Reginaldo Horta fue el primero de los Horta que nació en el Remolino. Cuando aquella situación del Gavilán, Don Fermín Horta convencido por las palabras de la niña Crucita que no debería de irse de ese lugar, decidió que era un punto estratégico para su ocupación de arriero, en medio de tres grandes ciudades como eran Guadalajara, Aguascalientes y Zacatecas. En Remolino mando construir la primer casona de adobe, la hizo pegada a la plaza, con su zaguán y su puerta enorme en donde pudieran pasar sus remudas cargadas cuando así se requiriera, un patio rodeado de muchos cuartos, su cocina interior y su “altito exterior” una bodega y en la parte de atrás, un corral enorme dividido por cercas de piedra, en sí, la casa del hombre más rico del creciente ranchito.A doña Delfina Plasencia, su esposa, le agradó el lugar. Mujer muy dicharachera y comunicativa. La mayor parte del tiempo estaba sola, pues don Fermín casi siempre andaba de viaje, así que ella pronto fue conocida por toda la comarca, principalmente porque le gustaba andar de casa en casa, contando los pormenores, los secretos, y las situaciones de los demás. Ella tenía un dicho “Si no hay chisme, la plática no tiene chiste”.Tenían cuatro hijas cuando se instalaron en el Remolino, e iba embarazada del quinto hijo. Las hijas si protestaron al mirarse en la situación de vivir en condiciones muy diferentes a como estaban acostumbradas en la ciudad de Aguascalientes, pero poco a poco se fueron resignando y aunque nunca dejaron de ver a sus vecinos como inferiores, tuvieron que convivir con ellos el resto de sus vidas, y aprendieron de su madre, a ser igual de comunicativas. Curiosamente esta práctica se volvió común en el lugar, el chisme era el pan nuestro de cada día. Muchas veces hubo conflictos por esta razón.Reginaldo nació y creció muy mimado por su madre y hermanas. Desde muy temprana edad aprendió a leer y escribir bajo la tutela de la familia. Era caprichoso y todos sus deseos eran ordenes inmediatas, so pena que el chamaco hiciera berrinche y no parara de llorar, incluso después de darle lo que él quisiera.Fue a la edad de diez años cuando una vez, acababa de llegar don Fermín de un largo viaje. Sus arrieros descargaban las mercancías que habían traído de Guadalajara. El cansancio en el patrón era notorio, sin embargo supervisaba la última actividad para luego encerrar a los animales e irse a descansar. Su familia se acercó emocionada al mirar que entre la mucha mercancía que bajaban, venían unos bultos de donde sobresalían las puntas de los rebozos.__ ¿Eso que traes ahí son rebozos?__ Pregunto Dania Delfina emocionada.__ Sí, es un encargo de un señor de Jalpa. Mañana se los mando.__ Yo quiero uno.__ No se puede mujer, los traigo contados.__ Mmmmm…Nunca me traes nada para mí.__ Nosotras también queremos un rebozo papá __ Dijo una de sus hijas__!Ya les dije que no!__ Yo también quiero un rebozo, y si no me lo das voy a llorar.__ ¿Y tu pa que chinguetes quieres rebozo Reginaldo? eso es para las viejas.__ Para ir a misa.__ Si, dáselo, para que no llore.Don Fermín observo a su hijo. Tenía colorete en las mejillas. Traía puesto algunos collares de sus hermanas. Brincaba por su rabieta y se movía igual que una muchachita y sin más empezó a llorar escandalosamente. Ante aquella situación, el arriero sintió un extraño miedo e hizo algo que jamás se hubiera imaginado que se iba a atrever a hacer. En un movimiento rápido se quitó su enorme cinto y antes que las mujeres lo pudieran impedir, tomo a su hijo de un brazo y con la mano armada con su cinturón, descargo en las nalgas de su hijo, tres golpazos que lo dejaron ahora sí, llorando y revolcándose de dolor. __! Pero Fermín! ¿Qué haces? ¡No seas ingrato! ¡Es el niño!__ ¡Que niño ni que la chingada! ¡Desde mañana me lo levantas temprano, se va conmigo para donde quiera que yo vaya!La amenaza se cumplió. Aunque las protestas de la madre y las hermanas fueron muchas, Don Fermín impuso su autoridad y desde otro día, el niño se miró atrás de las remudas, arriando hacia los lugares donde hacia negocios su padre. Las rabietas al principio fueron muchas, pero estas se fueron terminando porque a cada nuevo capricho, por pequeño que este fuera, su progenitor se quitaba el cinto y le propinaba los tres ya conocidos retazos.En su interior don Fermín sentía un miedo terrible. No podía ni siquiera imaginar que su hijo le saliera hija. Por eso le exigía igual que a sus peones, que trabajara duro, que se hiciera hombre, sin embargo la prueba máxima de esa deseada hombría, tuvo que esperar hasta que le llego la adolescencia. Con gusto el padre miro que su hijo se iba transformando de niño a muchacho. Creció muy rápido y le cambio la voz. Lo enseñó a mandar lo mismo que a negociar y un día lo llevo a probar que tan hombre era ya. En una fonda de Calvillo, uno de sus echaderos, como él decía, le pago una mujer la cantidad de cinco reales porque sedujera a su hijo y le ensenara los secretos de la intimidad, con la condición que le tenía que contar con detalle si había funcionado perfectamente. Que felicidad para el padre cuando la mujer le dijo.__ Ay don Fermín, me tiene que dar otros cinco reales. Su muchacho no tiene llenadera__ Y don Fermín, con gusto se los pago.A Reginaldo aquello se le volvió un gusto total, se convirtió en un mujeriego incorregible y alcahuete de su padre, pues hasta entonces se dio cuenta de porque en todas las fondas que llegaban, las mujeres lo recibían con tanto cariño. Era un arriero, un amor en cada pueblo que llegaba.Además de las mujeres Reginaldo tenía otro vicio, este era el de la lectura. Cuando llegaba a las ciudades grandes, hacia sus negocios, vendía y compraba su mercancía, luego iba a alguna librería y compraba una buena cantidad de libros, los cuales leía montado en su caballo mientras arreaba sus animales. Eso le valía también muchos regaños, más ya no golpes, desde que demostró que si era hombre, su padre no lo volvió a golpear. Cuando Fermín le gritaba que dejara de leer y que pusiera atención en los animales, el solo respondía tranquilo.__ Es pa que se me haga cortito el camino apá.Fue la lectura precisamente lo que lo convirtió en un intelectual. Aprendió de leyes, filosofía, elocuencia. Él no era un chismoso como su madre y hermanas, pero no paraba de hablar contando siempre de cuentos o novelas. Era un sabelotodo y eso lo convirtió en un comerciante triunfador. Y fue para que su padre ya no lo regañara, que un día decidió hacer su propio negocio. Por su actividad recibía un salario. Parte de este lo utilizaba en comprar libros y el resto en dárselo a las mujeres. Cuando pensó en empezar a vender y comprar para él, no dejo de comprar libros, pero si en darle dinero a las mujeres, pues se dio cuenta que si las enamoraba conseguía de ellas lo mismo que dándoles dinero, así que tuvo una novia en cuanto pueblo visitaba y así pudo ahorrar dinero para comprarle a su propio padre un par de burros, comprar mercancía en los ranchos y llevar a la ciudad.Su negocio creció pronto. No tardo mucho tiempo en tener veinte burros, pero su visión era otra, tener una partida de mulas. Las mulas eran más fuertes y caminaban más de prisa. Pero eran mucho más caras que los jumentos.Por fin un día logro reunir el dinero suficiente. En Aguascalientes se le presento la oportunidad. Otro arriero que traficaba de Guanajuato a aquella ciudad fue quien se las ofreció.__ Oye Reginaldo __ Le dijo __ Te vendo mis mulas.__ ¿Y eso Pastor? ¿ Y luego tú?__Ya me quiero retirar de esto. Te las dejo baratas.Discutieron el precio. Eran veinticinco animales, bien cuidados, fuertes. El precio era menor al real y eso se le hizo algo extraño, sin embargo no pregunto más y gasto ahí todos sus ahorros, pero ahora si, a ser un verdadero arriero.El otro hombre apenas tomo su dinero, monto un burro viejo y se alejó a toda prisa con rumbo a Guanajuato.Emocionado Reginaldo empezó a hacer planes. Le tendría que pedir dinero a su padre para comprar mercancía. Tendría que contratar ayudantes. Sería el mejor arriero del mundo.En eso estaba, contemplando a sus nuevas remudas cuando escucho una firme voz a sus espaldas.__ Hasta que encontramos las mulas. Ya les habíamos dicho. Las necesita el gobierno.Reginaldo volteo sorprendido. Miro a un oficial militar que por sus insignias denotaba ser un general y algunos soldados tras él, que lo miraban intimidatoriamente.__Discúlpeme general. ¿De qué habla?__De esas mulas. Ya había ordenado que el ejército las necesitaba. ¿Por qué las movieron de los corrales donde estaban?__ Yo las acabo de comprar.__Lo siento, están requisadas. Es una orden del mismo presidente de la Republica, don Benito Juárez, y yo, general Jesús de González Ortega, voy a ejecutarla.__ ¡Lo siento general, pero no se va a poder!
FRANCISCO RODRÍGUEZ LÓPEZ.