El remolino historia fantastica

jueves, 17 de julio de 2014

CAPITULO XXXIII, ¿PASIÓN O AMOR MATERNAL?

Nacía  el nuevo siglo, el siglo XX. Juchipila y sus rededores sufrían las injusticias de los poderosos, que amparados por la policía rural abusaban de los desvalidos, obligándolos a trabajar doce horas diarias por un puñado de maíz o de camotes.
Florentina Ríos parió ese año, 1900. Los dolores le empezaron desde el día dos de marzo, era madre primeriza. Petra, su madre se veía preocupada. Mandaron traer a la comadrona, doña Eliseida, pero esta mujer que había ayudado a tantas mujeres a traer sus hijos al mundo, se sintió incapaz de ayudarla, ya otras veces había visto el mismo caso.
__ El chamaco viene atravesao, yo creo que se nos va morir, y a lo mejor también Florentina. No hay nada que hacer, solo que quiera ir a traer al dotor de Juchipila, dicen que él sabe más, pos sabe, allá ustedes.
Antonio no espero más, a toda carrera salió con rumbo a Juchipila. Llegó a la casa del doctor Ramos y desesperado toco la puerta del zaguán. Una sirvienta acudió  a atenderlo y lo invitó a pasar al patio, como tenia ordenado hacerlo cuando alguien buscara al doctor. Ese día el medico tenia visitas. En el patiecito de la casa, sombreados bajo un limón estaba una mesa y sobre ella una jarra con agua de Jamaica. Seis hombres alrededor de ella, sentado en sendas sillas discutían acaloradamente sobre la situación del país. Antonio solo reconoció plenamente  a dos, al doctor Ramos y a don Crispín Robles, a los otros como que los había visto por ahí, a lo mejor no. Con el sombrero en la mano se paró a cierta distancia, esperando que el doctor lo atendiera. Desesperado escuchó a don Crispín Robles hablar.
__Y dejen de eso, no todo son los abusos de los rurales, es la gente que se llevan de Juchipila, nunca regresan. A veces sin motivo alguno. Se dice que se los están llevando a Valle Nacional. Quién sabe.
__ Una revolución es lo que necesita el país. Alguien que se levante en contra de don Porfirio __Dijo un viejo que Antonio a veces veía en el mercado.
__ Si don Brigido, una revolución para derrocar al viejo, pero, ¿Quién la inicia? Ese es el pedo, quien encabece un movimiento. Para mi don Porfirio se reelige y se vuelve a reelegir hasta que se muera, es mucho el miedo que le tenemos. A menos que…
__Sssth __ Hizo ese sonido el doctor Ramos para indicar que guardaran silencio al notar la presencia de Antonio, eran palabras muy delicadas para la época y en nadie se podía confiar.
__ ¿Qué pasó? ¿Quién eres? ¿Qué quieres?__Dijo molesto el galeno.
__ Yo soy de aquí del Remolino, venía a ver si puede ir a ver a mi señora, va a tener un chamaco y no puede parir.
__ ¡Y la partera pues! __Dijo molesto don Crispín Robles __ llévasela.
__ Ya fue, pero dice que el chamaco viene de nalgas, que no puede hacer nada, que se pueden morir los dos.
__ Bueno, bueno, ni hablar, se acabó la charla señores, el deber me llama.
__ Si quiere yo voy doctor Ramos, usted quédese atendiendo sus visitas__ Dijo un joven que Antonio no había visto nunca, pero que tenía el tiple de habla como la gente de los Altos de Jalisco.
__No doctor Mariano, no, como cree. Además  también usted es mi visita, pero es más, porque no me acompaña y entre los dos ayudamos a esa mujer.
__ Con mucho gusto. Un honor trabajar al lado suyo.
El doctor ordeno que engancharan su calesa mientras se despedía de sus invitados. Una vez que estuvo en la calle la abordaron él y a quien llamara doctor Mariano, Antonio fue a un lado de ellos caminando.
__ ¿Cómo la ve doctor Mariano con estos locos anti porfiristas?
__Locos igual que usted y yo doctor Ramos. Es un gusto conocerlos. Qué bueno que usted es el único que tenía este libro de anatomía que me ha regalado y por el que vine desde Lagos. Mi logro no ha sido conseguir el libro, mi logro ha sido el escuchar a personas como ustedes, con las que me identifico plenamente. Le digo una cosa, yo si creo que va a haber una revolución, ¿Cuándo? No sé, pero  sépaselo desde ahorita, Juchipila será la cuna de ese movimiento.
Así, charlando llegaron al Remolino. En donde con mucha pena les anuncio Antonio.
__Han de dispensar ustedes, pero la enferma no está aquí en el Remolino, está en la Boquilla del Rio, ahí nomás enfrente, pasando el rio pues. Es que ando desmontando un cuamil y allá estamos viviendo.
__¡Uf!, bueno pues, llevamos para allá pues.
Salieron del camino real y tomaron con rumbo al rio, lo pasaron, llegaron a unos jacales y ahí dejaron la calesa porque ya no podía pasar, pues el camino se reducía y solo se pasaba a pie, pues era por una peña pegada al rio, en donde solo se podía pasar por el bordo de cal y canto que hacía las veces de un canal de agua, luego llegaron a un planito, ahí había otros jacales.
El doctor Mariano miraba emocionado el paisaje, pues de repente habían entrado en un cañon, entre el cerro del guaje y el cerro de las Ventanas. Era un paisaje bellísimo. Laderas casi verticales por ambos lados rematando en peñascos, al pie un hermoso rio de aguas cristalinas. Luego se pensó para sus adentros, lugar idóneo para una emboscada de bandidos. Si aquí nos quieren robar, ni para donde hacernos.
 Desde antes de llegar al jacal escucharon los gritos de Florentina. Ya estaba desde el día anterior con aquellos dolores. De inmediato los hombres entraron a la estancia. Muy oscura por carecer de ventanas.
__ A ver tu __ Le ordeno el doctor Ramos a Antonio __ Ayúdanos a sacar a esta mujer al sol, aquí no se ve nada.
Así lo hicieron y la acostaron en un petate a la sombra de un guamúchil. Algo retirada doña Eliseida la partera solo observaba. Los doctores ordenaron que trajeran agua caliente. El doctor Mariano se sorprendió al mirar que era de color azul.
__ No se asuste doctor Mariano__ le explico el doctor Ramos__ el agua es limpia, solo que estos rancheros les gusta aventarle troncos de un árbol que se llama varaduz a los pozos, y esos troncos pintan el agua. Pero el agua es limpia.
__ Es que en Jalisco también hay manantiales de agua azul doctor,  pero no tan azul como esta.
Ya afuera y con las manos lavadas, los dos galenos analizaron la situación. La mujer ya estaba muy mal, el feto no podía salir por venir de nalgas. Se miraron, la situación era muy delicada. La mujer no paraba de gritar.
__ Mire doctor Mariano, la criatura esta atorada. A lo mejor ya está muerta. Voy a meter la mano en la mujer y con el puño voy a empujar al niño hacia adentro, usted intente acomodarlo apretando sobre el abdomen de la mujer, no le importe que grite y llore, lo importante es sacarlo, a ver si podemos voltearlo y que se venga de cabeza.
Así lo hicieron, el doctor Ramos metió la mano en el cuerpo de Florentina y con un empujón volvió a meter el pequeño cuerpo que pugnaba por salir, al mismo tiempo Mariano lo masajeo y como un acto milagroso, el cuerpecito dio vuelta dentro de su madre y quedo de cabeza apuntando a la salida, al momento salió disparado por lo cual prácticamente tuvo que cacharla el doctor Ramos. Inmediatamente cortaron el cordón umbilical, luego el médico tomándola de las patitas le dio una nalgada y se escuchó un llanto que retumbo por aquellos lares.
__ Una niña doctor Mariano. En hora buena señora, tiene una hermosa y muy blanca niña.
Con rabia volteo a verla Florentina que aun jadeaba por el esfuerzo hecho. Respondió malhumorada.
__ Una vieja, pa acabarla, una vieja. Por eso me hizo sufrir tanto. Llévesela de aquí, no quiero verla.
Los doctores que reían satisfechos por su buena labor, se miraron uno al otro. No podían creer lo que estaba diciendo aquella mujer. Mariano tomo a la niña y con ella en brazos llamo a las otras mujeres, que a distancia gritaban emocionadas al ver el buen resultado, Petra, la abuela entre ellas.
__ Traigan una cobijita y ropita para que cambien a esta criatura __Luego dirigiéndose al padre de la recién nacida dijo__ Señor Antonio, felicidades, es papá de una hermosa nenita.
Antonio veía emocionado a su primogénita. No podía creer en tanta belleza, veía a su hijita como un angelito.
__ ¿Cómo le vas a poner a tu nena? __ Le pregunto el doctor.
__ Pos habíamos pensado que si era hombre, se llamara Martin, pero como salió mujer, quiero que se llame Casimira, si, así, Casimira Quintero Ríos. Hasta su nombre se escucha bonito. Porque nació un día bonito, hoy, el tres de marzo, que no hace ni frio ni calor…ella va a ser muy feliz, de eso me encargo yo. Y ahora si hágame el favor de decirme como se llama usted doctor, y dígame también cuanto le debo.
Mientras se estrechaban fuertemente las manos, el galeno respondió.
__Mi nombre es Mariano Azuela, y a mí no me debe nada, yo solo soy el acompañante del doctor Ramos, pregúntele a él.
__ Pues gracias doctor, pero si no me va a cobrar nada, entonces dígame en donde vive, para llevarle unas pitayas ahora que se nos vengan en mayo, y unos guamúchiles ya que  se den.
__No amigo, eso va a ser muy difícil, yo vivo en Lagos de Moreno, muy lejos de aquí. Así que va a ser difícil que me des las pitayas. Yo solo vine por un libro con el doctor Ramos y me lo ha regalado, así que no se lo voy a regresar. Va a estar muy difícil que yo regrese por aquí algún día.
Que equivocado estaba el doctor Mariano Azuela. Él iba a volver quince años después, herido de bala en una pierna, cuidando  también a un coronel herido y los iba a atender nada más ni nada menos, que la niña que acababa de traer al mundo, en quien luego se inspirara y la llamara Camila en lugar de Casimira en su tan famosa novela “Los de abajo” pero eso, es un capitulo que narraremos más delante.
Equivocado también estaba Antonio. Casimira no sería tan feliz como él deseaba, al menos no en su infancia.
Ese año Antonio con anticipación reunió a sus compañeros de danza para empezar a ensayar. Le había prometido a la Santa Cruz, que si su hija nacía bien, él se encargaría de organizar la danza y que le bailarían en todas las fiestas de la comarca. Por eso su preocupación de que estuviera bien ensayada. Desde mediados de marzo, apenas dejaba de trabajar por la tarde, ya fuera en la desmonta de su cuamil, o en el trapiche, se iba a la plaza de El Remolino y ahí se reunía con sus compañeros. Desde esa hora hasta las diez de la noche, danzaba y danzaban, preparándose para las ya muy cercanas fiestas del mes de mayo.
Había una cosa que se le hacía extraña, que casi todos los días cuando el regresaba, se encontraba en el camino a el mentado Machete. Aunque estaba oscuro, notaba una sonrisa de burla en aquel personaje, quien siempre aludía cualquier cosa por la que venía del otro lado del rio. Al llegar a su casa encontraba a su esposa ya dormida, o que se hacia la dormida para no hablar con él.
Cuando pasaron los cuarenta días del nacimiento de su hija, Antonio exigió que se reanudaran las relaciones maritales, como era la costumbre por aquellos lugares, pero Florentina lo rechazo, aduciendo que había quedado mal después del parto y que estaba adolorida, que dejara que pasaran al menos tres o cuatro meses. Antonio era un hombre joven, vigoroso, necesitaba de su atención, pero se tuvo que resignar.
Ese año en las fiestas del tres de mayo, Antonio noto algo extraño en su esposa y el amante de su suegra. Mientras el danzaba delante de la procesión, alcanzo a ver como que su mujer alegaba algo con el machete. La miro enojada, con el ceño fruncido como se le ponía cada vez que algo la molestaba. El tal machete sonreía cínicamente. En la plaza, frente a la Cruz, mientras danzaba buscaba a su esposa entre la gente y no la encontró, luego de algunos sones se tomaron un descanso y de inmediato Antonio se dio a la tarea de buscarla. Se sentía molesto, tan molesto como don José Torres que corría de una higuera a otra, alejando a la gente que se acercaba para tocar aquellas hojas tiernas, grandes   y tan verdes.
__ ¡Háganse pa allá con  una chingada! ¡Que no entienden que las pueden secar porque traen las manos llenas de manteca! __Ahí dejó Antonio  al buen hombre con sus gritos y sus cuidados, gracias a don José Torres  fue que sobrevivieron aquellas plantas. Antonio siguió en la búsqueda de su esposa. Se encontró a su suegra que cargaba a Casimira.
__ Oiga ¿Y Florentina?
__ Pos sabe, también la ando buscando, esta criatura no para de llorar porque no ha comido y ni sus luces de esta. Ni tampoco encuentro al machete, me dijo que quería chicharrones y no me dio dinero. Sabe dónde se habrá metido.
Antonio no dijo nada. La última vez que los había visto era en el zanjón, cuando paso la peregrinación, hacia allá se dirigió. A toda carrera tomó por la calle curveada que por ese entonces ya se empezaba a formar. Por el ajuar de danzante que traía y por el ruido que este producía, fue que lo escucharon y tanto el Machete como Florentina salieron de atrás de un mezquite, discutiendo aun.
__ ¿Qué pasa? __Dijo Antonio intrigado.
Florentina, sin perder el aplomo dijo enojada.
__Este lebrón, que anda de caliente con la mujer de Anselmo Magallanes y con la hija de Felicitas Munguía, y ya no lo niegues.
__ Mentiras Florentinita, mentiras, a figuraciones tuyas.
__ ¿Y tú qué? Si anduviera con ellas.
__ Como que ¿Yo qué?  Pues que no ves que él es el marido de mi madre y yo no quiero que ella vaya a sufrir si se da cuenta.
__ Mentiras Florentinita, mentiras que me inventa la gente.
__ Ándale __ Dijo Antonio imperativo __ tu madre te anda buscando con la niña, anda llorando de hambre y tú por acá defendiendo propiedades ajenas. Ándale, cuélale para la plaza.
__ Ahorita voy
__ ¡Dije que ya!
Por primera vez en su vida Florentina miro a su esposo de una manera distinta. El rostro adusto, era alto, pero lo vio como un gigante, los puños cerrados, los ojos rojos.
__ ¡Váyase! Yo tengo un asunto que arreglar con este hombre.
__ ¿Co, co, conmigo?__ Pregunto el machete tartamudo.
__ ¡No! __Replico Florentina valerosa __ nos vamos todos o no me voy
Temía que al dejar a los dos hombres solos podía pasar una desgracia. Hasta ellos llego el sonido del violín de la danza llamando a los danzantes para que bailaran otros sones.
__ Vámonos pues __ Dijo Antonio __ Ya en otra ocasión vamos a hablar usted y yo.
En la plaza encontraron a Petra y esta de inmediato le entrego la niña a su madre, luego feliz por ver al machete fueron a comprar sus chicharrones.  Petra se fue a la casa a preparar la cena. El machete se fue al puesto de aguas frescas que era atendido por Macrina Bañuelos, la esposa de Anselmo Magallanes.
Mientras danzaba, Antonio no dejaba de observar. Su esposa seguía con su rabia, cuidando también al machete. Macrina Bañuelos no paraba de reír, solo que su alegría termino cuando vio que el machete compraba una flor perfumada y se la regalaba a Dolores Munguía, la hija de Felicitas.
En un descanso de la danza, Anselmo Magallanes, que también era danzante, se acercó a Antonio y mientras le invitaba un trago de ron de caña le dijo.
__ Sabes Antonio, traigo un mal pensamiento y a ver si no te me ofendes, pero es mejor hablar de hombre a hombre.
__ Tú dirás Anselmo, ¿Qué se te ofrece?
__ Pos nomas quiero decirte que hasta qué punto perdería tu amistad, si por ahí se me atraviesa tu suegro y le doy un piquetito. Le traigo mala idea y por ahí me llegaron unas platicadas que no son de mi agrado.
__ Mira Anselmo, si matas a una cucaracha y la remueles con el guarache, es el mismo coraje y rencor que te voy a tener si matas a ese jijo de la guayaba. Yo creo que le harías un favor al pueblo. Tus motivos has de tener y no es de hombres andarse preguntando.
__ Bueno, porque te voy a decir una cosa, dicen por ahí que no nomas yo tengo motivos para matar a ese jijo de la jijurria.
Antonio cambio de color en el semblante. Sintió que la sangre se le ponía caliente, no podía imaginar que la gente anduviera hablando a sus espaldas por algo que empezaba a sospechar.
__Pero como dices tú Antonio, no es de hombres andarse contando cosas y la deshonra no es bueno andarla presumiendo. Pero hasta Felicitas Munguía tiene motivos para despedazar a ese jijo.
Antonio no dijo nada, solamente tomo del brazo a Anselmo y le dijo. __Haga lo que tenga que hacer, antes que se le adelante otro. Por mí no hay problema. Vamos a seguir danzando.

Solamente en la fiesta del tres de mayo danzaban todo el día, en las fiestas de las otras rancherías, generalmente solo de madrugada, cuando el cura daba la misa o ya muy tarde, cuando regresaban de trabajar.
Fue en la fiesta del seis de mayo. Le tocaba en la Boquilla del Rio, nomás pasando el rio frente  a El Remolino.
Desde muy temprano se levantó Antonio y se puso su ajuar. Dejo a su mujer y su hija dormidas. Llegó al patio recién regado de la ranchería y contempló aquella cruz de mezquite, de las que hiciera Bernabé. Se juntó el grupo de danzantes y apenas iba a iniciar el primer movimiento cuando llego corriendo Amalia Magallanes, hermana de Anselmo.
__ ¡Te lo dije hermano! __Entre resoplidos alcanzo a hablar__ Apenas te saliste de tu casa y entró ese prieto del demonio con tu mujer, y no la oímos gritar ni pedir auxilio, al contrario, la oímos echar una carcajada. Si ya te lo hemos dicho, esa mujer es mala.
Anselmo no escuchó más, a toda prisa volvió a su casa y con el todos los demás danzantes. Se fueron a su jacal, pero Antonio no, él se fue al propio. No sabía que iba a encontrar, pero le pedía a Dios que no fuera a ser lo que él pensaba. Para su fortuna su mujer y su hija seguían tan dormidas como las había dejado. Ya no regresaron a danzar. Florentina se levantó y le dio algo de almorzar. Ese día lo había contratado Florencio Rodríguez de Guadalajarita, para que le ayudara a plantar camote. Allá se encontró con otros compañeros danzantes que fueron los que le contaron.
__ ¿Qué paso con aquel?
__ Pos nada tú, con el ruidaso que llevábamos con los trajes de la danza, el tal machete se salió a tiempo. Lo vimos que brincó la cerca, iba todo encuerado, como estaba todavía oscuro ni cuando lo fuéramos a alcanzar, se perdió en la oscuridad.
__ ¿Y Anselmo, su mujer?
__Pos la agarro encuerada también. Nadie decía nada, si la mataba pos bien merecido se la tenía. Pero ella le suplicó por los hijos que tenían, que no los fuera a dejar sin madre. Pos seguro lo convenció, pero él le puso de condición que tenían que ir a Moyahua a que le jurara delante del Santo Santiago que ya se iba a portar bien. Ya ves que él es muy creyente del santo patrón. Pues la mujer se puso unas enaguas y ganaron pa allá. Allá han de andar ahorita. Vieras que bien se miraba la mujer de Anselmo, esta chula la condenada. Puras de buen talante se agarra el mentado machete.
Luego una carcajada generalizada. Antonio pensó que también se burlaban de él, en ese entonces la gente decía, que entre Antonina Horta y Florentina Ríos, ni a cual irle de más hermosa.
En eso llego el dueño de la tierra que iban a plantar y les dio órdenes para que iniciaran el trabajo, así se distrajo Antonio un poco, aunque una extraña sensación no lo dejo estar del todo bien.
A la media mañana Florentina atizaba la hornilla en donde hervía una olla con frijoles, mientras preparaba el nixtamal que molería en el metate para echar sus tortillas, cuando una sombra le tapó el sol. Alzo la vista y contemplo al machete con un tambachi en el hombro. Ella sonrió emocionada, pero el hombre no correspondió a su sonrisa.
__ Mírelo, que aventado, venir a verme hasta acá ¿No le da miedo?
__ Solo vengo a despedirme Florentina, me voy
Ella sintió un vuelco en el estómago y se incorporó de inmediato.
__ ¿Qué? ¿A  dónde? ¿Por qué?
__Aquí ya no quepo mi alma. Me andan buscando para matarme. Me voy, solo vine a despedirme.
__ ¡No! ¡No te puedes ir!
__Si me quedo me matan
__ Llévame contigo
__ No se  puede mi alma, tú tienes una cría y yo no voy a cargar con las crías de otro. Además nos estorbaría para poder ir más rápido.
__ ¡No! ¡No me puedes dejar!
__ Ni modo mi alma, si no tuviera esa cría, créame que me la llevaba, es la vieja que más me cuadra de este rancho. Pa otra vez será.
Florentina empezó a temblar desesperada. Miro que el machete se encamino a la puerta del patio para tomar camino.
__ ¡Espérame! __ Le grito desesperada __Nomas déjame agarrar mi reboso.
Entro al jacal apresurada. Miro a su hija que sonriente jugaba con una sonaja de guaje sirial. Se iba a quedar sola. Sin madre. Iba a llorar y los vecinos iban a ir a ver qué pasaba y podían sospechar, le avisarían a su esposo. Sin medir consecuencias tomo un chiquigüite redondo que estaba repleto de la ropa sucia que iría a lavar aquella tarde;  los calzones de manta de su esposo, sus enaguas, las mantillas sucias de su hija y sin más lo vacío sobre la cuna tapando completamente a su hija, para que si lloraba, no se escuchara su llanto, luego tomo su reboso y salió corriendo para alcanzar al machete. Si se moría, mejor para ella.
__ ¿Y su cría mi alma?
__ Que ahí se quede, con su padre que la quiere tanto. Y pa donde vamos pues.
__ Mire, vamos pa arriba, a la gente que nos encontremos le vamos a decir que vamos pal norte, pal Paso pues, pero pasando apozol vamos a agarrar vereda pa Nochiztlan y luego nos regresamos pa Guadalajara, allá tengo dos hermanos, ellos nos darán posada. O si no, pos por ahí hacemos casa, pos total.
__ ¡Ya los oí jijos de su…!
A ese grito voltearon asustado. Petra Lujano con un leño en la mano se acercaba a ellos amenazantes.
__ ¡Sabía que andabas con pirujas, pero nunca me imaginé que con esta perra! ¡Él es mi hombre! ¡Maldita! ¡Maldita!
 El machete se acercó a la mujer que enfurecida le lanzo un golpe, lo eludió y con mucha facilidad le quito el garrote. Al verse desarmada no le quedo de otra más que la amenaza.
__ ¡Los escuche malditos! ¡Los escuche! Ahorita voy a ir a buscar a Antonio y le voy a decir para donde van. No se van a salir con la suya.
Los amantes se miraron uno al otro desconcertados. Se asustaron. Petra se dio la media vuelta. Florentina fue la que lo ordenó.
__ ¡Mátala Machete, mátala antes que alguien nos descubra!
El machete obedeció. Con el mismo palo que Petra llevaba, la alcanzo y por la espalda le dio un golpe en la cabeza, la mujer cayó desmayada, ya en el suelo el golpeo en varias ocasiones hasta que vieron que le salieron los sesos. Luego entre los dos la arrojaron a una hondonada que llamaban el Arroyito Cagón y pisando fuerte hicieron que callera un paredón sobre el cadáver de la mujer y quedo semi tapado, de tal modo que no se veía desde el camino real, luego, a toda prisa la pareja siguió su camino.
Al llegar al lugar donde Bernabé tenía sus cruces, en el surco de nopales encontraron a una chiquilla sentada en un bulto de ropa.
__ Esa es Dolores Munguía __ Dijo Florentina en voz baja.
__ Ey __ Respondió el machete __ Aquí la había dejado esperándome mientras me iba a despedir de ti. Nunca pensé que te animaras a venirte conmigo, así que me la traje a ella.
__ ¡Dile que se regrese!
__ Como cree mi alma, si ya la tengo aquí. Se va con nosotros, no voy a desaprovechar un cuerpito nuevecito y virginal. Vámonos __ Le ordenó a la jovencita.
__ SI va ella no voy yo __ Amenazo Florentina.
__ Pos regrésate, ya sabes lo que hicimos, allá tu __ Abrazando a Dolores dijo __ O usted que dice Lolita, verdad que no hay problema que me las lleve a las dos.
__ Por mí no, si a la que va a querer es a mí.
__Las voy a querer a las dos, pa las dos tengo __ Luego estiró el brazo desocupado y en el acurrucó a Florentina y así, con las dos mujeres abrazadas siguió su camino.
Al llegar a Juchipila fueron al lugar donde se reunían los arrieros y ahí preguntaron insistentemente, que les dieran instrucciones para llegar al Paso, Texas, que les urgía llegar allá, y luego a Arizona. Fueron muy pocos los que pudieron darles instrucciones.
La jornada de trabajo termino temprano, para las tres de la tarde ya habían terminado de plantar y Antonio y sus compañeros regresaron a El Remolino.
Antes de llegar al jacal se le hizo extraño no mirar humo salir de la tronera, a esa hora todas las mujeres encendían los fogones para esperar a sus hombres que venían hambrientos. Apresuró el paso. Llego llamándola. Todo era silencio. Entro al jacal, sobre la cuna vio un cerro de garras, una manita de su hija sobre salía de ellas. Colgaba de la cuna. Antonio pensó en lo peor. Quitó los trapos y al momento despertó su hija que en un acto de supervivencia, con las pocas fuerzas que tenía, movió los trapos he hizo un huequito por donde le estuvo pasando aire para poder sobrevivir. Las garras opacaron el sonido de sus llantos, por eso los vecinos jamás imaginaron la situación de la niña, al ver todo en paz imaginaban que Florentina andaría con su madre, o en otra parte, pero nunca supusieron que Casimira había estado en peligro de muerte.
Con mucho amor levantó a su pequeña y al darle un beso empezó a llorar reclamando alimento. Con ella en brazos fue al jacal de Petra, no la encontró, luego fue a la casa de su hermano Baudelio y ahí le dieron la mala noticia.
__ Antonio, Florentina se fue con el Machete, Florentina y la hija de Felicitas Munguía. Dicen que se las llevó desde temprano.
Antonio apretó las manos. Sintió que la rabia lo carcomía.
__ ¿Y porque no me avisaron?
__ Pos te fui a buscar a tu cuamil, no sabía que andabas en Guadalajarita.
__ ¿Por qué no fueron a ver a mi hija, se estaba muriendo con una pila de garras en la cara?
__ Es que nos dijeron que llevaba un tambachi, pensamos que era la niña, cuando nos íbamos a imaginar que no la llevaba.
__ ¿Pa onde ganaron?
__ Dicen unos arrieros que pal Norte, según esto para el Paso, Texas.
__ Bueno, ta bueno. Ordeñen una chiva, denle de comer a Casimira. Aquí te la encargo hermano.
__ ¿A dónde vas?
__ A hacer lo que tengo que hacer. Cuida de mi hija mientras regreso.
Al decir eso, desclavo un machete que Baudelio tenía en un troncón de mezquite y apretándolo con mucha fuerza salió al camino real y casi corriendo agarró con rumbo al norte.
Jamás regreso Antonio. Nunca encontró a Florentina. Llegó al Paso Texas y luego siguió camino a Arizona en donde dicen que fundó un pueblo. A su hija nunca la desamparó, jamás dejó de mandarle dinero, lo malo era que en aquella época las remesas duraban meses en llegar, además, algunas veces se perdían o si llegaban, las personas que cuidaban de Casimira lo consideraban un pago y no le daban a la niña nada de lo que su padre mandaba. Fue criada como una arrimada, sufriendo desprecios, maltratos, viviendo de lastima. En todas partes la llamaban, la niña abandonada. Por eso Antonio se equivocó al decirle al doctor Mariano Azuela, que su hija seria por siempre feliz.
Antonio, como ya dije, jamás regreso, pero Florentina sí, volvió años después, luego de la toma de Zacatecas, cuando Villa iba rumbo a Guadalajara, pero esa, es otra historia.



sábado, 28 de junio de 2014

CAPITULO XXXII, AMOR Y PASIÓN, INDISPENSABLES PARA EL NACIMIENTO DEL NUEVO PANTEÓN.

A finales del siglo XIX, Antonina Horta era una de las mujeres más hermosas de la comarca Juchipilense, sus ojos azules resaltaban en aquella piel blanca denotando claramente su sangre francesa. Nadie se explicaba cómo era posible que se hubiera fijado en Apolinar López, el humilde trabajador del trapiche, hijo de Margarito López y de Anita Gutiérrez Cárcamo. Pero así es el amor de caprichoso, tal vez mucho tuvo que ver, el alma de poeta que poseía Apolinar, y el poema que le mandara en una carta perfumada.

Eres como la flor del cacalasustle
Perfumada como una piedra de copal
Yo, un simple abrojo del camino
Una triste penca del nopal

Pero cada vez que yo te miro
Siento en el pecho una salta pared
Así se me mueve el corazón mío
Con tan solo devisarla a usted

Ha de perdonar mi atrevimiento
Pero si no quiere que la quiera
Voy a cruzar el rio crecido
Pues lo mejor es que yo me muera, me muera…

El poema se lo dicto a Feliciano Haro, que era de las pocas personas que sabían leer y escribir,  luego, espero a que Antonina fuera a la capilla y carraspeando para que ella volteara, la puso bajo una piedra, arriba de la tumba de José María Luna. Fue por curiosidad que Antonina busco aquel papel. No era la primera vez que le escribían cartas de amor, era una mujer muy pretendida, pero ninguna había venido escrita en versos y aquello fue como una nota mágica y curiosamente se enamoró del ranchero poeta, de tal manera que le respondió con otra nota.

“No Apolinar, no te mueras, si tú te mueres, también me muero yo”.

Fue así como se hicieron novios. Nunca pudieron cruzar palabra de solteros, porque los Horta eran muy celosos con sus mujeres y no dejaban que hablaran con los hombres. Su única forma de comunicación, eran aquellos poemas que cada semana le mandaba Apolinar. El por su parte le hubiera gustado mandarle uno diario, pero don Feliciano le cobraba dos centavos por escribírselos y un centavo por leerle las respuestas, así que estaba caro y se conformaba con mandar uno por semana.

Don Asunción Horta casi se infarta cuando Margarito López y Ana Gutiérrez llegaron una Noche a pedirle la mano de su hija Antonina para su hijo Apolinar. Un pobre López para una de las Horta, jamás. Estaba a punto de correrlos de su casa, cuando entro Antonina a la estancia donde estaban y con ese carácter que siempre la distinguió le dijo a su progenitor.

__Padre, vale más que de la venia de que yo me case con Apolinar. Si usted se niega, yo me voy a ir con él o me voy a tirar desde lo alto del cerro al barranco. Usted sabe bien que se lo estoy diciendo en serio.

A don Asunción no le quedó más remedio que aceptar aquel matrimonio y una fresca mañana del mes de abril, recibieron la bendición en la capillita del Remolino.

Fue hasta que vivieron juntos, que se notara la diferencia de carácteres. Ella siempre activa, parlanchina, no había idea que se le ocurriera, que no la llevara a cabo, en cambio Apolinar era tranquilo, soñador, aunque muy trabajador no tenía visión para el futuro, era solo un peón, y decía que como peón habría de morir, así era la ley de Dios.

Dionisio López era hermano de Apolinar, eran muy diferentes. Dionisio era igual que Antonina, un muchacho alegre y dicharachero, con sus apenas 20 años de edad, ya era maestro albañil y traía trabajos por su cuenta. Se contaba que era muy enamorado, que no le importaba que el rio estuviera muy crecido para ir a ver a sus novias que tenía en la Boquilla del Rio, lo atravesaba nadando, cosa que muy pocos se atrevían a hacer cuando venía muy cargado de agua. Por más que lo reganaba don Margarito, diciéndole que cualquier rato se iba a meter en problemas, Dionisio no entendía, tenía una frase muy de él.

__Usted no se apure padre, la vida para mí es muy corta y hay que saber vivirla.

__ Pues vívela, pero respetando, las mujeres casadas son sagradas

__Pues si padre, por eso yo les rindo los honores__ Y luego aquella larga carcajada que lo distinguía particularmente.

Por eso fue de extrañarse cuando cambio su estilo de vida. Dejo de ser parrandero, mujeriego, de su trabajo a su casa. Eso fue cuando se casó su hermano Apolinar y se llevó a vivir a su esposa a la casa paterna.

Vivian en un llanito muy cerca de la plaza, en donde ahora es la casa de Cuca de Pancho. Ahí había un callejón que salía hasta la plaza. El solar era muy grande, una pequeña yunta que sembraban año con año. Después le dieron un pedazo a Juan y a Silvestre Villarreal, el resto lo perdieron un año que no pagaron los impuestos y solo quedo un pequeño lote.  Un día se  fincó don Mónico Rodríguez diciendo que él quería que su casa diera a la plaza y  tapó la calle, quedando solo un pequeño callejón que terminaba en la propiedad de Juan Villarreal, así de fácil era apropiarse de los terrenos en esa época.

Apolinar tenía su jacal aparte, sus gallinas y su chiquero con un par de marranos, pero a solo unos pasos del jacal paterno, por las tardes al regresar de trabajar era de rigor convivir con toda la familia. Por eso fue que Dionisio y Antonina Horta hicieran tan buena amistad. Tal vez por eso, Dionisio dejo de ser noviero, por las tardes regresaba ansioso a su casa, solo para platicar con su cuñada, para ayudarle a darle de comer a los puercos, a deshierbar la milpa, a platicar de planes de urbanización a futuro en el Remolino, a darse cuenta que la extrañaba cuando estaba trabajando.

El día que sepultaron al viejo Pablo Estrada, el último hombre que contaba haber conocido a Miguel Hidalgo cuando le puso el nombre al Remolino, fatigaron para encontrar un lugar en el panteón de la capillita. Para ese entonces ya se había fincado a un lado el patriarca de los Robles y no había más espacio.

Por la tarde Dionisio y Antonina platicaban acaloradamente que era necesario un panteón nuevo. Apolinar solo los escuchaba burlesco, hasta que por fin comentó.

__ ¿Apoco creen ustedes que nomás es decir vamos a hacer otro panteón y ya está listo? No, si para eso se necesita un terreno, y luego hay que bardarlo, y luego que la gente quiera enterrar ahí a sus muertos.

__ Mmmm, tu siempre tan negativo __Contestó molesta Antonina__ y luego tan buen terreno que tenemos aquí. Mira, ahí donde está la milpa se puede hacer panteón.

__ Si como no, apoco crees que mi apá va a dejar que siembren ahí los muertos. Si de por si dicen que en la capillita se aparecen muchos muertos, no vamos a querer aquí el muertal.

__ Fíjate Antonina que mi hermano tiene razón __Dijo Dionisio__ como que hay que buscar un lugar lejos del rancho, donde no veamos cuando se aparezcan los muertos. Qué te parece el cerrito de los zapateros.

__ Muy lejos, muy alto pa subir los cajones ¿Y al pie del cerro de las Ventanas? Ahí se vería bonito un camposanto.

__ Ándale, ahí sí.

__ Apolinar, mañana que es domingo nos vamos a levantar temprano para ir a misa a Juchipila, luego voy a ir con el licenciado Delgadillo a pedirle que nos dé un pedazo de tierra para el panteón.

__ Bueno…

Y así fue. Mucho tuvo que ver que el llamado licenciado Delgadillo siempre estuvo enamorado de Antonina. Los recibió con mucho agrado, aunque luego su mirada se puso triste, al notar que aquella mujer tan hermosa ya estaba perdiendo su figura por causa de su primer embarazo, para ese entonces ya llevaba en el vientre a su primer hijo, quien seria llamado Librado López, que a la postre sería el esposo de Casimira Quintero, la hija de Florentina Ríos. Ambos descendientes directos de aquel francés que un día llegara herido al Remolino.

El licenciado Delgadillo dio permiso para que tomaran el terreno que quisieran al pie del cerro de las ventanas, siempre y cuando lo bardearan para que se notara donde eran los limites.

Luego de haber conseguido el terreno, Antonina se dio a la tarea de hablar con la gente de los ranchitos aledaños, explicándoles el nuevo proyecto. En esa época casi todos los muertos de los pueblos vecinos, a excepción de Juchipila eran sepultados en el Remolino.

Lo que Antonina pedía es que se juntaran y entre todos hicieran adobes y bardearan el nuevo panteón, el encargado de la obra seria su cuñado Dionisio.

Apolinar ante el entusiasmo de su esposa y de su hermano, no le quedo de otra más que participar y todos los días, antes de irse a su jornada de trabajo, se iba al rio y junto con una veintena de voluntarios, batían lodo con pasojos de burro y hacían lo más que podían de adobes para bardar el nuevo panteón. Muy pronto hicieron los necesarios y entonces con cuatro ayudantes Dionisio empezó la pared que delimitaría  el predio que sería el panteón.

Todos los días iba Antonina a llevarle de comer. Primero pasaba por el trapiche para dejarle su bastimento a su esposo y luego agarraba camino al cerro para llevarle a su cuñado y supervisar la obra.

Antonina le había prometido a toda la gente que participó en el proyecto, que el día que terminaran, ella iba a hacer un mole de guajolote para todos ellos. Desde entonces el mole de las Horta era famoso en toda la región.

Fue una tarde, ya casi terminada la obra, cuando Antonina llego con el alimento para Dionisio. Fueron a sentarse a la sombra de un mezquite para saborear sus frijolitos recién cocidos con un pedazo de queso. Fue por una coincidencia que los dos a un tiempo estiraron la mano para agarrar una tortilla y sin querer quedaron agarrados de la mano. El contacto duro unos segundos. Dionisio sintió que se estremeció todo su cuerpo y se puso su piel chinita. Antonina también sintió algo extraño. Ambos se miraron por un instante, luego los dos bajaron la mirada y rápidamente retiraron la mano uno del otro.

__ Ya me voy Dionisio__ Dijo ella

__Si, ta bueno, ya vete, yo te llevo los trastes.

Sin volver a verlo, Antonina se levantó e inmediatamente tomo camino al Remolino. Su mente no paraba de trabajar pensando en lo que acababa de ocurrir. ¿Qué era aquello? ¡No! Ella era una mujer decente, no podía pensar en semejante salvajada. Dionisio era su cuñado, hermano de su esposo, ella amaba a Apolinar. Pero, entonces porque aquella inquietud. De repente saco de su pecho el rosario que siempre llevaba al cuello e hincándose mientras apretaba el crucifijo dijo con mucha devoción.

__ Señor, que no sea lo que estoy pensando. No quiero ser una mujer mala. No quiero que se atraviesen los sentimientos. Tú eres sabio, tú eres poder, haz lo que tengas que hacer, pero no quiero amar a dos hombres, menos aun si ellos son hermanos. Confió en tu grandeza y tu bondad, amen.

Luego, sintiéndose más tranquila siguió  camino rumbo a su casa.

Otro día se hizo acompañar de su suegra, doña Anita Gutiérrez, para llevarle de comer a sus hijos. Por las tardes adujo que se sentía mal por el embarazo para ya no salir al patio a darle de comer a las gallinas y no ver a su cuñado.

Dionisio por su parte también se notaba triste. Ya no cantaba y se miraba cansado. Tampoco buscaba a Antonina, sin embargo una noche mientras cenaban en familia le tuvo que anunciar.

__ Oye Antonina, yo creo que pasado mañana acabamos de bardar, yo te lo digo porque la gente anda alborotada por el mole que les prometiste.

__A pos que bueno que me avisas, mañana mismo hago borlote para que vengan las mujeres a ayudarme, yo creo que con unos tres guajolotes que matemos es suficiente.

__ Les quedó bien bonita la barda mijo __Dijo don Margarito__ no cabe duda que eres buen albañil.

__ Si apá __ Luego mirando a Antonina agregó__ Si hasta dan ganas de morirse para que lo entierren ahí a uno.

Antonina agacho la cabeza,  pero aquella idea a Dionisio se le volvió una obsesión

La barda del panteón la terminaron el 20 de marzo de 1897. Era un sábado.  Al  medio día Las mujeres lideradas por Antonina ya habían preparado el mole y la sopa de arroz para el festejo. Todos los hombres que habían participado en la construcción de la barda estaban presentes. La mayoría de la gente se acercó cuando Dionisio iba a colocar el ultimo adobe, por lo que todos escucharon claramente cuando dijo.

__ ¡Ahora sí! ¡Ya tenemos un nuevo panteón, hermoso como ninguno y yo quiero ser el presidente. El primero que sepulten aquí, porque a veces es mejor estar muerto que andar sufriendo!

La gente rio ante aquella ocurrencia. Antonina lo miró con tristeza. Alguien hizo circular una botella de aguardiente, cuando llego a las manos de Dionisio, iba casi a la mitad, este no se la despego de la boca, hasta que no quedo una gota.

Empezaron a circular los platos con mole, la gente se acomodaba en el suelo o se sentaban en piedras o pedazos de adobe. Dionisio se acercó a las mujeres que servían y les hizo una petición.

__ Oigan, no habrá un pescuezo de guajolote por ahí, a mí me dan eso.

Antonina misma fue quien se lo sirvió. Dionisio tomo su plato, de inmediato metió la mano tomando la pieza que había pedido, la mordió  para arrancarle un hueso que jugó en su boca, dio la media vuelta y se sintió mareado por el alcohol que había bebido. Trastabillo y por evitar que se callera su plato con mole suspiro hondo y en ese instante el hueso que tenía en la boca se le fue al gaznate. Sintió que se atoro en su garganta. Tosió, le faltó aire. Intentó volver a toser pero no pudo. Soltó el plato con mole para agarrarse el cuello. Quiso gritar pero le era imposible. Abrió los brazos para pedir ayuda. De su garganta solo salía un sonido como ronquido. Le faltó aire a los pulmones. Por fin alguien se dio cuenta.

__ ¡Dionisio, algo tiene Dionisio!

__ ¿Qué tienes?

__ ¡Se está ahogando!

__  ¡Denle agua!

__ ¡Péguenle en la espalda!

__ ¡Hijo, hijo!

El rostro de Dionisio se puso morado. Los ojos muy abiertos. Se miraba desesperado. Su agonía era terrible, duro varios minutos. Alguien le metió la mano a la boca y alcanzo a tocar el hueso, pero fue peor porque lo único que hizo fue empujarlo un poco más y tapó por completo la garganta. De repente cerró la boca. Se quedó serio. Buscó el rostro de Antonina y sonrió, con su mirada le dijo muchas, muchas cosas.  Luego ladeó la cabeza   y todo su cuerpo se desmadejó.

La gente siguió intentado darle ayuda, pero ya todo era inútil. Dionisio López, el hijo de Margarito López y  Ana Gutiérrez Cárcamo, hermano de Apolinar y Venturita, había muerto el mismo día que el terminara la barda del panteón.

Una muerte terrible, pero no tanto como la que le toco padecer a su hermana Ventura. Algún día la contaremos.


lunes, 17 de marzo de 2014

CAPITULO XXXI, EL NACIMIENTO DE LAS HIGUERAS.

Don José Torres y Alberto Haro, se hacían sendos cigarros de hoja bajo un mezquitillo que había en la plaza de los Villarreal. Alberto sacó su eslabón, el pedernal y la yesca y con una maestría tremenda hizo la brasa para encender los cigarros. Se sentaron en unas piedras que había ahí y luego don José destapó una botellita de ron.
__ Sabes que estoy pensando Alberto __ Dijo Torres al momento que le ofrecía la botella a su interlocutor __ Que esto que llamamos plaza, de plaza no tiene nada. Mira nomas en donde nos estamos sombreando, un triste huizache.
__ Vas a creer que yo también tengo tiempo con el mismo pensamiento. Aquí necesitamos unos buenos arbolotes, unas pochotas o unas cebolletas.
__ No, de esas no se ven bien en las plazas. No ves la de Juchipila con sus laureles de la india.
__ Fíjate que no me gustan. Son re basurientos y tantos pájaros que se paran ahí, cuando uno anda dando la vuelta te dejan toda la cabeza cagada.
__ En Ixtlahuacán vieras que bonitas higueras tienen. Algo así estaría bueno aquí con nosotros.
__ ¿En dónde se podrán conseguir unas higueras?
__ Pos sabe, mira, ahí va Roque Horta, vamos le  preguntándole a él. ¡Oye Roque, ven pa acá!
__ A ver, pa que soy bueno.
__ Oye, tu que eres arriero y sabes de muchos lugares ¿En dónde crees tú que podríamos encontrar unas buenas higueras pa traer y plantar aquí en la plaza?
__ Pos ta fácil, las veo cada que voy a Guadalajara, y no van a creer que cada vez que las veo, se me antojan para traérmelas para acá. Pos ahí al bajar la barranca, en la orilla del rio. Chulada de higueras zalateras.
__ ¿Cómo la ven si vamos a traernos unas tres para plantar aquí en la plaza?
__ Pos ahí verán, ahí están mis mulas, porque solo a lomo de mula se pueden traer unas de buen tamaño.
__ Yo estoy puesto.
__ Mañana mismo.
__ Mañana muy tempranito pa llegar pasado mañana y en cuanto las saquemos darnos la vuelta pa que no se vayan a secar.
__ No se hable más. Échate un trago Roque.
__ Pos bueno.
Otro día, antes de que el sol saliera, montando sendas mulas aquellos tres hombres iban por el camino real, rumbo a Ixtalhuacán, a lo que llamaban la barranca, a buscar y traer tres higueras para la plaza del Remolino.
Encontrarlas no fue difícil, escogieron tres que no sobrepasaran los tres metros, pero que no fueran menores de dos. Las sacaron dejándoles una buena bola de tierra para proteger sus raíces,  luego las envolvieron en costales de ixtle y las amarraron con mecates, finalmente surgió el verdadero problema, como subirlas a las mulas, eran muy pesadas, se necesitaban cuatro hombres para levantarlas, dos de cada lado, ellos solo eran tres. Como si el cielo los hubiera escuchado, de entre el monte escucharon un ruido, luego jadeos, finalmente aquel hombre que apareció sudoroso de entre la selva. Los miro. Se detuvo en seco y quiso regresarse asustado, pero don José Torres le dijo.
__ Oiga amigo ¿No quiere ganarse unos centavos? Ayúdenos a subir estas higueras a las mulas.
El hombre sudoroso dejó de verlos con desconfianza. Sonrió, volteo hacia atrás y dijo.
__Favor por favor. Miren, la verdad me vienen persiguiendo los hermanos y el marido de una mujer. Si ustedes me esconden y les dicen que pase el rio y seguí corriendo, con gusto les ayudo y ni les cobro.
Así lo hicieron. El tipo se sentó de cuclillas recargado a un pequeño paredón y ahí le echaron un par de cobijas. Unos minutos después se escuchó nuevamente que alguien venia por la selva, muchos jadeos. Aparecieron cinco hombres, todos con machete en mano. Se detuvieron en seco al mirar a los remolinenses. Uno de ellos preguntó:
__ ¿Oigan, no han visto de casualidad a un cabrón que venía corriendo?
__ ¿Uno prieto, así grandote? __ Contestó José Torres
__ Ese mero.
__ Si, como no, llegó así como ustedes, de repente, llegó al rio, tomo poquita agua, y luego lo paso a corre y corre, siguió ladera arriba, yo hasta les dije a estos, como que a ese lo viene siguiendo el diablo.
__ No seremos el diablo, pero haga de cuenta, haga de cuenta __Luego dirigiéndose a sus compañeros el hombre exclamó__ no ha de ir muy lejos, ahorita lo alcanzamos, va a llegar a la peña y de ahí no va a tener pa donde seguirle. Vámonos, vamos a capar a ese pinche marrano.
Así lo hicieron, llegaron a la orilla del rio, medio tomaron agua y luego siguieron su carrera. Apenas desaparecieron en la selva a otro lado del rio, don José Torres fue y destapó al tipo que reía divertido.
__ Ándele, ya se fueron los que lo venían persiguiendo, ahora si ayúdenos a subir estas higueras.
__ Ey…pos si, como no.
Entre los cuatro hombres les fue más fácil levantar aquellos árboles y luego los amarraron fuertemente a las cabrillas de las mulas. Cuando estuvieron listas, el hombre aquel fue a tomar agua nuevamente al rio, por lo que Alberto Haro le dijo a sus compañeros en voz baja.
__ Oigan, este amiguito no me cae nada bien. Sabrá Dios cual sea la verdad por lo que lo vienen siguiendo. Pero estoy pensando que las mulas no van a aguantar mucho con el peso de las higueras y vamos a tener que descansarlas muchas veces. Vamos a seguir necesitando de ayuda para volverlas a cargar. Como la ven que nos lo llevemos pa que nos siga ayudando.
José Torres y Roque Horta voltearon a verlo. Alberto tenía razón, tenían que llevárselo.
__ ¡Amigo!__ Le gritó Don José Torres __ ¡Venga pa acá, le queremos proponer algo!
El tipo se emocionó cuando le hicieron la invitación de acompañarlos, más aun cuando le ofrecieron una paga.
__ ¡Vámonos pal Remolino pues, aquí ya el ganado anda muy alborotado!
Fue una verdadera odisea llevar aquellos árboles hasta el Remolino. Muchas veces tuvieron que descansar los animales, la carga era mucha y muy delicada. Se hizo el doble de tiempo del que se haría regularmente, sobre todo para subir la barranca.
Llegaron al Remolino un día por la tarde. La gente salía de sus jacales curiosa al mirar lo que llevaban aquellos remolinenses. Don José Torres era quien les explicaba a los que se iban incorporando a la comitiva, pues les decía que iba a necesitar mucha ayuda para plantar las higueras ese mismo día, luego regarlas y ponerles abono. Nadie se negó. Llegaron a la plaza y la noticia se corrió al barrio arriba y pronto llegaron los habitantes de aquella área a ayudar también, entre ellos Petra Lujano.
Adalberto Haro y Don José Torres decidieron en donde iría cada Higuera. A zancadas midieron la plaza, luego ubicaron cada higuera. Calcularon más o menos el diámetro de la sombra que daba una higuera adulta y descubrieron que con dos hubieran sido suficiente, pero habían traído tres, así que esas plantarían.
__ No se preocupen __ Dijo Roque Horta__ Una higuera se va a secar. La que me corresponde a mí. Es que pronto yo me voy a ir muy lejos, yo no voy a morir en el Remolino, por eso la higuera que me corresponde se va a secar, van a ver, solo van a quedar la higuera de José Torres y la de Alberto Haro.
Siguiendo las instrucciones de Don José Torres, la gente del rancho empezó a cavar, hicieron tres hoyos profundos, luego le revolvieron pasojos a aquella la tierra suelta que sacaron, después plantaron las higueras, entre todos, emocionados, imaginando la sombra tan bonita que cobijaría a todos los remolinenses cuando crecieran aquellos árboles. Aquella, la plaza de los Villarreal,  ya era  una verdadera plaza.
Ya estaba muy oscuro cuando terminaron la labor. Lo más difícil fue regarlas. De muchos pozos fue que se trajo el agua y eso fue por muchos meses, regarlas, regarlas y regarlas. Pronto dos de ellas empezaron a echar hojas nuevas y a crecer, solo la de en medio empezó a secarse.
El hombre que los había ayudado a llevar las higueras no participo en la plantación. Su ayuda fue recompensada con 25 centavos. Don José Torres le pago. Luego que recibió su dinero se acercó a Roque Horta y le pregunto:
__ Oiga don Roque, ¿no sabrá de alguna mujer que le guste el “Tilingo lingo”? aquí traigo con que quererla.
Roque no le respondió, simplemente con un movimiento de cabeza le señaló a Petra Lujano. El hombre sonrió. Se dirigió a donde estaba Petra.
__ Buenas mi alma. Me contaron por ahí que usted no es nada mala gente con un hombre necesitado.
__ SI trae centavitos como de que no.
__Traigo centavitos y mucho amor para darle.
Ella no dijo nada, simplemente le dio la espalda y empezó a caminar rumbo a su jacal, el hombre tras de ella.
Petra otro día se levantó muy feliz. Solo había atendido a un hombre la noche anterior. Los otros que fueron a buscarla tuvieron que regresarse tristes porque ella no les abrió la puerta. En su petate estaba  un hombre prieto, desnudo, un hombre del que nadie en Remolino supo su nombre, porque se presentaba a todos como “El machete” o “El machetón”. Se quedó a vivir con ella, como si fuera su marido. Dejo de ser la prostituta del lugar para convertirse en la mujer del Machete. Pronto el hombre, mucho más joven que ella, consiguió trabajo en el trapiche y se quedó en El Remolino, viviendo en el jacal de Petra Lujano.
En el trapiche era muy poco apreciado porque todas sus pláticas eran de conquistas de mujeres. A la hora de la comida Petra le llevaba su bastimento. Siempre era acompañada por su hija Florentina que también le llevaba de comer a Antonio. Comían los cuatro juntos. Antonio se sentía incómodo porque aquel hombre acariciaba descaradamente a su suegra y luego través del calzón de, manta, sin ningún cuidado se tocaba su parte íntima y se la mostraba a Petra, pero sin tener el cuidado que también él y Florentina lo estaban viendo.
__Mire nomas mi alma como me trae, pa la noche que llegue me espera bien bañadita, que la voy a hacer sentir mujer.
Florentina inconscientemente sentía un estremecimiento y su piel se ponía chinita. Aquella frase le llegaba muy hondo, hacerla sentir mujer. No la entendía muy bien, por eso fue que un día de regreso del trapiche se lo pregunto a su madre.
__Oiga mama, que es eso que le dice el machete, de que la va  a hacer sentir mujer.
Jamás en la vida las dos mujeres habían hablado de temas íntimos, esas eran platicas taboo entre madres e hijas, sin embargo Petra estaba viviendo una época muy feliz y por eso le respondió a su hija.
__ Ay mija, pos que va a hacer, eso que te hace Antonio a ti, cosas de marido y mujer.
__ ¿De que la acuestan a una en el petate?
__Bueno, no, no es solo eso y yo no  puedo saber si Antonio te hace sentir mujer. Porque eso no es algo que todos los hombres sepan hacer. Es algo que sí, es cuando se acuesta una con ellos en el petate, pero para eso te tienen que saber acariciar, y luego que te monten te hacen como que se te entume la cabeza, como si una estuviera volando en el aire, y aunque es un ratito que se siente, parece como que dura toda una vida. Se te va la respiración y no quieres respirar pa que no se vaya ese sentir, y aunque no quiera pujas pero bien largo y sabroso. Yo muy pocas veces lo había sentido, este canijo prieto me lo hace sentir cada vez que me monta. Ha de ser porque parece burro.
Florentina la escuchaba con mucha atención. Era la primera vez que una mujer adulto le hablaba de aquello.
__ ¿Será madre como cuando uno siente cosquillitas en la cosa de una, y siente ganas de hombre?
__ No mija, no te confundas, esa es la armonía, la calentura y esa casi todas las mujeres la sentimos. Esto que te digo es algo muy diferente y es ya cuando se acaba todo el asunto de la acostada.
__ ¿Cuándo los hombres se mean?
__ Pos debe ser tantito antes o a la misma vez, porque si tu hombre se mea antes, ya no te da chance de que tú sientas eso. ¿Antonio cuánto dura cuando se acuestan?
__ Pos un ratitillo. Yo quiero más, pero se duerme.
__ ¿La tiene grandota?
__ Pos como asina __Con las manos le hizo una seña.
__ Mmmmm mija, vieras al prieto. Ese si es todo un hombre.
Florentina se estremeció y recordó a Martin.
__ ¿Oiga madre, y cuando una se casa, ya deja de venirle la sangre cada mes. Desde que me case con Antonio ya no me ha venido?
Petra soltó un grito emocionada.
__ ¡Anda mija, que aunque esta  despitadito Antonio, pero ya te pegó una cría! ¡Estas esperando mija, estas esperando!
Menuda sorpresa se llevó Florentina. Cuando llego por la tarde Antonio le dio la noticia y este se puso feliz. Un hijo, un hijo al que llamarían Martin.
El tiempo pasó rápidamente. El buen humor de Petra empezó a cambiar, porque el machete le dio por salir a dar la vuelta. Dejo de trabajar en el trapiche y puso a Petra  a trabajar en lo que ella  sabía hacer para que lo mantuviera. Ella lo hacía con gusto para que no fuera a dejarla. Se supo que el hombre le gustaba irse a bañar al rio, cerca de donde las mujeres lavaban. Lo hacía completamente desnudo, más de alguna empezó  a sentir inquietud por el prieto.
Como él sabía que por las mañanas las mujeres estaban solas porque los hombres andaban trabajando, le dio por ir a visitarlas, a pedirles un taquito. En algunas casas se tardaba más tiempo del requerido para comerse un taquito.
Florentina ya tenía siete meses de embarazo cuando fue una mañana a buscar a su madre. El machete estaba solo en el jacal, acostado en el petate, semi desnudo.
__ Oiga, ando buscando a mi madre__ Pregunto la mujer.
__ Fue a Juchipila a un mandadito, no ha de tardar, pásese mi alma, pásese.
__ No, mejor regreso al rato, ya que venga ella.
De un salto se incorporó el prieto y se puso a su lado, y abrazándola tiernamente la condujo a una destartalada silla que tenían.
__ Pero cuál es la prisa, usted ha de venir cansadita, vengase, siéntese un ratito __ Y mientras decía eso, junto su cuerpo al de ella. Florentina sintió aquella extensión dura, enorme. A su mente vino el recuerdo de Martin. A pesar de estar embarazada aquel hombre no la respeto y ella no se resistió a todo lo que él le propuso. Salió del jacal antes que regresara Petra, sintiéndose muy feliz, descubriendo por fin lo que significaba aquello de sentirse mujer.
El momento del parto llego y con él la sorpresa, no fue niño, fue una hermosa criatura a quien pusieron como nombre Casimira; Casimira Quintero Ríos. Antonio estaba feliz, no entendía porque el mal humor y eterno coraje de su esposa. Tenían una hija preciosa.
 Por ese mismo tiempo nacieron muchos niños en Remolino. El hermano de Antonio, Basilio, tuvo a su hija Juanita, nació Camilo Pérez, Elpidio Torres, Toña Horta, Clemente Rodríguez, Librado López  y muchos más que ya iremos mencionando, pero por ese tiempo también nació un personaje, que aunque nació en el rancho de Atemajac, tuvo mucho que ver con la historia de El Remolino. Cuentan que a ese niño le predijo su nacimiento la muerte y dijo que le llamaran Tránsito, que significa precisamente, muerte, pero que el padre que lo bautizó no aceptó ponerle ese nombre y se lo cambio por Trinidad, esta es la historia del nacimiento de él tan famoso Don Trinidad Bañuelos, el azote del cañón de Juchipila.