LA MUERTE DE TENCUITLATL
Con un montón de ronchas, adolorido física y espiritualmente, y con plastas de pasta de cascaras de canelilla y cuachalalá, en todo el cuerpo para bajar la hinchazón, el virrey Antonio de Mendoza vociferaba ante sus generales.
__¡Maldita sea, maldita sea! Buena nos la han hecho estos animales. ¿Cómo nadie se dio cuenta que era una trampa? Pero esto no se queda así. Vamos a preparar un ataque fenomenal. Ya mis espías me han traído la información. Dicen que estos rebeldes se encuentran en algo llamado cerro del mixtón o algo así. Pues ahí iremos a pelear contra ellos.
__Señor, con todo respeto __Dijo uno de sus subordinados __pero atacarlos ahí sería un suicidio, es imposible, ese cerro es una meseta sin subidas ni caminos, estaríamos a su alcance.
__Pues no me importa, que al fin y al cabo los que los van a atacar serán los otros indios, nosotros estaremos a la expectativa.
Y así fue, como perros se abalanzaron sobre el cerro del Mixtón. Tenamaxtle y el resto de caxcanes ahí los estaban esperando. Se habían preparado con anticipación, con alimento y agua suficiente para todo su ejército, lo malo fue que, no solo había ahí guerreros, muchos caxcanes no quisieron dejar a su familia expuestas a que los españoles se los llevaran como esclavos y habían cargado con ellos. Entre estos estaba Tencuitlatl, sus cuatro esposas sus veinte hijos.
Desde lejos divisaron como entre los árboles secos de aquel bosque de hojas caedizas, se dirigía ese ejército que iba en contra de ellos. Se prepararon a la batalla, ahí eran inmunes, por muy fuertes que fueran los cañones, no tenían capacidad de llegar hasta lo alto del cerro, si los atacaban intentando escalar los peñones, serian presa fácil. Sin embargo Tenamaxtle no se sentía seguro. Era demasiada la gente que había en la planicie del cerro y muy poca el agua y el alimento.
No tardo mucho Mendoza en llegar a las faldas del cerro y lo analizo, un verdadero nido de gatos. De inmediato ordenó un ataque de cañones, pero fue inútil, las balas pegaban sobre las rocas.
En lo alto la gente de Tenamaxtle, parados en la orilla del precipicio gritaban burlescos y triunfales. Luego Mendoza ordenó un ataque intentando lograr un lado del cerro para escalar por ahí, pero cuando sus tropas tlaxcaltecas y tarascas intentaron subir, enormes rocas se vieron caer de lo alto y arrastraron con todo aquel que intentaba subir dejando varias decenas de indios muertos. Sin embargo no cejaba en sus intentos, por cuanto flanco quiso atacar, era repelido fácilmente y lo único que miraba es que su ejército se iba reduciendo drásticamente.
__Imposible, imposible__ Se decía para sí mismo el virrey__ Lo único que me queda es sitiarlos y esperar,,, pero esperar ¿Cuánto? Porque si empieza a llover esto se convertirá otra vez en una selva, entonces habremos perdido.
Así fueron pasando los días, Mendoza cada vez estaba más angustiado, sin imaginar que en lo alto del Mixtón se vivía la misma angustia. El agua se terminaba rápidamente, había víveres para sobrevivir algunas semanas más, pero no agua, la única manera de conseguirla, era si llovía o simplemente bajar por ella, ir a el ojo de agua y regresar, pero para eso necesitaría que lo hicieran todos sus guerreros, igual que lo hacían en el cerro de las ventanas, que en una enorme fila se pasaban los cantaros desde el rio, ahí en donde sobre salía una piedra gigantesca, en esa piedra donde paró el águila que siguieron los ancestros, desde Aztlán hasta México, ahí en donde luego se llamaría la piedra de los indios precisamente por eso,,, desde esa piedra, hasta la laguna artificial que había en lo alto de ese cerro. Para eso, hasta tenían estacas clavadas en la peña, en donde se paraban los indios para pasarse las vasijas llenas y otra hilera en donde bajaban las vacías.
Pero no, imposible, no había manera de traer agua y llegó el día que esta se terminó completamente.
De alguna manera, aquello lo adivinó Mendoza. Lo intuyó cuando luego de un ataque, no fue repelido por tantos guerreros, solo unos cuantos les lanzaron las enormes piedras. Fue suficiente, no se necesitaban más, pero no había emoción en la defensa, ni gritos y esfuerzos mayores.
__Tienen sed esos guerreros. No sé porque presiento que un día de estos se rinden o definitivamente los atacaremos si mucho esfuerzo.
En lo alto, Tenamaxtle se sentía desesperado, hasta el último nopal que había en la planicie había sido cortado y sus pencas repartidas equitativamente para absorber el agua, pero ya ni eso había.
A la orilla del precipicio, el guerrero reunió a sus generales. Con voz muy triste les dijo.
__Hermanos, este es el final. Ya no tenemos fuerzas para defendernos. Los Dioses nos han abandonado. Es tiempo de rendirnos. Luego buscaremos la manera de volver a luchar.
__¡No, eso nunca!__ Habló Tencuitlatl sin pedir la palabra __Antes muerto, además mi señor, si te rindes ahora no te perdonarán la vida, ni a mi tampoco. Lo siento, pero yo lucharé hasta el final. Además, mira, los dioses no nos han abandonado.
Al decir eso, señaló al oriente, por el lado de la sierra de Nochiztlan, se veían avanzar nubes negras de las cuales de vez en cuando se miraba salir un poderoso relámpago.
Todos los caciques se incorporaron emocionados…va a llover, fue el comentario generalizado. Un vientecillo fresco con olor de lluvia golpeo sus caras y renacieron las esperanzas, con tranquilidad se sentaron a esperar, las nubes seguían avanzando. A lo lejos se empezaron a notar las líneas desde el cielo hasta la tierra que de vez en cuando se alumbraban con potentes relámpagos. Aquello era una verdadera tormenta.
En la parte baja del cerro, Antonio de Mendoza furioso también observaba el fenómeno.
__¡Maldita sea, maldita sea!, eso no es posible, por Santo Santiago de Compostela que esto no es posible. ¿Cómo que va a llover? Pronto frailes inútiles, rezad, rezad para evitar esa agua. Si llueve nuestra lucha será inútil, volveremos a empezar y a quien se le están acabando las fuerzas es a mí. Tendríamos que retirarnos y esperar que bajen esas bestias por si solas….rezad inútiles, rezad.
Estaba hundido en la mayor de sus desesperaciones, cuando un brujo tarasco se acercó junto con el intérprete y le dijo.
__Mi señor, ¿no quieres que llueva? Yo puedo hacer que la lluvia se aleje, o que deje de llover.
Mendoza lo miró incrédulo, incluso molesto le respondió.
__No seas bestia, eso solo lo puede hacer Dios nuestro señor.
__Exacto, es una petición al Dios tlaloc, y yo lo sé hacer con un sacrificio mi señor.
Había tanta convicción en las palabras de aquel hombre, que Mendoza se le quedó mirando con duda. Un fraile observó aquello y al momento replicó.
__No virrey Mendoza. Eso que acaba usted de hacer es dudar de su fe. Ni pensarlo siquiera, eso sería un sacrilegio.
__Pero ¿Y si funciona? Estos malditos nos han sorprendido con cada cosa. Nada se perdería con intentarlo.
__¡No! Eso sería ir en contra de nuestra santa iglesia. Si se entera la santa inquisición sería el acabose para todos nosotros.
__Bueno, pues algo se tiene que hacer, la lluvia se acerca y sus rezos no la paran. Vamos a ver tú… has lo que creas necesario y para esta lluvia, pero si no es así, solo recibirás el filo de mi daga en tu cuello.
El fraile muy asustado se alejo del virrey y se puso a rezar a grito abierto pidiendo perdón por aquel pecado, Nada había sucedido, pero el simple hecho de permitir un ritual, era algo demoniaco.
El brujo escogió veinte guerreros tarascos y les indicó que bailarían la danza de la víbora que quiere que se aleje la lluvia. Los guerreros la conocían y al momento se prepararon. Un tambor empezó a sonar rítmicamente. En un lugar plano se formaron los guerreros uno tras otro siguiendo al que iba en frente que se movía en sig-sag, haciendo el movimiento de una víbora. Todos ellos sabían que aquello era un sacrificio, que mas al menos uno iba a morir. Luego apareció el brujo que mientras gritaba palabras en su dialecto, corría eludiendo el animal humano. Llevaba un cuchillo de pedernal en la mano. El guía de la víbora llevaba dos cuchillos y con ellos intentaba matar al brujo, pero este era muy ágil y eludía las estocadas, pero al mismo tiempo también tiraba golpes con su cuchillo. La ventaja que llevaba él, es que era solo y se movía a placer, mientras los otros tenían que seguir en camino curvó. Eso aprovechó el brujo para a mitad de la serpiente, tirar una estocada que entró profundamente en el cuello de uno de los guerreros dividiendo la víbora en dos. Eso los distrajo un poco y por ese motivo corrió a la cabeza y de igual manera enterró la filosa piedra en la garganta del guía. Con aquello la víbora quedó completamente derrotada. Los guerreros heridos cayeron desangrándose. Antes de morir, el brujo se acercó al que fuera el guía, y con gran fuerza encajó el pedernal en el pechó del herido y apartó las costillas. Luego metió la mano y sin piedad apretó el aun palpitante corazón y con fuerza lo arrancó del cuerpo. Curiosamente en ese momento, la lluvia que ya estaba a escasos cien metros del cerro, se detuvo.
Mendoza estaba horrorizado, pero al mismo tiempo emocionado. Ya había empezado a sentir algunas gotas, pero pararon cuando salió el corazón del pecho.
El brujo se dirigió a él y le dijo.
__Ahora mi señor, para que el hechizo sea completo, tienes que comer de este corazón.
__¡Estas loco! ¿Cómo se te ocurre semejante estupidez?
__Si mi señor, o de otra manera la nubes empezarán a avanzar pronto.
En lo alto del Mixtón, los moradores estaban desconcertados. No entendían porque no llegaba la lluvia, estaba a tiro de flecha.
Un brujo se acercó a Tenamaxtle y le explicó.
__Han danzado para que la lluvia se detenga o se valla. Conozco el sonido del tambor.
__Que podemos hacer venerable anciano.
__Sacrificarme a mí, mi señor. Hacer la misma danza, pero en donde muera el brujo, entonces la lluvia llegara como debiera.
__También me pueden sacrificar a mi __Se escuchó decir a otro brujo.
__ Y a mí, dijo un tercero__ Así la lluvia será abundante.
Tencuitlatl se levantó y dijo.
__Me ofrezco para ser la cabeza de nuestro Dios Víbora. Si uno de ustedes venerables ancianos, cortan mi cuello, al menos mi sangre no será derramada en vano.
Pronto eligieron de entre los veinte guerreros que se veían más completos y formaron la fila. Tencuitlatl se empezó a mover en sig-sag y los otros a seguirlo. El tambor sonó rítmicamente.
Los tres brujos se pusieron al frente. Eran ancianos y no tenían tanta agilidad, máxime que sus cuerpos estaban deshidratados, sin embargo dieron la pelea, entre mas lucharan he intentaran matar la víbora, mayor sería la magia.
Tencuitlatl era un gran guía, eludía de buena manera las estocadas de los brujos. Uno de ellos tiró el golpe y se quiso alejar, pero por ser tres al intentarlo chocó contra unos de sus compañeros y rebotó hasta quedar frente a Tencuitlatl. Lo miró de frente, sonrió y luego abrió los brazos para dejar que el arma del cacique penetrara sus carnes. Luego de eso, todos los guerreros participantes se arrojaron sobre los otros dos brujos y corrieron la misma suerte. Al instante abrieron sus venas y directamente de ellas bebieron su sangre, la cual los hizo sentirse inmediatamente muy fuertes. Luego, abrieron sus pechos y arrancando sus corazones, humildemente se los ofrecieron a Tenamaxtle. Este tomó uno de ellos, lo mordió y tragó la carne, luego hizo los mismo con los otros dos, luego los pasó a sus guerreros y al instante los despadazaron a mordiscos. En ese momento sintieron como la lluvia mojaba sus cabezas con la intensidad de un huracán.
En lo bajo Mendoza empezó a maldecir al sentir como la lluvia inundaba todo alrededor.
__¡Maldita sea! ¡esto es una farsa! ¡Brujo maldito, que gran mentira la tuya!
El brujo lo miró sonriente y le respondió
__No mi señor, nada ha fallado. Ellos también han hecho el hechizo, y a ellos les ha funcionado porque el líder de ellos si ha comido el corazón. Mi magia es más fuerte que la de ellos mi señor. Aun se puede parar la lluvia. Come del corazón mi señor, come del corazón.
Mendoza desesperado tomó aquel órgano. Aun se sentía caliente.
__¡No! __Gritaron los frailes al unísono __Eso sería condenar tu alma, esto es cosa del demonio, no haga eso señor virrey.
__Hágalo, o va a seguir lloviendo
Mendoza ya no lo dudó, subió el corazón a la altura de su boca y le dio un mordisco tan potente que arrancó de cuajo el pedazo, solo lo medio masticó y luego lo tragó. Al instante dejó de llover. Emocionado dio otra mordida y luego otra y otra hasta que quedó solo un pedazo de carne entre sus manos. Emocionado miró como las nubes se fueron alejando en la misma dirección donde habían venido, luego a lo lejos empezó de nuevo a llover, donde el estaba de nuevo golpearon los rayos del sol y pronto es cielo se vio adornado con un hermoso arco iris.
__¡Por la virgen de la Macarena, que esto es maravilloso!__ Exclamó emocionado al contemplar aquel fenómeno natural. Esto es obra de Dios.
__Si mi señor__ Le contestó el brujo burlesco __Esto es obra de Dios, pero del mío, porque mi Dios es más poderoso que el tuyo.
Mendoza sintió un escalofrío y hasta entonces miró a los frailes que lo veían horrorizados y llorando ante el sacrilegio.
__Bueno, que más da, lo importante es que paró la lluvia, ¿O no?...y ustedes frailes mentecatos, aprendan. Quiero que involucren las danzas de estos hombres y se hagan en provecho nuestro.
__Eso es blasfemia señor Virrey, nunca danzaremos a sus Dioses.
__Pues que no dancen a sus Dioses, que dancen a los nuestros.
__Sacrilegio.
__Es una orden, de aquí en adelante danzarán en cada una de nuestras celebraciones, así gozaremos de su magia y ellos serán evangelizados…
En lo alto, la euforia se volvía a convertir en tristeza. Todos estaban mojados y de alguna manera medio había mitigado su sed, pero aquel minuto de lluvia solo había servido para revivir una esperanza que en ese instante volvía a morir. La lluvia se alejaba y lo único que les había dejado eran los tres cadáveres de sus mejores brujos.
Tenamaxtle reunió a todo el pueblo y ahí les habló.
__Ahora sí, la decisión está hecha. No queda otra más que rendirnos. Una vez abajo, buscaremos la manera de seguir luchando.
Tencuitlatl pidió la palabra. Se la cedieron y al momento llamó a sus cuatro esposas y a sus veinte hijos. Los sentó junto con él a la orilla del precipicio, luego le habló al pueblo.
__Mi señor Tenamaxtle, mi guía, mi general. Tú que fuiste elegido por los príncipes Macaco y Mapila para que el pueblo caxcán sea libre por todos los siglos. Tú no puedes entregarte ni entregarnos. Pruebas ya has tenido que son cobardes y su lengua es de cenzontle. No puedes confiar en ellos. Así que yo tengo la solución.
Hoy nos ha llovido un poco y esa agua nos dio fuerzas, además yo he bebido la sangre de los ancianos y tengo más fuerza que nadie. Yo no me voy a entregar, ni mi familia tampoco, porque antes de eso, prefiero volar. Yo quiero que tú, mi señor Tenamaxtle, huyas de este cerro y sigas la lucha hasta que mueras en una batalla, no siendo esclavo de estos malditos.
__No hay manera de huir Tencuitlatl, estamos rodeados.
__Mi señor, yo hare algo, por el cual van a dejar descubierto la mayor parte del cerro, por algún lugar de esos podrás huir, con los más valientes guerreros, haré un sacrificio y si los brujos lo piden, la lluvia ha de volver, pero no para salvarnos a nosotros, sino para darle agua a ustedes mientras huyen.
__No se que vas a hacer Tencuitlatl, pero confío en ti, las pruebas me has dado, y juro que luchare hasta la muerte y tu sacrificio no ha de ser en vano.
__Escoge tus guerreros valiente Tenamaxtle, mientras lo haces, yo he de hablar al pueblo y luego hacer mi sacrificio.
Tenamaxtle fue pasando entre la gente y conforme encontraba un guerrero, le tocaba la frente, este se incorporaba y luego lo seguía. Se escuchó la potente voz de Tencuitlatl decir.
__Hermanos caxcanes…Yo Tencuitlatl, cacique de la gran Xochipilli, hijo del viento, corredor de venados. No me rendiré jamás ante esos hombres. Yo soy libre como el aguililla, como las hojas que vuelan sin rumbo, a mi nada me detiene. Yo he de morir libre.
Ellos son mis hijos y mis hijas. Ellos son libres como yo y jamás permitiré que sean esclavos. Antes que eso pase prefiero entregarlos a los Dioses.
Luego, con mucho amor se acercó a una de sus esposas, en cuyo pecho estaba un niño pegado al pecho de su madre intentando sacar un poco de leche, aunque la realidad es que esporádicamente sacaba un poco de sangre. Con tranquilidad de preguntó.
__Mujer, ¿Tú que has sido libre de correr los caminos de esta tierra, quieres que tu hijo sea un esclavo?
__No mi señor.
__Entonces dámelo y luego ve tras él.
Con el niño en brazos, Tencuitlatl se acercó al precipicio y empezó a gritar.
__¡Mendozhzhza! ¡Mendozhzhza!
En la planicie el virrey escuchó aquel grito e inconscientemente caminó a un claro desde donde pudo ser visto por Tencuitlatl.
__¡Mendozhzhza! Tu quieres mi carne para despedazarla trabajando, eres ambicioso y es mentira que tu Dios sea bueno. Sin embargo has ganado. Quieres mi carne, pues mi carne te doy. Tómala, te daré mi carne, pero jamás mi sudor.
Al decir esto, levantó en la alto al niño, y sin pensarlo dos veces lo arrojó lo más lejos que pudo. Los españoles se quedaron perplejos. Mendoza ordenó de inmediato que le llevaran aquel bulto, no podía ser lo que el estaba pensando. Un español regresó horrorizado.
__Es un niño mi señor. No pude tocarlo.
__Ya estaba muerto, no se preocupen.
Pero de lo alto se volvió a escuchar el grito
__Ahora será su madre quien te ofrezco maldito…tendrás su carne, pero jamás su sudor.
Mendoza miró como ahora era una mujer quien estaba a la orilla del precipicio, y estaba de pie, estaba viva.
__¡Va a saltar, va a saltar!
__¡No, díganle que no!
__¡Frailes, frailes! ¡Eviten que esa mujer salte!
Pero fue inútil, aquella mujer sin necesidad de que la empujaran se dejó caer al precipicio.
__¡Que locura, ha sido porque este maldito le arrojó a su niño!
Tenamaxtle se detuvo al mirar que la mujer saltó al precipicio. En ese instante lo comprendió todo. Pronto todos los indios tarascos que rodeaban el cerro correrían a mirar aquel macabro espectáculo. Aquel hombre valiente, orgullo de los caxcanes, no pudo evitar que las lágrimas rodaran por sus mejillas. Entendió perfectamente el sacrificio de su compañero. Solo les dijo a los demás.
__El es el verdadero héroe, vamos, pronto nos dejará el camino libre.
Mendoza creyendo que era todo se relajó un poco, sin embargo sintió un escalofrío al mirar que un grupo de niños se iba parando a la orilla del abismo. Nuevamente escuchó la voz de Tencuitlatl, que con rabia le gritaba.
__Cobarde, quieres nuestra carne, pues tendrás nuestra carne, pero jamás nuestro sudor.
Y uno a uno, el resto de sus hijos, Tencuitlatl los fue levantando en peso, y luego, sin que ellos opusieran resistencia, los arrojó al barranco. Sus cuerpos golpeaban entre las peñas despedazándose, de tal manera que cuando detenían su caída, ya iban sin vida. Luego de aquello, sus tres esposas no necesitaron que él se los ordenara, siguieron el mismo camino que habían seguido sus hijos.
Cuando se vio sin su familia, volteó a ver al resto de pueblo caxcán, que solo lo contemplaban y les dijo.
__Yo, Tencuitlatl, ya no tengo familia, no tengo por quien vivir. Ustedes son libres de hacer lo que quieran…si quieren ríndanse y sean esclavos, pero si tienen honor, entreguen su carne, pero jamás su sudor.
Luego se alejó unos veinte pasos del precipicio, y tomando vuelo, corrió con todas sus fuerzas para llegar a la orilla del abismo y saltar lo más que pudo. Sintió el viento golpear su rostro, olía a lluvia. Miró que a lo lejos el arco iris se había desaparecido y que la lluvia regresaba. Sonrió, si la lluvia llegaba, su señor Tenamaxtle y sus guerreros tendrían agua para recobrar fuerzas. En eso su cuerpo chocó contra la primer roca y partió su columna.
No sintió golpe alguno. De repente se miró dentro del cuerpo de una aguililla. Estaba volando. Su alma volaba. A lo lejos, muy lejos distinguió la silueta inconfundible del cerro de las ventanas. Se sintió eufórico. Era libre. Había ganado…el viento guió sus alas y su alma voló, voló, voló hasta llegar a ese bendito cerro que fuera su hogar, en donde vivirá eternamente acompañando a los príncipes Macaco y Mapila, cuidando el tesoro, del cerro de las Ventanas.
Mendoza estaba muy impresionado. Bueno, ya había pasado todo, un loco desesperado que había arrojado a su familia por el precipicio. La voz se había corrido de aquel suicidio, y la mayoría de indios que rodeaban el cerro habían corrido para ser testigos. Mendoza con rabia les iba a ordenar que regresaran a sus puestos, cuando un grito lo volvió a sacar de quicio. En lo alto estaba un brujo, con toda su familia parada a la orilla del abismo.
__¡Hombre blanco y ambicioso! ¡Te daré la carne de mi familia, pero jamás nuestro sudor!__ Y al momento empezaron a saltar.
__¡No, otro loco! ¡Evítenlo! ¡Suban! ¡No dejen que salten!
Al principio fue de uno en uno, luego sin orden, saltó aquella familia completa. Los soldados quisieron subir, pero una lluvia de cuerpos humanos se lo impedía, porque luego de aquella familia, siguió otra, y otra y otra….miles de caxcanes prefirieron perder la vida, entregar su carne, pero jamás ser esclavos…aquella tarde los caxcanes escribieron en la historia el mayor ejemplo de lo que es el orgullo….qué lástima que tan pronto fuera olvidada y en la actualidad vivamos de rodillas.
Mendoza lloraba asustado ante aquella desgracia. Su conciencia le gritaba que era un asesino. Y así llorando lo encontró aquella lluvia torrencial, que venía a lavar la sangre de aquellos inocentes, arrepentido el cielo también por haberse alejado. Pero a veces el cielo no tiene voluntad cuando es un mandamiento de los Dioses. Pero maldito aquel que los invocó en contra de su propia raza. Tal vez por eso el cielo se abrió y de el descendió un relámpago, que curiosamente solo vino a despedazar el cuerpo de aquel brujo que hiciera el ritual de la lluvia.
El agua de la lluvia hizo arroyitos, los cuales bajaban pintados de rojo. A cualquier parte que se moviera Mendoza, aquella agua roja lo seguía. Pidió de inmediato su caballo y a todo galope se alejó con rumbo al convento de Xochilpilla. La conciencia no lo dejaría dormir por el resto de su vida. Ni aun siquiera cuando fue Virrey del Perú.
Con mucha facilidad Tenamaxtle y los guerreros que escogió pudieron huir. Pronto fueron alcanzados por la lluvia y dejaron de masticar pencas de nopal. Nadie hablaba, nada había que decirse, todos comprendieron perfectamente el sacrificio de Tencuitlatl e internamente se comprometieron a luchar hasta la muerte en honor a aquel verdadero héroe de los caxcanes, el héroe ignorado por la historia, el grande, el único, el magnífico Tencuitlatl, cacique de la gran Xochilpilli, guardián eterno, del cerro de las Ventanas.
FRANCISCO RODRÍGUEZ LÓPEZ.