El remolino historia fantastica

domingo, 20 de mayo de 2012

CAPITULO VIII, DESCENDENCIA DE MACACO Y MAPILA (parte II).


DESCENDENCIA DE MACACO Y MAPILA (parte II)


Yoltic, con su preciosa carga sobre el hombro, siguió  río abajo, caminando dentro del agua. Pronto se alejó del lugar de los hechos. Epifanio Roldán los fue siguiendo a cierta distancia. Pensaba en rescatar a la señora y quedar bien con don  Diego, pero aquel hombre era un cobarde. Había llegado de España dos años antes, y se sentía frustrado porque no podía hacer fortuna como otros que eran más atrevidos. Estaba en la tierra de la bonanza y lo máximo que había logrado, era ser el hombre de confianza de Don Diego Rodríguez, pero no dejaba de ser un criado al que solo le daba migajas de lo mucho que el hombre le robaba  y explotaba a los naturales. Por eso iba tras Yoltic, con la esperanza de rescatar a la esposa del patrón y tal vez este intercediera por él para que el encomendero le diera una buena hacienda. Pero el simple hecho de pensar en enfrentar al indio, lo ponía a temblar.
Un rato después de ir caminando, Doña Luisa volvió de su desmayo. Se sintió incomoda sobre el hombro de Yoltic, y se movió bruscamente por lo que cayó al agua. Desde abajo contempló al mismo hombre moreno que estuvo a punto de matarla. Yoltic también se le quedó viendo, pero de una manera que hizo que la mujer le tuviera confianza, al momento supo que aquel hombre no le iba a hacer daño.
__ ¿Quién eres, qué quieres, en dónde está mi esposo?
La mujer le hizo una serie de preguntas que Yoltic, por no entender el idioma no las comprendió, él le dijo en náhuatl.
__Hija de la luna, la más hermosa de las mujeres, Yo soy Yoltic, el que nunca muere, te llevo al lugar más hermoso del universo, a la capital del cielo, un lugar en donde serás la reina porque mereces vivir ahí, en donde un día habrá de volver un descendiente de Macaco y Mapila, a hablar sobre la profecía y los tesoros de mi cerro.
Ella tampoco entendió lo que él decía, pero aceptó su mano para poder incorporarse.
__ ¿Me llevarás con mi esposo?
__Sígueme, te espera tu reino.
Ella lo siguió dócilmente, no tenía otra opción, confiando que la llevaría directamente con la caravana en donde venía. Pero empezó a pasar el tiempo y Yoltic no daba esperanzas de salir de aquel río. Antes de caer la noche, pasaron por donde había un charco profundo. Yoltic a señas le hizo entender que se quedara en la orilla y no se moviera, luego el de un clavado se fue hasta lo profundo del agua, en ese momento Epifanio Roldan se encontraba algo lejos, pero corrió con la intención de avisarle a doña Luisa que él iba ahí y que no se preocupara, pero antes de llegar hasta ella, miró como el caxcán salía con dos enormes bagres agarrados de las agallas en sendas manos. Los arrojó a la orilla y luego se volvió a hundir. Espifanio lo miraba de lejos, su indecisión  creció, podía gritar, pero que tal si el indio salía y lo descubría, indudablemente lo mataría, así que prefirió seguir escondido, ya habría otra oportunidad. Desde su escondite miró como el indio salió con mas peces, luego como juntó leña e hizo una fogata,  limpió los pescados con su cuchillo de pedernal, después cortó pencas de nopal y las abrió por un lado, en cada una de ellas metió pedazos de bagre junto con oreganillo del cerro, de una bolsa de cuero que traía en la cintura, les puso un poco de sal, para después arrojarlas a las brazas.
En un momento dado doña Luisa, quiso ayudarlo, pero Yoltic, a señas le pidió que siguiera sentada en el arenal.
Una vez que estuvo el guiso, sobre una piedra plana acercó una penca a la mujer, la abrió y le ofreció a que comiera, era imposible rechazar tan delicioso manjar, además, era la primera vez que ella era tan bien atendida por un hombre. De su esposo, siempre había recibido maltratos y humillaciones y aunque la mayoría de sus sirvientes actualmente eran indios, este tenía algo especial, no era su criado, ni se comportaba como tal, este hombre tenía algo diferente.
Hasta el escondite de Epifanio llegaba el olor de los peces cada vez que abrían una penca, su hambre creció, pero se resignó  a comer solo olor, ni modo de ir a pedir.
Una vez que comieron, Yoltic a señas le indicó a la mujer que durmiera. Arrimó mucha leña para que la fogata no se apagara y sufrieran de frío y así pasaron la noche. Otro día antes que saliera el sol, siguieron su camino rumbo al cerro de las Ventanas.
Epifanio cuando pasó junto a donde habían dormido, tuvo que tragarse las pencas de nopal cocidas y lamer los esqueletos de pescado para poder saciar su hambre, además tuvo que correr muy rápido para no perderlos de vista.
Duraron muchos días para llegar a su destino, porque Yoltic tuvo que rodear los asentamientos espa­ñoles de Apozol y Xochilpilli, pero en todo momento estuvo pendiente por la comodidad de su prisionera. Por ella y para ella cazó conejos, pájaros, recolectó frutas, en fin no había quejas de parte de ella, pues increíblemente se sentía feliz al lado de aquel hombre moreno y musculoso, que siempre estaba de buen humor, aunque no le entendía ni una palabra, sabía que todo lo hacía por ella y eso la halagaba. No extrañaba en lo absoluto a su marido.
Por fin llegaron al cerro de las Ventanas. El promotorio estaba solo. Los jacales tanto en lo alto como en el plan estaban solos, quemados. Yoltic sintió mucha tristeza, extrañaba a su gente.
Por el camino rumbo a lo alto del cerro, llegaron a donde esta una peña, ahí Yoltic le pidió a la mujer que esperara. Se acercó a la roca, una piedra sobresalía, Yoltic la empujó hacia su lado derecho y esta cedió, luego se escuchó un crujido y a un lado de la piedra que empujara, se empezó a abrir la piedra hasta que quedó el espacio de un rectángulo perfecto. La puerta a la cuidad que hay dentro del cerro de las Ventanas. Epifanio a corta distancia estaba emocionado por lo que acababa de ver. Yoltic a señas le pidió a la mujer que lo siguiera y así entraron a aquella dimensión desconocida.
Unos minutos después que entraron, la puerta se empezó a cerrar. Epifanio, sin saber lo que había dentro, y haciendo gala de una valentía repentina, saltó de su escondite y entró en la estancia antes que la puerta se cerrara completamente. Quedó asombrado por lo que vio. A pesar que la puerta se cerró totalmente, aquel lugar estaba alumbrado como si entraran rayos del sol. La pared brillaba como si fuera de oro, pero estaba adornada con murales representando hombres y seres muy extraños. En el espacio había muebles y adornos ornamentales, el piso era de una piedra muy brillante.
Yoltic y Doña Luisa no estaban ahí, escuchó voces, eran ellos, y a él le entendió perfectamente, como si hablara el más puro castellano.
Las voces venían del fondo de el lugar, hasta ahí fue Epifanio y se dio cuenta que había una escalinata hecha con la misma piedra brillante y en forma de caracol descendía cientos de escalones. Sin dudarlo un instante empezó a bajar, entonces pudo escuchar con claridad el diálogo.
__Pero te entiendo perfectamente __Dijo doña Luisa.
__Si, es que aquí, en este recinto sagrado no existen las limitaciones, no existen los idiomas, todos nos podemos entender porque este es uno de los pocos lugares perfectos del universo, en donde no existen las religiones ni las creencias…todo es armonía.
__ ¿Entonces aquí todo es amor?
__No necesariamente, aquí, quien es bueno se hace más bueno, y el malo incrementa su maldad. Pero quien siente amor, aquí no puede ocultarlo.
__Entonces esto que he estado sintiendo por ti todos estos días, es…amor, ahora lo siento con una intensidad que me ahoga.
Yoltic detuvo su caminar. Volteó a verla y con tristeza le dijo.
__No puede ser, tu eres la hija de la luna, yo solamente un ser humano. Y es que eso que tu llamas amor, yo también lo he sentido desde el momento que mire tus ojos, desde que he tocado tu mano, desde que he tocado tu piel
__Porque dices que soy hija de la luna? No entiendo.
__Porque le pedí a la luna, porque llegaste como un regalo, porque tu piel es blanca como la luz que alumbra la noche, porque eres hermosa.
__Entonces si soy un regalo, soy tuya, solamente tuya.
Al decir eso, la mujer se acercó a Yoltic y abrazándolo por la cintura, se estiró un poco y tocó sus labios con los de ella. El indio se estremeció.
__ ¿que es eso hija de la luna? ¿Qué me has hecho?
__Solo te di un beso ¿Nunca has besado?
__No,
Entonces ella volvió a repetir la acción. La emoción en Yoltic fue mayúscula. Empezó a reír y luego tomándola de la mano corrió escalera abajo hasta llegar a el plan, en donde estaba la más hermosa de todas las ciudades jamás conocida.
Calles perfectamente diseñadas, todas las casas eran de dos o tres pisos, arboledas, frutales, pájaros de muchos colores, animales exóticos.
Con mucha emoción preguntó doña Luisa.
__ ¿Qué es esto?
__ Es la ciudad de el Cerro de las Ventanas. Mira, si subimos por esa otra escalera llegaríamos a las ventanas, que es otra puerta, pero esa solo la sabrá abrir quien en algunos siglos mas, será sangre de mi sangre, sangre de Macaco y Mapila.
__ ¿ Pero, y la gente, nadie vive aquí?
__Si, pero ahora están dormidos. Pero ven, quiero enseñarte lo más maravilloso.
Caminaron por una calle, hasta llegar a una especie de plaza, en donde había una iglesia y una pirámide.
__Mira, aquí moran todos los dioses. Tú miras una casa de tu Dios, yo miro una casa de el mío. Todo es armonía. Pero ven, lo que te quiero enseñar es esto.
De el suelo, brotaba un chorro de agua azulada que corría hasta un estanque que nunca se llenaba.
__ ¿Agua?
__ Si agua, pero de la que no puedes beber tú porque eres mujer. Si tu bebes de esta agua tu vida se hará muy corta y pronto morirás. En cambio yo, puedo tomar toda la que quiera y mi vida será eterna. La única manera en que yo puedo morir, sería si cortaran mi cabeza de mi cuerpo.
__Pero entonces es un agua especial para hombres.  ¿Cómo hacer para vivir siempre a tu lado?
__ Es fácil, yo bebo de el agua, y tu bebes de mi sangre, así es igual que si bebieras de el agua tu misma.
Al decir esto se agachó y puso su boca sobre el mismo chorro que salía del subsuelo, luego se incorporó y con su cuchillo de pedernal hizo una cortada en su brazo, para luego ordenarle a la mujer,.
__Ven hija de la luna, ven y toma de mi sangre, que si es verdad que con esto no has de vivir mil vidas, si remediaras todos tus males sentirás como corre la vida en tus venas.
La mujer obedeció. Con un poco de temor se acercó, puso su boca sobre la herida y dejó que aquella sangre entrara en su cuerpo. Al instante sintió un calor extraño y lamió toda la sangre que pudo. Misteriosamente de repente se cerró la herida. Entonces miró a los ojos de Yoltic y encontró amor, mucho amor, el mismo amor que estaba sintiendo ella.
__Hija de la luna, vuelve a poner tus labios sobre mis labios, igual que lo hiciste en la escalera.
Ella obedeció y se unieron en un abrazo que se fue convirtiendo en un cúmulo de caricias. A un lado de aquella fuente de vida, cayeron los ropajes que cubrían sus cuerpos y sobre las piedras de aquella ciudad mágica se realizó el más hermoso acto de amor que jamás se hubiera hecho en el universo, porque además de que fue una entrega total, fue la causa de una maravillosa consecuencia.
Desde su escondite Epifanio Roldán fue testigo de aquel acto. De los múltiples besos posteriores y las promesas de amor eterno.
Estaba desesperado por acercarse a aquella fuente, pero aquel par de enamorados no daban trazas de irse de ahí hasta que por fin el dijo.
__Debemos irnos, no podemos quedarnos mucho tiempo aquí o corremos el riesgo de quedarnos para siempre y nuestra misión en el exterior aun no termina.
__A mí si me gustaría quedarme aquí para siempre.
__ Y así va a ser algún día, cuando aprendamos a ser Dioses, a ser eternos. Pero vámonos, es tiempo ya,
Epifanio tuvo que esconderse muy bien para que no lo miraran cuando pasaran. Pero aquel par iban tan emocionados que no lo notaron.
__  ¿Y cuando salgamos ya no nos vamos a entender?
__No ya no, pero tendremos que aprender a comunicarnos, o tu tendrás  que aprender mi lengua.
__ O tú la mía
__Antes de que dejemos de entendernos, hija de la luna, tienes que prometerme algo.
__Pídeme lo que quieras.
__Que jamás nadie habrá de saber por tu lengua, que este lugar existe, y menos aun como entrar en él.
__Lo prometo por este amor que siento por ti.
__ Los espíritus han escuchado tu promesa. Si algún día la rompes, en ese instante has de morir.
En cuanto ya no los tuvo a la vista, el español corrió a la fuente y se tiró directamente al estanque y ahí bebió, bebió y bebió y conforme el agua entraba en su cuerpo, el sintió que se iba llenando de fuerzas. Los males que lo aquejaban inmediatamente desaparecieron, el dolor de sus riñones, las cicatrices de la viruela, su hepatitis, y hasta la sífilis se volvió solo un recuerdo. Le hubiera gustado quedarse ahí, pero recordó las palabras de Yoltic. Ya no le cabía más agua en el estómago sin embargo dio un par de sorbos mas y luego salió del estanque, no sin antes llenar su pequeña cantimplora, para luego correr a toda prisa, directo a la escalinata para salir de aquel lugar.

Cuando el ataque a la caravana de don Diego. Este llegó a Xalpa y de inmediato ordenó que se hiciera una campaña para ir a rescatar a su esposa, o en su defecto el cadáver de su esposa o lo que quedara de ella. Nunca se imaginaron que se la había llevado Yoltic, asi que fueron tras el rastro de Tenamaxtle y su gente. Cuando Tenamaxtle  se dio cuenta que lo iban siguiendo dio la orden que se dividiera su ejército en dos, y luego cada grupo en otros dos y así sucesivamente hasta que fueran una sola persona y todos fueran con rumbo distinto. En algún tiempo se volverían a reunir en Tonalá.  Fue por esa razón que les fue imposible seguir el rastro de tantos a una vez.
De alguna manera, aquel grupo ese día descansaba en Juchipila, como la llamaban los españoles.
Fue a uno de los monjes a quien se le ocurrió decir.
__Sabe don Diego, deberíamos de buscar a su esposa en el cerro de las Ventanas. Tenamaxtle y sus aborígenes, creen que ese cerro es mágico, quien quita y estén escondido por ahí.

Cuando Epifanio subió la escalinata y llegó a la estancia donde se entra a el cerro, ya estaba cerrada, entonces se puso a tocar en la pared, hasta que encontró una especie de palanca, la jaló y al momento se empezó a abrir la puerta. Salió al aire libre, se sentía fuerte, poderoso lleno de vida e increíblemente con mucho valor y coraje, ya no era un cobarde. En eso escuchó una gritería, miró hacia abajo y vio que en el llanito que hay luego de una cueva blanca, una veintena de españoles y muchos indios peleaban contra un solo guerrero.
A toda prisa buscó la piedra movible que accionaba la puerta. Aquel lugar era un secreto, era su secreto. Nadie debería saber de aquella fuente. No, solo él sería inmortal. El clásico egoísmo de los envidiosos.
En cuanto la puerta se cerró corrió a ver que pasaba.
Yoltic se defendía de aquella jauría, a un español le había arrebatado su espada y con ella arremetía contra quienes lo atacaban. Su cuerpo estaba bañado en sangre, pero sus ímpetus eran igual que si apenas hubiera empezado la pelea. Más de una docena de indios y españoles yacían sin vida en el suelo. Don Diego abrazaba a su esposa que desesperada quería correr a donde el indio se defendía. La mayoría de sus heridas eran en la espalda porque lo atacaban a traición, pero no lo hacían caer.
__Hola don Diego__ Saludó Epifanio muy tranquilo.
__ Epifanio ¿Qué haces aquí? Te creíamos muerto.
__Nada de eso don Diego, simplemente me había perdido. Pero dígame una cosa, entre tantos no pueden con ese indio.
__No, y es mejor que huyamos, está acabando con todos y luego seguiremos nosotros.
__No, lo que pasa es que no han sabido golpearlo, el golpe tiene que ser a el cuello, tienen que arrancar su cabeza.
Al escuchar aquello doña Luisa lo miró asustada. Aquel hombre sabía el secreto.
__Mire don Diego, yo voy a hablar con ese hombre, lo voy a distraer, luego ordene que alguien se acerque por la espalda con un hacha y le corte la cabeza, es la única manera que el muere.
__ Vamos, ni que fueras tan valiente.
__Mire que si lo logramos, ¿usted conseguiría que me fuera regalado este cerro?
__Este y otro igual que este…
__Bien, siga mis instrucciones. Para empezar deme una espada.
__ ¡Huye Yoltic, huye!
El indio volteo a ver a la mujer mientras una espada se encajaba en su estomago, esta salió y él respondió de la misma manera cayendo el español agonizante.
Pero en eso Epifanio le gritó….
__Ey, mira….__ Y al decir esto, le mostro su cantimplora y tiró un poco de agua azul al suelo.
Yoltic dejó de pelear. NO era posible, aquel hombre tenía agua de las mil vidas.
__ De donde tomaste eso __ Le pregunto en su lengua.
Epifanio tomó de aquella agua y luego hizo señas de fuerza, levantó poco a poco su espada. Yoltic supo al momento que estaba frente a un enemigo tan poderoso como él. Epifanio ya no sentía cobardía, estaba dispuesto a pelear, o mejor dicho a entretener al indio, ya que a sus espaldas poco a poco se acercaba otro español con un hacha en la mano.
Por más que le grito Luisa que tuviera cuidado a sus espaldas, Yoltic no la entendió concentrado en el enfrentamiento contra Epifanio. Ni siquiera tuvo oportunidad de que las espadas se cruzaran. El cobarde a sus espaldas se acercó presuroso y de un certero golpe con el hacha, arrancó la cabeza del cuerpo del hijo de Macaco y Mapila.

Una vez en Juchipila. Todos reían felices, había muerto el hombre invencible. Luisa lloraba inconsolable en una celda del convento, A Epifanio Roldan le fue concedido como propiedad el cerro de las Ventanas y Don  Diego planeaba su retorno a la Xalpa mineral.
Nueve meses después de aquel suceso, Doña Luisa, esposa de don Diego Rodríguez, paría un hermoso niño blanco, como si fuera hijo de la luna a quien se le impondría el nombre de Alejandro Rodríguez Quiroga y Barcenal. Primogénito del dueño de vidas y riquezas de todo lo que fuera la Jalpa y mil leguas alrededor. Aquel niño que tenía la furia y la nobleza de un indio que murió decapitado, aquel niño que en realidad era nieto de Macaco y Mapila, aquel niño que fuera el primero de una gran estirpe de Rodríguez y de la cual, varios siglos después siguiendo esa descendencia, naciera un hombre al cual llamaron Guadalupe Rodríguez, mejor conocido como… Lupe…….. “Lupe el Pichilingue”.

viernes, 18 de mayo de 2012

CAPITULO VII, LA GRAN DESCENDENCIA DE MACACO Y MAPILA


La gran descendencia de Macaco y Mapila.


Tenamaxtle con los guerreros que escogió para que huyeran con él, ya a salvo de los españoles, a las orillas de un riachuelo descansaban del largo viaje que habían hecho. La luz de la luna alumbraba sus cuerpos morenos, cansados de su carrera, pero ninguno dormía, era mucha su tristeza.
Uno de aquellos guerreros se incorporó y luego de gritar una oración mientras miraba a la luna, tomó su cuchillo de obsidiana y con el cortó profundamente la carne de su hombro izquierdo, pasando luego por el pecho y de manera diagonal hasta llegar a su abdomen.
__Madre luna, soy Yoltic, el que siempre vive, el que nunca muere. Y quiero sentir mas dolor en mi cuerpo, del que está sintiendo mi alma. Madre luna, quítame el pesar de ser eterno, o manda el consuelo para mi pena.
Todos los guerreros  lo contemplaban, ninguno hizo esfuerzo alguno por evitar que volviera a herirse, porque luego de aquella cortada, puso el cuchillo en el otro hombro y de igual manera volvió a cortar su cuerpo.
Cayó de rodillas. Hasta que llegó Tenamaxtle y luego de quitarle el cuchillo de su mano le habló tranquilamente.
__Eres un guerrero muy valiente. Entiendo tu desesperación y agradezco tu sacrificio. Nuestra madre luna ha de entenderlo.
__Hoy, hermano Tenamaxtle, al mirar al gran Tencuitlatl lanzar a su hijo al barranco, sufrí un dolor similar al que sentí cuando siendo niño, mire cuando mis padres fueron enterrados en vida, en el cerro de las Ventanas. ¿Recuerdas eso? Tú estabas presente.
__Si gran Yoltic,   como olvidar cuando los príncipes Macaco y Mapila, entraron al altar y ahí quedaron cuidando de nuestros Dioses. Eso jamás lo  olvidare.
A pesar que Yoltic sangraba profusamente, nadie se preocupaba por ayudarlo, el continuó hablando.
__ Ese día gran Tenamaxtle, fuiste señalado por mi padre, como el general de sus ejércitos, como el guía se sus tropas para enfrentar a los ambiciosos, a los que no tienen alma ni corazón.
__Recuerdo eso tan claro, al igual que la palabras de mi padre, pues él se extrañó que ese cargo no se lo diera a su único hijo.
__Mi padre era un hombre sabio. Y si a mí no me dio ese cargo, es porque antes ya me había dado otro. Me había encargado el agua de la vida, el agua que quien la toma puede vivir mil vidas. Solamente yo sé en donde está la puerta para entrar al interior del cerro de las Ventanas, solamente yo he tomado de esa agua en mucho tiempo. Por eso es que yo no puedo morir, a menos que mi cabeza sea apartada de mi cuerpo. Por eso es que yo no he muerto en las batallas, aunque reciba tantas heridas. Pero  si siento el dolor… por eso he cortado mi carne, para que mi sangre y mi dolor honren al gran Tencuitlatl y su familia.
Hasta ese momento ellos no sabían que todos los caxcanes que habían quedado en el Mixtón, habían corrido la misma suerte que Tencuitlat y su familia.
__Gran Yoltic, hijo de los príncipes. Tu dolor es mi dolor. Yo siempre fui un hombre pacífico, hasta que llegaron los ladrones, los que nos despojaron de todo, los que nos hicieron sus esclavos, los que nos inculcan sus dioses. Hasta entonces me volví guerrero y entendí las palabras de tu padre. Y por eso te escogí a venir conmigo, porque eres un guerrero valiente.
__Y mas lo seré desde hoy. He de matar a cuanto hombre blanco encuentre en mi camino, que importa que muera mis mil vidas…pero he de ver libre a mi pueblo.
__Entonces te pido que cures tus heridas con tierra y agua, que descanses, que cuando el sol salga, nos prepararemos para atacar a los hombres blancos y toda su descendencia. Ojala y todos tuviéramos tu poder.
__Ya lo he pensado gran Tenamaxtle. No somos muchos guerreros, pero si todos nosotros tomáramos del agua de las mil vidas, nos volveríamos invencibles, pues nada nos mataría.
__Es una responsabilidad grande Yoltic, sería romper tu juramento de cuidar la entrada al cerro.
__Ustedes no entrarían, yo  traería el agua a ustedes, y sé que los Dioses lo entenderían también.
__Sea pues, tú vives, tú guardas, es tu decisión.
Yoltic no lo pensó dos veces. Era el guardián de la entrada al interior del cerro de las Ventanas, en donde está la ciudad de habitantes eternos, en donde está la fuente de la eterna juventud. El resto de guerreros se emocionaron, si ninguno moría serían invencibles. Solo que en ese momento nadie imaginaba que aquel plan no se realizaría, algo iba a pasar antes de volver al cerro de las Ventanas.
Otro Día despertaron aun tristes, pero más descansados. Tenamaxtle decidió que volver directamente a Xochilpilli sería peligroso. Lo mejor sería rodear hasta el valle de Atemajac o bien a las tierras del norte de Tabasco. En el camino ir atacando cuanta población o caravana se encontraran, evitando que algún guerrero muriera,  solo serían ataques rápidos y luego huir. Así lo hicieron en Teul, Tlaltenango, luego pasaron la sierra para bajar a Xalpa. Fue ahí en donde encontraron la caravana de don Diego Rodríguez, un hombre sanguinario y sin escrúpulos, que enviado desde Valparaíso, iba a hacerse cargo de las reales minas de La Villa de Xalpa.
Entre los huizachales avanzaba el contingente. El guía del ejercito de Tenamaxtle, tendido en una loma contempló la caravana…con piedritas en una mano, contó los hombres de a pie y luego en la otra los que iban a caballo, con flores las carretas jaladas por bueyes y con cáscaras de huizache las mujeres. Se deslizó sobre su estómago para no ser descubierto y fue a darle su reporte a Tenamaxtle.
Este analizó la situación y dio sus órdenes.
__Son una vez los dedos de la mano, los que vienen en esos animales que llaman caballos y que ya sabemos que no son el mismo ser y también pueden morir. Son cuatro  veces los dedos de las  manos los hombres que caminan. Muchos de ellos hermanos aztecas. Las mujeres no me interesan cuantas sean, también van a morir si se interponen. Atacaremos cuando pasen junto a la loma. Iremos la mitad de nosotros, sobre los caballos y los mataremos, tendremos cuidado de sus varas que no se quiebran y matan. La otra mitad atacará a los que caminan, tu Yoltic, matarás a las mujeres. En cuanto termine la sorpresa huiremos, no importa a cuantos hayamos matado.
No se habló más. Todos los guerreros caminaron sigilosamente hasta ponerse tras la loma por donde pasaría el contingente. En cuanto estuvieron cerca, a el grito de guerra de Tenamaxtle ¡Tehual nehual! (ahora si, o tú o yo)…corrió sobre el contingente, que asustados no supieron que hacer. Se dirigió sobre el caballo que cargaba a aquel hombre gordo y barbón que no paraba de gritar asustado. El caballo cayó desmayado por el golpe y junto con él, el jinete que imploraba por ayuda y compasión.
__!Ayuda, ayuda, a mí, su amo, Don Diego Rodríguez!
 Tenamaxtle levantó su macana para matarlo, pero no pudo acabarlo porque otro hombre de a caballo reaccionó y se abalanzó sobre el guerrero, este eludió las estocadas que le lanzaba el jinete con su espada y golpeó con su macana las piernas de  aquel caballo, se las quebró. Al caer el jinete, le dio oportunidad de ver como sus hombres atacaban sin piedad, pero ya empezaban a reaccionar los enemigos. Era tiempo de huir, así que con un grito clave indicó que era tiempo de marcharse. Ahí habían quedado varios indios aztecas muertos, cinco blancos heridos pero ninguno de los hombres de Tenamaxtle. Batalla ganada.
Se volvieron a reunir tras la loma, para contarse. Todos estaban ahí, todos, menos Yoltic…
Preocupado Tenamaxtle volvió sobre sus pasos, si aun estaba ahí, por seguro seguiría luchando, él no moría tan fácil. Se asomó por la loma y no lo vio, los integrantes de la caravana seguían asustados, pero no preocupados por luchar contra alguien. No se miraba Yoltic. Tenamaxtle  sabía que no podía quedarse ahí y arriesgarse a que alguno de sus guerreros muriera. Era tiempo de huir,  Algo le dijo que Yoltic no estaba en peligro y junto con su tropa volvieron a la sierra.
Cuando se escuchó el grito de guerra de Tenamaxtle, Doña Luisa Quiroga  y Barcenal, esposa de Don Diego, como un acto innato saltó de la carreta y sin medir las consecuencias corrió aterrada sin fijarse por donde iba. Yoltic que tenía el encargo de matar a las mujeres, solamente se fijo en ella porque huía al igual que otros hombres blancos, pero su vestido largo y su cabellera morena, la hicieron visible. Sobre ella fue que Yoltic centró su ataque.
La mujer ciega por el miedo, no se fijó que corría directo a un pequeño barranco. Ya casi la alcanzaba Yoltic, cuando para su buena suerte llegó hasta el barranquillo y cayó en el. Se sintió sofocada al chocar en la tierra, pero eso solo mitigó su caída, porque ahí se iniciaba una ladera larga y terregosa por la que se fue rodando, rodando, rodando hasta detenerse a la orilla del río, No se pudo mover, le dolía el cuerpo y por estar sofocada no podía gritar. Su terror llegó al límite cuando una sombra humana se paró junto a ella. No podía hablar, para implorar por su vida, pero esa súplica la hicieron sus ojos, aquellos ojos negros y asustados. Aunque luego de unos segundos ya no pudo soportar más y cayó desmayada.
Yoltic había saltado sobre el barranquillo también y haciendo gala de equilibrio corrió ladera abajo hasta llegar junto a la mujer. Levantó su macana, la iba a dejar caer sobre su cabeza, cuando miró aquel rostro pletórico de belleza, aquellos ojos moros, aquella piel tan blanca. Era una diosa, blanca y hermosa como la luna. Quedo impactado…su cerebro le dictó algo al momento…que  aquella mujer tenía que ser hija de la luna, el milagro que una noche antes había pedido, su sangre derramada era gratificada. La luna le mandaba a su hija para mitigar sus dolores.
Sin soltar su macana, se agachó y con una facilidad increíble, levantó a la mujer, se la puso sobre un hombro y con ella corrió río abajo, contrario a donde había huido Tenamaxtle. Se sentía protegido, emocionado, llevaba en sus hombros a la hija de la luna. Tendría que llevarla al cerro de las Ventanas, a la ciudad sagrada, era una Diosa y merecía vivir ahí, le mostraría el agua de las mil vidas y dejaría que ella tomara de su sangre…y así, con ella cargando se fue rumbo al cerro de las Ventanas.  Lo malo fue que, por ir tan emocionado, no se dio cuenta que un hombre de los que huyeran durante el ataque de la caravana,  llamado Epifanio Roldan, lo iba siguiendo.

jueves, 10 de mayo de 2012

CAPITULO VI, LA MUERTE DE TENCUITLATL

LA MUERTE DE TENCUITLATL

Con un montón de ronchas, adolorido física y espiritualmente, y con plastas de pasta de cascaras de canelilla y cuachalalá, en todo el cuerpo para bajar la hinchazón, el virrey Antonio de Mendoza vociferaba ante sus generales.
__¡Maldita sea, maldita sea! Buena nos la han hecho estos animales. ¿Cómo nadie se dio cuenta que era una trampa? Pero esto no se queda así. Vamos a preparar un ataque fenomenal. Ya mis espías me han traído la información. Dicen que estos rebeldes se encuentran en algo llamado cerro del mixtón o algo así. Pues ahí iremos a pelear contra ellos.
__Señor, con todo respeto __Dijo uno de sus subordinados __pero atacarlos ahí sería un suicidio, es imposible, ese cerro es una meseta sin subidas ni caminos, estaríamos a su alcance.
__Pues no me importa, que al fin y al cabo los que los van a atacar serán los otros indios, nosotros estaremos a la expectativa.
Y así fue, como perros se abalanzaron sobre el cerro del Mixtón. Tenamaxtle y el resto de caxcanes ahí los estaban esperando. Se habían preparado con anticipación, con alimento y agua suficiente para todo su ejército, lo malo fue que, no solo había ahí guerreros, muchos caxcanes no quisieron dejar a su familia expuestas a que los españoles se los llevaran como esclavos y habían cargado con ellos. Entre estos estaba Tencuitlatl, sus cuatro esposas sus veinte hijos.
Desde lejos divisaron como entre los árboles secos de aquel bosque de hojas caedizas, se dirigía ese ejército que iba en contra de ellos. Se prepararon a la batalla, ahí eran inmunes, por muy fuertes que fueran los cañones, no tenían capacidad de llegar hasta lo alto del cerro, si los atacaban intentando escalar los peñones, serian presa fácil. Sin embargo Tenamaxtle no se sentía seguro. Era demasiada la gente que había en la planicie del cerro y muy poca el agua y el alimento.
No tardo mucho Mendoza en llegar a las faldas del cerro y lo analizo, un verdadero nido de gatos. De inmediato ordenó un ataque de cañones, pero fue inútil, las balas pegaban sobre las rocas.
En lo alto la gente de Tenamaxtle, parados en la orilla del precipicio gritaban burlescos y triunfales. Luego Mendoza ordenó un ataque intentando lograr un lado del cerro para escalar por ahí, pero cuando sus tropas tlaxcaltecas y tarascas intentaron subir, enormes rocas se vieron caer de lo alto y arrastraron con todo aquel que intentaba subir dejando varias decenas de indios muertos. Sin embargo no cejaba en sus intentos, por cuanto flanco quiso atacar, era repelido fácilmente y lo único que miraba es que su ejército se iba reduciendo drásticamente.
__Imposible, imposible__ Se decía para sí mismo el virrey__ Lo único que me queda es sitiarlos y esperar,,, pero esperar ¿Cuánto? Porque si empieza a llover esto se convertirá otra vez en una selva, entonces habremos perdido.
Así fueron pasando los días, Mendoza cada vez estaba más angustiado, sin imaginar que en lo alto del Mixtón se vivía la misma angustia. El agua se terminaba rápidamente, había víveres para sobrevivir algunas semanas más, pero no agua, la única manera de conseguirla, era si llovía o simplemente bajar por ella, ir a el ojo de agua y regresar, pero para eso necesitaría que lo hicieran todos sus guerreros, igual que lo hacían en el cerro de las ventanas, que en una enorme fila se pasaban los cantaros desde el rio, ahí en donde sobre salía una piedra gigantesca, en esa piedra donde paró el águila que siguieron los ancestros, desde Aztlán hasta México, ahí en donde luego se llamaría la piedra de los indios precisamente por eso,,, desde esa piedra, hasta la laguna artificial que había en lo alto de ese cerro. Para eso, hasta tenían estacas clavadas en la peña, en donde se paraban los indios para pasarse las vasijas llenas y otra hilera en donde bajaban las vacías.
Pero no, imposible, no había manera de traer agua y llegó el día que esta se terminó completamente.
De alguna manera, aquello lo adivinó Mendoza. Lo intuyó cuando luego de un ataque, no fue repelido por tantos guerreros, solo unos cuantos les lanzaron las enormes piedras. Fue suficiente, no se necesitaban más, pero no había emoción en la defensa, ni gritos y esfuerzos mayores.
__Tienen sed esos guerreros. No sé porque presiento que un día de estos se rinden o definitivamente los atacaremos si mucho esfuerzo.
En lo alto, Tenamaxtle se sentía desesperado, hasta el último nopal que había en la planicie había sido cortado y sus pencas repartidas equitativamente para absorber el agua, pero ya ni eso había.
A la orilla del precipicio, el guerrero reunió a sus generales. Con voz muy triste les dijo.
__Hermanos, este es el final. Ya no tenemos fuerzas para defendernos. Los Dioses nos han abandonado. Es tiempo de rendirnos. Luego buscaremos la manera de volver a luchar.
__¡No, eso nunca!__ Habló Tencuitlatl sin pedir la palabra __Antes muerto, además mi señor, si te rindes ahora no te perdonarán la vida, ni a mi tampoco. Lo siento, pero yo lucharé hasta el final. Además, mira, los dioses no nos han abandonado.
Al decir eso, señaló al oriente, por el lado de la sierra de Nochiztlan, se veían avanzar nubes negras de las cuales de vez en cuando se miraba salir un poderoso relámpago.
Todos los caciques se incorporaron emocionados…va a llover, fue el comentario generalizado. Un vientecillo fresco con olor de lluvia golpeo sus caras y renacieron las esperanzas, con tranquilidad se sentaron a esperar, las nubes seguían avanzando. A lo lejos se empezaron a notar las líneas desde el cielo hasta la tierra que de vez en cuando se alumbraban con potentes relámpagos. Aquello era una verdadera tormenta.
En la parte baja del cerro, Antonio de Mendoza furioso también observaba el fenómeno.
__¡Maldita sea, maldita sea!, eso no es posible, por Santo Santiago de Compostela que esto no es posible. ¿Cómo que va a llover? Pronto frailes inútiles, rezad, rezad para evitar esa agua. Si llueve nuestra lucha será inútil, volveremos a empezar y a quien se le están acabando las fuerzas es a mí. Tendríamos que retirarnos y esperar que bajen esas bestias por si solas….rezad inútiles, rezad.
Estaba hundido en la mayor de sus desesperaciones, cuando un brujo tarasco se acercó junto con el intérprete y le dijo.
__Mi señor, ¿no quieres que llueva? Yo puedo hacer  que la lluvia se aleje, o que deje de llover.
Mendoza lo miró incrédulo, incluso molesto le respondió.
__No seas bestia, eso solo lo puede hacer Dios nuestro señor.
__Exacto, es una petición al Dios tlaloc, y yo lo sé hacer con un sacrificio mi señor.
Había tanta convicción en las palabras de aquel hombre, que Mendoza se le quedó mirando con duda. Un fraile observó aquello y al momento replicó.
__No virrey Mendoza. Eso que acaba usted de hacer es dudar de su fe. Ni pensarlo siquiera, eso sería un sacrilegio.
__Pero ¿Y si funciona? Estos malditos nos han sorprendido con cada cosa. Nada se perdería con intentarlo.
__¡No! Eso sería ir en contra de nuestra santa iglesia. Si se entera la santa inquisición sería el acabose para todos nosotros.
__Bueno, pues algo se tiene que hacer, la lluvia se acerca y sus rezos no la paran. Vamos a ver  tú… has lo que creas necesario y para esta lluvia, pero si no es así, solo recibirás el filo de mi daga en tu cuello.
El fraile muy asustado se alejo del virrey y se puso a rezar a grito abierto pidiendo perdón por aquel pecado, Nada había sucedido, pero el simple hecho de permitir un ritual, era algo demoniaco.
El brujo escogió veinte guerreros tarascos y les indicó que bailarían la danza de la víbora que quiere que se aleje la lluvia. Los guerreros la conocían y al momento se prepararon. Un tambor empezó a sonar rítmicamente. En un lugar plano se formaron los guerreros uno tras otro siguiendo al que iba en frente que se movía en sig-sag, haciendo el movimiento  de una víbora. Todos ellos sabían que aquello era un sacrificio, que mas al menos uno iba a morir. Luego apareció el brujo que mientras gritaba palabras en su dialecto, corría eludiendo el animal humano. Llevaba un cuchillo de pedernal en la mano. El guía de la víbora llevaba dos cuchillos y con ellos intentaba matar al brujo, pero este era muy ágil y eludía las estocadas, pero al mismo tiempo también tiraba golpes con su cuchillo. La ventaja que llevaba él, es que era solo y se movía a placer, mientras los otros tenían que seguir en camino curvó. Eso aprovechó el brujo para a mitad de la serpiente, tirar una estocada que entró profundamente en el cuello de uno de los guerreros dividiendo la víbora en dos. Eso los distrajo un poco y por ese motivo corrió a la cabeza y de igual manera enterró la filosa piedra en la garganta del guía. Con aquello la víbora quedó completamente derrotada. Los guerreros heridos cayeron desangrándose. Antes de morir, el brujo se acercó al que fuera el guía, y con gran fuerza encajó el pedernal en el pechó del herido y apartó las costillas. Luego metió la mano y sin piedad apretó el aun palpitante corazón y con fuerza lo arrancó del cuerpo. Curiosamente en ese momento, la lluvia que ya estaba a escasos cien metros del cerro, se detuvo.
Mendoza estaba  horrorizado, pero al mismo tiempo emocionado. Ya había empezado a sentir algunas gotas, pero pararon cuando salió el corazón del pecho.
El brujo se dirigió a él y le dijo.
__Ahora mi señor, para que el hechizo sea completo, tienes que comer de este corazón.
__¡Estas loco! ¿Cómo se te ocurre semejante estupidez?
__Si mi señor, o de otra manera la nubes empezarán a avanzar pronto.
En lo alto del Mixtón, los moradores estaban desconcertados. No entendían porque no llegaba la lluvia, estaba a tiro de flecha.
Un brujo se acercó a Tenamaxtle y le explicó.
__Han danzado para que la lluvia se detenga o se valla. Conozco el sonido del tambor.
__Que podemos hacer venerable anciano.
__Sacrificarme a mí, mi señor. Hacer la misma danza, pero en donde muera el brujo, entonces la lluvia llegara como debiera.
__También me pueden sacrificar a mi __Se escuchó decir a otro brujo.
__ Y a mí, dijo un tercero__ Así la lluvia será abundante.
Tencuitlatl se levantó y dijo.
__Me  ofrezco para ser la cabeza de nuestro Dios Víbora. Si uno de ustedes venerables ancianos, cortan mi cuello, al menos mi sangre no será derramada en vano.
Pronto eligieron de entre los veinte guerreros que se veían más completos y formaron la fila. Tencuitlatl se empezó a mover en sig-sag y los otros a seguirlo. El tambor sonó rítmicamente.
Los tres brujos se pusieron al frente. Eran ancianos y no tenían tanta agilidad, máxime que sus cuerpos estaban deshidratados, sin embargo dieron la pelea, entre mas lucharan he intentaran matar la víbora, mayor sería la magia.
Tencuitlatl era un gran guía, eludía de buena manera las estocadas de los brujos. Uno de ellos tiró el golpe y se quiso alejar, pero por ser tres al intentarlo chocó contra unos de sus compañeros y rebotó hasta quedar frente a Tencuitlatl. Lo miró de frente, sonrió y luego abrió los brazos para dejar que el arma del cacique penetrara sus carnes. Luego de eso, todos los guerreros participantes se arrojaron sobre los otros dos brujos y corrieron la misma suerte. Al instante abrieron sus venas y directamente de ellas bebieron su sangre, la cual los hizo sentirse inmediatamente muy fuertes. Luego, abrieron sus pechos y arrancando sus corazones, humildemente se los ofrecieron a Tenamaxtle. Este tomó uno de ellos, lo mordió y tragó la carne, luego hizo los mismo con los otros dos, luego los pasó a sus guerreros  y al instante los despadazaron a mordiscos. En ese momento sintieron como la lluvia mojaba sus cabezas con la intensidad de un huracán.
En lo bajo Mendoza empezó a maldecir al sentir como la lluvia inundaba todo alrededor.
__¡Maldita sea! ¡esto es una farsa! ¡Brujo maldito, que gran mentira la tuya!
El brujo lo miró sonriente y le respondió
__No mi señor, nada ha fallado. Ellos también han hecho el hechizo, y a ellos les ha funcionado porque el líder de ellos si ha comido el corazón. Mi magia es más fuerte que la de ellos mi señor. Aun se puede parar la lluvia. Come del corazón mi señor, come del corazón.
Mendoza desesperado tomó aquel órgano. Aun se sentía caliente.
__¡No! __Gritaron los frailes al unísono __Eso sería condenar tu alma, esto es cosa del demonio, no haga eso señor virrey.
__Hágalo, o va a seguir lloviendo
Mendoza ya no lo dudó, subió el corazón a la altura de su boca y le dio un mordisco tan potente que arrancó de cuajo el pedazo, solo lo medio masticó y luego lo tragó. Al instante dejó de llover. Emocionado dio otra mordida y luego otra y otra hasta que quedó solo un pedazo de carne entre sus manos. Emocionado miró como las nubes se fueron alejando en la misma dirección donde habían venido, luego a lo lejos empezó de nuevo a llover, donde el estaba de nuevo golpearon los rayos del sol y pronto es cielo se vio adornado con un hermoso arco iris.
__¡Por la virgen de la Macarena, que esto es maravilloso!__ Exclamó emocionado al contemplar aquel fenómeno natural. Esto es obra de Dios.
__Si mi señor__ Le contestó el brujo burlesco __Esto es obra de Dios, pero del mío, porque mi Dios es más poderoso que el tuyo.
Mendoza sintió un escalofrío y hasta entonces miró a los frailes que lo veían horrorizados y llorando ante el sacrilegio.
__Bueno, que más da, lo importante es que paró la lluvia, ¿O no?...y ustedes frailes mentecatos, aprendan. Quiero que involucren las danzas de estos hombres y se hagan en provecho nuestro.
__Eso es blasfemia señor Virrey, nunca danzaremos a sus Dioses.
__Pues que no dancen a sus Dioses, que dancen a los nuestros.
__Sacrilegio.
__Es una orden, de aquí en adelante danzarán en cada una de nuestras celebraciones, así gozaremos de su magia y ellos serán evangelizados…
En lo alto, la euforia se volvía a convertir en tristeza. Todos estaban mojados y de alguna manera medio había mitigado su sed, pero aquel minuto de lluvia solo había servido para revivir una esperanza que en ese instante volvía a morir. La lluvia se alejaba y lo único que les había dejado eran los tres cadáveres de sus mejores brujos.
Tenamaxtle reunió a todo el pueblo y ahí les habló.
__Ahora sí, la decisión está hecha. No queda otra más que rendirnos. Una vez abajo, buscaremos la manera de seguir luchando.
Tencuitlatl pidió la palabra. Se la cedieron y al momento llamó a sus cuatro esposas y a sus veinte hijos. Los sentó junto con él a la orilla del precipicio, luego le habló al pueblo.
__Mi señor Tenamaxtle, mi guía, mi general. Tú que fuiste elegido por los príncipes Macaco y Mapila para que el pueblo caxcán  sea libre por todos los siglos. Tú no puedes entregarte ni entregarnos. Pruebas ya has tenido que son cobardes y su lengua es de cenzontle. No puedes confiar en ellos. Así que yo tengo la solución.
Hoy nos ha llovido un poco y esa agua nos dio fuerzas, además yo he bebido la sangre de los ancianos y tengo más fuerza que nadie. Yo no me voy a entregar, ni mi familia tampoco, porque antes de eso, prefiero volar. Yo quiero que tú, mi señor Tenamaxtle, huyas de este cerro y sigas la lucha hasta que mueras en una batalla, no siendo esclavo de estos malditos.
__No hay manera de huir Tencuitlatl, estamos rodeados.
__Mi señor, yo hare algo, por el cual van a dejar descubierto la mayor parte del cerro, por algún lugar de esos podrás huir, con los más valientes guerreros, haré un sacrificio y si los brujos lo piden, la lluvia ha de volver, pero no para salvarnos a nosotros, sino para darle agua a ustedes mientras huyen.
__No se que vas a hacer Tencuitlatl, pero confío en ti, las pruebas me has dado, y juro que luchare hasta la muerte y tu sacrificio no ha de ser en vano.
__Escoge tus guerreros valiente Tenamaxtle, mientras lo haces, yo he de hablar al pueblo y luego hacer mi sacrificio.
Tenamaxtle fue pasando entre la gente y conforme encontraba un guerrero, le tocaba la frente, este se incorporaba y luego lo seguía. Se escuchó la potente voz de Tencuitlatl decir.
__Hermanos caxcanes…Yo Tencuitlatl, cacique de la gran Xochipilli, hijo del viento, corredor de venados. No me rendiré jamás ante esos hombres. Yo soy libre como el aguililla, como las hojas que vuelan sin rumbo, a mi nada me detiene. Yo he de morir libre.
Ellos son mis hijos y mis hijas. Ellos son libres como yo y jamás permitiré que sean esclavos.  Antes que eso pase prefiero entregarlos a los Dioses.
Luego, con mucho amor se acercó a una de sus esposas, en cuyo pecho estaba un niño pegado al pecho de su madre intentando sacar un poco de leche, aunque la realidad es que esporádicamente sacaba un poco de sangre. Con tranquilidad de preguntó.
__Mujer, ¿Tú que has sido libre de correr los caminos de esta tierra, quieres que tu hijo sea un esclavo?
__No mi señor.
__Entonces dámelo y luego ve tras él.
Con el niño en brazos, Tencuitlatl se acercó al precipicio y empezó a gritar.
__¡Mendozhzhza! ¡Mendozhzhza!
En la planicie el virrey escuchó aquel grito e inconscientemente caminó a un claro desde donde pudo ser visto por Tencuitlatl.
__¡Mendozhzhza!  Tu quieres mi carne para despedazarla trabajando, eres ambicioso y es mentira que tu Dios sea bueno. Sin embargo has ganado. Quieres mi carne, pues mi carne te doy. Tómala, te daré mi carne, pero jamás mi sudor.
Al decir esto, levantó en la alto al niño, y sin pensarlo dos veces lo arrojó lo más lejos que pudo. Los españoles  se quedaron perplejos. Mendoza ordenó de inmediato que le llevaran aquel bulto, no podía ser lo que el estaba pensando. Un español regresó horrorizado.
__Es un niño mi señor. No pude tocarlo.
__Ya estaba muerto, no se preocupen.
Pero de lo alto se volvió a escuchar el grito
__Ahora será su madre quien te ofrezco maldito…tendrás su carne, pero jamás su sudor.
Mendoza miró como ahora era una mujer quien estaba a la orilla del precipicio, y estaba de pie, estaba viva.
__¡Va a saltar, va a saltar!
__¡No, díganle que no!
__¡Frailes, frailes! ¡Eviten que esa mujer salte!
Pero fue inútil, aquella mujer sin necesidad de que la empujaran se dejó caer al precipicio.
__¡Que locura, ha sido porque este maldito le arrojó a su niño!
Tenamaxtle se detuvo al mirar que la mujer saltó al precipicio. En ese instante lo comprendió todo. Pronto todos los indios tarascos  que rodeaban el cerro correrían a mirar aquel macabro espectáculo. Aquel hombre valiente, orgullo de los caxcanes, no pudo evitar que las lágrimas rodaran por sus mejillas. Entendió perfectamente el sacrificio de su compañero. Solo les  dijo a los demás.
__El es el verdadero héroe, vamos, pronto nos dejará el camino libre.
Mendoza creyendo que era todo se relajó un poco, sin embargo sintió un escalofrío al mirar que un grupo de niños se iba parando a la orilla del abismo. Nuevamente escuchó la voz de Tencuitlatl, que con rabia le gritaba.
__Cobarde, quieres nuestra carne, pues tendrás nuestra carne, pero jamás nuestro sudor.
Y uno a uno, el resto de sus hijos, Tencuitlatl los fue levantando en peso, y luego, sin que ellos opusieran resistencia, los arrojó al barranco. Sus cuerpos golpeaban entre las peñas despedazándose, de tal manera que cuando detenían su  caída, ya iban sin vida. Luego de aquello, sus tres esposas no necesitaron que él se los ordenara, siguieron el mismo camino que habían seguido sus hijos.
Cuando se vio sin su familia, volteó a ver al resto de pueblo caxcán, que solo lo contemplaban y les dijo.
__Yo, Tencuitlatl, ya no tengo familia, no tengo por quien vivir. Ustedes son libres de hacer lo que quieran…si quieren ríndanse y sean esclavos, pero si tienen honor, entreguen su carne, pero jamás su sudor.
Luego se alejó unos veinte pasos del precipicio, y tomando vuelo, corrió con todas sus fuerzas para llegar a la orilla del abismo y saltar lo más que pudo. Sintió el viento golpear su rostro, olía a lluvia. Miró que a lo lejos el arco iris se había desaparecido y que la lluvia regresaba. Sonrió, si la lluvia llegaba, su señor Tenamaxtle y sus guerreros tendrían agua para recobrar fuerzas. En eso su cuerpo chocó contra la primer roca y partió su columna.
No sintió golpe alguno. De repente se miró dentro del cuerpo de una aguililla. Estaba volando. Su alma volaba. A lo lejos, muy lejos distinguió la silueta inconfundible del cerro de las ventanas. Se sintió eufórico. Era libre. Había ganado…el viento guió sus alas y su alma voló, voló, voló hasta llegar a ese bendito cerro que fuera su hogar, en donde vivirá eternamente acompañando a los príncipes Macaco y Mapila, cuidando el tesoro, del cerro de las Ventanas.

Mendoza estaba muy impresionado. Bueno, ya había pasado todo, un loco desesperado que había arrojado a su familia por el precipicio. La voz se había corrido de aquel suicidio, y la mayoría de indios que rodeaban el cerro habían corrido para ser testigos. Mendoza con rabia les iba a ordenar que regresaran a sus puestos, cuando un grito lo volvió a sacar de quicio. En lo alto estaba un brujo, con toda su familia parada a la orilla del abismo.
__¡Hombre blanco y ambicioso! ¡Te daré la carne de mi familia, pero jamás nuestro sudor!__ Y al momento empezaron a saltar.
__¡No, otro loco! ¡Evítenlo! ¡Suban! ¡No dejen que salten!
Al principio fue de uno en uno, luego sin orden, saltó aquella familia completa. Los soldados quisieron subir, pero una lluvia de cuerpos humanos se lo impedía, porque luego de aquella familia, siguió otra, y  otra y otra….miles de caxcanes prefirieron perder la vida, entregar su carne, pero jamás ser esclavos…aquella tarde los caxcanes escribieron en la historia el mayor ejemplo de lo que es el orgullo….qué lástima que tan pronto fuera olvidada y en la actualidad vivamos de rodillas.
Mendoza lloraba asustado ante aquella desgracia. Su conciencia le gritaba que era un asesino. Y así llorando lo encontró aquella lluvia torrencial, que venía a lavar la sangre de aquellos inocentes, arrepentido el cielo también por haberse alejado. Pero a veces el cielo no tiene voluntad cuando es un mandamiento de los Dioses. Pero maldito aquel que los invocó en contra de su propia raza. Tal vez por eso el cielo se abrió y de el descendió un relámpago, que curiosamente solo vino a despedazar el cuerpo de aquel brujo que hiciera el ritual de la lluvia.
El agua de la lluvia hizo arroyitos, los cuales bajaban pintados de rojo. A cualquier parte que se moviera Mendoza, aquella agua roja lo seguía. Pidió de inmediato su caballo y a todo galope se alejó con rumbo al convento de Xochilpilla. La conciencia no lo dejaría dormir por el resto de su vida. Ni aun siquiera cuando fue Virrey del Perú.
Con mucha facilidad Tenamaxtle y los guerreros que escogió pudieron huir. Pronto fueron alcanzados por la lluvia y dejaron de masticar pencas de nopal. Nadie hablaba, nada había que decirse, todos comprendieron perfectamente el sacrificio de Tencuitlatl e internamente se comprometieron a luchar hasta la muerte en honor a aquel verdadero héroe de los caxcanes, el héroe ignorado por la historia, el grande, el único, el magnífico Tencuitlatl, cacique de la gran Xochilpilli, guardián eterno, del cerro de las Ventanas.

FRANCISCO RODRÍGUEZ LÓPEZ.