DESCENDENCIA DE MACACO Y MAPILA (parte II)
Yoltic,
con su preciosa carga sobre el hombro, siguió río
abajo, caminando dentro del agua. Pronto se alejó del lugar de los hechos.
Epifanio Roldán los fue siguiendo a cierta distancia. Pensaba en rescatar a la
señora y quedar bien con don Diego, pero aquel hombre era un cobarde.
Había llegado de España dos años antes, y se sentía frustrado porque no podía
hacer fortuna como otros que eran más atrevidos. Estaba en la tierra de la
bonanza y lo máximo que había logrado, era ser el hombre de confianza de Don
Diego Rodríguez, pero no dejaba de ser un criado al que solo le daba migajas de
lo mucho que el hombre le robaba y explotaba a los naturales. Por eso iba
tras Yoltic, con la esperanza de rescatar a la esposa del patrón y tal vez este
intercediera por él para que el encomendero le diera una buena hacienda. Pero
el simple hecho de pensar en enfrentar al indio, lo ponía a temblar.
Un rato
después de ir caminando, Doña Luisa volvió de su desmayo. Se sintió incomoda
sobre el hombro de Yoltic, y se movió bruscamente por lo que cayó al agua.
Desde abajo contempló al mismo hombre moreno que estuvo a punto de matarla.
Yoltic también se le quedó viendo, pero de una manera que hizo que la mujer le
tuviera confianza, al momento supo que aquel hombre no le iba a hacer daño.
__ ¿Quién
eres, qué quieres, en dónde está mi esposo?
La mujer
le hizo una serie de preguntas que Yoltic, por no entender el idioma no las comprendió,
él le dijo en náhuatl.
__Hija de
la luna, la más hermosa de las mujeres, Yo soy Yoltic, el que nunca muere, te
llevo al lugar más hermoso del universo, a la capital del cielo, un lugar en
donde serás la reina porque mereces vivir ahí, en donde un día habrá de volver
un descendiente de Macaco y Mapila, a hablar sobre la profecía y los tesoros de
mi cerro.
Ella
tampoco entendió lo que él decía, pero aceptó su mano para poder incorporarse.
__ ¿Me
llevarás con mi esposo?
__Sígueme,
te espera tu reino.
Ella lo
siguió dócilmente, no tenía otra opción, confiando que la llevaría directamente
con la caravana en donde venía. Pero empezó a pasar el tiempo y Yoltic no daba
esperanzas de salir de aquel río. Antes de caer la noche, pasaron por donde
había un charco profundo. Yoltic a señas le hizo entender que se quedara en la
orilla y no se moviera, luego el de un clavado se fue hasta lo profundo del
agua, en ese momento Epifanio Roldan se encontraba algo lejos, pero corrió con
la intención de avisarle a doña Luisa que él iba ahí y que no se preocupara,
pero antes de llegar hasta ella, miró como el caxcán salía con dos enormes
bagres agarrados de las agallas en sendas manos. Los arrojó a la orilla y luego
se volvió a hundir. Espifanio lo miraba de lejos, su indecisión creció,
podía gritar, pero que tal si el indio salía y lo descubría, indudablemente lo
mataría, así que prefirió seguir escondido, ya habría otra oportunidad. Desde
su escondite miró como el indio salió con mas peces, luego como juntó leña e
hizo una fogata, limpió los pescados con su cuchillo de pedernal, después
cortó pencas de nopal y las abrió por un lado, en cada una de ellas metió
pedazos de bagre junto con oreganillo del cerro, de una bolsa de cuero que
traía en la cintura, les puso un poco de sal, para después arrojarlas a las
brazas.
En un
momento dado doña Luisa, quiso ayudarlo, pero Yoltic, a señas le pidió que
siguiera sentada en el arenal.
Una vez
que estuvo el guiso, sobre una piedra plana acercó una penca a la mujer, la
abrió y le ofreció a que comiera, era imposible rechazar tan delicioso manjar,
además, era la primera vez que ella era tan bien atendida por un hombre. De su
esposo, siempre había recibido maltratos y humillaciones y aunque la mayoría de
sus sirvientes actualmente eran indios, este tenía algo especial, no era su
criado, ni se comportaba como tal, este hombre tenía algo diferente.
Hasta el
escondite de Epifanio llegaba el olor de los peces cada vez que abrían una
penca, su hambre creció, pero se resignó a comer solo olor, ni modo de ir
a pedir.
Una vez
que comieron, Yoltic a señas le indicó a la mujer que durmiera. Arrimó mucha
leña para que la fogata no se apagara y sufrieran de frío y así pasaron la
noche. Otro día antes que saliera el sol, siguieron su camino rumbo al cerro de
las Ventanas.
Epifanio
cuando pasó junto a donde habían dormido, tuvo que tragarse las pencas de nopal
cocidas y lamer los esqueletos de pescado para poder saciar su hambre, además
tuvo que correr muy rápido para no perderlos de vista.
Duraron
muchos días para llegar a su destino, porque Yoltic tuvo que rodear los
asentamientos españoles de Apozol y Xochilpilli, pero en todo momento estuvo
pendiente por la comodidad de su prisionera. Por ella y para ella cazó conejos,
pájaros, recolectó frutas, en fin no había quejas de parte de ella, pues
increíblemente se sentía feliz al lado de aquel hombre moreno y musculoso, que
siempre estaba de buen humor, aunque no le entendía ni una palabra, sabía que
todo lo hacía por ella y eso la halagaba. No extrañaba en lo absoluto a su
marido.
Por fin
llegaron al cerro de las Ventanas. El promotorio estaba solo. Los jacales tanto
en lo alto como en el plan estaban solos, quemados. Yoltic sintió mucha
tristeza, extrañaba a su gente.
Por el
camino rumbo a lo alto del cerro, llegaron a donde esta una peña, ahí Yoltic le
pidió a la mujer que esperara. Se acercó a la roca, una piedra sobresalía,
Yoltic la empujó hacia su lado derecho y esta cedió, luego se escuchó un
crujido y a un lado de la piedra que empujara, se empezó a abrir la piedra
hasta que quedó el espacio de un rectángulo perfecto. La puerta a la cuidad que
hay dentro del cerro de las Ventanas. Epifanio a corta distancia estaba
emocionado por lo que acababa de ver. Yoltic a señas le pidió a la mujer que lo
siguiera y así entraron a aquella dimensión desconocida.
Unos
minutos después que entraron, la puerta se empezó a cerrar. Epifanio, sin saber
lo que había dentro, y haciendo gala de una valentía repentina, saltó de su
escondite y entró en la estancia antes que la puerta se cerrara completamente.
Quedó asombrado por lo que vio. A pesar que la puerta se cerró totalmente,
aquel lugar estaba alumbrado como si entraran rayos del sol. La pared brillaba
como si fuera de oro, pero estaba adornada con murales representando hombres y
seres muy extraños. En el espacio había muebles y adornos ornamentales, el piso
era de una piedra muy brillante.
Yoltic y
Doña Luisa no estaban ahí, escuchó voces, eran ellos, y a él le entendió
perfectamente, como si hablara el más puro castellano.
Las voces
venían del fondo de el lugar, hasta ahí fue Epifanio y se dio cuenta que había
una escalinata hecha con la misma piedra brillante y en forma de caracol descendía
cientos de escalones. Sin dudarlo un instante empezó a bajar, entonces pudo escuchar
con claridad el diálogo.
__Pero te
entiendo perfectamente __Dijo doña Luisa.
__Si, es
que aquí, en este recinto sagrado no existen las limitaciones, no existen los
idiomas, todos nos podemos entender porque este es uno de los pocos lugares
perfectos del universo, en donde no existen las religiones ni las
creencias…todo es armonía.
__
¿Entonces aquí todo es amor?
__No
necesariamente, aquí, quien es bueno se hace más bueno, y el malo incrementa su
maldad. Pero quien siente amor, aquí no puede ocultarlo.
__Entonces
esto que he estado sintiendo por ti todos estos días, es…amor, ahora lo siento
con una intensidad que me ahoga.
Yoltic
detuvo su caminar. Volteó a verla y con tristeza le dijo.
__No puede
ser, tu eres la hija de la luna, yo solamente un ser humano. Y es que eso que
tu llamas amor, yo también lo he sentido desde el momento que mire tus ojos,
desde que he tocado tu mano, desde que he tocado tu piel
__Porque
dices que soy hija de la luna? No entiendo.
__Porque le
pedí a la luna, porque llegaste como un regalo, porque tu piel es blanca como
la luz que alumbra la noche, porque eres hermosa.
__Entonces
si soy un regalo, soy tuya, solamente tuya.
Al decir
eso, la mujer se acercó a Yoltic y abrazándolo por la cintura, se estiró un
poco y tocó sus labios con los de ella. El indio se estremeció.
__ ¿que es
eso hija de la luna? ¿Qué me has hecho?
__Solo te
di un beso ¿Nunca has besado?
__No,
Entonces
ella volvió a repetir la acción. La emoción en Yoltic fue mayúscula. Empezó a reír
y luego tomándola de la mano corrió escalera abajo hasta llegar a el plan, en
donde estaba la más hermosa de todas las ciudades jamás conocida.
Calles
perfectamente diseñadas, todas las casas eran de dos o tres pisos, arboledas,
frutales, pájaros de muchos colores, animales exóticos.
Con mucha
emoción preguntó doña Luisa.
__ ¿Qué es
esto?
__ Es la
ciudad de el Cerro de las Ventanas. Mira, si subimos por esa otra escalera
llegaríamos a las ventanas, que es otra puerta, pero esa solo la sabrá abrir
quien en algunos siglos mas, será sangre de mi sangre, sangre de Macaco y
Mapila.
__ ¿ Pero,
y la gente, nadie vive aquí?
__Si, pero
ahora están dormidos. Pero ven, quiero enseñarte lo más maravilloso.
Caminaron
por una calle, hasta llegar a una especie de plaza, en donde había una iglesia
y una pirámide.
__Mira,
aquí moran todos los dioses. Tú miras una casa de tu Dios, yo miro una casa de
el mío. Todo es armonía. Pero ven, lo que te quiero enseñar es esto.
De el
suelo, brotaba un chorro de agua azulada que corría hasta un estanque que nunca
se llenaba.
__ ¿Agua?
__ Si
agua, pero de la que no puedes beber tú porque eres mujer. Si tu bebes de esta
agua tu vida se hará muy corta y pronto morirás. En cambio yo, puedo tomar toda
la que quiera y mi vida será eterna. La única manera en que yo puedo morir,
sería si cortaran mi cabeza de mi cuerpo.
__Pero
entonces es un agua especial para hombres. ¿Cómo hacer para vivir siempre
a tu lado?
__ Es
fácil, yo bebo de el agua, y tu bebes de mi sangre, así es igual que si bebieras
de el agua tu misma.
Al decir
esto se agachó y puso su boca sobre el mismo chorro que salía del subsuelo,
luego se incorporó y con su cuchillo de pedernal hizo una cortada en su brazo,
para luego ordenarle a la mujer,.
__Ven hija
de la luna, ven y toma de mi sangre, que si es verdad que con esto no has de
vivir mil vidas, si remediaras todos tus males sentirás como corre la vida en
tus venas.
La mujer
obedeció. Con un poco de temor se acercó, puso su boca sobre la herida y dejó
que aquella sangre entrara en su cuerpo. Al instante sintió un calor extraño y
lamió toda la sangre que pudo. Misteriosamente de repente se cerró la herida.
Entonces miró a los ojos de Yoltic y encontró amor, mucho amor, el mismo amor
que estaba sintiendo ella.
__Hija de
la luna, vuelve a poner tus labios sobre mis labios, igual que lo hiciste en la
escalera.
Ella
obedeció y se unieron en un abrazo que se fue convirtiendo en un cúmulo de
caricias. A un lado de aquella fuente de vida, cayeron los ropajes que cubrían
sus cuerpos y sobre las piedras de aquella ciudad mágica se realizó el más
hermoso acto de amor que jamás se hubiera hecho en el universo, porque además
de que fue una entrega total, fue la causa de una maravillosa consecuencia.
Desde su
escondite Epifanio Roldán fue testigo de aquel acto. De los múltiples besos
posteriores y las promesas de amor eterno.
Estaba
desesperado por acercarse a aquella fuente, pero aquel par de enamorados no
daban trazas de irse de ahí hasta que por fin el dijo.
__Debemos
irnos, no podemos quedarnos mucho tiempo aquí o corremos el riesgo de quedarnos
para siempre y nuestra misión en el exterior aun no termina.
__A mí si
me gustaría quedarme aquí para siempre.
__ Y así
va a ser algún día, cuando aprendamos a ser Dioses, a ser eternos. Pero vámonos,
es tiempo ya,
Epifanio
tuvo que esconderse muy bien para que no lo miraran cuando pasaran. Pero aquel
par iban tan emocionados que no lo notaron.
__
¿Y cuando salgamos ya no nos vamos a entender?
__No ya
no, pero tendremos que aprender a comunicarnos, o tu tendrás que aprender
mi lengua.
__ O tú la
mía
__Antes de
que dejemos de entendernos, hija de la luna, tienes que prometerme algo.
__Pídeme
lo que quieras.
__Que
jamás nadie habrá de saber por tu lengua, que este lugar existe, y menos aun
como entrar en él.
__Lo
prometo por este amor que siento por ti.
__ Los espíritus
han escuchado tu promesa. Si algún día la rompes, en ese instante has de morir.
En cuanto
ya no los tuvo a la vista, el español corrió a la fuente y se tiró directamente
al estanque y ahí bebió, bebió y bebió y conforme el agua entraba en su cuerpo,
el sintió que se iba llenando de fuerzas. Los males que lo aquejaban
inmediatamente desaparecieron, el dolor de sus riñones, las cicatrices de la
viruela, su hepatitis, y hasta la sífilis se volvió solo un recuerdo. Le
hubiera gustado quedarse ahí, pero recordó las palabras de Yoltic. Ya no le
cabía más agua en el estómago sin embargo dio un par de sorbos mas y luego
salió del estanque, no sin antes llenar su pequeña cantimplora, para luego
correr a toda prisa, directo a la escalinata para salir de aquel lugar.
Cuando el
ataque a la caravana de don Diego. Este llegó a Xalpa y de inmediato ordenó que
se hiciera una campaña para ir a rescatar a su esposa, o en su defecto el
cadáver de su esposa o lo que quedara de ella. Nunca se imaginaron que se la
había llevado Yoltic, asi que fueron tras el rastro de Tenamaxtle y su gente.
Cuando Tenamaxtle se dio cuenta que lo iban siguiendo dio la orden que se
dividiera su ejército en dos, y luego cada grupo en otros dos y así
sucesivamente hasta que fueran una sola persona y todos fueran con rumbo
distinto. En algún tiempo se volverían a reunir en Tonalá. Fue por esa
razón que les fue imposible seguir el rastro de tantos a una vez.
De alguna
manera, aquel grupo ese día descansaba en Juchipila, como la llamaban los
españoles.
Fue a uno
de los monjes a quien se le ocurrió decir.
__Sabe don
Diego, deberíamos de buscar a su esposa en el cerro de las Ventanas. Tenamaxtle
y sus aborígenes, creen que ese cerro es mágico, quien quita y estén escondido
por ahí.
Cuando
Epifanio subió la escalinata y llegó a la estancia donde se entra a el cerro,
ya estaba cerrada, entonces se puso a tocar en la pared, hasta que encontró una
especie de palanca, la jaló y al momento se empezó a abrir la puerta. Salió al
aire libre, se sentía fuerte, poderoso lleno de vida e increíblemente con mucho
valor y coraje, ya no era un cobarde. En eso escuchó una gritería, miró hacia
abajo y vio que en el llanito que hay luego de una cueva blanca, una veintena
de españoles y muchos indios peleaban contra un solo guerrero.
A toda
prisa buscó la piedra movible que accionaba la puerta. Aquel lugar era un
secreto, era su secreto. Nadie debería saber de aquella fuente. No, solo él
sería inmortal. El clásico egoísmo de los envidiosos.
En cuanto
la puerta se cerró corrió a ver que pasaba.
Yoltic se
defendía de aquella jauría, a un español le había arrebatado su espada y con
ella arremetía contra quienes lo atacaban. Su cuerpo estaba bañado en sangre,
pero sus ímpetus eran igual que si apenas hubiera empezado la pelea. Más de una
docena de indios y españoles yacían sin vida en el suelo. Don Diego abrazaba a
su esposa que desesperada quería correr a donde el indio se defendía. La
mayoría de sus heridas eran en la espalda porque lo atacaban a traición, pero
no lo hacían caer.
__Hola don
Diego__ Saludó Epifanio muy tranquilo.
__
Epifanio ¿Qué haces aquí? Te creíamos muerto.
__Nada de
eso don Diego, simplemente me había perdido. Pero dígame una cosa, entre tantos
no pueden con ese indio.
__No, y es
mejor que huyamos, está acabando con todos y luego seguiremos nosotros.
__No, lo
que pasa es que no han sabido golpearlo, el golpe tiene que ser a el cuello,
tienen que arrancar su cabeza.
Al
escuchar aquello doña Luisa lo miró asustada. Aquel hombre sabía el secreto.
__Mire don
Diego, yo voy a hablar con ese hombre, lo voy a distraer, luego ordene que
alguien se acerque por la espalda con un hacha y le corte la cabeza, es la
única manera que el muere.
__ Vamos,
ni que fueras tan valiente.
__Mire que
si lo logramos, ¿usted conseguiría que me fuera regalado este cerro?
__Este y
otro igual que este…
__Bien,
siga mis instrucciones. Para empezar deme una espada.
__ ¡Huye
Yoltic, huye!
El indio
volteo a ver a la mujer mientras una espada se encajaba en su estomago, esta
salió y él respondió de la misma manera cayendo el español agonizante.
Pero en
eso Epifanio le gritó….
__Ey, mira….__ Y al decir esto, le
mostro su cantimplora y tiró un poco de agua azul al suelo.
Yoltic
dejó de pelear. NO era posible, aquel hombre tenía agua de las mil vidas.
__ De
donde tomaste eso __ Le pregunto en su lengua.
Epifanio
tomó de aquella agua y luego hizo señas de fuerza, levantó poco a poco su
espada. Yoltic supo al momento que estaba frente a un enemigo tan poderoso como
él. Epifanio ya no sentía cobardía, estaba dispuesto a pelear, o mejor dicho a
entretener al indio, ya que a sus espaldas poco a poco se acercaba otro español
con un hacha en la mano.
Por más
que le grito Luisa que tuviera cuidado a sus espaldas, Yoltic no la entendió
concentrado en el enfrentamiento contra Epifanio. Ni siquiera tuvo oportunidad
de que las espadas se cruzaran. El cobarde a sus espaldas se acercó presuroso y
de un certero golpe con el hacha, arrancó la cabeza del cuerpo del hijo de
Macaco y Mapila.
Una vez en
Juchipila. Todos reían felices, había muerto el hombre invencible. Luisa
lloraba inconsolable en una celda del convento, A Epifanio Roldan le fue
concedido como propiedad el cerro de las Ventanas y Don Diego planeaba su
retorno a la Xalpa mineral.
Nueve
meses después de aquel suceso, Doña Luisa, esposa de don Diego Rodríguez, paría
un hermoso niño blanco, como si fuera hijo de la luna a quien se le impondría
el nombre de Alejandro Rodríguez Quiroga y Barcenal. Primogénito del dueño de
vidas y riquezas de todo lo que fuera la Jalpa y mil leguas alrededor. Aquel
niño que tenía la furia y la nobleza de un indio que murió decapitado, aquel
niño que en realidad era nieto de Macaco y Mapila, aquel niño que fuera el
primero de una gran estirpe de Rodríguez y de la cual, varios siglos después
siguiendo esa descendencia, naciera un hombre al cual llamaron Guadalupe Rodríguez,
mejor conocido como… Lupe…….. “Lupe el Pichilingue”.