus cristeros. Por causa de aquel mal guía, Gorsteita duro mucho tiempo para encontrar a los primeros cristeros, no fue sino hasta Totatiche que encontró al primer grupo, pero estos pronto lo conectaron con el resto de los que había en Zacatecas, en Durango, en Jalisco en Guanajuato y así pudo unificarlos. Era un verdadero estratega y las huestes del Calles comandadas por el zacatecano Amaro pronto lo notaron. Gorsteita le enseno a aquellas partidas de cristeros lo que era la guerra de guerrillas, lo que era la disciplina, puntería para no desperdiciar parque, y con su ejemplo porque participo en muchas batallas, elevaba el ánimo y pronto el ejército federal empezó a perder casi todas las batallas.

Al principio aquel general masón no comprendía la fe de aquellos hombres que luchaban y se dejaban matar por defender su fe y la libertad a ejercerla. Poco a poco los fue admirando, ellos tenían un ideal, no era como la revolución en la que había luchado. En aquella época los ejércitos no sabían porque peleaban, tan solo que unos estaban al lado de Huerta y los otros de Carranza, era una lucha de dos seres egoístas por tener el poder. Ahora no, ahora aquellos soldados luchaban por obtener su libertad de creencias. Estaban en ventaja, pues los soldados federales no sabían porque luchaban, y les dolía matar a sus hermanos porque muchos soldados eran cristianos también, incluso muchos federales se hicieron al cristianismo, precisamente porque habían un porque luchar; por su LIBERTAD

Conforme se libraban batallas en el campo, en el alma del general se libraba una batalla también, su ateísmo de masón, contra aquella fe que empezaba a sentir.

Fue precisamente la segunda vez que fue a Juchipila cuando se disipo aquella duda.

Gorosteita no se daba abasto acompañando los regimientos cristeros dándoles instrucción y luchando con ellos. Organizo los altos de Jalisco, luego paso a Zacatecas, hizo sus campos de entrenamiento en Totatiche, Bolaños, Atolinga y muchos lugares más.

Chema Gutiérrez le hizo saber que el cañón de Juchipila se le estaba llenando de federales.

Con un regimiento de cristeros se dirigió a Jalpa y ahí Chema le indico que había tres lugares que le preocupaban, El Teul, Moyahua y Juchipila.

Se dirigieron al Teul y estuvieron luchando por un día completo. Por más que  lo intentaron no pudieron tomar el pueblo porque la torre de la iglesia estaba atiborrada de federales y sin dinamita ni cañones no pudieron bajarlos, acercarse era exponerse a una muerte segura. Con rabia Gorosteita ordenó la retirada y se dirigieron a Moyahua.

En esa población todo fue más fácil. Los federales se atrincheraron en la azotea de la iglesia y en la plaza. El general cristero mando que sus tropas también se subieran a las azoteas aledañas a la iglesia y por estar enclavado ese pueblo en un terreno irregular, los techos de algunas casas quedaban más altos que el techo de la iglesia y así pudieron matar a todos los soldados, los de la plaza fue más fácil, porque cuando vieron que no tenían gente en la iglesia decidieron rendirse.

El 28 de febrero de 1928 atacaron Juchipila. Había soldados fortificados en la presidencia, en el mercado y lo alto de la iglesia. Por la calle para llegar al mercado había una ametralladora y otra en el camino real cuidando la presidencia.

Dos veces intento Gorosteita tomar el poblado y tuvo que retirarse porque le mataron algunos hombres y ellos no lograron ninguno. Eran un blanco fácil para los soldados que estaban en la torre de la iglesia.

__ ¡No puede ser! ¡No puede ser! ¡No nos vamos a retirar igual que en el Teul!

__ ¿Y luego pues general? __Le pregunto mortificado Chema Gutiérrez.

__ No se, tal vez acercarnos lo más que podamos y tirarle a los de la torre. Pero es arriesgado, es más fácil que nos peguen ellos. Si al menos tuviera aquí al “Catorce”

__ ¿A quién?

__ Al Catorce, es un charro de Los Altos que es muy bueno para el tiro de larga distancia. Le dicen el Catorce porque una vez él solito acabo con catorce soldados.

En eso escuchó una voz que le dijo.

__ Ja, entonces a mí me dijeran el cien.

Volteó y miró a aquel mismo hombre que tiempo atrás conociera en el ranchito cercano llamado El Remolino, Trinidad, le había dicho que se llamaba Trinidad Bañuelos.

Trinidad sin más paso junto a él, caminó por media calle directo al mercado. Llego hasta donde estaba una carreta, ahí apoyo su máuser, apunto a la torre de la iglesia y disparo. Gosrosteita desde donde estaba miro que un cuerpo cayó al vacío, luego escuchó otro disparo y miró que otro federal caía. A cada disparo era una víctima hasta que los que quedaban se pusieron tras los muros de la torre. Los soldados encargados de la ametralladora le empezaron a disparar, pero estaban muy lejos para atinar o pegaban en la carreta. Trinidad bajó su rifle, apuntó, disparó y Gorostista apoyado por su mira lejos vio como el que disparaba la ametralladora dejo de disparar mientras caía sobre la máquina, el soldado que le ayudaba corrió asustado, entonces Trinidad tranquilamente volvió a donde estaban Gorosteita y Chema Gutiérrez.

__ Quiubo Trino __ Saludo Chema

__ ¿Trinidad? Me dijiste que te llamabas Trinidad, verdad __ Espetó el general.

__ Ey, así mero ¿Usted es el general del caballo bonito verdad?

Con la cabeza le afirmo Gorosteita mientras emocionado le tendía la mano.

__ Ahí andaba en el Cerro de las Ventanas __ Lo señaló, luego continuó __ Los oí que estaban con su borlote y me dije, voy a ir a ver quién me está ayudando con los federales, a ver si no me los han matado a todos, les quiero quitar las ametralladoras para írtelas a vender Chema.

__ Muy bien venido Trinidad __ Le dijo el general __y gracias por esos hombres que nos quitó de la torre, pero lo malo es que hay más, muchos más ¿Cómo le hizo para pegarles, estamos muy lejos?

__ Pos me dió muina que  dijera que un tal Catorce era muy bueno pa el máuser. Yo me he echado a más de cien y ni quien me diga nada.

__ Oye Trino__ Dijo Chema __ ¿Y porque no te echas a todos los de la torre de una vez?

__ No Chema, no es mi fandango.

__ ¿Cuánto me cobra por tumbarlos? __ Lo cuestionó Gorostieta

Trinidad volteo a verlo. Sonrió

__ Un peso oro por cabeza, luego diez pesos oro por cada ametralladora, un peso oro por cada rifle que consiga.

Traía el dinero que había conseguido en el asalto al tren que iba a Palmira en diciembre pasado. Podía pagarle a aquel mercenario.

__ Bueno, pero ¿Cómo le vamos a hacer si esos soldados no se asoman?

__ Si se asoman, aunque sea tantito y es todo lo que ocupo. También voy a ocupar que su gente se venga atrás de mí, pa que le tiren a los de la ametralladora. En un dos por tres los acabamos.

__ ¿Así nomás? Ir por la calle tirando, como si fuéramos por el pasillo de la casa.

__ Ey, así nomás. Pero si tienen miedo pos váyanse mejor a sembrar sus cuamiles.

Gorostieita lo miró fijamente y con mucha sinceridad le pregunto.

__ ¿No te da miedo Trinidad?

Trinidad sonrió, escupió y luego le contestó con la misma sinceridad.

__ La verdad, no, ningún miedo. Mi madrina me protege y sé que aún no es mi hora.

__ ¿Tu madrina?

__ Sí, mi madrina, la muerte. Yo le tengo mucha fe y sé que el día que me toque ella me ha de avisar. Por eso peleo sin miedo porque tengo mucha fe ¿Usted no tiene fe? ¿No cree en su Dios que anda defendiendo acaso? Todos nos vamos a morir algún día, si mi madrina quiere que sea hoy, pues hoy ha de ser, si tu Dios quiere que te mueras hoy, hoy ha de ser, o si no, el mismo te va a cuidar.

Sin más Trinidad empezó a caminar rumbo a la iglesia, mientras cargaba su carabina.

Gorosteita sintió un temblor en todo su cuerpo. Se le enchino la piel. Sintió una especie de mareo y una emoción muy grande invadió su alma. Levanto su rifle y de su pecho salió un grito que jamás se hubiera imaginado que saldría, un grito que había escuchado muchas veces entres sus huestes, un grito que lo sintió más que si una bala hubiera roto su pecho, un grito que hizo temblar de miedo a los federales que defendían el pueblo de Juchipila Zacatecas.

__ ¡Viva Cristo Rey y la Santísima Virgen de Guadalupe!

Emocionados los cristeros que lo acompañaban le contestaron el grito

__ ¡Viva! __ Y corrieron tras él que en ese momento se ponía al parejo de Trinidad Bañuelos y así, mientras uno tumbaba soldados de la torre de la iglesia, el otro disparaba sobre los soldados que manejaban la ametralladora.

Menos de una hora duró la batalla en la que murieron 159 soldados e hicieron prisioneros cuarenta más.

Gorosteita ordenaba como cargar las ametralladoras en una mula, cuando se le acercó Trinidad.

__ Me debe un dinero amigo.

__ Si claro Trinidad, bien ganado __ Le entregó una bolsa con monedas de oro __ Vente conmigo Trinidad, te necesito en esta guerra. Pronto la vamos a ganar.

__ No general, yo debo quedarme aquí. Aquí está mi tierra, mis dominios, mi vida, aquí pronto será mi muerte.

Y sin decir más se dio la media vuelta. Lanzó un silbido y se escuchó el galope de su caballo negro. Lo montó y sin despedirse se dirigió a El Remolino. Apenas hubo caminado unos metros cuando Gorosteita lo llamó.

__ Trinidad ¡Viva Cristo Rey!

__ Bueno, pero mejor, ¡viva mi madrina! __ Espoleó su caballo y desapareció en una nube de polvo.


Gorosteita luchó por la fe de Cristo, porque la sintió y se hizo a ella inspirado precisamente por la fe de sus soldados. El vaticano, La liga, el gobierno americano y Calles en conjunto con el títere que puso como presidente Portes Gil, hicieron un tratado para lograr la paz, prometiendo la amnistía para todos los cristeros. Gorosteita no les creyó y siguió en su lucha, pero fue traicionado por un miembro de La Liga y en Junio de 1929 fue entregado a los federales, en el poblado de Atotonilco, Jalisco, que llegaron y lo acribillaron. Diecinueve días después fue firmado el armisticio, pero Calles no respeto el tratado y mando fusilara a muchos cristeros que entregaron las armas. Así ha sido siempre, el gobierno ha sido un traidor.

Sin embargo luego de esa lucha, se fortalecieron los agraristas y en Remolino consiguieron que se repartieran las tierras y se volvió un ejido donde muchos remolínense consiguieron sus parcelas y muchos sus cuamiles propios, pero esa…esa es otra historia.


©FRANCISCO RODRÍGUEZ  LÓPEZ