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¡No, mis cruces no!__ Desesperado gritó Bernabé y sin pensarlo se arrojó
sobre uno de los soldados que se aprestaban a obedecer la orden de su general.
Rodó por el suelo junto con aquel soldado y una vez que se medio incorporó le
dio un golpe en la mandíbula para levantarse e intentar atrapar a otro, pero en
eso se escuchó la orden de que lo sujetaran y un instante después se vio
inmovilizado por varios soldados.Los
ojos del general fulguraban por la rabia. Se notaba que no estaba acostumbrado
se ser contradicho.__
¿Qué te pasa estúpido? ¿No sabes quién soy?__ Yo
no sé quién es usted, pero si se quién soy yo __ Respondió también colérico
Bernabé __ Yo soy el guardián de esta ermita…Esas cruces son mías, yo las
cuido, yo las hice, yo las venero, son santas, no se atrevan a tocarlas o les
pesará.__
¿Pero qué te estás creyendo imbécil? Yo soy el generalísimo Antonio López de
Santa Anna, el héroe de Tampico, inmortal héroe de Zempoala, presidente vitalicio de la
República de México y dueño de toda ella. Así que ningún ermitaño me va a decir
lo que tengo o debo de hacer, y para castigo tuyo, verás como fácilmente van a
caer esos maderos y arderán cocinando mi carne delante de tus ojos __ Luego con
fuerza ordenó: __ ¡Tumben esos leños y échenlos a la fogata!Imposible
fue para Bernabé liberarse de los sujetos que lo detenían. Con mucho dolor miró
como con cuerdas ataban sus cruces y luego, entre varios hombres las jalaban
con fuerza hasta hacerlas caer. Cuanta desesperación al ver que las arrastraban
y sin considerar que eran reliquias santas las arrojaban al fuego. Lloró de
rabia y dolor, pero de repente a su cerebro le llego una voz, muy dulce,
tranquilizadora, una voz celestial y que solo había escuchado una vez, cuando
le dijera que él, era un hombre bueno. La voz de la niña que fuera zaurina y en
ese momento le transfería
aquel poder, por lo que sus palabras se volvieron proféticas.Antonio
López de Santa Anna lo miraba burlón. Ordenó que lo soltaran, ya las cruces
empezaban a arder. Luego le dijo que
se marchara si no quería que le sucediera algo peor.Bernabé
camino unos pasos hasta ponerse frente a él. Los soldados intentaron atraparlo
de nuevo temiendo que atacara a su jefe, pero el general con una Seña les dijo
que lo dejaran. Bernabé lo miro a los ojos y luego con voz tranquila le dijo.__
Esto que le voy a decir señor general, no son mis palabras. Me las acaban de
dictar desde el cielo. Para
empezar usted no llegará completo a la tumba. Esas cruces que ha cortado le
costaran una pierna y sufrirá
y se arrepentirá el resto de su vida por este sacrilegio, cuando sienta el
dolor, se va a acordar de esto. El dolor será terrible, tanto como el que he
sufrido yo el día de hoy. Usted ahora va a una misión. Va a fracasar
simplemente porque usted es
un cobarde, va a caer
prisionero y por salvar su vida va a dejar que le quiten parte de su
territorio, luego va a perder más y más, va a vender lo que no es suyo, y usted
y todas sus generaciones serán odiadas y maldecidas por el pueblo de México. Es
usted un cobarde, que autoproclama ser un héroe, pero en realidad es una
cucaracha.El
presidente de México estaba líbido de rabia. ¿Cómo un ser insignificante como
ese monje se atrevía a decirle tales cosas? Demostrando que en verdad era lo
que Bernabé le decía, un cobarde, en un movimiento rápido desenvainó su sable y
arteramente lo clavó sin
misericordia en el abdomen del clérigo. Bernabé cayó de rodillas apretando su
herida, sin embargo volteo a ver al general y adorno su rostro con una sonrisa
burlesca.__
¡Pide misericordia y perdón maldito! __ Le ordenó el militar __ Pídeme perdón y
di que soy tu héroe, el más grande guerrero que ha dado el mundo, más grande
que Napoleón, soy el inmortal guerrero de Zempoala, mezcla de dos sangres,
española y mexicana. Di eso inmundo monje desgraciado.__
Bernabé sin borrar su sonrisa dijo burlón __Para mi usted es solamente una
pobre cucaracha rastrera.Con rabia Santa Anna levanto su sable para
descargar un golpe mortal, pero en ese preciso momento el general José de Urrea
llego para decirle presuroso.__
Señor presidente, señor presidente, están llegando las autoridades de un
pueblito llamado Juchipila y vienen también varios frailes. Le pido por favor
que no mate a este hombre. Ellos ya están a la vista y eso nos dará mala
reputación.Por
un momento Santa Anna lo pensó. Alcanzo a divisar la comitiva que venía de
Juchipila. Bajo el sable y le pidió a
un soldado que lo limpiara de la sangre de Bernabé, luego con desprecio también
ordenó que arrastraran al
monje a la nopalera y ahí lo tiraran, que muriera desangrado, posteriormente dibujando en su rostro una
hipócrita sonrisa fue a recibir a las autoridades juchipilenses.El
monje fue arrojado entre los cactus y ahí abandonado. El dolor era terrible,
sin embargo haciendo un esfuerzo supremo logro ponerse de pie, y así, apretando
su herida que no paraba de sangrar, paso a paso regreso al Remolino.Ya
estaba oscuro, en el patio del jacalerío de los Luna, tenían una fogata para
guarecerse del frio de la noche mientras charlaba la familia. Todos se
asustaron al escuchar aquel quejido tan tenebroso, mas al ver que entre las
sombras surgía aquel espectro todo enterregado. Apenas alcanzo a medio entrar
al patio cuando vieron que se desplomaba. Las mujeres gritaron asustadas. Don
José María fue quien presuroso se dirigió a donde estaba aquel bulto en el
suelo. Con premura gritó cuando reconoció de quien se trataba.__
¡Pronto, pronto! ¡Con una rejodida, pronto, es el padre Bernabé y parece que
viene herido!Entre
cuatro hombres lo levantaron y lo llevaron al interior de un jacal.
Inmediatamente con agua tibia lavaron su rostro el cual estaba pálido. Un leve
quejido surgió de su garganta, luego lentamente abrió los ojos. Muchas veces
había caído en el camino, su hábito era una mezcolanza de sangre y tierra. Con
un pedazo de ocote ardiendo lo alumbraron y así fue como notaron que seguía
sangrando.__ ¡A
ver, pronto, mujeres, vamos viendo como curamos a este cristiano! __ Ordenaba
asustado don José María, aunque en realidad no sabía qué hacer.La
voz de Bernabé se escuchó muy débil, por lo que todos guardaron silencio para
poderlo escuchar.__
Don José María, no se preocupe por curarme, voy a morir.__
¿Qué le paso padrecito? ¿Quién le hizo esto?__ El
general cucaracha, pero eso no importa, déjeme
hablar por favor, me queda muy poca vida. Don José María, le pido por favor que
me sepulte junto a la capilla del Remolino. Quiero que mis restos queden para
siempre en esta tierra bendita. También le pido por favor don José María, que
hagan siempre la fiesta a la santa Crucita, aquí y en las rancherías. Por
favor, cuide de mis cruces… que nadie las vuelva a tumbar, que nadie las vuelva
a quemar… la cruz es… es…Fue
todo lo que alcanzo a decir. Bernabé fue cerrando los ojos y su alma abandono
su cuerpo. Aquel inquisidor
redimido, moría por
defender sus cruces. Murió en manos del inmortal héroe de Zempoala, nombre que
le mereciera años más tarde, que se escribiera un poema en su honor, que a la
postre, se volviera el
himno que simbolizara la patria que ese cobarde traicionara y entregara más de
la mitad a los invasores. Ese himno que no le gusto porque lo mencionaba solo
una vez, y que la mayoría de los mexicanos cantan sin saber que fue escrito en
honor de ese déspota traicionero. Bernabé lo llamo cucaracha y ese apodo se
hizo popular. Los soldados que escucharon que lo llamo así, regaron esta
noticia y así lo empezaron a llamar a escondidas, de tal modo que se hizo a
voces grandes y así lo llamaron todos sus enemigos, por eso, cuando le volaron la pierna de un cañonazo, cosa
que también le profetizo Bernabé, surgió aquella cancioncita que cantaba todo
México. La cucaracha, la cucaracha, ya no
puede caminar, porque le falta, porque no tiene, una patita pa andar.
El
deseo de Bernabé fue respetado. Fue el primer muerto que se sepultó junto a la
capilla, que desde ese momento se convertía también en un panteón. El segundo,
ese mismo año, fue don José María Luna.Cuando
llego el mes de mayo, la fiesta del Remolino se volvió a hacer a lo grande.
Hubo comida y bebida para todo asistente, la danza cada vez era más lúcida, la
chirimía toco por horas. El grupo de violín, tambor y tambora amenizo un buen
baile, dos sacerdotes de Moyahua vinieron a dar la misa.Ya
casi para caer la noche,
don José María pregunto a la concurrencia que cual ranchería sería otro día la
que quisiera celebrar la santa Cruz. Había gente de casi toda la región, pero
nadie dijo nada. Como hacía falta Bernabé. Él era el organizador en las otras
rancherías, nadie se había preocupado por preparar nada. Entonces don José
María se acordó lo que el monje le había pedido y sin más, miro a un hombre del
caserío llamado el Jaral y le dijo.__
Ustedes, a ustedes les toca mañana, allá voy a estar por la madrugada para empezar
la ceremonia y si el padrecito no puede ir a dar misa, cuando menos va a haber
danza y a rezar un rosario, y luego le va a tocar a Atemajac, y luego a la
hacienda de Guadalajarita….Y así
hizo el listado, tal y como lo hacía Bernabé y a todas esa celebraciones estuvo
presente el viejo. Miró que organizar era difícil, por lo cual se le ocurrió
hacer una cosa. Con mucha autoridad y sin permitir ser contrariado, al terminar las fiestas,
reunía a los habitantes del lugar y nombraba a una familia que sería la
encargada de organizar la fiesta para el próximo año. No hubo familia que se
negara y con eso garantizo la continuidad de las festividades.Al
terminar el mes de mayo, el hombre se miraba agotado. El trabajo había sido
mucho, muchas las desveladas, mucho el sacrificio.Volvían
él y Anastasio de Las Jícamas, lugar donde se celebrara la última fiesta.
Apenas se podía sostener don José María en la silla de su mula, se venía
durmiendo. Al pasar por el camino real, en dirección a la plaza del Remolino le
comento a su yerno.__
Mira Anastasio, te voy a encargar que cuando yo me muera, me entierren junto a
la cruz, allí donde está mi niña. El padre Bernabé quiso quedar junto a la
capilla, yo quiero quedar cerquitas de mi chiquita.Su
deseo se realizado más pronto de lo que Anastasio imaginaba. Llegaron al
jacarereo de los Luna. Los hijos de don Chema lo ayudaron a bajar de la mula y
lo metieron a su jacal donde ya tenía su petate tendido. Inmediatamente se
quedó dormido, nadie se imaginó que ya no volvería a despertar. Al amanecer
nadie imaginaba que estaba muerto, pues en su rostro había una tranquilidad
inmensa, y una sonrisa, como que había muerto mientras soñaba algo agradable,
tal vez, jugaba con la niña Crucita.
El
Padre del Remolino fue sepultado como él lo pidió, junto a la Cruz. Ahí quedo
aquel hombre que llego buscando un tesoro, sin imaginar siquiera que su
verdadera misión al llegar a ese lugar, era fundar la mismísima Capital del
Cielo.Mucha
tristeza causó la muerte de aquel patriarca, mucha tristeza, en ese momento
nadie imaginaba que otras situaciones terribles se avecinaban, pues pronto
llegarían otras desgracias. En un
país que no encontraba la paz, se avecinaban la guerra de reforma, todos
vivirían en constante peligro, tal como le pasaría a Reginaldo Horta, hijo de don Fermín Horta.
Reginaldo fue el primero de
los Horta nacido en Remolino. Valiente y dicharachero como su padre, siendo un
jovenzuelo se enfrentó el solo al ejército del general Gonzales Ortega. Estuvo
a punto de ser fusilado, pero lo salvó el mismo Benito Juárez, la historia fue
así:
FRANCISCO RODRÍGUEZ LÓPEZ
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