El general González Ortega se le quedo mirando con rabia.
Volteo con uno de sus lugartenientes y dio una orden drástica.
__Arréstelo capitán. Este curro hoy se muere por
insurrecto y ladrón.
La orden fue obedecida inmediatamente. Cuatro soldados
desmontaron y apuntando con sus fusiles lo pusieron en calidad de prisionero.
__ ¡Usted no tiene derecho de hacer esto! ¡Yo soy un
ciudadano honrado!
__ Usted es un insurrecto, un conservador, un traidor a
la patria y por eso va a ser fusilado.
__ ¡Usted sabe perfectamente que eso es mentira! ¡Yo solo
estoy defendiendo lo que es mío y el ladrón es usted por quererme quitar mis
mulas!
__ ¡Ni usted ni nadie me llama ladrón! ¡Capitán, busque
un paredón, vamos a fusilar a este curro!
A punta de bayoneta, los soldados obligaron a que
Reginaldo caminara hacia la pared de una casa. Más que temeroso, se sentía
indignado. Como era posible que lo fusilaran nada
más, sin un real motivo iba a morir.
Había mucha gente en aquellos corrales, la mayoría
arrieros que conocían a Reginaldo y su familia. Se congregaron alrededor de los
soldados, muchos no sabían que pasaba, pero el rumor se corrió pronto y se
escuchaban débiles gritos de protesta.
Un soldado ya viejo quedo junto a Reginaldo, mientras los
otros preparaban la fila del pelotón de fusilamiento.
__ ¿A poco de verdad me van a fusilar? __Preguntó
Reginaldo ya muy temeroso.
__ Pos yo creo que si patrón. El general anda muy
nervioso. Los franceses que derrotó el general Zaragoza ya regresaron y no los
pudimos detener en Puebla Anda encorajado el general y nomas anda buscando como
desquitarse.
__Pero yo no hice nada.
__Pos nos negó esas mulas. Nos hacen falta pa cargar los
pertrechos. En las batallas nos han matado muchos animales.
__ ¿Y usted está de acuerdo con esto? ¿Qué me maten
siendo inocente?
__ Yo solo soy un soldado, obedezco órdenes aunque nunca
me ha gustado fusilar, eso de meterle un balín a un cristiano que no puede
defenderse, siempre se me ha hecho de cobardes. Yo soy de los que pelean de
frente y cuando mato defendiendo mi vida, no me remuerde mi conciencia, pero
cuando fusilamos, como que si me siento mal.
__ Entonces no me fusilen.
__Pos es la orden. Y con su permiso. Ya está listo el
cuadro, nomás falto yo. Mire, lo vamos a fusilar con público de lujo, ahí van
llegando unos ministros del presidente Juárez.
En efecto, Reginaldo miro que arribo al lugar un carruaje
y de él descendieron varios hombres elegantemente vestidos. Caminaron entre la
gente del lugar que cada vez eran más, la noticia que iban a fusilar a
Reginaldo Horta se había regado y llegaban corriendo por montones.
El general Gonzales Ortega se preparó para dar el mismo
la orden al pelotón. Levanto su sable y grito.
__ ¡Preparen!
Reginaldo sudaba copiosamente. Sentía un temblor en sus
piernas y a duras penas se sostenía de pie. Seguía sin comprender cabalmente su
situación. Sin embargo a pesar del miedo que no podía disimular, era mayor su
rabia, por lo que también grito.
__ ¡Tengo derecho a un último deseo!
El general se le quedo viendo. Suspendió la segunda
orden. Incrédulo ante la petición pregunto.
__ ¿Qué quiere?
__ Que me deje hablarles a sus soldados. Quiero
perdonarlos porque me van a matar.
__ Bueno, tiene un par de minutos. Hable.
Reginaldo carraspeo. Miro a la gente, había muchos
conocidos que lo miraban
incrédulos y asustados. Miro a los hombres elegantes recién llegados, luego
miro fijamente a los soldados y dijo con voz alta.
__ ¡Soldados mexicanos! ¡En unos momentos más, van a
disparar sus fusiles en contra de mi cuerpo! ¡Sé que lo van a hacer porque son
buenos soldados y solo
obedecen órdenes, aunque a ustedes les duela matar a un hombre inocente! ¡Por
favor tírenme al pecho, no quiero que desfiguren mi rostro para que así pueda
reconocerme mi padre, don Fermín Horta, el héroe del cañón de Juchipila, el hombre que
acabara con la pandilla del Gavilán!
¡Disparen sobre mí, pero luego regresen a la ciudad de México y no permitan que
los malditos franceses sigan avanzando! ¡Ya nos demostró el general Zaragoza
que pueden ser derrotados! ¡No existe ejército invencible! ¡Si hasta Alejandro
Magno fue derrotado, Atila, Ciro el grande, El mismo Napoleón! ¡También ustedes soldados mexicanos,
puedes derrotar a esta bola de afeminados franceses! ¡Lo único que les voy a
pedir, es que dejen de asesinar a otros mexicanos igual que ustedes! ¡Porque yo
soy inocente, solo defendí mi propiedad y esto que harán será un asesinato!
¡Ustedes son valientes, y los valientes no asesinan! ¡Mátenme pues, pero luego
vuelvan sus pasos y defiendan lo que sí es de ustedes, esta tierra de Dios! ¡Es
todo general, puede dar su orden de asesino!
Los soldados se miraban entre ellos. Se notaban
inquietos. Los murmullos entre los presentes crecieron, se escucharon protestas
y frases diciendo que eso no lo soportaría Fermín Horta y vengaría a su hijo.
Gonzales Ortega también sintió un cierto nerviosismo, Su ejército era muy
reducido, si aquella gente se sublevaba no podría contenerlos, sin embargo volvió a levantar su sable, pero
antes de dar la primer orden escucho una voz imperativa a sus espaldas.
__ ¡Suspenda este fusilamiento general!
Volteo a ver quién le hablaba. Con premura respondió.
__ No puedo Guillermo. Este curro es un insurrecto.
__ Jesús, no sé exactamente que paso aquí, pero por las
palabras de este hombre, se nota que no es cualquier persona de pueblo. Es un
intelectual y se ve que la gente lo conoce y lo quiere. ¿Qué fue lo que hizo?
__ Nos robó una partida de mulas.
__ Nosotros no tenemos mulas.
__Bueno, nos las negó.
__ Esa no es razón para fusilarlo. Además dijo una verdad
enorme. Si lo fusilas harás que el gobierno de Benito se vea como un
aprovechado, como si fuéramos unos cobardes, pues solo los cobardes asesinan de
esta manera. Estamos en desventaja Jesús. No puedes fusilarlo delante de esta
gente.
__ No puedo retractarme. Es un conservador.
__ Mira, que te parece si lo llevamos a San Luis y que el
mismo Benito lo juzgue, si él lo ordena lo puedes fusilar allá, lejos de su
gente, no podemos perder partidarios, los franceses ya no tardan y si haces eso
aquí, la gente se les va a unir.
Por un momento el general se quedó pensando. Volteo a ver
al cuadro de pelotón y dio una orden.
__Amarren al prisionero. Nos lo llevamos a San Luis
Potosí, allá lo fusilaremos.
Los soldados respiraron aliviados. Guillermo Prieto
sonrió. El poeta de la patria recordó la frase del prisionero, Los valientes no
asesinan, estaba de acuerdo con aquello.
En calidad de prisionero fue llevado a San Luis Potosí.
Sus mulas fueron cargadas con pertrechos militares y en esa comitiva fue guiado
a esa ciudad que en ese momento era la sede del gobierno Mexicano. Una mañana
fue presentado ante el presidente de México, don Benito Juárez.
Aun atado Reginaldo llego ante el ejecutivo. Un hombre
moreno, de tez tranquila que con voz pausada dio la orden.
__ Quiten las ataduras de este hombre. Ante mi nadie
puede ser presentado de esta manera.
Al momento lo liberaron, luego Benito Juárez siguió
hablando.
__ Te han traído ante mí, para que te juzgue, me han
contado que eres un traidor a la patria y eso es suficiente para ser pasado por
las armas, sin embargo también me contaron que no tuviste oportunidad de
defenderte e hicieron bien al traerte ante mí para escuchar tu caso. Habla,
defiéndete.
Reginaldo esbozo una sonrisa. Seguía vivo y esa ya era
una ganancia. El largo camino que había recorrido desde Aguascalientes a San
Luis, lo había aprovechado para meditar su situación, así que empezó a hablar.
__Señor presidente, es un honor para mí estar frente a
usted. Por los periódico conservadores, me entero que usted es el insurrecto,
pero por los periódico liberales a quienes creo más, me he dado cuenta que
usted es un héroe. Que defiende mi patria de la invasión francesa. Ellos, los
franceses, no han respetado
nuestro derecho de independencia, y usted defiende precisamente ese derecho.
Ellos se creen poderosos y piensan que por ese poder pueden abusar de los más
débiles. El pueblo sufre por esta guerra, pero es preferible morir, antes de
volver a ser esclavos de otro pueblo. Todo
esto no se lo digo para quedar bien con usted, sino porque quiero hacer una
analogía con mi persona. En este momento haga de cuenta que el general Jesús
Gonzales Ortega es como los franceses, fuerte y poderoso, yo soy el pueblo
mexicano. Es con ese poder que me ha robado mis mulas, animales que yo necesito
para sobrevivir. Yo lo único que hice fue defender mi derecho de propiedad.
Chistoso mi ejemplo, verdad, pero si entre las grandes naciones, así como entre
los particulares, siempre se respetaran los derechos ajenos, nunca se rompería
la paz. Porque le voy a advertir señor presidente. No es una amenaza, pero
conociendo a mi padre, sé que no se quedaría contento si ustedes me matan y
buscaría la manera de vengarme. En estos momentos señor, lo que menos necesita
usted es otro enemigo. Yo necesito que me regrese mis mulas, si no es así,
puede mandarme fusilar señor. Prefiero morir a ser un cobarde que se dejó
robar.
Juárez estaba absorto ante aquella perorata. Respiro
hondo y luego dijo pausadamente.
__ Muy sabias tus palabras muchacho, muy sabias. Tienes
razón, el respeto al derecho ajeno es paz perdura dora. Necesitamos tus
animales, los que traemos están cansados y algunos se han muerto en el camino y
en las batallas. Pero me has dado una lección sobre los derechos ajenos y voy a
ordenar que te regresen tus animales. Puedes irte, estás libre.
Reginaldo respiró hondo. Dio la media vuelta para
retirarse, apenas había dado una docena de pasos cuando se detuvo, volteo a
donde había quedado el presidente y le dijo.
__Señor, son veinticinco mis mulas. Si yo, por voluntad
propia decido otorgarle a su ejército doce de ellas, ¿Usted las aceptaría?
__ Muchacho, esa sería una aportación muy apreciada y la
patria te lo agradecería eternamente.
__ Así sea pues señor. Doce de mis mulas son para
ustedes, con el resto yo puedo seguir trabajando.
Con emoción Juárez se acercó a Reginaldo y estrecho su
mano.
Entonces sí, se dirigió a la salida, antes de llegar a la
puerta escucho al presidente que con voz fuerte llamaba a uno de sus ministros
y le decía.
__ Ignacio Ramírez, tú que eres considerado el más
inteligente de mi gabinete, analiza esta frase que se me acaba de
ocurrir……..tanto entre los individuos como entre las naciones…….
Ya no alcanzo a escuchar más, porque en ese momento al
salir del improvisado palacio nacional, miro que iba llegando su padre, don
Fermín Horta, acompañado por varios de sus hombres. Al mirarse padre e hijo,
corrieron para enlazarse en un apretado abrazo.
La segunda invasión francesa fue muy cruel, miles de
mexicanos murieron, pero al final evitaron que otro país nos esclavizara. En
Juchipila fue muy notoria en esa época la división social, existían los dos
partidos, liberal y conservador. El ranchito del Remolino siempre se distinguió
por ser liberal, máxime después de aquel encuentro de Reginaldo con el mismo
presidente. Cuando se iba a imaginar Fermín Horta, con lo liberal que era, que
una de sus hijas se casara precisamente con un soldado francés. Esta es la
historia de la hija de Fermín Horta.
FRANCISCO RODRÍGUEZ LÓPEZ