El remolino historia fantastica

domingo, 9 de febrero de 2014

CAPITULO XXV,"LOS VALIENTES NO ASESINAN", frase que libró a Reginaldo Horta de ser fusilado.


El general González Ortega se le quedo mirando con rabia. Volteo con uno de sus lugartenientes y dio una orden drástica.
__Arréstelo capitán. Este curro hoy se muere por insurrecto y ladrón.
La orden fue obedecida inmediatamente. Cuatro soldados desmontaron y apuntando con sus fusiles lo pusieron en calidad de prisionero.
__ ¡Usted no tiene derecho de hacer esto! ¡Yo soy un ciudadano honrado!
__ Usted es un insurrecto, un conservador, un traidor a la patria y por eso va a ser fusilado.
__ ¡Usted sabe perfectamente que eso es mentira! ¡Yo solo estoy defendiendo lo que es mío y el ladrón es usted por quererme quitar mis mulas!
__ ¡Ni usted ni nadie me llama ladrón! ¡Capitán, busque un paredón, vamos a fusilar a este curro!
A punta de bayoneta, los soldados obligaron a que Reginaldo caminara hacia la pared de una casa. Más que temeroso, se sentía indignado. Como era posible que lo fusilaran  nada más, sin un real motivo iba a morir.
Había mucha gente en aquellos corrales, la mayoría arrieros que conocían a Reginaldo y su familia. Se congregaron alrededor de los soldados, muchos no sabían que pasaba, pero el rumor se corrió pronto y se escuchaban débiles gritos de protesta.
Un soldado ya viejo quedo junto a Reginaldo, mientras los otros preparaban la fila del pelotón de fusilamiento.
__ ¿A poco de verdad me van a fusilar? __Preguntó Reginaldo ya muy temeroso.
__ Pos yo creo que si patrón. El general anda muy nervioso. Los franceses que derrotó el general Zaragoza ya regresaron y no los pudimos detener en Puebla Anda encorajado el general y nomas anda buscando como desquitarse.
__Pero yo no hice nada.
__Pos nos negó esas mulas. Nos hacen falta pa cargar los pertrechos. En las batallas nos han matado muchos animales.
__ ¿Y usted está de acuerdo con esto? ¿Qué me maten siendo inocente?
__ Yo solo soy un soldado, obedezco órdenes aunque nunca me ha gustado fusilar, eso de meterle un balín a un cristiano que no puede defenderse, siempre se me ha hecho de cobardes. Yo soy de los que pelean de frente y cuando mato defendiendo mi vida, no me remuerde mi conciencia, pero cuando fusilamos, como que si me siento mal.
__ Entonces no me fusilen.
__Pos es la orden. Y con su permiso. Ya está listo el cuadro, nomás falto yo. Mire, lo vamos a fusilar con público de lujo, ahí van llegando unos ministros del presidente Juárez.
En efecto, Reginaldo miro que arribo al lugar un carruaje y de él descendieron varios hombres elegantemente vestidos. Caminaron entre la gente del lugar que cada vez eran más, la noticia que iban a fusilar a Reginaldo Horta se había regado y llegaban corriendo por montones.
El general Gonzales Ortega se preparó para dar el mismo la orden al pelotón. Levanto su sable y grito.
__ ¡Preparen!
Reginaldo sudaba copiosamente. Sentía un temblor en sus piernas y a duras penas se sostenía de pie. Seguía sin comprender cabalmente su situación. Sin embargo a pesar del miedo que  no podía disimular, era mayor su rabia, por lo que también grito.
__ ¡Tengo derecho a un último deseo!
El general se le quedo viendo. Suspendió la segunda orden. Incrédulo ante la petición pregunto.
__ ¿Qué quiere?
__ Que me deje hablarles a sus soldados. Quiero perdonarlos porque me van a matar.
__ Bueno, tiene un par de minutos. Hable.
Reginaldo carraspeo. Miro a la gente, había muchos conocidos que  lo miraban incrédulos y asustados. Miro a los hombres elegantes recién llegados, luego miro fijamente a los soldados y dijo con voz alta.
__ ¡Soldados mexicanos! ¡En unos momentos más, van a disparar sus fusiles en contra de mi cuerpo! ¡Sé que lo van a hacer porque son buenos soldados y  solo obedecen órdenes, aunque a ustedes les duela matar a un hombre inocente! ¡Por favor tírenme al pecho, no quiero que desfiguren mi rostro para que así pueda reconocerme mi padre, don Fermín Horta, el héroe del cañón  de Juchipila, el hombre que acabara con la pandilla del  Gavilán! ¡Disparen sobre mí, pero luego regresen a la ciudad de México y no permitan que los malditos franceses sigan avanzando! ¡Ya nos demostró el general Zaragoza que pueden ser derrotados! ¡No existe ejército invencible! ¡Si hasta Alejandro Magno fue derrotado, Atila, Ciro el grande, El mismo Napoleón!  ¡También ustedes soldados mexicanos, puedes derrotar a esta bola de afeminados franceses! ¡Lo único que les voy a pedir, es que dejen de asesinar a otros mexicanos igual que ustedes! ¡Porque yo soy inocente, solo defendí mi propiedad y esto que harán será un asesinato! ¡Ustedes son valientes, y los valientes no asesinan! ¡Mátenme pues, pero luego vuelvan sus pasos y defiendan lo que sí es de ustedes, esta tierra de Dios! ¡Es todo general, puede dar su orden de asesino!
Los soldados se miraban entre ellos. Se notaban inquietos. Los murmullos entre los presentes crecieron, se escucharon protestas y frases diciendo que eso no lo soportaría Fermín Horta y vengaría a su hijo. Gonzales Ortega también sintió un cierto nerviosismo, Su ejército era muy reducido, si aquella gente se sublevaba no podría contenerlos, sin embargo  volvió a levantar su sable, pero antes de dar la primer orden escucho una voz imperativa a sus espaldas.
__ ¡Suspenda este fusilamiento general!
Volteo a ver quién le hablaba. Con premura respondió.
__ No puedo Guillermo. Este curro es un insurrecto.
__ Jesús, no sé exactamente que paso aquí, pero por las palabras de este hombre, se nota que no es cualquier persona de pueblo. Es un intelectual y se ve que la gente lo conoce y lo quiere. ¿Qué fue lo que hizo?
__ Nos robó una partida de mulas.
__ Nosotros no tenemos mulas.
__Bueno, nos las negó.
__ Esa no es razón para fusilarlo. Además dijo una verdad enorme. Si lo fusilas harás que el gobierno de Benito se vea como un aprovechado, como si fuéramos unos cobardes, pues solo los cobardes asesinan de esta manera. Estamos en desventaja Jesús. No puedes fusilarlo delante de esta gente.
__ No puedo retractarme. Es un conservador.
__ Mira, que te parece si lo llevamos a San Luis y que el mismo Benito lo juzgue, si él lo ordena lo puedes fusilar allá, lejos de su gente, no podemos perder partidarios, los franceses ya no tardan y si haces eso aquí, la gente se les va a unir.
Por un momento el general se quedó pensando. Volteo a ver al cuadro de pelotón y dio una orden.
__Amarren al prisionero. Nos lo llevamos a San Luis Potosí, allá lo fusilaremos.
Los soldados respiraron aliviados. Guillermo Prieto sonrió. El poeta de la patria recordó la frase del prisionero, Los valientes no asesinan, estaba de acuerdo con aquello.
En calidad de prisionero fue llevado a San Luis Potosí. Sus mulas fueron cargadas con pertrechos militares y en esa comitiva fue guiado a esa ciudad que en ese momento era la sede del gobierno Mexicano. Una mañana fue presentado ante el presidente de México, don Benito Juárez.
Aun atado Reginaldo llego ante el ejecutivo. Un hombre moreno, de tez tranquila que con voz pausada dio la orden.
__ Quiten las ataduras de este hombre. Ante mi nadie puede ser presentado de esta manera.
Al momento lo liberaron, luego Benito Juárez siguió hablando.
__ Te han traído ante mí, para que te juzgue, me han contado que eres un traidor a la patria y eso es suficiente para ser pasado por las armas, sin embargo también me contaron que no tuviste oportunidad de defenderte e hicieron bien al traerte ante mí para escuchar tu caso. Habla, defiéndete.
Reginaldo esbozo una sonrisa. Seguía vivo y esa ya era una ganancia. El largo camino que había recorrido desde Aguascalientes a San Luis, lo había aprovechado para meditar su situación, así que empezó a hablar.
__Señor presidente, es un honor para mí estar frente a usted. Por los periódico conservadores, me entero que usted es el insurrecto, pero por los periódico liberales a quienes creo más, me he dado cuenta que usted es un héroe. Que defiende mi patria de la invasión francesa. Ellos, los franceses,  no han respetado nuestro derecho de independencia, y usted defiende precisamente ese derecho. Ellos se creen poderosos y piensan que por ese poder pueden abusar de los más débiles. El pueblo sufre por esta guerra, pero es preferible morir, antes de volver a ser esclavos de otro pueblo.  Todo esto no se lo digo para quedar bien con usted, sino porque quiero hacer una analogía con mi persona. En este momento haga de cuenta que el general Jesús Gonzales Ortega es como los franceses, fuerte y poderoso, yo soy el pueblo mexicano. Es con ese poder que me ha robado mis mulas, animales que yo necesito para sobrevivir. Yo lo único que hice fue defender mi derecho de propiedad. Chistoso mi ejemplo, verdad, pero si entre las grandes naciones, así como entre los particulares, siempre se respetaran los derechos ajenos, nunca se rompería la paz. Porque le voy a advertir señor presidente. No es una amenaza, pero conociendo a mi padre, sé que no se quedaría contento si ustedes me matan y buscaría la manera de vengarme. En estos momentos señor, lo que menos necesita usted es otro enemigo. Yo necesito que me regrese mis mulas, si no es así, puede mandarme fusilar señor. Prefiero morir a ser un cobarde que se dejó robar.
Juárez estaba absorto ante aquella perorata. Respiro hondo y luego dijo pausadamente.
__ Muy sabias tus palabras muchacho, muy sabias. Tienes razón, el respeto al derecho ajeno es paz perdura dora. Necesitamos tus animales, los que traemos están cansados y algunos se han muerto en el camino y en las batallas. Pero me has dado una lección sobre los derechos ajenos y voy a ordenar que te regresen tus animales. Puedes irte, estás libre.
Reginaldo respiró hondo. Dio la media vuelta para retirarse, apenas había dado una docena de pasos cuando se detuvo, volteo a donde había quedado el presidente y le dijo.
__Señor, son veinticinco mis mulas. Si yo, por voluntad propia decido otorgarle a su ejército doce de ellas, ¿Usted las aceptaría?
__ Muchacho, esa sería una aportación muy apreciada y la patria te lo agradecería eternamente.
__ Así sea pues señor. Doce de mis mulas son para ustedes, con el resto yo puedo seguir trabajando.
Con emoción Juárez se acercó a Reginaldo y estrecho su mano.
Entonces sí, se dirigió a la salida, antes de llegar a la puerta escucho al presidente que con voz fuerte llamaba a uno de sus ministros y le decía.
__ Ignacio Ramírez, tú que eres considerado el más inteligente de mi gabinete, analiza esta frase que se me acaba de ocurrir……..tanto entre los individuos como entre las naciones…….
Ya no alcanzo a escuchar más, porque en ese momento al salir del improvisado palacio nacional, miro que iba llegando su padre, don Fermín Horta, acompañado por varios de sus hombres. Al mirarse padre e hijo, corrieron para enlazarse en un apretado abrazo.

La segunda invasión francesa fue muy cruel, miles de mexicanos murieron, pero al final evitaron que otro país nos esclavizara. En Juchipila fue muy notoria en esa época la división social, existían los dos partidos, liberal y conservador. El ranchito del Remolino siempre se distinguió por ser liberal, máxime después de aquel encuentro de Reginaldo con el mismo presidente. Cuando se iba a imaginar Fermín Horta, con lo liberal que era, que una de sus hijas se casara precisamente con un soldado francés. Esta es la historia de la hija de Fermín Horta.
FRANCISCO RODRÍGUEZ LÓPEZ



sábado, 28 de diciembre de 2013

CAPITULO XXIV, LA VISIÓN PROGRESISTA DE REGINALDO HORTA

Reginaldo Horta fue el primero de los Horta que nació en el Remolino. Cuando aquella situación del Gavilán, Don Fermín Horta convencido por las palabras de la niña Crucita que no debería de irse de ese lugar, decidió que era un punto estratégico para su ocupación de arriero, en medio de tres grandes ciudades  como eran Guadalajara, Aguascalientes y Zacatecas. En Remolino mando construir la primer casona de adobe, la hizo pegada a la plaza, con su zaguán y su puerta enorme en donde pudieran pasar sus remudas cargadas cuando así se requiriera, un patio rodeado de muchos cuartos,  su cocina interior y su “altito exterior” una bodega y en la parte de atrás, un corral enorme dividido por cercas de piedra, en sí, la casa del hombre más rico del creciente ranchito.A doña Delfina Plasencia, su esposa,  le agradó el lugar. Mujer muy dicharachera y comunicativa. La mayor parte del tiempo estaba sola, pues don Fermín casi siempre andaba de viaje, así que ella pronto fue conocida por toda la comarca, principalmente porque le gustaba andar de casa en casa, contando los pormenores, los secretos, y las situaciones de los demás. Ella tenía un dicho “Si no hay chisme, la plática no tiene chiste”.Tenían cuatro hijas cuando se instalaron en el Remolino, e iba embarazada del quinto hijo. Las hijas si protestaron al mirarse en la situación de vivir en condiciones muy diferentes a como estaban acostumbradas en la ciudad de Aguascalientes, pero poco a poco se fueron resignando y aunque nunca dejaron de ver a sus vecinos como inferiores, tuvieron que convivir con ellos el resto de sus vidas,  y aprendieron de su madre, a ser igual de comunicativas. Curiosamente esta práctica se volvió común en el lugar, el chisme era el pan nuestro de cada día. Muchas veces hubo conflictos por esta razón.Reginaldo nació y creció muy mimado por su madre y hermanas. Desde muy temprana edad aprendió a leer y escribir bajo la tutela de la familia. Era caprichoso y todos sus deseos eran ordenes inmediatas, so pena que el chamaco hiciera berrinche y no parara de llorar, incluso después de darle lo que él quisiera.Fue a la edad de diez años cuando una vez, acababa de llegar don Fermín de un largo viaje. Sus arrieros descargaban las mercancías que habían traído de Guadalajara. El cansancio en el patrón era notorio, sin embargo supervisaba la última actividad para luego encerrar a los animales e irse a descansar. Su familia se acercó emocionada al mirar que entre la mucha mercancía que bajaban, venían unos bultos de donde sobresalían las puntas de los rebozos.__ ¿Eso que traes ahí son rebozos?__ Pregunto Dania Delfina emocionada.__ Sí, es un encargo de un señor de Jalpa. Mañana se los mando.__ Yo quiero uno.__ No se puede mujer, los traigo contados.__ Mmmmm…Nunca me traes nada para mí.__ Nosotras también queremos un rebozo papá __ Dijo una de sus hijas__!Ya les dije que no!__ Yo también quiero un rebozo, y si no me lo das voy a llorar.__ ¿Y tu pa que chinguetes quieres rebozo Reginaldo? eso es para las viejas.__ Para ir a misa.__ Si, dáselo, para que no llore.Don Fermín observo a su hijo. Tenía colorete en las mejillas. Traía puesto algunos collares de sus hermanas. Brincaba por su rabieta y se movía igual que una muchachita y sin más empezó a llorar escandalosamente. Ante aquella situación, el arriero sintió un extraño miedo e hizo algo que jamás se hubiera imaginado que se iba a atrever a hacer. En un movimiento rápido se quitó su enorme cinto y antes que las mujeres lo pudieran impedir, tomo a su hijo de un brazo y con la mano armada con su cinturón, descargo en las nalgas de su hijo, tres golpazos  que lo dejaron ahora sí, llorando y revolcándose de dolor.  __! Pero Fermín! ¿Qué haces? ¡No seas ingrato! ¡Es el niño!__ ¡Que niño ni que la chingada! ¡Desde mañana me lo levantas temprano, se va conmigo para donde quiera que yo vaya!La amenaza se cumplió. Aunque las protestas de la madre y las hermanas fueron muchas, Don Fermín impuso su autoridad y desde otro día, el niño se miró atrás de las remudas, arriando hacia los lugares donde hacia negocios su padre. Las rabietas al principio fueron muchas, pero estas se fueron terminando porque a cada nuevo capricho, por pequeño que este fuera, su progenitor se quitaba el cinto y le propinaba los tres ya conocidos retazos.En su interior don Fermín sentía un miedo terrible. No podía ni siquiera imaginar que su hijo le saliera hija. Por eso le exigía igual que a sus peones, que trabajara duro, que se hiciera hombre, sin embargo la prueba máxima de esa deseada hombría, tuvo que esperar hasta que le llego la adolescencia. Con gusto el padre miro que su hijo se iba transformando de niño a muchacho. Creció muy rápido y le cambio la voz. Lo enseñó  a mandar lo mismo que a negociar y un día lo llevo a probar que tan hombre era ya. En una fonda de Calvillo, uno de sus echaderos, como él decía, le pago una mujer la cantidad de cinco reales porque sedujera a su hijo y le ensenara los secretos de  la intimidad, con la condición que le tenía que contar con detalle si había funcionado perfectamente. Que felicidad para el padre cuando la mujer le dijo.__ Ay don Fermín, me tiene que dar otros cinco reales. Su muchacho no tiene llenadera__ Y don Fermín, con gusto se los pago.A Reginaldo aquello se le volvió un gusto total, se convirtió en un mujeriego incorregible y alcahuete de su padre, pues hasta entonces se dio cuenta de porque en todas las fondas que llegaban, las mujeres lo recibían con tanto cariño. Era un arriero, un amor en cada pueblo que llegaba.Además de las mujeres Reginaldo tenía otro vicio, este era el de la lectura. Cuando llegaba a las ciudades grandes, hacia sus negocios, vendía y compraba su mercancía, luego iba a alguna librería y compraba una buena cantidad de libros, los cuales leía montado en su caballo mientras arreaba sus animales. Eso le valía también muchos regaños, más ya no golpes, desde que demostró que si era hombre, su padre no lo volvió a golpear. Cuando Fermín le gritaba que dejara de leer y que pusiera atención en los animales, el solo respondía tranquilo.__ Es pa que se me haga cortito el camino apá.Fue la lectura precisamente lo que lo convirtió en un intelectual. Aprendió de leyes, filosofía, elocuencia. Él no era un chismoso como su madre y hermanas, pero no paraba de hablar contando siempre de cuentos o novelas. Era un sabelotodo y eso lo convirtió en un comerciante triunfador. Y fue para que su padre ya no lo regañara, que un día decidió hacer su propio negocio. Por su actividad recibía un salario. Parte de este lo utilizaba en comprar libros y el resto en dárselo a las mujeres. Cuando pensó en empezar a vender y comprar para él, no dejo de comprar libros, pero si en darle dinero a las mujeres, pues se dio cuenta que si las enamoraba conseguía de ellas lo mismo que dándoles dinero, así que tuvo una novia en cuanto pueblo visitaba y así pudo ahorrar dinero para comprarle a su propio padre un par de burros, comprar mercancía en los ranchos y llevar a la ciudad.Su negocio creció pronto. No tardo mucho tiempo en tener veinte burros, pero su visión era otra, tener una partida de mulas. Las mulas eran más fuertes y caminaban más de prisa. Pero eran mucho más caras que los jumentos.Por fin un día logro reunir el dinero suficiente. En Aguascalientes se le presento la oportunidad. Otro arriero que traficaba de Guanajuato a aquella ciudad fue quien se las ofreció.__ Oye Reginaldo __ Le dijo __ Te vendo mis mulas.__ ¿Y eso Pastor? ¿ Y luego tú?__Ya me quiero retirar de esto. Te las dejo baratas.Discutieron el precio. Eran veinticinco animales, bien cuidados, fuertes. El precio era menor al real y eso se le hizo algo extraño, sin embargo no pregunto más y gasto ahí todos sus ahorros, pero ahora si, a ser un verdadero arriero.El otro hombre apenas tomo su dinero, monto un burro viejo y se alejó a toda prisa con rumbo a Guanajuato.Emocionado Reginaldo empezó a hacer planes. Le tendría que pedir dinero a su padre para comprar mercancía. Tendría que contratar ayudantes. Sería el mejor arriero del mundo.En eso estaba, contemplando a sus nuevas remudas cuando escucho una firme voz a sus espaldas.__ Hasta que encontramos las mulas. Ya les habíamos dicho. Las necesita el gobierno.Reginaldo volteo sorprendido. Miro a un oficial militar que por sus insignias denotaba ser un general y algunos soldados tras él,  que lo miraban intimidatoriamente.__Discúlpeme general. ¿De qué habla?__De esas mulas. Ya había ordenado que el ejército las necesitaba. ¿Por qué las movieron de los corrales donde estaban?__ Yo las acabo de comprar.__Lo siento, están requisadas. Es una orden del mismo presidente de la Republica, don Benito Juárez, y yo, general Jesús de González Ortega, voy a ejecutarla.__ ¡Lo siento general, pero no se va a poder!

FRANCISCO RODRÍGUEZ LÓPEZ.

jueves, 26 de diciembre de 2013

CAPITULO XXIII, LA PROFESÍA EN TIERRAS REMOLINENSES, QUE SIGUIÓ A SANTA ANNA.

__ ¡No, mis cruces  no!__ Desesperado  gritó Bernabé y sin pensarlo se arrojó sobre uno de los soldados que se aprestaban a obedecer la orden de su general. Rodó por el suelo junto con aquel soldado y una vez que se medio incorporó le dio un golpe en la mandíbula para levantarse e intentar atrapar a otro, pero en eso se escuchó la orden de que lo sujetaran y un instante después se vio inmovilizado por varios soldados.Los ojos del general fulguraban por la rabia. Se notaba que no estaba acostumbrado se ser contradicho.__ ¿Qué te pasa estúpido? ¿No sabes quién soy?__ Yo no sé quién es usted, pero si se quién soy yo __ Respondió también colérico Bernabé __ Yo soy el guardián de esta ermita…Esas cruces son mías, yo las cuido, yo las hice, yo las venero, son santas, no se atrevan a tocarlas o les pesará.__ ¿Pero qué te estás creyendo imbécil? Yo soy el generalísimo Antonio López de Santa Anna, el héroe de Tampico, inmortal héroe de Zempoala,  presidente vitalicio de la República de México y dueño de toda ella. Así que ningún ermitaño me va a decir lo que tengo o debo de hacer, y para castigo tuyo, verás como fácilmente van a caer esos maderos y arderán cocinando mi carne delante de tus ojos __ Luego con fuerza ordenó: __ ¡Tumben esos leños y échenlos a la fogata!Imposible fue para Bernabé liberarse de los sujetos que lo detenían. Con mucho dolor miró como con cuerdas ataban sus cruces y luego, entre varios hombres las jalaban con fuerza hasta hacerlas caer. Cuanta desesperación al ver que las arrastraban y sin considerar que eran reliquias santas las arrojaban al fuego. Lloró de rabia y dolor, pero de repente a su cerebro le llego una voz, muy dulce, tranquilizadora, una voz celestial y que solo había escuchado una vez, cuando le dijera que él, era un hombre bueno. La voz de la niña que fuera zaurina y en ese momento le  transfería aquel poder, por lo que sus palabras se volvieron proféticas.Antonio López de Santa Anna lo miraba burlón. Ordenó que lo soltaran, ya las cruces empezaban a arder. Luego le dijo  que se marchara si no quería que le sucediera algo peor.Bernabé camino unos pasos hasta ponerse frente a él. Los soldados intentaron atraparlo de nuevo temiendo que atacara a su jefe, pero el general con una Seña les dijo que lo dejaran. Bernabé lo miro a los ojos y luego con voz tranquila le dijo.__ Esto que le voy a decir señor general, no son mis palabras. Me las acaban de dictar desde el cielo.  Para empezar usted no llegará completo a la tumba. Esas cruces que ha cortado le costaran una pierna y  sufrirá y se arrepentirá el resto de su vida por este sacrilegio, cuando sienta el dolor, se va a acordar de esto. El dolor será terrible, tanto como el que he sufrido yo el día de hoy. Usted ahora va a una misión. Va a fracasar simplemente porque  usted es un cobarde, va  a caer prisionero y por salvar su vida va a dejar que le quiten parte de su territorio, luego va a perder más y más, va a vender lo que no es suyo, y usted y todas sus generaciones serán odiadas y maldecidas por el pueblo de México. Es usted un cobarde, que autoproclama ser un héroe, pero en realidad es una cucaracha.El presidente de México estaba líbido de rabia. ¿Cómo un ser insignificante como ese monje se atrevía a decirle tales cosas? Demostrando que en verdad era lo que Bernabé le decía, un cobarde, en un movimiento rápido desenvainó su sable y arteramente lo clavó  sin misericordia en el abdomen del clérigo. Bernabé cayó de rodillas apretando su herida, sin embargo volteo a ver al general y adorno su rostro con una sonrisa burlesca.__ ¡Pide misericordia y perdón maldito! __ Le ordenó el militar __ Pídeme perdón y di que soy tu héroe, el más grande guerrero que ha dado el mundo, más grande que Napoleón, soy el inmortal guerrero de Zempoala, mezcla de dos sangres, española y mexicana. Di eso inmundo monje desgraciado.__ Bernabé sin borrar su sonrisa dijo burlón __Para mi usted es solamente una pobre cucaracha rastrera.Con  rabia Santa Anna levanto su sable para descargar un golpe mortal, pero en ese preciso momento el general José de Urrea llego para decirle presuroso.__ Señor presidente, señor presidente, están llegando las autoridades de un pueblito llamado Juchipila y vienen también varios frailes. Le pido por favor que no mate a este hombre. Ellos ya están a la vista y eso nos dará mala reputación.Por un momento Santa Anna lo pensó. Alcanzo a divisar la comitiva que venía de Juchipila. Bajo el sable y le pidió  a un soldado que lo limpiara de la sangre de Bernabé, luego con desprecio también ordenó  que arrastraran al monje a la nopalera y ahí lo tiraran, que muriera desangrado, posteriormente  dibujando en su rostro una hipócrita sonrisa fue a recibir a las autoridades juchipilenses.El monje fue arrojado entre los cactus y ahí abandonado. El dolor era terrible, sin embargo haciendo un esfuerzo supremo logro ponerse de pie, y así, apretando su herida que no paraba de sangrar, paso a paso regreso al Remolino.Ya estaba oscuro, en el patio del jacalerío de los Luna, tenían una fogata para guarecerse del frio de la noche mientras charlaba la familia. Todos se asustaron al escuchar aquel quejido tan tenebroso, mas al ver que entre las sombras surgía aquel espectro todo enterregado. Apenas alcanzo a medio entrar al patio cuando vieron que se desplomaba. Las mujeres gritaron asustadas. Don José María fue quien presuroso se dirigió a donde estaba aquel bulto en el suelo. Con premura gritó cuando reconoció de quien se trataba.__ ¡Pronto, pronto! ¡Con una rejodida, pronto, es el padre Bernabé y parece que viene herido!Entre cuatro hombres lo levantaron y lo llevaron al interior de un jacal. Inmediatamente con agua tibia lavaron su rostro el cual estaba pálido. Un leve quejido surgió de su garganta, luego lentamente abrió los ojos. Muchas veces había caído en el camino, su hábito era una mezcolanza de sangre y tierra. Con un pedazo de ocote ardiendo lo alumbraron y así fue como notaron que seguía sangrando.__ ¡A ver, pronto, mujeres, vamos viendo como curamos a este cristiano! __ Ordenaba asustado don José María, aunque en realidad no sabía qué hacer.La voz de Bernabé se escuchó muy débil, por lo que todos guardaron silencio para poderlo escuchar.__ Don José María, no se preocupe por curarme, voy a morir.__ ¿Qué le paso padrecito? ¿Quién le hizo esto?__ El general cucaracha, pero eso no importa,  déjeme hablar por favor, me queda muy poca vida. Don José María, le pido por favor que me sepulte junto a la capilla del Remolino. Quiero que mis restos queden para siempre en esta tierra bendita. También le pido por favor don José María, que hagan siempre la fiesta a la santa Crucita, aquí y en las rancherías. Por favor, cuide de mis cruces… que nadie las vuelva a tumbar, que nadie las vuelva a quemar… la cruz es… es…Fue todo lo que alcanzo a decir. Bernabé fue cerrando los ojos y su alma abandono su cuerpo. Aquel  inquisidor redimido,  moría por defender sus cruces. Murió en manos del inmortal héroe de Zempoala, nombre que le mereciera años más tarde, que se escribiera un poema en su honor, que a la postre, se volviera  el himno que simbolizara la patria que ese cobarde traicionara y entregara más de la mitad a los invasores. Ese himno que no le gusto porque lo mencionaba solo una vez, y que la mayoría de los mexicanos cantan sin saber que fue escrito en honor de ese déspota traicionero. Bernabé lo llamo cucaracha y ese apodo se hizo popular. Los soldados que escucharon que lo llamo así, regaron esta noticia y así lo empezaron a llamar a escondidas, de tal modo que se hizo a voces grandes y así lo llamaron todos sus enemigos, por eso, cuando le volaron  la pierna de un cañonazo, cosa que también le profetizo Bernabé, surgió aquella cancioncita que cantaba todo México. La cucaracha, la cucaracha, ya no puede caminar, porque le falta, porque no tiene, una patita pa andar.
El deseo de Bernabé fue respetado. Fue el primer muerto que se sepultó junto a la capilla, que desde ese momento se convertía también en un panteón. El segundo, ese mismo año, fue don José María Luna.Cuando llego el mes de mayo, la fiesta del Remolino se volvió a hacer a lo grande. Hubo comida y bebida para todo asistente, la danza cada vez era más lúcida, la chirimía toco por horas. El grupo de violín, tambor y tambora amenizo un buen baile, dos sacerdotes de Moyahua vinieron a dar la  misa.Ya casi para caer la  noche, don José María pregunto a la concurrencia que cual ranchería sería otro día la que quisiera celebrar la santa Cruz. Había gente de casi toda la región, pero nadie dijo nada. Como hacía falta Bernabé. Él era el organizador en las otras rancherías, nadie se había preocupado por preparar nada. Entonces don José María se acordó lo que el monje le había pedido y sin más, miro a un hombre del caserío llamado el Jaral y le dijo.__ Ustedes, a ustedes les toca mañana, allá voy a estar por la madrugada para empezar la ceremonia y si el padrecito no puede ir a dar misa, cuando menos va a haber danza y a rezar un rosario, y luego le va a tocar a Atemajac, y luego a la hacienda de Guadalajarita….Y así hizo el listado, tal y como lo hacía Bernabé y a todas esa celebraciones estuvo presente el viejo. Miró que organizar era difícil, por lo cual se le ocurrió hacer una cosa. Con mucha autoridad y sin permitir ser  contrariado, al terminar las fiestas, reunía a los habitantes del lugar y nombraba a una familia que sería la encargada de organizar la fiesta para el próximo año. No hubo familia que se negara y con eso garantizo la continuidad de las festividades.Al terminar el mes de mayo, el hombre se miraba agotado. El trabajo había sido mucho, muchas las desveladas, mucho el sacrificio.Volvían él y Anastasio de Las Jícamas, lugar donde se celebrara la última fiesta. Apenas se podía sostener don José María en la silla de su mula, se venía durmiendo. Al pasar por el camino real, en dirección a la plaza del Remolino le comento a su yerno.__ Mira Anastasio, te voy a encargar que cuando yo me muera, me entierren junto a la cruz, allí donde está mi niña. El padre Bernabé quiso quedar junto a la capilla, yo quiero quedar cerquitas de mi chiquita.Su deseo se realizado más pronto de lo que Anastasio imaginaba. Llegaron al jacarereo de los Luna. Los hijos de don Chema lo ayudaron a bajar de la mula y lo metieron a su jacal donde ya tenía su petate tendido. Inmediatamente se quedó dormido, nadie se imaginó que ya no volvería a despertar. Al amanecer nadie imaginaba que estaba muerto, pues en su rostro había una tranquilidad inmensa, y una sonrisa, como que había muerto mientras soñaba algo agradable, tal vez, jugaba con la niña Crucita.
El Padre del Remolino fue sepultado como él lo pidió, junto a la Cruz. Ahí quedo aquel hombre que llego buscando un tesoro, sin imaginar siquiera que su verdadera misión al llegar a ese lugar, era fundar la mismísima Capital del Cielo.Mucha tristeza causó la muerte de aquel patriarca, mucha tristeza, en ese momento nadie imaginaba que otras situaciones terribles se avecinaban, pues pronto llegarían otras desgracias. En  un país que no encontraba la paz, se avecinaban la guerra de reforma, todos vivirían en constante peligro, tal como le pasaría  a  Reginaldo  Horta, hijo de don Fermín Horta. Reginaldo fue el  primero de los Horta nacido en Remolino. Valiente y dicharachero como su padre, siendo un jovenzuelo se enfrentó el solo al ejército del general Gonzales Ortega. Estuvo a punto de ser fusilado, pero lo salvó el mismo Benito Juárez, la historia fue así:

FRANCISCO RODRÍGUEZ LÓPEZ


jueves, 12 de diciembre de 2013

CAPITULO XXII, CONTITLÁN, ATEMAJAC, EL RANCHITO, LOS PUEBLOS DE LA SANTA CRUZ.

A la mitad del camino estaba Bernabé. Inconscientemente el carretero tiró la rienda de los caballos que jalaban la carreta para que esta se detuviera. Al frente el monje también los miraba. El madero que tenía al hombro se veía amenazador.  El obispo sintió un escalofrió. Sintió como aquella noche que en Guadalajara, se enfrentara al mismo chamuco y este le dijera que su hospicio serviría para que se alojaran tropas de asesinos. Aquella vez venció al demonio diciéndole que el solo servía a Dios y  a la virgen. Pero esto era algo diferente, Bernabé no era un espíritu maligno, era un hombre maligno.  Así pasaron unos instantes, el carretonero no sabía que hacer, el obispo tampoco. De repente  miraron que Bernabé con dificultad buscaba la orilla del camino para dejarlo libre, al poner su cuerpo de lado, notaron que el madero que se miraba sobre su hombro era en realidad una enorme cruz de madera, la cual arrastraba como si  fuera el Nazareno cuando iba al Calvario. Una Cruz, era una santa Cruz, al obispo le apareció en la mente la imagen de la niña Crucita. En ese instante sintió una tranquilidad enorme.__Avanza__ Ordeno el prelado al carretero.__  Pero señor obispo, no ve que…__ Que avances te digo, y no le des rápido, detente junto a ese hombre.__Señor, él lo quiso matar.__ Haz lo que te ordeno.No tardaron mucho para llegar a donde Bernabé estaba con su cruz al hombro. El carretero se detuvo. Bernabé con dificultado bajo su cruz y luego se acercó a la carreta. Tendió su mano para que su superior  también le diera la de él y poder besarla. Por un momento el obispo dudo en hacerlo, pero recordando a la niña santa, disipo sus dudas y le mostro su diestra al monje, este la tomo y con mucho respeto la beso. No pasó nada.__  ¿Qué hace padre Bernabé con esa Cruz? ¿A dónde va?__Voy a ese ranchito que se llama Cintilan, para colocar en algún lugar esta Cruz, ellos también deben estar bendecidos por esta santa reliquia igual que el Remolino. Ya he encontrado mi misión en este mundo y es esa señor obispo, la de venerar a la santa Cruz.__Hermosa  su misión Padre Bernabé, pero debería usted de buscar ayuda, esa  cruz pesa mucho.__ Más pesada estaba la que llevo nuestro señor y nunca se quejó, y esta será mi penitencia por haber atentado contra su vida su eminencia, solo le pido a mi creador, que el día de mi juicio final, me lo tenga en cuenta. Esta y  las otras veintinueve  cruces más, que voy a venerar.__ ¿veintinueve más? ¿Y dónde las va a poner?__ Si, treintaiuno en total,  una por cada día del mes de mayo y las voy a poner en todas las rancherías de la comarca, desde Moyahua  hasta  Juchipila, y en cada lugar habrá fiesta, y fiesta grande. Pero la primera será siempre, la fiesta del Remolino, la fiesta del tres de mayo.Y así fue. Gracias a este monje ex fanático de la santa inquisición, que se llenara toda la  comarca de cruces y en algunos lugares de capillas. Puso en Contitlán, Atemajac, El Ranchito, Las Jícamas, Las Cuásimas, El Paso, y muchos lugares más. El mismo hizo y llevo aquellas pesadas cruces de mezquite. Las más conocidas por ese tiempo, fueron la del Remolino, por ser la primera y por tener la fiesta más grande, luego  la cruz de platos, que esta Zanjón arriba rumbo al Ranchito, esa cruz está en el suelo, formada con mezcla de cal y adornada con platos de talavera, de ahí se partía para muchas rancherías para hacer sus fiestas,   y luego  las tres cruces que coloco como si fueran las tres del calvario, en el cerrito a un lado del camino real, en mitad del Remolino y Juchipila, frente a esas cruces, muchos arrieros paraban a pedir por un buen viaje.  Fue gracias a este hombre, que durante el mes de mayo en todas las rancherías se celebraran fiestas en honor de la santa Cruz y la santa niña Crucita, empezando con la fiesta del Remolino. Bernabé vivió el resto de sus días en completa armonía con los habitantes de la comarca. Ya no quiso vivir en el convento de Juchipila e hizo una ermita junto a las tres cruces, en el Surco de Nopales y de ahí salía todas las mañanas a decir misas y limpiar y llenar de flores sus cruces, sin imaginar que un día, por defenderlas, habría de morir clavado por la espada del que sería años mas tarde, el cojo más famoso de la naciente República Mexicana.
Aquella mañana el obispo  Cabañas quedo gratamente sorprendido por la conversión de aquel demonio a ángel redentor, sin duda un milagro más de la Santa niña Crucita.__ Dios te ha de premiar por tus buenos actos hijo. Híncate que te voy a bendecir.Bernabé obedeció y emocionado escucho las palabras del obispo, ofreciéndole en latín, los parabienes de la vida eterna. Luego miro como de nuevo iniciaba su marcha la carreta con rumbo hasta donde pudiera, al pie de la sierra camino a Nochiztlán. Ese fue un viaje muy largo para aquel hombre ya tan débil y viejo, pero consiente que sería el último viaje de su vida,  quiso visitar el máximo de parroquias que pudiera y terminar en San Juan de los Lagos. Pero su deseo no fue posible, al llegar a Nochiztlán los agarro una tormenta muy fuerte y un frente frio, el cual le hizo enfermar de pulmonía, pero aun así insistió en seguir su viaje,  no alcanzo a llegar a su objetivo, en un pueblo llamado San Pedro Apulco, al sentirse muy enfermo pidió que un cura lo confesara y le diera los santos oleos. Aquel hombre santo que fuera exclusivamente a bendecir al Remolino, ahí entrego su alma al creador, sin haber llegado a San Juan de los Lagos, pero cuentan que con una sonrisa muy grande, sus últimas palabras fueron, “Si mi niña, ya voy, gracias por venir por mí, mi hermosa santa Crucita.
Desde el día de la bendición de el Remolino, ya nadie impidió que se edificara la capilla y se terminara la plaza, al contrario, cada vez que Bernabé se daba tiempo iba y ayudaba a batir mezcla  o a pegar piedras. Para el siguiente año, en la fiesta de la Santa Crucita, ya el trabajo estaba muy avanzado y la fiesta fue muy lucida. La organizo Bernabé y para nada permitió que hubiera tastoanes. Le gusto tanto la danza que la trajo todo el mes con él en las consiguientes fiestas en las rancherías. En un jacalerio llamada el Tepetate, encontró a dos hermanos de apellido Muñoz, muy inteligentes, dicharacheros y dados a la música, amenizaban las fiestas con múltiples instrumentos inventados por ellos mismos, entre estos,  un pito de carrizo y un tamborcillo de cuero de chiva, a la cual le habían dado el nombre de “La chirimía”, ellos también se agregaron a la comitiva cultural de festividades durante el mes de mayo. Años después la gente decía, que si no había chirimía, la fiesta no servía de nada.
A Bernabé le fascinaba ir a la casa de Anastasio y Mercedes, para platicar con ellos sobre la vida de la niña, de sus milagros, de todos sus hechos como zaurina, por eso, un día platicando de como había muerto, fue que le narraron sobre la rama con que se defendió Anastasio del Gavilán.__ ¿Y que paso con esa rama Anastasio? __ Pregunto el monje.__ Pues va a creer que me puse y con mi rozadera la corte a modo que quedara nomas la crucita y luego con piedras lisitas la talle y la talle, hasta que me quedo bien bonita y ahí la tengo, de a tiro en donde pongo mi petate pa que nos cuide toda la noche.__ ¿Así que aquí la tienes? Muy bien hecho, quiero verla.Anastasio entro a su jacal y salió con la cruz que hiciera con aquello que en un momento dado fue su defensa. El monje la beso y luego la abrazo con mucho cariño, era una cruz pequeña, pero bien hecha.__Sabes Anastasio, esta cruz debe estar de otra manera. Quiero hacerle un pequeño altar, y con ella, por ser liviana llevarla en las procesiones, en todas las fiestas del mes de mayo. Luego ya que pasen las fiestas, te vuelvo a traer, ¿Qué te parece?__ Lo que mande su merced está bien hecho.Y desde entonces esa pequeña cruz es la que acompaña las procesiones, aquella madera que un día salvara la vida del padre de Crucita.
Bernabé se convirtió en uno de los hombres más queridos y respetados de aquellos lares, se volvió un hombre amable y alegre. Aunque vivía de la caridad de la gente, trabajaba en donde veía que se requería de su ayuda y sembraba como todos un pequeño cuamil para tener algo de maíz y frijol, no comía carne de ninguna especie y solamente se molestaba cuando alguien era irreverente con alguna de sus cruces, eso lo volvía a convertir en el hombre rabioso que fuera un día.
Fue una tarde de finales del mes de enero. El monje volvía de hacer su recorrido habitual. Desde la comunidad del Ranchito había visto que por el camino real pasaba mucha gente, mucha más que si fueran arrieros. Cuando llego al remolino de jacales de los Luna, ahí le dijo don José María muy molesto.__ Disque es el ejército padrecito, disque dicen que van pa Texas. Pero no son más que una bola de bandidos. Van agarrando lo que pueden.__ ¿Por qué dice eso don Chema?__ Porque son unos jijos de jijurria. Llego un tal general sabe que chingaos, que disque es el presidente de México  y a luego sin más nos dijo que teníamos que pagar impuestos. Que de cada tazolero que tuviéramos le teníamos que dar pastura pa sus animales y vacas para que ellos tragaran. Que disque no nos iba a pagar nada y hasta nos hacia un favor. Pos mendigo favor, nos dejaron sin pastura y me mataron dos vacas.__ ¿En dónde están ahora?__ Pos ahí le siguieron pa delante.  A la nada están ahora en la ermita suya padre, si no en Juchipila.Bernabé se dio prisa, sabía lo que hacían los poderosos, apropiarse de todo lo que quisieran.Don José María no se equivocó. El campamento de soldados era grande y utilizaban el llano limpio frente a su ermita para hacer un campamento. Las dos vacas que le requisaron al viejo yacían den el suelo y eran destazadas hábilmente. Había varias fogatas en donde obviamente preparaban brazas para guisar la carne. De pie junto a la ermita miro aquel hombre alto, muy elegante enfundado en su uniforme militar.Bernabé no miro peligro alguno, era solo el ejercito que iba de paso. Pero al momento de estar cerca de aquel que pareciera ser el jefe, escucho que este ordenaba algo que lo hizo sentir una desesperación muy grande.__ Como de que no encuentran Lena gruesa para hacer brazas, estarán ciego o idiotas. Miren, aquí hay mucha, tumben inmediatamente esas cruces y hagan las brasas con ellas, ¡Pero ya!
__ ¡No! __ Grito Bernabé indignado __ ¡No se atrevan a tocar mis cruces malditos!

FRANCISCO RODRÍGUEZ LÓPEZ

viernes, 6 de diciembre de 2013

CAPITULO XXI, LA ODISEA DEL SEÑOR OBISPO EN LA NACIENTE PLAZA DE EL REMOLINO.

Fue una verdadera odisea llevar al Obispo hasta el Remolino. Para bajar y subir lo que llamaban la Barranca, de Guadalajara a Ixtlahuacán, se hizo una especie de parihuela y ahí acostaron al clérigo, luego entre cuatro hombres lo llevaron hasta bajar al rio y luego volver a subir la montaña. En los llanos de Ixtlahuacán fue más fácil, un rico hacendado les presto su elegante diligencia y así llegaron hasta los dominios de la  hacienda de Santa Rosa, en donde de nuevo tuvieron que bajar al hombre acostado en su parihuela. Ya en Moyahua lo llevaron en una carreta y así, un nublado mediodía de los finales del mes de  mayo, el Obispo de Guadalajara, Juan Cruz Ruiz de Cabañas y Crespo, arribaba a la naciente plaza del Remolino.
El padre José de Jesús Fragoso, durante todo el trayecto estuvo mandando emisarios anunciando y preparando los arribos del  obispo a los diferentes pueblecitos  por donde fueron pasando, por eso, en el Remolino ya lo estaban esperando.  Eran cientos de personas las que estaban en la plaza. Los Luna y los Haro habían preparado un banquete igual al que hicieran el pasado tres de mayo. Un trio de violín, guitarra y tambora amenizaban el ambiente, había tastoanes y danzantes, la gente había formado una valla  desde el camino real hasta el montículo donde posaba la hermosa Cruz de mezquite. Al fondo estaban los Luna y los Haro, además, todos los clérigos que Vivian en la región, todos, incluyendo al maléfico Bernabé, que muy serio con una mirada rabiosa observaba todo lo que acontecía.
El obispo pidió que lo bajaran de la carreta y así, caminando entre las dos filas de personas que lo ovacionaban, lentamente se dirigió a la hermosa cruz que lo esperaba al fondo. El hombre sonreía, se sentía feliz, para sí mismo pensó “Estoy en un lugar santo, aquí vivió una ángel enviado por el señor”
Anastasio y Mercedes fueron quienes lo recibieron. Se inclinaron frente a él y besaron su mano.
__ Ustedes han de ser los padres de esa niña santa, los encargados de cuidarla, como lo fueron María y José con nuestro señor Jesucristo. Benditos sean por siempre.
__ ¡Gracias señor obispo por haber venido! __ Dijo Anastasio con voz alta para que lo escucharan todos __ Gracias porque así, se ha de saber que mi hija fue una santa y no una bruja como algunos dicen __ Y luego volteo a ver y señalo  a Bernabé con coraje.
El obispo estaba bien informado sobre el caso de aquel inquisidor. Volteo a verlo, noto la mirada del monje, el obispo se estremeció, como si a quien estuviera viendo era el mismísimo demonio. Entonces lo encaro.
__ ¿Eres  Bernabé?
El monje solo movió la cabeza afirmativamente.
__ Hijo __ Dijo el obispo en un tono amoroso __ sé que fuiste inquisidor, sé que eres un hombre de mucha fe, que eras un fiscal y verdadero defensor de nuestra santa, católica y apostólica iglesia, pero sábete buen cristiano, la inquisición ha sido abolida, ya no existe, era cruel y por eso a bien de todos, ha desaparecido.
Bernabé lo miro,  con voz ronca argumento.
__Aquí vivió una bruja, dicen que hacia milagros, era solo el demonio engañando gente, su excelencia no debe ni aceptar ni bendecir este lugar.
__ ¡Padre Bernabé, sépase que la madre de Dios me ha ordenado venir a este lugar y bendecirlo. Es mi orden que te redimas y aceptes mi mandato, no volverás a hablar mal de esta causa, aquí nació y murió una niña santa, es mi veredicto! ¡Voy a bendecir este lugar, y nadie lo podrá impedir, ni tú, ni nadie!
El monje cayó de rodillas y avanzando de esa manera, con la cabeza agachada se dirigió a su superior. El obispo tendió su mano para que la besara el rebelde. Al levantar este las manos, don José María alcanzo a ver algo extrañas en ellas. El viejo grito presintiendo algo malo, pero fue demasiado tarde, cuando Bernabé tomo la mano del obispo, este lanzo un grito espantoso, quiso retirarla, pero Bernabé lo sostenía fuertemente y no pudo, solo siguió gritando.
__ ¡Trae alacranes en la mano! ¡Le están picando al obispo! ¡Quítenlo de ahí! __ El viejo José María gritaba desesperado.
Anastasio por ser la persona más cercana a ellos, se arrojó sobre Bernabé para que soltara la mano del prelado, rodaron por el suelo. Bernabé malévolamente puso una de sus manos sobre el cuello de Anastasio, al momento este también lanzo un alarido y se tomó del cuello, entonces el mal monje se incorporó y riendo malévolamente le mostro las manos amenazantes a los presentes, que para entonces ya los habían rodeado. La gente pudo ver que en ambas manos, el cura se había puesto una gran plasta de miel y cera, luego sobre aquella mezcolanza pegajosa se había pegado diez ponzoñosos alacranes dejándoles la cola suelta, los cuales,  no paraban de tirar aguijonazos por la desesperación de sentirse atrapados. La miel y cera impedían que los aguijones tocaran la piel del mal monje.
El Obispo cayo presa de espasmos, eran múltiples los piquetes que había recibido, era mucho el veneno que ya corría por su cuerpo.  Las reacciones naturales del cuerpo a aquel veneno  tan toxico entre otras muchas, es paralizar la quijada, por lo cual el obispo ya no podía hablar. Anastasio había sido picado en el cuello, el veneno llego inmediatamente al cerebro, también se convulsionaba igual que el obispo.
Bernabé reía maléficamente mientras mostraba sus manos armadas con aquellas alimañas y gritaba __ ¡Ahora si, nadie podrá bendecir esta tierra ni hacer ese sacrilegio.
 Nadie se atrevía a acercársele. El clérigo estaba rodeado de gente. No podía huir, ni le interesaba, quería ver completa su obra. Se sentía protegido con sus alacranes. Miro que alguien se abría paso entre la gente y se acercaba a él.
El viejo José María se sintió rabioso. Sin medir las consecuencias se acercó al moje. Bernabé le mostro sus manos. Don Chema estiro una de sus manos y sin temor arranco de ahí un alacrán. Grande fue la sorpresa de los presentes y del monje mismo cuando el viejo clavo el aguijón del insecto en su antebrazo. El alacrán quedo muerto, pegado a la piel del viejo, colgando inerte.
__ Nada, nada me pueden hacer tus cochinadas.  En cambio yo a ti, si te puedo y te voy a hacer pedazos. Y esto me lo va a perdonar Dios, porque no voy a matar a un padre, voy a matar a un diablo, como cuando matamos al Gavilán. ¡Alguien, que me dé un machete!
Bernabé abrió los ojos desmesuradamente. Varios machetes aparecieron al momento. Don José María tomo uno de ellos y lo levanto amenazadoramente. El monje retrocedió asustado. El viejo avanzo. El círculo de personas se apretó para impedir que Bernabé retrocediera más. Cuando estuvieron a distancia para que el machete pudiera cumplir su objetivo, El viejo Luna apretó la cacha fuertemente y justo, cuando iba a soltar el golpe escucho la voz más hermosa que su cerebro recordara.
__ ¡No abuelito! ¡No hagas eso!
Todos los presentes escucharon también la voz y voltearon asombrados al lugar donde esta se originaba. Grande fue su sorpresa pero nadie sintió miedo. Ahí, al pie de la cruz de mezquite estaba ella, la niña zaurina del Remolino, la santa niña Crucita, en cuerpo y alma, igual que un año antes. Todos se arrodillaron inmediatamente menos don José María y el monje que estuvo a punto de morir. El viejo soltó el machete y empezó a llorar emocionado. La gente miro como la niña bajo del templete y lentamente se dirigió a donde estaba su padre abrazado por Mercedes. Toco su cabeza y amorosamente le dijo.
__Levántate papa. Nada te ha pasado__ Al instante Anastasio dejo de sentir dolor alguno.
Luego aquella aparición se acercó al obispo que era sostenido por el padre José de Jesús Fregoso. De igual manera como lo hiciera con su padre, toco también su cabeza mientras decía.
__Nada te ha pasado buen hombre y sábetelo, nuestro señor me ha mandado con un mensaje. Todos tus pecados te han sido perdonados. Que tu corazón ya no sufra por haber coronado a un demonio. No fue tu culpa. Eres un santo y por tanto fuiste elegido para venir a bendecir esta tierra tan hermosa. Esta, la capital del cielo. Levántate y haz lo que tienes que hacer.
El buen hombre abrió los ojos, al instante se le llenaron los ojos de lágrimas emocionadas. Sonrió amoroso porque sintió una paz enorme en su corazón. Luego miraron que Crucita se dirigió a donde estaban su abuelo y el monje Bernabé.
Fue entonces que don José María se arrodillo. La niña acaricio su rostro. No le dijo nada, porque en ese momento la santa encaro al monje.
__ Eres muy bueno Bernabé, luchas por la fe de Cristo, pero te has desviado un poco del camino. Esa no es tu misión Bernabé. Hoy abras de descubrirla. Tus pecados te han sido perdonados.
En ese instante todos vieron como en el cielo nublado del Remolino se abrieron las nubes y un rayo de sol bajo hasta donde estaba Crucita. Era una luz muy blanca y con mucha emoción todos vieron como ella se fue elevando al cielo mientras la luz se iba desvaneciendo lentamente y se volvieron a cerrar las nubes. Luego hubo un instante de silencio total, solamente se miraban unos a otros hasta que los gritos del obispo los sacaron a todos de aquel letargo.
__ ¡Milagro! ¡Milagro! ¡Esto es un milagro! ¡Estoy bien! ¡Estoy bien!
Entonces fue que todos los presentes empezaron a gritar eufóricos. Testigos de un milagro. Lloraban, reían, gritaban. El obispo se incorporó y con toda la emoción del mundo pidió agua bendita y así, luego de aquel milagro y seguido por todas aquellas personas, empezó a bendecir el lugar. Bendijo la plaza, bendijo el montículo donde habían sepultado a Crucita y donde ahora estaba aquella cruz de mezquite sombreada por dos huizachillos, luego fue a donde estaban los cimientos de la capilla y los bendijo, diciendo que desde ese momento nombraba al lugar por orden de la madre de Dios, Capilla del Remolino, única capital del cielo.
Luego fueron a comer, felices, tranquilos, sintiéndose protegidos por la bondad de un santo obispo y el manto de Santa Crucita. Solo se sintió nuevamente la inquietud cuando don José María hizo una observación.
__Oigan gentes, y a todo esto, ¿onde quedo el mula de Bernabé?
Hasta ese momento se acordaron de él. El obispo palideció. Recordó lo que la madre de Dios le había dicho, que no regresaría con vida a Guadalajara. Alguien grito que sobre una piedra había algo. Fueron a ver. Ahí estaba las plastas de miel y cera junto con los cadáveres de los alacranes, pero Bernabé había desaparecido.
__ No se preocupe señor obispo__  Dijo consolador don Fermín Horta __ En lo que usted este con nosotros y en su viaje de regreso, yo y la santa niña Crucita nos vamos a encargar de cuidarlo.
Pero don Fermín no pudo cumplir su promesa. El Obispo estuvo dos semanas en la región, durante este tiempo el buen hombre fue cuidado por el arriero, pero un día tuvo que ir don Fermín a encontrar unos arrieros que venían de Cuquío con una piara de cerdos y le habían avisado que una jauría de lobos los amenazaba, así que tuvo que ir a su encuentro con su escolta de lanceros. Ese día, el  obispo decidió que era momento de volver a Guadalajara, pero no quería irse sin visitar otras parroquias de su homilía, así que ordeno que regresara subiendo por la  sierra hasta llegar a Nochistlán, luego iría a San Juan de los Lagos para volver a la capital. Solamente el señor cura de Moyahua intento disuadirlo de su plan, era tiempo de lluvias y aquel viaje sería muy peligroso para su salud.
__ Es mi orden y es mi deseo padre José, y quiero que vaya conmigo.
Así que aquella mañana lo subieron en una carreta y acompañados por una pequeña comitiva, se despidió para siempre de la gente del Remolino, sin imaginar que muy pronto se llevaría el susto de su vida.
Iban muy tranquilos por el camino real, a un lado del camino había un surco muy largo plantado de nopales. Comentaba el clérigo sobre las propiedades alimenticias y medicinales de aquel cactus con el carretero, cuando este detuvo el vehículo y gritaba muy asustado.
__ ¡Señor obispo! ¡Mire, ahí! ¡Es Bernabé!
En efecto, a mitad del camino estaba el, Bernabé, con el torso desnudo y un gran madero sobre sus hombros. El obispo se sintió amenazado.