La gran descendencia de Macaco y Mapila.
Tenamaxtle
con los guerreros que escogió para que huyeran con él, ya a salvo de los españoles,
a las orillas de un riachuelo descansaban del largo viaje que habían hecho. La
luz de la luna alumbraba sus cuerpos morenos, cansados de su carrera, pero
ninguno dormía, era mucha su tristeza.
Uno de
aquellos guerreros se incorporó y luego de gritar una oración mientras miraba a
la luna, tomó su cuchillo de obsidiana y con el cortó profundamente la carne de
su hombro izquierdo, pasando luego por el pecho y de manera diagonal hasta
llegar a su abdomen.
__Madre
luna, soy Yoltic, el que siempre vive, el que nunca muere. Y quiero sentir mas
dolor en mi cuerpo, del que está sintiendo mi alma. Madre luna, quítame el
pesar de ser eterno, o manda el consuelo para mi pena.
Todos los
guerreros lo contemplaban, ninguno hizo esfuerzo alguno por evitar que
volviera a herirse, porque luego de aquella cortada, puso el cuchillo en el
otro hombro y de igual manera volvió a cortar su cuerpo.
Cayó de
rodillas. Hasta que llegó Tenamaxtle y luego de quitarle el cuchillo de su mano
le habló tranquilamente.
__Eres un
guerrero muy valiente. Entiendo tu desesperación y agradezco tu sacrificio.
Nuestra madre luna ha de entenderlo.
__Hoy,
hermano Tenamaxtle, al mirar al gran Tencuitlatl lanzar a su hijo al barranco,
sufrí un dolor similar al que sentí cuando siendo niño, mire cuando mis padres
fueron enterrados en vida, en el cerro de las Ventanas. ¿Recuerdas eso? Tú
estabas presente.
__Si gran
Yoltic, como olvidar cuando los príncipes Macaco y Mapila, entraron
al altar y ahí quedaron cuidando de nuestros Dioses. Eso jamás lo
olvidare.
A pesar
que Yoltic sangraba profusamente, nadie se preocupaba por ayudarlo, el continuó
hablando.
__ Ese día
gran Tenamaxtle, fuiste señalado por mi padre, como el general de sus
ejércitos, como el guía se sus tropas para enfrentar a los ambiciosos, a los
que no tienen alma ni corazón.
__Recuerdo
eso tan claro, al igual que la palabras de mi padre, pues él se extrañó que ese
cargo no se lo diera a su único hijo.
__Mi padre
era un hombre sabio. Y si a mí no me dio ese cargo, es porque antes ya me había
dado otro. Me había encargado el agua de la vida, el agua que quien la toma
puede vivir mil vidas. Solamente yo sé en donde está la puerta para entrar al
interior del cerro de las Ventanas, solamente yo he tomado de esa agua en
mucho tiempo. Por eso es que yo no puedo morir, a menos que mi cabeza sea
apartada de mi cuerpo. Por eso es que yo no he muerto en las batallas, aunque
reciba tantas heridas. Pero si siento el dolor… por eso he cortado mi
carne, para que mi sangre y mi dolor honren al gran Tencuitlatl y su familia.
Hasta ese
momento ellos no sabían que todos los caxcanes que habían quedado en el Mixtón,
habían corrido la misma suerte que Tencuitlat y su familia.
__Gran
Yoltic, hijo de los príncipes. Tu dolor es mi dolor. Yo siempre fui un hombre
pacífico, hasta que llegaron los ladrones, los que nos despojaron de todo, los
que nos hicieron sus esclavos, los que nos inculcan sus dioses. Hasta entonces
me volví guerrero y entendí las palabras de tu padre. Y por eso te escogí a
venir conmigo, porque eres un guerrero valiente.
__Y mas lo
seré desde hoy. He de matar a cuanto hombre blanco encuentre en mi camino, que
importa que muera mis mil vidas…pero he de ver libre a mi pueblo.
__Entonces
te pido que cures tus heridas con tierra y agua, que descanses, que cuando el
sol salga, nos prepararemos para atacar a los hombres blancos y toda su descendencia.
Ojala y todos tuviéramos tu poder.
__Ya lo he
pensado gran Tenamaxtle. No somos muchos guerreros, pero si todos nosotros
tomáramos del agua de las mil vidas, nos volveríamos invencibles, pues nada nos
mataría.
__Es una
responsabilidad grande Yoltic, sería romper tu juramento de cuidar la entrada
al cerro.
__Ustedes
no entrarían, yo traería el agua a ustedes, y sé que los Dioses lo
entenderían también.
__Sea
pues, tú vives, tú guardas, es tu decisión.
Yoltic no
lo pensó dos veces. Era el guardián de la entrada al interior del cerro de las
Ventanas, en donde está la ciudad de habitantes eternos, en donde está la
fuente de la eterna juventud. El resto de guerreros se emocionaron, si ninguno
moría serían invencibles. Solo que en ese momento nadie imaginaba que aquel
plan no se realizaría, algo iba a pasar antes de volver al cerro de las
Ventanas.
Otro Día
despertaron aun tristes, pero más descansados. Tenamaxtle decidió que volver directamente
a Xochilpilli sería peligroso. Lo mejor sería rodear hasta el valle de Atemajac
o bien a las tierras del norte de Tabasco. En el camino ir atacando cuanta
población o caravana se encontraran, evitando que algún guerrero muriera,
solo serían ataques rápidos y luego huir. Así lo hicieron en Teul, Tlaltenango,
luego pasaron la sierra para bajar a Xalpa. Fue ahí en donde encontraron la
caravana de don Diego Rodríguez, un hombre sanguinario y sin escrúpulos, que
enviado desde Valparaíso, iba a hacerse cargo de las reales minas de La Villa
de Xalpa.
Entre los
huizachales avanzaba el contingente. El guía del ejercito de Tenamaxtle,
tendido en una loma contempló la caravana…con piedritas en una mano, contó los
hombres de a pie y luego en la otra los que iban a caballo, con flores las
carretas jaladas por bueyes y con cáscaras de huizache las mujeres. Se deslizó
sobre su estómago para no ser descubierto y fue a darle su reporte a
Tenamaxtle.
Este
analizó la situación y dio sus órdenes.
__Son una
vez los dedos de la mano, los que vienen en esos animales que llaman caballos y
que ya sabemos que no son el mismo ser y también pueden morir. Son cuatro
veces los dedos de las manos los hombres que caminan. Muchos de
ellos hermanos aztecas. Las mujeres no me interesan cuantas sean, también van a
morir si se interponen. Atacaremos cuando pasen junto a la loma. Iremos la
mitad de nosotros, sobre los caballos y los mataremos, tendremos cuidado de sus
varas que no se quiebran y matan. La otra mitad atacará a los que caminan, tu
Yoltic, matarás a las mujeres. En cuanto termine la sorpresa huiremos, no
importa a cuantos hayamos matado.
No se
habló más. Todos los guerreros caminaron sigilosamente hasta ponerse tras la
loma por donde pasaría el contingente. En cuanto estuvieron cerca, a el grito
de guerra de Tenamaxtle ¡Tehual nehual! (ahora si, o tú o yo)…corrió sobre el
contingente, que asustados no supieron que hacer. Se dirigió sobre el caballo
que cargaba a aquel hombre gordo y barbón que no paraba de gritar asustado. El
caballo cayó desmayado por el golpe y junto con él, el jinete que imploraba por
ayuda y compasión.
__!Ayuda,
ayuda, a mí, su amo, Don Diego Rodríguez!
Tenamaxtle
levantó su macana para matarlo, pero no pudo acabarlo porque otro hombre de a
caballo reaccionó y se abalanzó sobre el guerrero, este eludió las estocadas
que le lanzaba el jinete con su espada y golpeó con su macana las piernas de
aquel caballo, se las quebró. Al caer el jinete, le dio oportunidad de
ver como sus hombres atacaban sin piedad, pero ya empezaban a reaccionar los
enemigos. Era tiempo de huir, así que con un grito clave indicó que era tiempo
de marcharse. Ahí habían quedado varios indios aztecas muertos, cinco blancos
heridos pero ninguno de los hombres de Tenamaxtle. Batalla ganada.
Se
volvieron a reunir tras la loma, para contarse. Todos estaban ahí, todos, menos
Yoltic…
Preocupado
Tenamaxtle volvió sobre sus pasos, si aun estaba ahí, por seguro seguiría
luchando, él no moría tan fácil. Se asomó por la loma y no lo vio, los
integrantes de la caravana seguían asustados, pero no preocupados por luchar
contra alguien. No se miraba Yoltic. Tenamaxtle sabía que no podía
quedarse ahí y arriesgarse a que alguno de sus guerreros muriera. Era tiempo de
huir, Algo le dijo que Yoltic no estaba en peligro y junto con su tropa
volvieron a la sierra.
Cuando se
escuchó el grito de guerra de Tenamaxtle, Doña Luisa Quiroga y Barcenal,
esposa de Don Diego, como un acto innato saltó de la carreta y sin medir las
consecuencias corrió aterrada sin fijarse por donde iba. Yoltic que tenía el
encargo de matar a las mujeres, solamente se fijo en ella porque huía al igual
que otros hombres blancos, pero su vestido largo y su cabellera morena, la
hicieron visible. Sobre ella fue que Yoltic centró su ataque.
La mujer
ciega por el miedo, no se fijó que corría directo a un pequeño barranco. Ya
casi la alcanzaba Yoltic, cuando para su buena suerte llegó hasta el
barranquillo y cayó en el. Se sintió sofocada al chocar en la tierra, pero eso
solo mitigó su caída, porque ahí se iniciaba una ladera larga y terregosa por
la que se fue rodando, rodando, rodando hasta detenerse a la orilla del río, No
se pudo mover, le dolía el cuerpo y por estar sofocada no podía gritar. Su
terror llegó al límite cuando una sombra humana se paró junto a ella. No podía
hablar, para implorar por su vida, pero esa súplica la hicieron sus ojos,
aquellos ojos negros y asustados. Aunque luego de unos segundos ya no pudo
soportar más y cayó desmayada.
Yoltic
había saltado sobre el barranquillo también y haciendo gala de equilibrio
corrió ladera abajo hasta llegar junto a la mujer. Levantó su macana, la iba a
dejar caer sobre su cabeza, cuando miró aquel rostro pletórico de belleza,
aquellos ojos moros, aquella piel tan blanca. Era una diosa, blanca y hermosa
como la luna. Quedo impactado…su cerebro le dictó algo al momento…que
aquella mujer tenía que ser hija de la luna, el milagro que una noche
antes había pedido, su sangre derramada era gratificada. La luna le mandaba a
su hija para mitigar sus dolores.
Sin soltar
su macana, se agachó y con una facilidad increíble, levantó a la mujer, se la
puso sobre un hombro y con ella corrió río abajo, contrario a donde había huido
Tenamaxtle. Se sentía protegido, emocionado, llevaba en sus hombros a la hija de
la luna. Tendría que llevarla al cerro de las Ventanas, a la ciudad sagrada,
era una Diosa y merecía vivir ahí, le mostraría el agua de las mil vidas y
dejaría que ella tomara de su sangre…y así, con ella cargando se fue rumbo al
cerro de las Ventanas. Lo malo fue que, por ir tan emocionado, no se dio
cuenta que un hombre de los que huyeran durante el ataque de la caravana,
llamado Epifanio Roldan, lo iba siguiendo.
Otro interesante capítulo que se une a esta gran novela. Creo que el padre del autor sabe en que parte del Cerro de las Ventanas se encuentra la fuente con el agua de las mil vidas pues fácil luce mucho mas joven que su hijo. El hijo parece abuelo del padre. Con todo respeto ubiqué una pequeña falla al final del capítulo ya que cuando se desmaya Doña Luisa Quiroga y Barcenal (La hija de la luna) el escritor nos dice que Yoltic se arrimó a ella sin soltar su macana y uno como lector se confunde ya que no se sabe de cual macana está hablando :)
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