Una fiesta con más cohetes que en el Remolino, era la que se
celebraba el cinco de mayo, en lo que fue conocida como LA CRUZ DE PLATOS, en
la mesa de las mulas. Y precisamente ahí fue donde se vivió una historia de
amor desesperado.
La Cruz de platos, fue una de tantas que instalara en sus tiempos
el fraile Bernabé. Pero lo interesante de su historia, no eran sus
cohetes, sus danzas ni siquiera su fiesta, sino como fue y porque se adornó
aquella cruz, con un templete de cal y canto con platos de talavera incrustados
en la mezcla.
En aquel tiempo, don Gonzalo Gutiérrez era dueño de muchas de las
tierras bajas en el valle al sur de Juchipila. Un verdadero cacique,
enriquecido por el sudor y trabajo de los muchos peones que tenía a su
servicio, amigo personal de presidentes y generales, no le temblaba la voz para
dar órdenes si tenía que mandar matar a algún enemigo.
Hombre de negocios, tuvo la visión de plantar caña, en las
tierras que rodeaban El Remolino. Pero no era posible subir el agua desde el
rio así que se le ocurrió hacer una presa para capturar el agua del arroyo de Amoxóchitl.
Encontró el lugar exacto, con un buen vaso para llenar la presa,
precisamente cerca de donde estaba una de las cruces de Bernabé en lo alto de
la mesa de las mulas, porque en aquellos tiempos nacía ahí, a un lado del cauce
del arroyo, un caudaloso manantial.
Contrato a mucha gente y se puso en accion, incluso para estar al
pendiente de la obra, mando hacer una pequeña hacienda a un lado de la presa y
no estar alejado de la construcción.
Estaba casado con Soledad Carrillo, una mujer muy hermosa,
cuarenta años más joven que él. De andar garboso y figura elegante. Su pelo
rubio adornaba aquella tez fina de ojos verdes y labios carnosos, siempre
sonrientes. Algunos hombres que tuvieron la suerte de mirarla alguna vez
bañarse desnuda en el arroyo, decían que jamás habían visto algo tan perfecto.
Don Gonzalo y Soledad, no tenían hijos, incluso se
rumoraba que la mujer aun después de tres años de matrimonio seguía siendo
virgen, pues el hombre por su edad, jamás había cumplido con su deber marital.
Se escavaron los enormes cimientos, la construcción debería de ser
muy fuerte, quince metros seria la altura de la cortina y por lo menos, tres de
ancho en el centro de la presa.
Precisamente para trabajar en la construcción de la presa, fue que
llegó a la pequeña hacienda Luciano Haro.
Luciano era un vecino de El Remolino. “El prieto” le
apodaban porque era muy moreno, de altura fuera de lo común y una fuerza
enorme. Cuentan que en una ocasión, sembrando en El Moral, una de las mulas no
se dejaba uncir para empezar a arar y esta le dio una patada, Luciano de coraje
le dio un puñetazo en la cabeza y la mató, luego se la echo a los hombros y
bajo con ella hasta Atemajac para destazarla y repartir la carne. Así de fuerte
era. Pero lo que más lo distinguía, era una verruga que tenía a un lado de la
nariz, por lo que el mismo se mofaba diciendo que era el hombre más feo del
mundo.
Fue contratado como uno de los peones de albañil de la
presa y ahí aprendió a esculpir las piedras de cantera para hacer las
compuertas y donde se requería.
Luciano fue uno de los afortunados que mirara en una ocasión
bañarse desnuda a la esposa del patrón.
Era el mes de abril. Uno de esos años que curiosamente entra el
calor temprano.
Ya casi para anochecer era la hora que se dejaba de trabajar
en la presa. Inmediatamente la mayoría de los trabajadores regresaban a sus
hogares, ya fuera en Juchipila, Amoxóchitl, El Zapote o El Remolino.
Luciano era uno de los más preocupados por regresar pronto, pues
ya se acercaba el tres de mayo y él era uno de los participantes en la danza de
El Remolino. Volvía diariamente corriendo y por esa razón sufría de
sed en su regreso, así que aquella tarde decidió llenar su guaje de agua en el
venero antes de irse.
Al dar vuelta al recodo en donde estaba aquel surtidor, se quedó
pasmado. Soledad sin un solo trapo que cubriera su cuerpo, de pie y a
espaldas de él se echaba una jícara de agua. El agua empapó su largo pelo
y se pegó a su espalda pero no logro cubrir todas sus redondeces. Luciano
sintió un escalofrió y su instinto de hombre hizo que reaccionara su cuerpo
inmediatamente. Se quedó estático, una voz interna le decía que tenía que irse,
era la mujer del patrón y sabía que estaba en peligro por estar ahí, pero por
otra parte, no podía dejar de ver aquella belleza. Dio unos pasos para mirarla
mejor, entonces ella lo escuchó y se dio la vuelta. Quiso gritar asustada, pero
su garganta se negó a emitir sonido alguno y lo único que hizo fue
sentarse en cuclillas tapando con sus manos lo más que podía de su anatomía
desnuda.
__ ¡Vallase! __ Ordenó asustada
Ella con una seña le indico que se podía acercar y llenar su
guaje. El llego hasta donde salía el chorro del paredón y puso su guaje para
que se llenara del chorro, pero sin dejar de ver a la mujer, esta, por más que
intentara taparse con sus manos y rodillas, no podía evitar que se mirara mucho
de sus enormes y blancos pechos. Luciano sentía que ardía su cuerpo. Temblaba
por el deseo. Antes de incorporarse tomo la jícara con la que ella se banaba y
la lleno de agua, se puso de pie y la vacío en su cabeza. El agua fría recorrió
su caliente cuerpo y mojo sus ropas. El calzón de manta que usaba, por la
humedad se volvió transparente y Soledad pudo contemplar frente a sus ojos,
aquella monstruosidad que por la erección que sufría, casi rompía la tela del
calzón. Por primera vez en su vida miraba algo así. Sintió unas ganas enormes
de levantar sus manos y tocarlo, sentirlo, gozarlo… una vez al menos en su
vida, sentirse mujer.
La visión duró algunos segundos. Luciano hizo un esfuerzo supremo,
soltó la jícara, se dio media vuelta y corrió con todas sus fuerzas arroyo
abajo hasta llegar a El Remolino. Esa noche danzó en el ensayo con tantos
ímpetus, que nadie imaginaria que había trabajado catorce horas acarreando
piedras para la construcción de la presa.
Otro día al llegar Luciano a la presa se llevó una sorpresa, don
Gonzalo lo mandaba llamar, que fuera a la casa grande. La incertidumbre lo
acosó. ¿Acaso la mujer lo habría acusado? Con miedo acudió inmediatamente.
En el patio de la casona estaba Soledad tirándole maíz molido a
los pollos. Ella lo miro en la puerta y sintió un rubor y un escalofrió en todo
su cuerpo. No había podido conciliar el sueño en toda la noche, el recuerdo de
lo que había bajo aquel calzón húmedo y el calor no la habían dejado dormir. El
sintió el mismo escalofrió y rubor. Ella no pudo evitar sonreírle y Luciano se
tranquilizó…no, ella no lo había acusado. Ella le sonreía y eso hizo que le
aumentara el rubor, pero al mismo tiempo sintió una extraña emoción. Se quitó
su sombrero y tomándolo con ambas manos pregunto por el patrón.
__ ¡Gonzalo! __ Grito ella __ ¡Aquí te buscan!
El viejo patrón salió del cuarterón que usaba de oficina y le dijo
en tono imperativo.
__ Mira muchacho, como tú eres el canterero, quiero que traigas
unos pedazos de cantera y me hagas unas tinajas para darle sal a mis vacas. Si
no quieres trabajar allá entre el gentío de la presa, tráete las piedras y tus
fierros y ponte a trabajar ahí, debajo de esos mezquites. Las quiero pronto.
Unas cuatro o cinco tinajas. Así que ándale, que esperas, ve por tus
piedras. A mí no me gusta ver la gente de huevona.
__ Como usted mande patrón.
Pronto regresó con una enorme piedra en su espalda, y sin más,
empezó su tarea de hacer las tinajas. Sintiendo una felicidad enorme, pues eso
le daba oportunidad de estar viendo a aquella mujer. Curiosamente desde ese
momento, a ella, también se le ofrecía mucho estar en el patio, o en la puerta
de la cocina, desde donde contemplaba todo el panorama donde Luciano estaba
trabajando.
Y se inició aquel proceso de miradas furtivas. Ella con aquella mirar
de ojos verdes que el comparaba con la profundidad de uno de los charcos del
rio. Luciano con aquellos ojos negros, en un rostro feo, pero lleno de ternura.
De esa manera, sin que ni uno ni el otro pudiera evitarlo, les fue naciendo un
amor enorme e imposible. No existían las palabras, pero cada vez que se
miraban, se decían mucho, mucho.
En el mes de mayo se celebraban en muchas de las rancherías
de la comarca Juchipilense, las festividades a la Santa Cruz. La primera
de aquellas fiestas era el tres de mayo, y se llevaba a cabo en El Remolino,
luego se iban turnando los ranchos aledaños y así, durante todo el mes se
escuchaban cuetes y se le rendía pleitesía al instrumento de tormento donde
fuera muerto Cristo nuestro señor.
Aquel año, desde el día dos de mayo se suspendieron
los trabajos en la presa, pues muchos de los trabajadores avecinados en El
Remolino eran danzantes y los demás trabajadores eran devotos de la Cruz
y no se perdían la fiesta.
Dos de mayo víspera, víspera de la celebración, la primera
peregrinación, llevaban la crucita desde el barrio abajo hasta la iglesia y
otro día por la madrugada, desde el barrio arriba a la iglesia. Se
escuchaban cohetes, música de viento, la chirimía...se avanzaba lento, pues
muchas personas hacían el recorrido de rodillas, supuestamente para pagar el
favor de algún milagro, aunque después tuvieran que hacer otra promesa para que
se les curaran las llagas que se les hacían por caminar hincados.
Era una fiesta muy alegre. Bajaba mucha gente de las rancherías,
había vendimia de comida, artesanías, golosinas, etc., etc.
Gonzalo Gutiérrez y su esposa Soledad, llegaron a la plaza de El
Remolino. Mucha gente los saludaba, eran personas de respeto. Pronto les
acercaron sendas sillas para que disfrutaran de la danza. El hombre iba con la
intensión de mirar cómo se estaban dando las cosas en aquella primera
celebración de las muchas que habría, la siguiente, el día cinco de mayo
seria en los llanos de su rancho. Iba como espía, pues aquel año tena
planeado que su fiesta fuera la más sonada de la comarca. De repente escuchó a
alguien que le hablaba.
__ ¿Cómo la ves Gonzalo? Tenemos la banda de Juchipila. Este año
ni cuando vayas a ganarnos a los de El Remolino con tu fiestilla pasado mañana.
Gonzalo volteó, era Reginaldo Horta, uno de sus mejores amigos,
aunque siempre que se encontraban había buenas alegatos.
__ No Reginaldo, nomás vengo a ver lo triste de su fiesta, pues la
mera buena va a ser la que voy a celebrar en mi rancho.
__ Eso lo vamos a ver.
__ Si no me crees, acompáñame, quiero hablar con el cuetero nomas
para comprarle el doble de cuetes de los que ha tirado aquí. Vente, acompáñame…
Ahorita vengo __Le dijo a su esposa.
Ella asintió emocionada, pues en ese momento se preparaban los
danzantes a ejecutar un son, y con júbilo miro que quien encabezaba la
danza, era ni más ni menos que el causante de sus amores.
Ahí si se pudieron mirar a gusto y sin temores, el, cada vez que
daba una vuelta, ella en todo momento.
Por cuestión de la secuencia de la danza, en un momento dado
Luciano quedo precisamente frente a ella ejecutando sus pasos. No dejaba de
verla. Estaban a escaso medio metro de distancia y Soledad de manera coqueta
cerro y abrió los ojos. En aquella seña el entendió perfectamente las palabras
que estaban en la mente de ella…Te amo Luciano, te amo profundamente.
Ahí, entre el gentío que estaba de pie mirando la danza,
hubo alguien que descubrió aquellas miradas y dedujo aquel código de amor.
Desde ese momento se dedicó a observarlos, si, no cabía duda, Luciano y la
patrona tenían un secreto.
Mientras tanto, en la plaza de El Remolino, Gonzalo ese día
acompañado de Reginaldo Horta y haciendo un gran derroche de dinero, contrato
bandas, chirimía, coheteros, birrieros, tortilleras, invito a los comerciantes
a que fueran a su fiesta a vender, finalmente y para alegría de su
esposa, contrato a la danza para que le bailaran a su cruz, todo el día cinco
descansando lo menos posible. Luego a voces invito a toda la gente para
que no se perdieran la gran fiesta en honor a la cruz que estaba en la Meza de
las Mulas, a un lado del camino que va para Amoxóchitl.
Se llegó el día cinco. Muy en la madrugada se escuchó la primera
ristra de cuetes. El violín indicó que se iniciaba la danza y alumbrada por
grandes teas de ocote, empezó la fiesta a la Santa Cruz en la Meza de las
Mulas.
Amanecido se le dio desayuno a toda la gente, incluyendo los
danzantes. La dueña de la casa era quien organizaba la repartición ordenándoles
a las sirvientas. Luciano estaba muy bien atendido.
De repente Matiana Haro, hermana del padre de Luciano, se
acerco a su sobrino y le dijo.
__ Ten cuidado hijo, una sola mirada que no le guste al patrón, y
te manda matar. Yo lo conozco.
__ No sé de qué habla tía.
__ Bien que lo sabes bribón, no dejas de mirar a la patrona y ni
ella tampoco a ti. Esas miradas las note desde la fiesta de El Remolino. Ni
modo que me lo niegues. Dime hijo ¿Te gusta?
Luciano se sintió descubierto, se puso rojo de vergüenza. Por un
momento pensó en negarlo por su timidez, y al mismo tiempo miedo. Pero
quien lo cuestionaba era su tía, alguien que no le haría daño ni
descubriría su secreto. Eso le dio la suficiente confianza para que el se
confesara.
Volteo para todos lados y se cercioró que nadie lo escuchara. De
reojo miro a Soledad que no paraba atendiendo a la gente. Sus miradas
coincidieron una vez mas y Luciano le respondió a su tía en voz baja.
__ La quiero tía, la quiero con toda mi alma, pero yo sé que es un
imposible para mí__ Se agacho y lanzo un triste suspiro.
__ No mijo __ le dijo ella consoladora tomándolo del mentón,
obligándolo a levantar la cara __En el amor no hay imposibles. Por amor, la más
decente se vuelve una puta o una puta se vuelve la más decente. ¿Te
gustaría tenerla entres tus brazos?
__Ay tía. No pienso en otra cosa. La sueño todas las noches, la
traigo en mi pensamiento todo el día, hasta creo que me estoy volviendo loco.
Me duele saber que eso que usted me dice nunca va a pasar.
Matiana soltó una carcajada por el dramatismo de su sobrino. Luego
le dijo consoladora.
__Hoy en la noche esa mujer va a ser tuya, de eso yo me
encargo.
Su sobrino la miro intrigado, ella continuo.
__ Lo único que te voy a pedir, es que ya no tomes trago. Ya vi
que te empinaste la botella de mezcal, que sea tu último trago, ahora toma
agua, solo agua.
__ Pero tía… ¿Cómo le vas a hacer?
__ Tu no preguntes nada… ya ves que la gente dice que soy bruja.
Sabes una cosa sobrino…si soy bruja y hoy quedará demostrado el gran poder de
la bruja Matiana.
Se alejo dejando escuchar su carcajada…Luciano se quedo meditando
emocionado. Si, se decía que su tía era una bruja ¿pero, seria verdad lo que le
había prometido? Aquella noche Soledad en sus brazos. Un compañero danzante lo
saco de sus pensamiento al acercarse y ofrecerle una botella de mezcal, su
amigo se sorprendió porque Luciano rechazo su invitación.
La fiesta en verdad era una total algarabía. No paraban los
cuetes. Aquel llano donde estaba la cruz se vio colmado de gente durante todo
el día.
Ya pardeaba la tarde cuando matiana, con un burro cargado con dos
cantaros en unas árgenas, empezó a repartir a todos los adultos agüita de limón
o de Jamaica, según fuera su preferencia, pero advirtiéndoles que tenia
“Piquetito” así llegó hasta donde estaba el patrón platicando con Reginaldo
Horta.
__ Andeles patrones__ Les dijo __ Prueben esto que es bebida de la
que toman los mismitos angelitos.
__ No Matiana __ Le respondió Reginaldo desconfiado, conociendo
las dotes de bruja que se le conocían__ yo no bebo.
__ Usted patrón Gonzalo, vea lo que es bueno. Usted que si es
hombre, no como este zacatón. Esta es bebida para hombres de verdad.
Gonzalo tampoco bebía, pero con tal de humillar a Reginaldo acepto
el jarrito que Matiana le ofrecía.
__ A ver Matiana, a ver, dame un poco para probarlo.
En verdad aquel elixir estaba delicioso. El patrón del lugar
sintió como traspasaba su paladar y casi de inmediato se sintió eufórico.
__ ¡A chinga! Croque si esta bueno, a ver, dame tantito mas.
En esa ocasión le lleno el jarro, espero a que se lo terminara
para volvérselo a llenar, luego siguió con sus cantaros repartiéndole a toda la
concurrencia.
Una hora más tarde era una euforia total. Todo los adultos
bailaban y gritaban, los músicos tocaban sin ton ni son y los danzantes no
paraban de saltar frente a la cruz. Los niños lloraban asustados mirando la
locura de sus padres. Matiana sonreía satisfecha. Pronto hubo oscuridad total
porque era una noche sin luna, entonces busco a su sobrino que ya no danzaba
porque ninguno de sus compañeros le hacía caso ni seguían el ritmo.
Matiana también le dio un jarrito
__ Toma hijo, bébete esto.
__ No tía, yo no voy a beber de eso, ¿Qué fue lo que
le dio a la gente? Mire cómo andan. Hombres y mujeres están locos. Se van
a morir.
__ No hijo, no te preocupes, no les pasa nada. En un rato mas se
van a dormir y mañana no van a recordar nada. Y esto que te estoy dando a ti,
es algo que te va a servir para que no le falles a la patrona. Vente, vamos a
buscarla. También le tengo que dar unas instrucciones.
Llegaron hasta donde estaba Soledad, asustada porque su esposo a
pesar de estar tan viejo no paraba de bailar.
Matiana la tomo de una mano y ante mucha resistencia hizo que
tomara la de su sobrino, como se atrevía Matiana a aquello, ahí estaba su
marido.
__ Patrona __ Le dijo __ No tenga miedo. El patrón ahorita
no mira ni sabe nada. El está en otro mundo y la demás gente también. Los tengo
embrujados.
Aun con recelo Soledad tomó la mano de Luciano, por primera vez
pudo tocar su piel y sintió una emoción indescriptible. Matiana siguió
hablando.
__ Mire patrona, yo se que ustedes se quieren mucho. Que se
desean. Esta es una oportunidad única para que se quieran como Dios manda. Métanse
a su cuarto y hagan lo que tienen que hacer. No se preocupen, nadie los mira,
nadie los nota. Tienen toda la noche para hacer lo que quieran. Ya en la
madrugada yo los voy a interrumpir porque habrá que meter al patrón a su cama,
entonces le voy a dar instrucciones a usted patrona, para que no pase nada.
Los enamorados se miraron emocionados. Soledad no dijo nada. Tomo
una decisión al instante confiando en las palabras de Matiana. Si era verdad
que su esposo no se daba cuenta de nada, era una oportunidad única, así que
apretó con mucha fuerza la mano de Luciano y lo llevo corriendo al cuarto,
tal y como se los indicaba Matiana. Ella se sentó en una de las piletas que esculpía
su sobrino para estarlos cuidando cuando escuchó una voz a sus espaldas.
__ ¿Qué diablura hiciste bruja Matiana?
Asustada se incorporo y se encontró en la oscuridad con el
rostro de Reginaldo Horta que a pesar de lo negro de la noche, notaba su mirada
acusadora.
__ Nada…nada…el patrón se emborracho y yo lo estoy cuidando.
__No seas mentirosa Matiana. Apoco crees que soy tarugo. Te he
estado espiando. Ya vi como metiste a Luciano junto con Soledad al cuarto.
Quiero ver que están haciendo.
__Ni se te ocurra asomarte Reginaldo. Para eso estoy yo aquí, para
cuidarlos.
Reginaldo sonrió. Saco sus enseres para liar un cigarro de
hoja. Luego volteo a ver fijamente a Matiana y dijo.
__Yo también quiero estar con Soledad, Matiana. A ver cómo le
haces, pero o me la consigues también a mí, o mañana truena el cuete.
Matiana se quedo pensando unos segundos. Aquella era una amenaza
muy directa. Sabía que si Reginaldo hablaba, no solo su sobrino estaría en
peligro, sino también ella. Luego de aquellos instantes respondió.
__ Esta bueno Reginaldo Horta, pero tendrás que esperar a que se
sirva mi sobrino, luego seguirás tu. Va a tardar eso si te lo advierto.
Es que le di un remedio para que no tenga llenadera en toda la noche.
__Esta bueno Matiana. Total, el sol sale hasta que se va la noche,
y por lo que veo __Señaló a Gonzalo __este va pa largo.
Pasada la media noche llego la quietud al llano. Todos los hombres
que bebieron del elixir de Matiana dormían profundamente. Solamente en el
cuarto donde estaban Luciano y soledad se escuchaban los amorosos sonidos tan
conocidos. Matiana no le hubiera gustado molestarlos, sin embargo por
insistencia de Reginaldo se tuvo que acercar al cuarto y abriendo levemente la
puerta llamo a su sobrino.
__ Ya Luciano __ Le dijo __ Te tienes que ir inmediatamente para
El Remolino, no tarda en despertar el patrón.
Luciano se incorporo de la cama y se vistió apresuradamente.
Salió.
__ Vete hijo __ Le ordenó Matiana __ Ya mañana vente como si no
hubiera pasado nada. Pero ahora apúrate, vete corriendo para tu casa.
El muchacho obedeció, Matiana se alegró de que así fuera. Lo que
seguía era una aberración y sabia que si su sobrino se enteraba que otro hombre
iba a estar con Soledad, iba a sufrir mucho. Luciano no estaba para
desobedecerá su tía y tal como se lo ordeno ella se fue a toda prisa. Una vez
que se perdió en la oscuridad, Matiana entro al cuarto seguida de Reginaldo y
le dijo a Soledad.
__Me da mucha pena patrona. Pero aquí este hombre sabe el secreto
y también le va a hacer el favor, o si no, mañana estamos todos muertos.
Por un momento se negó, como después de haber gozado del amor de
su vida, ahora seria de otro hombre que ni siquiera conocía bien. Pero Matiana
siguió argumentando que si aquel hombre hablaba, estarían muertos, ellas
dos y Luciano. Imaginar al hombre que la hizo feliz tantas veces aquella noche
no lo pudo soportar y no le quedo mas remedio a Soledad que aceptar a aquel
hombre también, pero ya lo hizo sin amor, sino con una repulsión tremenda, para
poderlo soportar, tuvo que imaginar que era Luciano quien seguía con ella. Para
su fortuna Reginaldo por ser ya un hombre viejo, solo pudo servirse una vez.
Salió muy sonriente, triunfante. Luego por orden de Matiana,
llevaron el cuerpo inerte de Gonzalo hasta su cama, entre los tres lo
desnudaron. Luego la bruja le dio varios consejos a Soledad.
__ Mira mujer, levántalo tantito para darle de esta agüita, con
esto le va a amanecer el pirrin bien templado, es necesario que crea que le
volvió su hombría, no te apures, no le va a durar mucho. Trépate y así amanece
abrazada de él. Embárralo de todo. Cuando despierte que piense que él fue
el que estuvo contigo. Hazle creer que cumplió como hombre. Esto nomas
por aquello de que después de lo que hiciste esta noche. No vaya a ser que haya
consecuencias.
Clareaba el día cuando todos los hombres empezaron a despertar. Se
sentían muy descansados, sin resaca, como si no hubieran bebido nada.
Así despertó Gonzalo, se extraño al sentir el cuerpo desnudo de su
esposa junto al de él. La movió para despertarla y le preguntó:
__ ¿Qué pasó?
Ella sonriente lo miró y
respondió.
__Ay, como si no supiera. Hasta me da vergüenza de tantas cosas
que me hizo. Yo no sé que tenía anoche que parecía un burro enojado. Me hizo
usted tan feliz. Déjeme levantarme para ordenar que le hagan de almorzar,
bien merecido se lo tiene.
Gonzalo estaba sorprendido ¿Qué habría pasado? Lo que fuera debió
haber sido bueno. Su mujer estaba feliz. Lamentablemente no recordaba nada,
absolutamente nada.
Muy temprano volvió Luciano. Su amor se había incrementado. Tenía
una necesidad enorme de mirar a su amada. Se sentía desesperado. Llegó a la
hacienda y tomando sus herramientas empezó a trabajar en las tinajas. Casi al
instante salió Soledad de la cocina y se miraron mutuamente. Entonces Matiana
se interpuso entre ellos y camino lentamente hasta con su sobrino y le dijo.
__ Vale más que te aplaques Luciano. Ya lograste tu capricho.
Aunque no lo parezca el patrón va a estar muy desconfiado. Cualquier mirada que
les descubra y Dios nos ampare.
__ Tía, estoy bien amolado. Después de haberla sentido en mis
brazos, no la puedo quitar de mi cabeza. Es lo más bonito que pueda haber en el
mundo. La quiero con toda mi alma. Nomás voy a vivir, para volverla a tener,
para contemplarla, para amarla.
__ Pos no mijo, estas bien jodido. Eso ya no va a poder ser. Confórmate
con lo afortunado que fuiste una vez…ámala, pero en total silencio. Date prisa
de terminar las tinajas y vuelve a la presa. Pero ya no voltees a verla. Es muy
peligroso, lo mismo le voy a decir a la patrona, así tiene que ser. Amor ajeno,
es amor sufrido.
Luciano entendió perfectamente el consejo de Matiana. Miró de
reojo que el patrón entraba al patio. Ya no se atrevió a ver a Soledad. Se
agacho para seguir golpeando con el cincel la piedra, la cual fue humedecida
por una lagrima de resignación, dolor y amor.
Como si Matiana hubiera sido adivina, los encuentros amorosos que
tuvo Soledad aquella noche del cinco de mayo, si hubo consecuencia.
Gonzalo estaba feliz. Un hijo, por fin un hijo, su primer hijo.
Aunque en su mente rondaba la duda. Por más que intentaba recordar no había una
sola imagen en su memoria de lo que paso aquella noche. Seguía sin funcionar su
hombría y por eso la duda.
Reginaldo también supo la noticia y busco a Matiana ya cuando el
estomago de Soledad empezaba a abultarse.
__ ¿Oye Matiana? Dame razón ¿Tú crees que eso que trae Soledad en
la panza sea de Gonzalo?
__ Claro que no Reginaldo, eso que trae la patrona, es tuyo o de
Luciano.
__ ¿A qué caray…crees que vaya a haber pedo?
__ Todo depende. Si la cría sale güerita como la patrona. Ni en
cuenta el patrón. Uno más como ha de haber tanto en el mundo, si sale con tus
ojos azules, ten cuidado Reginaldo Horta, el patrón anda desconfiado y puede
sospechar, pero como tú eres blanco igual que ellos, a la nada se la traga, o
igual te manda matar. Pero, si sale prieto, entonces sí, va a caer tizne de la
chimenea, se van a poner los huaraches a dos reales. No sé que vaya a pasar,
pero algo va a pasar y será cosa fea. Por lo pronto Reginaldo Horta, pídele a
Dios que no salga con los ojos azules, o arrepiéntete por andar de
calenturiento.
__ A que la caraja, a que la caraja __ Y se alejó aquel hombre muy
pensativo.
Al igual que el estomago de Soledad, la presa seguía creciendo
rápidamente. Por el mes de enero ya casi estaba terminada. Fue una tarde de ese
mes que precisamente el jefe de albañiles habló muy seriamente con el patrón.
__ Oiga patrón. A ver cómo le hacemos o a ver como la ve, pero ya
casi vamos a terminar la presa y falta algo muy importante.
__ A ver…dime
__ Pos usted sabe que esta no es la primer presa que hago. Ya hice
otra en Valparaíso y trabajé en otras dos en Jalisco, y pos, en aquellas
hicimos algo que a mucha gente no le gusta.
__ ¿Que es pues? dime de una vez
__ Pos que tenemos que emparedar uno o dos niños vivos en la
presa. Así se usa, así tiene que ser.
__ ¡Ah chinga! ¿Y eso?
__ Pos se ocupa…son muy importantes. Si no hay niños para
emparedar yo no le sigo.
__Y cuál es la preocupación. Aquí está lleno de crías. Agarra dos
y san se acabó.
__ Que no lo ha notado patrón. Ya no hay ni un niño
siquiera. la gente ya supo que eso vamos a hacer y se los llevaron de
aquí, los tienen escondidos. En las rancherías están bien alertas. Va a estar
peliagudo patrón. A nadie le gusta que le empareden a un hijo en una
presa.
__ Pos no le pongas nada y san se acabo.
__ Uh no patrón, eso sí que no, que no le digo que es muy
importante.
__ ¿Importante pa que?
__ Es que si algún día la presa se va a reventar. Los muertitos
empiezan a llorar y así se previene la gente, que no lo agarre la inundación
pues, o para reparar la presa si es posible. Es muy importante ponerle aunque sea
uno patrón, muy importante, aunque sea uno.
__ A que caray, y ¿Qué hacemos pues?
__ Pos habrá que irnos a Yahualica o a Nochistlán a ver si nos
podemos robar algunos, entre más chicos mejor.
__ A que caray, a que caray… pos a ver qué hacemos.
Una tarde, bajaban unos arrieros que venían de Nochistlán. Era muy
común que se detuvieran en el llano para pasar la noche. Bajaban sus burros a
beber agua del manantial y a ofrecer de la mercancía que traían cambiándola por
huevos y gallinas.
En aquella ocasión una sirvienta busco afanosamente a Soledad para
platicarle.
__ Ay patrona, viera que chula talavera traen los arrieros ahora.
Venga para que la vea, le va a gustar.
La sirvienta tuvo razón. Soledad se obsesiono con aquella cerámica
y fue a rogarle a su marido para que le comprara dos rejas de aquellos platos
tan hermosamente decorados.
__ Tas loca Soledad, ¿Pa que quieres platos finos en este rancho?
Espérate a que volvamos a Juchipila. Allá te compro toda la loza que quieras.
Pero ella caprichosa como era, le ordenó a los sirvientes que
juntaran todos los huevos que pudieran, agarraran todos los gallos y guajolotes
machos y se los llevaran a los arrieros para hacer trato por talavera. Alcanzo
a comprar tres rejas de aquella fina loza.
Gonzalo hizo una rabieta tremenda por el capricho de su esposa y
no dejó que sacaran los platos de sus cajas, eso, anunció, se usaría hasta que
estuvieran en Juchipila. Soledad estaba feliz, sabía que ya que se le pasara el
coraje a su marido la dejaría usar esa loza donde fuera.
Llego el momento del parto. Matiana estaba al pendiente. Era la
partera y por tanto muy indispensable. Bajo hasta donde se ultimaban los
detalles de la presa y llamo a su sobrino aparte.
__ Hijo, hoy se descubre todo el misterio __Le dijo en voz baja __
Hoy truena el cuete.
__ ¿Cómo esta Soledad tía?
__ Ya trae los dolores. Todavía va a tardar unas horas para que
nazca el crio. Debes estar atento a mi señal. Ponte listo y entiéndeme… en
cuanto nazca voy a salir. Voy a llevar una olla con agua, si miras que el agua
la tiro en el patio, no hay pedo, la cría salió güerita, pero si miras que tiro
la olla a las piedras, entonces corre hijo, corre lo mas que puedas, vete a Nochistlán
y de ahí pa donde quieras, pero vete lejos, muy lejos y no regreses nunca.
__ ¿Por qué tía?
__ A que pregunta tan mensa. Corre porque esa cría es tuya y el
patrón lo va a notar, entonces tu vida no va a valer lo que vale un grano de
maíz. Ya te digo, vete al patio y ponte listo. Si salgo con la olla y la quebró
en las piedras, huye, huye.
__ ¿Y qué va a pasar con Soledad?
__ No te preocupes por ella, preocúpate por ti.
Las horas pasaron lentamente. Al anochecer se dejo de trabajar.
Luciano no regreso a su casa, se quedo escondido entre los mezquites. Adentro
de la casa grande se escuchaban los gritos de Soledad, el se sentía
desesperado.
El patrón en el patio no paraba de fumar. A la media noche se escuchó
el llanto del recién nacido. Gonzalo se precipito al cuarto. Luciano a lo lejos
solo observaba. De pronto miro salir a su tía con una olla en la mano. Hasta
donde él estaba llegó el estruendo cuando con violencia Matiana estrelló la
olla en las piedras. Huye, huye, había sido la orden, pero Luciano no la obedeció.
Protegido por las sombras corrió al cuarto donde habían nacido su hijo y llego
a la parte trasera. Se paro junto a la ventana y por un hoyo en la madera pudo
ver la escena. El patrón sin consideración tenia al niño tomado de un bracito y
lo observaba a la luz de diez lámparas de petróleo que alumbraban la estancia.
Matiana estaba a su lado muy asustada. No podía ver a Soledad y eso lo
desesperaba.
__ ¡Al tinajero! ¡Este maldito crio es del tinajero!
Entonces Luciano se fijo en el recién nacido y comprendió porque
lo decía el patrón. Era prieto como él, grandote, peso más de cinco kilos al
nacer, pero la prueba principal de la sospecha de su paternidad, era aquella
verruga a un lado de su nariz, exactamente como él la tenía. Sin consideración
alguna arrojó al niño a la cama donde estaba Soledad y luego gritó ordenando.
__ ¡Román! ¡Román! ¡Llamen a Román!
Pronto entro al cuarto aquel fiel pistolero y recibió sus órdenes.
__ ¡Vete al Remolino y búscame al tinajero! No sé cómo se llama,
pero le dice tía a ésta __ Señaló a Matiana __ Me lo traes bien amarrado y a
punta de latigazos. También manda a alguien a Juchipila por Santiago el
albañil. También me lo traen, le dicen que es urgente que se venga, que ya le
tengo su encargo y tiene que ser antes de que amanezca. Pero antes de que te vayas,
agarra a esta vieja bruja y amárrala de un mezquite, amárrala fuerte, que no se
vaya a escapar. ¡Pero ya! Y cuidado que se les escape el tinajero, con tu vida
me respondes. Lo quiero vivo, a ese lo voy a capar yo mismo.
Luciano se estremeció ante la amenaza. Lo iban a ir a buscar al
Remolino. Tenía tiempo para escaparse. ¿Pero y su tía? ¿Y su hijo? ¿ Y Soledad?
Se retiró de la ventana y escudado por las sombras miró los preparativos de los
pistoleros. El llamado Román tenía el temido látigo en sus manos. Luciano
sintió miedo. Si lo atrapaban aquel instrumento iba a destrozar sus carnes. Román
no tenia consideración alguna, ya antes lo había visto usarlo y las victimas
quedaban tendidas en su propia sangre.
“Ya volveré por Soledad y por mi hijo” pensó y poco a poco, con un
gran dolor en su alma y entendiendo que si se quedaba las llevaba de perder, se
fue alejando protegido por las sombras de la noche llevándose el consuelo de su
propia promesa, algún día regresar por ellos. Sin nadie a quien castigar al
patrón pronto se le pasaría el enfado y no iba a pasar nada.
Si se hubiera quedado sabría que estaba muy equivocado. Matiana
sin consideración alguna fue atada fuertemente al tronco de un mezquite. El
patrón impaciente espero a que llegara el maestro albañil. Adentro del cuarto
se escuchaba llorar a Soledad que amorosa amamantaba a su pequeño.
Aun estaba oscuro cuando llegaron con el albañil.
__ ¿Qué paso patrón? ¿Cuál es la urgencia?
__ Que ya te tengo tu encargo, pero tienes que trabajar antes que
amanezca. Ahorita te traigo lo que necesitas.
Entró a la estancia donde estaban madre e hijo y sin consideración
tomo al niño de un piecito y lo levantó en vilo. Soledad alcanzo a abrazarlo
del pechito y gritó asustada.
__ ¡No Gonzalo! ¡Deja a mi hijo!
Gonzalo aunque era un hombre viejo era muy fuerte y sin
consideración alguna, con la mano libre le dio un puñetazo en la boca, que para
fortuna de la mujer la dejo desmayada y así, con el crio tomado por el pie
salió con él a lo frio de la noche y se lo entregó al albañil.
__ Toma, ahí está tu encargo. Pero hazlo antes que amanezca.
__ Pero…pero… es su hijo.
__ ¡Bueno, querías una cría! ¿Qué no? ¡Ya la tienes! Pronto, a
trabajar. Es más, mételo en una de esas tinajas pa que duerma en una cuna hecha
por su padre. Luego que termines te vienes de inmediato. Hay otra cosa
que quiero que hagas.
Cuando dijo eso el albañil levanto al niño y lo observo. Noto la
verruga a un lado de su nariz y comprendió todo. Sonrió para sus adentros y se burló
del patrón. Ordenó que le llevaran la tinaja a lo alto de la presa y se fue a
preparar el mismo una buena pila de mezcla de cal y arena.
Para cuando amaneció ya la tinaja estaba colocada en lo alto de la
presa, tapada por una gruesa piedra y asegurada con mortero. Ese mismo día se
iba a terminar la obra. Dejó a su gente trabajando y volvió con el patrón, que
furioso seguía en el patio.
Ya con la luz del día pudo ver su rostro. Pálido, los ojos
enrojecidos, una mueca terrorífica y cruel adornaba su rostro. La orden que
recibió fue imperiosa.
__ Mira Santiago, quiero que ahorita mismo te lleves a tu gente y
háganme un templete de piedra ahí donde está la cruz. Lo quiero de este ancho y
esta altura __Señaló con sus brazos__ le pones alrededor un escaloncito. Pero
no lo vayas a tapar en lo alto, nomás haz las paredes. En la noche lo vamos a
acabar tu y yo solos.
__ Si patrón, como usted mande. Pero así como usted me está
ordenando que lo haga y con la cruz al pie, más que un templete va a parecer
una tumba.
__ Ándale, más o menos… más o menos __de repente miro las cajas
con los platos de talavera y le vino una idea __ Es más, para que quede más
bonita, llévate esos platos de talavera y los vas metiendo en la mezcla
para que quede bien adornada. Dejas algunos para ponerle a la loza de arriba y
para adornar la cruz. Soledad va a estar feliz de darle uso a sus platitos
¡Pero ya Santiago! No te me quedes viendo, a trabajar que el día no rinde. Hoy
mismo quiero ese trabajo.
Apenas se iba retirando Santiago, cuando a lo lejos se divisó la
polvareda del tropel de varios caballos. Pronto llegaron al patio del lugar y Román
desmontó y avergonzado le comentó al patrón.
__ Don Gonzalo, con la novedad que no encontramos por ningún lugar
al mentado Luciano. Le pusimos una cueriza a su padre y no le pudimos sacar
nada. Dice que anoche no llegó a dormir. Lo dejamos desmayado a latigazos y yo
creo que nos decía la verdad.
__ Me lo tienen que traer.
__ Usted dirá en donde lo buscamos. Se hacer raro que no esté.
Todos los días venia a trabajar ¿Pues qué delito cometió patrón para que haya
huido?
__ ¡Que te importa! Tu obligación es traérmelo sin preguntar nada.
Es importante saber en donde está.
__ Pos, Matiana es su tía. Usted nos ordenó que la amarráramos. A
la nada ella sabe.
Sí, eso, él la había mandado amarrar y no se acordaba de ella.
__ Oye, tienes razón. Vente, tráete tu látigo…se me hace que lo
vas a necesitar
Era la media mañana y aunque era un día frio, Matiana sudaba, tenía
hambre y sed. Le dolían los brazos por la posición en que estaba, le calaban
las cascaras del mezquite en la espalda, las manos ya no las sentía, le dolía
todo el cuerpo, sin embargo al mirar que se acercaban Gonzalo y sus pistoleros sonrió
burlesca. Sabia a lo que iban, mentalmente se preparo para sufrir más dolor,
pero ella era una mujer de orgullo, y estaba consciente que iba a ser
castigada con aquel látigo que llevaba en la mano Román, pero tenía la manera
de vengarse, sus palabras resultarían más hirientes que los golpes de aquel
flagelo.
__ ¿De qué te ríes maldita bruja?
__ De que traes los bueyes barbechando el buey mayor no se ha
movido del patio en toda la mañana__ Y luego vino aquella carcajada que hizo
que se incrementara la rabia de Gonzalo__ Estas mas cornudo que el mas cornudo
de tus bueyes Gonzalo Gutiérrez…
Los pistoleros se hicieron como que no escucharon y se voltearon
como mirando el horizonte. El rostro de Gonzalo se puso rojo de rabia. Arrebato
el látigo de las manos de Román y quiso usarlo contra Matiana, pero era tan
poca su habilidad para usar aquel fuste que terminó golpeándose el mismo
aumentando la burla de la bruja.
__ Ya no sirves ni para eso Gonzalo Gutiérrez, ya no sabes
manejar el chicote…por eso tu mujer anda buscando quien le quite la
calentura.
Le regreso el fuste a su pistolero y le ordenó.
__ Tú…golpéala. Dale hasta que te confiese en donde está el
tinajero y si fue él, el que hizo lo que hizo.
Los pistoleros se miraban entres sí. Hacían conjeturas. Mira que
la tal Soledad se había metido con alguien y al parecer había sido con Luciano.
Román si sabía utilizar el látigo y se inició el tormento de
Matiana. Pronto le destrozó el vestido, sus pechos se vieron adornados por
verduguillos sanguinolentos, las puntas del látigo golpearon sus piernas, su
abdomen, su rostro. Gritaba a cada golpe, pero luego volvía a sonreír y a mirar
burlesca a Gonzalo. Los golpes no doblegaban su orgullo, en cambio Gonzalo cada
vez se miraba mas humillado.
__ Tu mujer fue de mi sobrino Gonzalo, y a él no le vas a poder
hacer nada porque desde anoche mismo se escapó…para estas horas ya ha de ir en
el Teul o en Cuxpala, a la nada Nochistlán o cuando menos Villa Nueva…así que
ni lo busques, el en tres meses va a estar con los americanos ganando dólares y
tu aquí, con tus cuernotes de chivo viejo.
El dolor atormentaba a la mujer. Sabía que pronto no iba a
soportar más e iba a pedir clemencia y prefería morir antes de dejarse humillar
implorando por un perdón que sabia nunca iba a recibir.
Ramón era un hombre cruel, disfrutaba provocando el dolor ajeno,
disfrutaba latiguear a Matiana. La mujer lo miraba con rencor y se preparaba
para sentir aquel horrible dolor cada vez que levantaba su látigo. Como le
gustaría matar a aquel hombre. Le nacieron deseos de venganza.
De repente apareció mucha gente alrededor. Gonzalo no se había
dado cuenta, pero a sus espaldas estaban todas las sirvientes y subiendo el
talud del arroyo, todos los trabajadores de la presa y los que estaban
trabajando en templete de la Cruz. Los gritos de Matiana les había despertado
la curiosidad y subieron a ver qué estaba pasando. Por esa razón la mujer
empezó a gritar con mayor ímpetu.
__ Pobrecito de ti Gonzalo Gutiérrez, ya no sirves como hombre y
tu mujer por su necesidad se mete con otros hombres, porque ella no solo ha
estado con mi sobrino también ha estado con otros.
Aquella noticia exalto aun mas al hacendado, le inició un temblor
de manos que ya no lo abandonaría por el resto de su vida.
__ ¿Con quienes maldita bruja? __ Preguntó imperioso Gonzalo.
__ No te voy a decir maldito, para que cada vez que pases se rían
de ti maldito chivo viejo, y se digan para sí…yo he conocido las intimidades de
la mujer de este cornudo…y se van a reír de ti en tu propia cara buey de yunta.
__ ¡Golpéala Ramón! ¡Hasta que te dé el nombre de todos los que
estuvieron con Soledad!
__ Es bien macha __ Respondió Ramón __ Más macha que su hermano.
Viera como lloraba el viejo en la mañana que le di de latigazos. Esta ni llora.
Matiana sintió más rabia. Su pobre hermano había sido flagelado
también. Con miedo miró como Ramón levantó el látigo, tronó una, dos,
tres veces…brotó la carne de los pechos de Matiana. Ahora si no pudo evitarlo y
grito por el dolor.
__ ¡Ya! ¡Ya! Te lo voy a decir…Reginaldo Horta…Tu amigo Reginaldo
Horta estuvo con ella. Fue la noche de la fiesta del cinco de mayo. Cuando te
emborraché. Mi sobrino y Reginaldo, los dos.
Otro duro golpe al de por sí ya apesumbrado espíritu de Gonzalo.
Su amigo, su mejor amigo lo había traicionado.
De repente A Matiana le vino una idea de vengativa. Se
le ilumino el rostro y hasta medio sonrió en medio del dolor, se vengaría ella
y vengaría a su hermano, por lo que agregó triunfante...
__ Y también con Ramón, tu disque pistolero y hombre de
confianza. Ese maldito que tienes a tu lado también se echó a tu esposa, yo los
vi tres veces.
Ramón palideció ¿De qué hablaba aquella mujer? esa era la peor de
la mentiras. Él era un perro fiel, ni siquiera se le hubiera ocurrido
insinuarle lo más mínimo a la patrona. Estaba mintiendo. Volteó a ver a
su patrón y se encontró con una fiera mirada.
__ ¡Eso no es cierto maldita! __ Gritó asustado __ Di que no es
cierto.
__ Es tan cierto como que tienes una cicatriz como cien pies en la
espalda, te la vi el día que encuerados tú y la patrona se revolcaban en el manantial.
Todo mundo sabía que Ramón tenia aquella cicatriz, constantemente
andaba sin camisa. Pero Ramón no encontraba palabras para argumentar en su
defensa. Miró el rostro de Matiana y encontró aquella mueca de burla. Supo en
ese instante que aquello lo inventaba Matiana para vengarse de él. Cometió la
mayor tontería de su vida. Como no encontró palabras para refutar la mentira de
Matiana, instintivamente y con coraje saco su pistola y la disparo dejando un
hoyo el pecho de la bruja. Matiana sintió que se le escapaba la vida, pero tuvo
las fuerzas suficientes para seguir sonriendo y mirar la reacción del pobre
pistolero.
Con la pistola en la mano volteó a ver a Gonzalo y balbuceó
una disculpa.
__ Ha de dispensar patrón, pero es una mentirosa…yo nunca,
nunca…se lo juro…como va a creer que yo.
La mirada de odio de Gonzalo no se apagaba. Sin decir palabra le tendió
su temblorosa mano exigiéndole que le entregara su pistola.
__ Aquí está mi pistola patrón, pa que vea que soy inocente.
__ ¿Entonces porque le disparaste a Matiana?
__ Pos nomás, pa que se calle, por mentirosa.
Gonzalo levantó poco a poco la pistola que aunque se movía por la
tembladera de la mano que la sostenía, se apoyó en la cabeza del pistolero.
Este volteo a ver a Matiana quien le brindó su ultima sonrisa y le dijo.
__ Pa que se te quite lo culero Ramón, te vas conmigo. Te veo en
el infierno
__ ¡No patrón! ¡Por favor!
Y sonó aquel disparo que le despedazó el cráneo. A un mismo
tiempo, las almas de Matiana y Ramón, abandonaron sus cuerpos terrenales.
Gonzalo miró a su rededor. Estaban los otros pistoleros, los
albañiles. La duda lo empezó a atormentar ¿Con cuántos de aquellos hombres
habría estado su mujer? Se había metido con un peón, con su pistolero, con su
mejor amigo… ¿con cuántos más? Sentía ganas de matar a todos los hombres, pero
de cualquier manera los seguiría necesitando, aunque el resto de su vida a
cualquier hombre, de cualquier condición y lugar, lo miró con desconfianza y en
todas partes, según él notaba miradas de burla.
Le dio la pistola a uno de sus pistoleros y le dijo.
__ Ahora tu eres el jefe. Vete al Remolino y tráeme a Reginaldo
Horta. Como puedas, llévate a todos los hombres, los Horta son bragados, se va
a poner de la jodida…a ver cómo le haces, pero tráeme a Reginaldo, si no pueden
vivo, tráiganlo muerto.
Lo que no sabía que en esos instantes, ya uno de los Horta que
trabajaba en la presa, galopaba hostigando su caballo para llegar lo antes
posible a El Remolino y prevenir a Reginaldo. Cuando éste supo la noticia del
nacimiento de un niño prieto y con el lunar de Luciano, de cómo murió Matiana y
su ultima confesión de que el también había estado con Soledad, sin
pensarlo dos veces, huyo inmediatamente, por eso cuando llegó la gente de
Gonzalo no lo encontraron por ninguna parte. Reginaldo no paró hasta llegar a
Estados Unidos y nunca regresó a su terruño, no como Luciano, que él si volvió
precisamente el día que lloro el niño en la presa.
Con Matiana muerta, la única que sabía exactamente con cuantos
hombres se había metido era Soledad. Hasta ella llegó su marido. La mujer no
paraba de llorar, imploraba por su hijito, muy débil por el parto y por el
golpe que le dio Gonzalo no se podía incorporar de la cama. Un par de
sirvientas intentaban ayudarla y la tenían al tanto de lo que estaba pasando.
__ ¿Con cuántos hombres te metiste maldita pécora? __ Entró
preguntando.
__ Con nadie Gonzalo, con nadie…solo contigo
Fue la única respuesta que el hacendado le pudo sacar a su mujer.
Fue de estarla cuestionando todo el día y lo único que consiguió fueron
negativas.
__ Te metiste con el tal Luciano.
__ No Gonzalo, nomas contigo. Tráeme a mi hijo por favor.
__ ¿Cuántas veces te metiste con Reginaldo?
__ Nunca Gonzalo, nomas contigo, tráeme a mi hijo
__Te metiste con Ramón
__ No Gonzalo.
__ ¿Con cuántos más?
__ Nomás contigo Gonzalo.
__ Tonces porque el chamaco estaba prieto y con la verruga en la
nariz.
__ Yo que sé Gonzalo. Dios pinta de muchos colores. De muchas
maneras.
La golpeó hasta que se cansó, pero Soledad siguió guardando su
secreto.
Gonzalo que la amaba con toda su alma, por ser tan hermosa y
porque le había pagado a sus padres cien pesos por que lo dejaran casar con
ella, ahora la odiaba, la odiaba con todas las fuerzas de su alma por haberse
burlado de él de tan fea manera. Dejo de golpearla, ya tenía pensado otro
castigo para ella, otro acorde al pecado que había cometido.
Los cuerpos de Matiana y Ramón fueron sepultados inmediatamente en
algún lugar del llano. No le avisaron a los familiares. Si se enteraban las
autoridades, Gonzalo tenia las amistades y los recursos suficientes
como para salir de cualquier embrollo.
Ya anochecido fue a mirar cómo había quedado el templete que mando
hacer en la cruz. Perfecto, tal y como él lo había pedido. Le ordenó a Santiago
el albañil que despidiera a toda la gente, que solo se quedara él y un peón
batiéndole mezcla porque iban a seguir trabajando toda la noche. En el rancho
mandó a dormir temprano a toda la servidumbre y a la media noche, junto con el
pistolero que había quedado como jefe, vaciaron un enorme baúl que había en la
oficina de Gonzalo, con el vacio se fueron a el cuarto donde estaba Soledad y
ahí, entre los cuatro la obligaron a que entrara en él. Sin consideración
alguna hicieron que cupiera su cuerpo, le desencajaron los huesos de las
caderas y las rodillas para que cupiera completamente. La mujer no paraba
de llorar por el dolor. Por fin pudieron cerrarlo y con ella dentro llevaron el
baúl hasta la cruz en donde hacían el templete. En el hueco que había quedado
lo metieron, luego los albañiles lo llenaron de tierra y con la mezcla
previamente preparada hicieron un colado tapando completamente el baúl. Luego,
aprovechando que el mortero estaba fresco, le incrustaron en él, todos aquellos
platos de talavera que había comprado Soledad un día. Mientras lo hacían, aun
se escuchaban los agónicos gritos de la mujer adentro del baúl.
Una vez terminado su macabra labor, Gonzalo saco tres taleguitas
repletas de monedas de oro y se las arrojo a cada uno de los que le habían
ayudado.
__ Hasta aquí se acabó tu trabajo Santiago, presa terminada, ya
nada tienes que hacer aquí. Muchas gracias, vete y no vuelvas. No es
necesario que les diga que eso que les estoy dando es para guardar este
secreto.
__ No tenga pendiente patrón…así será
__ Así será patrón…
__ Ni la paga era necesaria patrón, ni la paga.
Los albañiles se fueron, entonces Gonzalo le dio una orden a su
pistolero.
__ Síguelos, llegando al camino real mátalos, que parezca un robo.
Luego te regresas y me traes esas taleguitas con dinero. La tuya te la puedes
quedar. Te vienes pronto, te tengo otra misión muy importante en donde te voy a
pagar diez veces más de lo que ganaste hoy.
El pistolero sonrió emocionado y corrió tras los albañiles que se
acababan de ir.
Volvió casi amaneciendo. Le entrego las taleguitas al patrón.
Gonzalo sonrió cuando le dijo que se habían quedado bien quitecitos a medio
camino real. De repente aquel hombre palideció porque frente a sus ojos miró el
cañón de una pistola que temblorosa le apuntaba a la cabeza.
__ Patrón, patrón… ¿Yo porque?
__ Porque nadie debe saber este secreto __ Y disparo sin
consideración. Inmediatamente se agachó y le encontró la taleguita que también
le había dado a él.
Por el disparo pronto llegaron los otros pistoleros a ver qué
había pasado. Gonzalo a manera de explicación les dijo.
__ Descubrí que también él se había metido con Soledad. Si alguno
de ustedes también se metió con ella, mejor díganmelo antes que yo lo descubra.
Los hombres solo se miraron unos a otros y nadie dijo nada.
Entendiendo la razón del patrón, sin que se los ordenara tomaron aquel nuevo cadáver
y también fueron a sepultarlo al llano. Se sorprendieron al pasar junto a la
Cruz, lo hermosa que estaba adornada con aquellos platos de talavera. Desde ese
día, por causa de aquellos adornos, se le empezó a llamara a aquel lugar, ni más
ni menos, que LA CRUZ DE PLATOS.
Ese año en aquel llano el cinco de mayo se llevo a cabo la más
concurrida fiesta de la región. Mucha gente iba para conocer la Cruz de platos.
Le llevaron muchas flores, le imploraron por milagros, le bailaron todo el día
y la noche, era la Cruz más hermosa de la región.
La gente supo sobre la infidelidad de Soledad y aceptaron la
explicación que dio Gonzalo, que la había corrido a patadas de su casa y se
había ido con rumbo a Nochistlán, que según había sabido después vivía en Guadalajara.
Era muy obvia su explicación de haberla corrido y nadie pregunto más.
Ese año también fue bueno respecto al temporal. Los arroyos
bajaban con buen caudal y en esa sola temporada de lluvias la presa se lleno
completamente, entonces se iniciaron las plantaciones de caña, había agua
suficiente para regar todas las tierras bajas. Por ese mismo tiempo se inició
la construcción de los trapiches en El Remolino.
Pasaron cinco años desde que se concluyó la presa. Aquel año no
hubo permiso por parte del gobierno para que se celebraran las fiestas a la
Santa Cruz. Todas las fiestas eclesiásticas estaban canceladas, no se podía dar
misa ni siquiera rezar el rosario, se cerraron muchas iglesias y se fusilaba a
los sacerdotes que desobedecían aquellas ordenes. Entonces en el cañón de
Juchipila aparecieron aquellos guerrilleros defensores de la fe a los que
denominaban cristeros.
Contaban de uno muy fiero, prieto, grandote, cuya mejor
característica para reconocerlo, era que tenía una verruga a un lado de su nariz.
Don Anastasio Haro tomaba el sol matinal. Desde que cinco años
antes un pistolero de don Gonzalo lo había latigueado hasta casi matarlo, había
quedado baldado y casi no podía caminar. Con ayuda de su esposa salía
diariamente a tomar el sol y ya cuando este calentaba, lo arrimaba a la sombra
de un guamúchil que había en su patio.
Aquel día una sombra inmensa le tapo el sol. Levantó el rostro y
pudo ver aquel hombre vestido de charro con dos cananas repletas de
balas, su sombrero galoneado y una gran verruga a un lado de la nariz
mirarlo con mucho cariño.
__ ¿Luciano? ¿Eres tu Luciano?
__ Si padre, soy yo…General Luciano Haro, soldado de la fe de
Cristo al mando de cuatrocientos hombres.
__ ¡Hijo! ¡Hijo! ¡Mujer! ¡Mujer! ¡Ven a ver quien está aquí!
La mujer salió de su cocinita y emocionada abrazo a su hijo. Con
mucha facilidad Luciano levanto a su padre y lo condujo a la sombra del
guamúchil, ahí los tres lloraron llenos de júbilo.
__ Qué bueno que volviste hijo. Pero debes tener cuidado, Gonzalo
no deja de preguntar por ti.
__ No le tengo miedo padre. Ya no es igual que antes. Y aunque no
voy a estar mucho tiempo por acá. Solo venimos a defender a Moyahua para que se
hagan las fiestas al santo patrón Santiaguito. Luego me voy, estamos luchando
por Cristo Rey. Pero en cuanto ganemos voy a volver y le voy a pedir cuentas al
viejo ese. Como les digo. Ya no le tengo miedo ¿Dónde está mi tía Matiana?
Tengo muchas cosas que preguntarle.
__ La mato Gonzalo hijo.
Luciano palideció. No esperaba esa respuesta. No le quedaba más
remedio que seguirle preguntando a sus padres.
__ ¿Y soledad?
__ Dicen que Gonzalo la corrió de su casa. Que a lo mejor vive en
Guadalajara. Pero hay quien dice que a lo mejor la mato. Ya ni se sabe.
__ ¿Y mi hijo? Porque el hijo que tuvo Soledad era mío ¿Qué fue de
él? ¿Vive o muere?
Los viejos se miraron uno al otro. La madre fue la que contestó.
__ Platicas hijo, cosas que dice la gente. Bueno, los albañiles
que trabajaron en la presa, dicen que lo metieron vivo en una piedra y
que ahí está en el pretil…que disque para que avise si se va a reventar la
presa.
Luciano se puso pálido al escuchar aquello. Cuando trabajó en la
presa supo de que el mayordomo andaba buscando niños para enterrar vivos. No le
cupo duda que así lo hicieron con su hijo. Sintió mucho coraje. Tendría que ir
a verlo con sus propios ojos, o de plano preguntarle directamente al viejo
Gonzalo, por el paradero de Soledad y donde estaba su hijo.
Se despidió de sus padres. Tenía que ir a defender la plaza de
Moyahua y hacer la procesión de Santo Santiago. Al salir de su casa no faltó
quien lo reconociera y pronto se soltó la plática. Luciano Haro había vuelto al
Remolino, era un general cristero y venia buscando venganza contra Gonzalo.
El viejo hacendado sintió mucho temor cuando le dieron la noticia.
Ya no tenía pistoleros. A todos los había matado o mandado matar porque se le
figuraba que cada uno de ellos había tenido que ver con su mujer. Ya no vivía
en el llano de la Cruz de Platos, ahora vivía en su casona de Juchipila rodeado
de servidumbre. Al menos ahí se sentía seguro. La orden era no abrirle a ningún
extraño.
Era julio, época de lluvias. En Juchipila y la Mezquitera se
habían cancelado las celebraciones a Santo Santiago, un pelotón de soldados
resguardaban el orden e impedían cualquier celebración religiosa.
Uno de los medieros que tenía el su hacienda llegó con la noticia.
__ Patrón, ha de dispensar, pero todos los que vivimos allá en el
llano hemos estado oyendo como que un niño llora en la presa. Estamos bien
asustados.
__ ¿Cómo? ¿Cómo? ¿Oyen que llora un niño? ¿En dónde?
__ Pues no se sabe ni donde patrón. Como en lo más alto, pero
vamos a ver y ya no se oye nada, ni se ve nada.
__ ¿Se está reventando la presa? ¿Tiene fugas?
__ No patrón, aunque anoche llovió mucho y se llenó hasta arriba,
pero está bien.
__ A caray, a caray…tengo que ir a revisar yo mismo. Mira, ve a
avisarle a el capitán de los soldados para donde voy, que se vayan para allá,
no vaya a ser que me salga algún cristerillo por ahí. Oye ¿no se ha visto de
casualidad gente armada?
__ No patrón, todo está tranquilo.
A toda prisa cabalgó con rumbo a sus propiedades. Para ser un
hombre tan viejo aun tenia la habilidad de montar muy bien.
La presa estaba sola. A lo lejos se miraban algunas yuntas de
bueyes trabajando. Aparentemente todo estaba bien, la presa llena, las
compuertas abiertas para que se desfogara lo suficiente, no había problema
alguno.
De repente escucho un sonido que le erizo la piel. De la parte
alta de la presa, a mitad de ella se escuchó el triste llanto de un recién
nacido. Gonzalo se estremeció. Era verdad, un niño estaba llorando. Su terror
se antepuso a la creencia, su presa estaba en peligro.
Desmontó y corrió por la parte alta de la presa para buscar alguna
grieta. Nada, todo estaba bien. Llego a la mitad de la presa y volvió a sentir
que el terror invadía su mente. Estaba parado precisamente sobre una laja, la
cual estaba tapando la tinaja que un día esculpiera Luciano Haro. Bajo aquella
piedra se escuchaba claramente el llanto de aquel niño, como si estuviera vivo.
Su pánico se incrementó cuando escuchó aquella voz a sus espaldas.
__ Ahí es donde sepultaste a mi hijo vivo ¿Verdad maldito?
Volteó y miró aquel mocetón con su par de cananas atravesadas, un
máuser en una mano y en la otra una barreta de acero.
__ Vengo a sacarlo para darle cristiana sepultura. También quiero
que me digas en donde esta Soledad.
El viejo no respondía, estaba súpito, asustado.
El llanto se volvió a escuchar bajo la piedra.
__ No llores hijo, vengo por ti.
Por fin Gonzalo reacciono y quiso huir. Apenas había avanzado unos
pasos cuando sintió un golpe en la espalda y cayó al empedrado de la presa.
Luciano le había arrojado su fusil y este lamentablemente reboto del cuerpo de
Gonzalo hasta el agua de la presa, pero el cometido se logró, detener en su
huida al cobarde hacendado.
Luciano llegó hasta con él y tomándolo del cuello lo levanto
fácilmente con una sola mano. En la otra sostenía la barreta. Llegó hasta donde
se escuchaba el llanto del niño y con una sola mano empezó a golpetear
fuertemente. A cada golpe, Gonzalo con miedo vio que se empezó a formar una
grieta en lo alto de la presa. Por estar tomado del cuello, con dificultado
pudo hablar.
__ No, no sigas golpeando, la presa se está agrietando.
Luciano lo ignoró y siguió golpeando. En un barretazo que dio,
broto la piedra que tapaba la tinaja y con miedo uno, con amor el otro, miraron
que bajo aquella roca estaba un recién nacido llorando a todo pulmón, como si
lo acabaran de poner ahí, lleno de vida. El cristero encajo la barreta en la
grieta que se estaba formando y haciendo palanca en ella jalo fuerte para poder
arrancar la tinaja del resto de la presa. La grieta creció y con miedo e
impotencia, Gonzalo miró como su presa se empezaba a reventar.
__ ¡Soledad! __ Grito emocionado Luciano y forzó a que Gonzalo
volteara hacia donde estaba la Cruz de Platos. Ahí, de pies sobre el templete,
estaba la hermosa Soledad, con los brazos abiertos, como llamando a su amado.
__ Ya voy amor, ya voy y llevo a nuestro hijo.
Gonzalo con emoción escucho una orden que venía de la orilla de la
presa.
__ ¡Date por preso Luciano Haro! ¡Estar rodeado!
Una veintena de soldados le apuntaban con sus fusiles.
__ Suéltame bandido __ Ordeno Gonzalo __ Suéltame si no quieres
que te maten.
Luciano soltó una horrenda carcajada.
__ Ya que quieres que me maten, ya me mataron ayer en
Moyahua. Yo solo vine aquí por Soledad, por mi hijo y a reventar tu presa…ni
siquiera te voy a matar a ti. Te prefiero vivo para que el resto del tiempo que
queda, lo vivas sufriendo. Porque vas a volverte pobre, sin esta presa ya no
vas a regar tus tierras. Pronto te las van a quitar para repartirlas entre los
pobres. Te van a robar y vas a quedar en la miseria Gonzalo Gutiérrez, cuando
mueras te van a sepultar de limosna. Vas a saber lo que es ser pobre, muy
pobre.
Los soldados seguían ordenando que soltara al hacendado. Obedeció.
Lo puso sobre el lomo de la presa y le dijo.
__Vale más que corras, en unos segundos más esta presa va a
tronar, si no te das prisa te llevara el torrente. Gonzalo de reojo miro que
Luciano se agacho y amoroso levanto el cuerpecito de el niño de la tinaja.
Luego pateo la piedra donde estuviera su hijo y esta hizo que la presa
tronara producto de la presión de tanta agua y se hizo tal grieta que
arrancó de cuajo la mitad de la pared cayendo esta estrepitosamente seguida de
un torrente incontenible.
Los soldados abrieron fuego sobre Luciano, pero este sonriendo con
su hijo en brazos, brinco al agua y desapareció para siempre.
Gonzalo no paraba de llorar al mirar su magna obra destruida. Ya
no tendría manera de regar sus cañaverales.
Desde ese día su vida se volvió un infierno. Tal y como Luciano le
dijo, un día llegaron los mentados agraristas y sin más empezaron a expropiar
las tierras de los hacendados y a repartirlas en parcelas. Por temor a que
también le robaran su dinero, venciendo su miedo Gonzalo volvió al llano de la
Cruz de Platos y en diferentes partes enterró su fortuna. Junto a la cruz, a un
costado de la presa, en el corral de la hacienda, en el cuarto donde lo
engañara Soledad. El día que enterró su dinero no paso nada, pero ya no pudo
regresar por él, pues cada vez que quería llegar al llano se le aparecía
Soledad y le tenía mucho miedo.
Su casa en Juchipila se quemó y tuvo que vender el terreno
para sobrevivir. Empobreció hasta el grado de pedir limosna. Le pedía a la
muerte que se lo llevara, pero hasta la muerte lo rechazaba. Murió de ciento
diez años, causando lastimas, viviendo de caridad, acosado por los fantasmas y
por los remordimientos.
Notas a manera de epilogo
Los llanos de la Cruz de Platos, fueron comprados por la familia
Duran de Juchipila, y ellos se encargaron por muchos años de seguir haciendo al
fiesta del cinco de mayo.
La presa nunca pudo ser reparada
Mucha gente cuando iba por el camino rumbo a Amoxóchitl, al pasar
por el templete de la Cruz de Platos, llegaron a escuchar quejidos y llantos.
Algunos aseguran que también llegaron a ver a una mujer vestida de blanco
sentada en las gradas del templete, pero que de repente desaparecía.
En la actualidad el templete esta destruido, solo se notan algunas
piedras pegadas con mezcla. No hay ni un solo plato de talavera, tan solo
pedazos de mezcla con las marcas que un día ahí estuvieron los platos.
Quizás los buscadores de tesoros creyendo que bajo el templete
estaba el dinero de Gonzalo, lo destruyeron, lo único que debieron de encontrar
fue el baúl con los huesos de Soledad, tal vez los llevaron a un panteón.
En las ruinas de la hacienda también hay muchos hoyos, señal
inequívoca que los buscadores de tesoros siguen buscando el dinero de Gonzalo.
Aun está el patio empedrado y un par de tinajas de las que hizo
Luciano.
Lo que está intacto es el llano, aquella llanura, mudo testigo que
en tiempos no muy remotos, se celebraba ahí una de las fiestas más bonitas de
la comarca…la hermosa fiesta celebrada en honor de LA BELLA CRUZ DE PLATOS.
FRANCISCO RODRÍGUEZ LÓPEZ.